Por qué florecen los emprendedores en Estados Unidos
Alan D. Solomont es Embajador de los Estados Unidos en España y Andorra desde enero de 2010. Empresario, filántropo y activista político, hasta su nombramiento como Embajador era el presidente de la Junta Directiva de la Corporación para el Servicio Nacional y Comunitario (Corporation for National and Community Service), cargo para el que fue elegido en 2009.
Miembro de este organismo desde el año 2000, a propuesta del presidente Clinton, Alan D. Solomont fue renovado como tal, en 2007, por el presidente Bush. El Embajador Solomont ha dedicado su carrera profesional a los ámbitos de la asistencia sanitaria y la atención a las personas mayores. Fue presidente de Solomont Bailis Ventures, compañía que invierte en nuevas empresas dedicadas a la asistencia médica y cofundador de HouseWorks, empresa de ayuda a domicilio que contribuye a que las personas de la Tercera Edad sean independientes. Es fundador de Angel Healthcare Investors, compañía de la que también fue director gerente.
Alan D. Solomont ha pertenecido a los consejos de diversas organizaciones, tanto lucrativas como no lucrativas, como el Centro Médico de Boston, la Boston Private Bank & Trust Company, Angel Healthcare Investors, el New Israel Fund, el Israel Policy Forum, la Universidad de Lowell, la Universidad de Massachusetts, la Universidad Tufts, la Fundación de la Biblioteca Presidencial John F. Kennedy y la Fundación Educativa de WGBH.
Es licenciado en Ciencias Políticas y Estudios Urbanísticos por la Universidad Tufts, en la que también ha sido senior fellow y profesor visitante, y licenciado en Enfermería por la Universidad de Massachusetts. Considerado uno de los líderes del Partido Demócrata, ocupó el cargo de presidente de la Comisión Nacional de Finanzas del mismo entre 1997 y 1998. Fue un apoyo crucial en la campaña presidencial de Barack Obama.
“Los Estados Unidos son hoy la primera fuente de inversión directa en España y la inversión española en los Estados Unidos se ha triplicado los últimos tres años, ocupando el 10º lugar en relación al volumen de inversión extranjera en los Estados Unidos. Como bien saben ustedes, no soy un diplomático de carrera. De hecho, mi curriculum me define como filántropo, interesado en la política, y empresario, y es por ello que me siento capacitado para hablar con cierto conocimiento sobre el tema de por qué florece la actividad empresarial en los Estados Unidos.
La primera vez que hablé frente a una audiencia sobre lo que representa ser empresario fue en el año 1998, en los Estados Unidos. Ese mismo año, mi mujer y yo fuimos invitados a un viaje a China esponsorizado por la Universidad de Brandeis, de Waltham, Massachusetts. El objetivo era dar una conferencia a los chinos sobre lo que representa ser emprendedor en los Estados Unidos; además, en aquellos momentos estaba en proceso de crear una compañía dedicada al cuidado de las personas mayores. Comencé mi conferencia explicando a un grupo de gestores de empresas públicas chinas cómo un estudiante de izquierdas de finales de los años 60 había aprendido sobre el socialismo estudiando la revolución china; por eso, y para devolverles el favor, intentaba enseñarles algo sobre el capitalismo americano. Aquello fue hace tan sólo 22 años, pero hoy el mundo es un lugar totalmente diferente. Además, la reciente revolución china ha sido capaz de construir la segunda economía más potente del mundo.
Por aquel entonces, tan sólo hacía cuatro años que España estaba en la Unión Europea y el euro estaba por concebirse, pero ya existían algunos empresarios precursores de la innovación tecnológica, muchos de ellos radicados en mi ciudad natal, Boston. Destacaban entonces Charles Wang, fundador de computer associates (1976) y creador de la empresa de ordenadores Wang; Ken Olsen, fundador de Digital Computers, o Mitch Kapor y Jonathan Sachs, creadores de Lotus Software; Mark Zuckerberg estaba en su tierna infancia y, por supuesto, nadie conocía a Bill Gates o Internet. Aún no habíamos experimentado la explosión de la burbuja de Internet y menos aún la crisis económica de 2007, 2008, y 2009.
Lo cierto es que desde 1988 hasta hoy han cambiado muchísimas cosas, y a una velocidad vertiginosa, gracias a la innovación. Por todo ello, hoy somos conscientes de que el camino hacia la recuperación y crecimiento económico sostenible apunta en una dirección: la innovación.
Liderando en innovación
El presidente Obama, en su descriptiva conferencia sobre el paquete de estímulos del acta de recuperación del 2009, dijo: “Los Estados Unidos han liderado las economías en el siglo XX gracias a su liderazgo en el mundo de la innovación. Hoy, la competición es más dura. Los retos, más difíciles, y es por eso que la innovación es hoy más importante que nunca. La innovación es la clave para generar nuevos puestos de trabajo en el siglo XXI. Es a través de la innovación como podremos asegurar una alta calidad de vida para esta nueva generación y para las generaciones futuras”.
Los 787 billones de dólares del “recovery act” (que el presidente firmó tras sólo llevar un mes en su cargo) incluían las mayores inversiones en investigación científica básica de la historia; esta inversión se centraba, entre otras cosas, en duplicar nuestra capacidad de generación energética renovable y proveer financiación para redes inteligentes, banda ancha y trenes de alta velocidad. Las mismas razones llevaron al Gobierno del presidente Zapatero a crear la Ley de Economía Sostenible y la Ley de Ciencia, Tecnología e Innovación, orientadas a generar la innovación entre las empresas españolas.
Francisco González, consejero delegado de un banco innovador, el BBVA, describe la innovación -en el capítulo inicial del libro recientemente publicado, Perspectivas para la innovación en el siglo XXI- como la herramienta más potente para estimular el crecimiento económico y mejorar los niveles de vida a largo plazo. Añade que “así ha sido siempre, pero en estos tiempos modernos donde la ciencia y la tecnología avanzan a una velocidad vertiginosa, las posibilidades para la innovación son prácticamente infinitas”.
Volviendo a nuestra capacidad de innovación, el presidente Obama decía que lo que mejor que hacemos en los Estados Unidos es transformar ideas en inventos e inventos en industrias. Esta ha sido la fuente de la gran fortaleza económica de los Estados Unidos: la habilidad de tomar ideas de los siglos XIX, XX y XXI y transformarlas en compañías e industrias nuevas, las cuales han alimentado la prosperidad americana. Desde bombillas a coches o desde ordenadores y software a redes sociales. Estos inventos norteamericanos no sólo han cambiado el estilo de vida, sino que han transformado la economía norteamericana en la mayor y de más éxito.
¿Donde radica la capacidad norteamericana para utilizar la innovación? ¿Hemos desarrollado un tipo de superioridad en ciencias o tecnología?
Según Hiroyuki Itami, profesor de Management de la Hitotsubashi University de Tokio, quien ha escrito el ensayo mencionado en el libro del BBVA, la innovación tiene dos dimensiones importantes: la primera es la acumulación del conocimiento que una universidad o una corporación pueda realizar, y la segunda, y más importante según Itami, consiste en la utilización, con éxito, de dicho conocimiento para transformar inventos en innovación. Pienso que ésta es la clave.
El gran economista del siglo XX Joseph Alois Schumpeter (1883-1950) decía que todos los progresos económicos son el resultado de innovaciones. Distinguía Schumpeter entre invención -que definía como la manifestación de una nueva idea o hecho previamente desconocido- de innovación: aplicación con éxito de la idea (invención), de manera que afectase significativamente la vida de las personas. Esta aplicación de la idea, la INNOVACIÓN, es el trabajo de los empresarios, ¡y en ningún otro sitio del mundo han florecido más los emprendedores, motores esenciales del crecimiento económico, que en los Estados Unidos!
Un emprendedor, a diferencia de un inventor, es capaz de reunir todos los recursos necesarios (capital, gestión, trabajadores y estrategia de negocio) para transformar una invención, o una nueva idea, en un producto que entra en el mercado con éxito, afectando de forma significativa la vida de las personas.
El año pasado, en una cumbre en Washington sobre el emprendimiento, el presidente Obama definió a los Estados Unidos como una sociedad que permite y capacita al inventor y al innovador; una sociedad que permite que hombres y mujeres puedan intentar realizar un sueño, tomando una idea que comenzó alrededor de la mesa de la cocina o del garaje, transformándola en un nuevo negocio o incluso en una nueva industria que puede cambiar al mundo.
La forma por la cual los Estados Unidos han prosperado a través de la innovación muchas veces ha nacido del esfuerzo de individuos a los que llamamos emprendedores, quienes partiendo de ideas propias -o del conocimiento acumulado de otras organizaciones- han conseguido transformar ese conocimiento (o ideas) en innovación. La historia de las empresas americanas está llena de ejemplos de los cuales resalto tres, que todos conocemos: Steve Jobs vio un pequeño y experimental ordenador en las instalaciones de investigación de Xerox en el año 1979. Como Xerox no encontró un mercado para el desarrollo de este producto y tecnología, Steve Jobs lo utilizó para desarrollar el Appel Macintosh. Bill Gates contrató a unos ingenieros, también de Xerox , para desarrollar lo que llegaría a ser el sistema operativo de Windows. Sergey Brin utilizó el amplio conocimiento de estudiantes y profesores en la Universidad de Stanford para desarrollar Google.
Los emprendedores son innovadores en más de una forma y no todas las innovaciones son tecnológicas. Charles Schwabb desarrolló una estrategia de precios para vender acciones. Su compañía tardó 20 años en acumular su primer centenar de millones ¡y sólo siete meses en acumular la segunda centena!
Los emprendedores también pueden ser innovadores fuera de los negocios clásicos, y hacerlo muy bien en entornos sin ánimo de lucro u ONGs. El emprendedor social es alguien que partiendo de un programa social, como puede ser el hambre o la educación, por ejemplo, utiliza su estrategia para aproximarse al problema, creando innovación y cambio social.
Un aspecto clave del emprendimiento es el de acelerar el cambio, así como la paciencia y la persistencia.
En esta conferencia que mencionaba antes, el presidente Obama resaltaba el trabajo tan importante que realizan los emprendedores sociales al explicar que el cambio real viene desde abajo hacia arriba, comenzando desde la pasión y los sueños de individuos que sirven a su comunidad.
Si la innovación es clave para el crecimiento económico, y si el éxito económico norteamericano se creó en gran parte basándose en su liderazgo global de renovación, los emprendedores han sido sin duda los arquitectos y constructores de ese éxito. Ahora bien, ¿por qué tienen tanto éxito los emprendedores en los Estados Unidos?
¿Cómo es que nacen en Estados Unidos emprendedores de forma tan abundante?
Existen muchas respuestas, pero hay dos factores, en particular, que considero importantes. El primero es un factor cultural: América ama a sus emprendedores. Les concede un estatus más alto y mayores recompensas que en ningún otro país del mundo.
En segundo lugar, los Estados Unidos han desarrollado una arquitectura de políticas públicas a través de leyes, relaciones institucionales e incentivos financieros que estimulan y apoyan el esfuerzo de los emprendedores.
La cultura americana siempre ha alabado el éxito de los individuos que se lanzaron solos a perseguir sus sueños empresariales. Esta forma de pensar forma parte del intenso individualismo con el cual está imbuido nuestro ADN y, obviamente, este individualismo se extiende a los negocios. Parafraseando otra vez al presidente Obama: “Han sido quienes toman riesgos y los que nos han conducido a través del complejo y duro camino hacia la prosperidad y la libertad”. Los jóvenes americanos aprendieron a querer y valorar a sus inventores, como Benjamin Franklin, o a sus innovadores y emprendedores, como Thomas Alva Edison.
En los Estados Unidos, los emprendedores reciben grandes recompensas. Muchos de los ciudadanos más ricos de los Estados Unidos, y también del mundo, son emprendedores americanos. Desde uno de los hombres más ricos del mundo, Bill Gates, a el billonario más joven, Mark Zuckerberg.
Además, los medios de comunicación norteamericanos les dedican atención y elogios. Sirva como ejemplo las portadas de personaje del año de Times Magazine:
1991: Ted Turner, fundador de CNN.
1997: Andy Grove, fundador de Intel.
1999: Jeffrey Preston “Jeff” Bezos, fundador del Amazon.
2005: Bill Gates, por su filantropía.
2010: Mark Zuckerberg, creador de Facebook.
Un estudio reciente del Global Entepreneurship Monitor destacaba que, de entre las 20 economías con más innovación (entre las cuales estaban Estados Unidos y España), los Estados Unidos estaba en la tercera posición más alta en atención de los medios a los emprendedores, cuarta en el estatus que se otorgaba por el éxito a estos emprendedores y también en cuarto lugar al considerar el emprendimiento como una adecuada elección de carrera profesional. España estaba en las posiciones 16, 17 y 11, respectivamente.
Muchos han visto la película de “La Red Social”, que retrata al fundador de Facebook, Mark Zuckerberg, y ha sido la más taquillera entre las que se proyectaron al tiempo, con 200 millones de dólares. Aunque a Zuckerberg no se le trata de una forma globalmente positiva, ciertamente le ha hecho famoso gracias al interés de Hollywood por su persona.
También en el mundo del entertainment encontramos grandes emprendedores que, partiendo de su talento creativo, han conseguido crear empresas de gran éxito como Walt Disney, Steven Spielberg o Francis Ford Coppola, entre otros.
Que la cultura americana tenga una tremenda consideración respecto de sus emprendedores tiene como consecuencia que muchos jóvenes americanos sueñen con ser el próximo Bill Gates; por eso, no existe una única causa del éxito de los emprendedores en nuestro país. Existe un entorno de políticas públicas que permite a los emprendedores tomar riesgos, crear compañías, e incluso fracasar sin arruinarse. Es este entorno el que hace de los Estados Unidos un excelente lugar para emprender. Esta arquitectura incluye leyes que protegen los derechos de la propiedad intelectual (si recuerdan la película que mencionábamos, sabrán que toda la trama se desarrolla en torno a quién es el propietario de los derechos intelectuales de Facebook), un entorno regulatorio que permite a las start-up’s su crecimiento, una red de seguridad (como es la ley de quiebras), un entorno de relaciones institucionales que aproxima a los protagonistas esenciales y hasta apoyo financiero público.
Quiero hacer notar que la innovación y emprendimiento dependen, en cierta medida, de la aplicación efectiva de los derechos de la propiedad intelectual. Los Estados Unidos tienen un sólido entorno legal respecto a los derechos de la propiedad intelectual y, como habrán observado, promueven vigorosamente el respeto de los mismos en todo el mundo. Este es un tema candente hoy en España, sobre todo en el área de los derechos de la propiedad intelectual en Internet.
Políticas empresariales
Hay un viejo refrán que dice: “Lo que es bueno para la General Motors es bueno para los Estados Unidos”. Esta frase, acuñada mucho antes de que saliese el paquete de rescate para el sector automovilístico el año 2008, se remonta a los años 50, refiriéndose a la idea de que la prosperidad americana dependía de la salud de las empresas norteamericanas. Se utilizó como argumento para fomentar las políticas a favor de las empresas. Que las políticas gubernamentales sean hoy suficientemente pro-negocios, o no, es otro tema objeto de debate en los Estados Unidos.
En un estudio del Banco Mundial, en relación a la facilidad para hacer negocios, los Estados Unidos ocupan la quinta posición frente a otras naciones. Entre otros aspectos, este estudio analiza la facilidad para abrir o cerrar una empresa (o negocio), acceso a financiación o locales... Entre los varios rankings existentes, los Estados Unidos siempre reciben una alta puntuación. En cambio, España está entre las últimas posiciones (49).
Otro aspecto sustantivo son las leyes norteamericanas de quiebra, que permiten a los emprendedores descartar pérdidas y continuar hacia delante, frente a una quiebra. Hace poco leía en una revista que el fracaso es crucial para obtener éxito. Resaltaba este artículo que el primer comercio de Samuel Walton, en Kansas, fue un fracaso. Hoy, la cadena que creó, Wal-Mart , ocupa el primer lugar en el mundo en tiendas de retail con 2 millones de empleados, 8.600 tiendas y una facturación de 405 billones de dólares; seguro que aprendió mucho de su primer tropiezo.
Evidentemente son las personas las que permiten a los emprendedores tener éxito, pero además existen en Estados Unidos una serie de instituciones que promueven las relaciones que permiten atraer los elementos esenciales para lanzar ideas empresariales, ayudándoles a llegar a los mercados. Este proceso comenzó en parte gracias a los land grants (1) donde las instituciones de formación superior comenzaron a ser motores económicos.
Actualmente, se promueven las relaciones a través de parques científicos, universidades o incubadoras de negocios. La conexión más conocida entre el mundo de los negocios y el mundo académico está en Silicon Valley, California: en la Universidad de Stanford tienen sus raíces la mitad de las start-ups. La presencia de una gran universidad para la investigación, como Stanford, es indudablemente la razón por la cual Silicon Valley engloba la mayor concentración de empresarios del sector IT y empresas de capital riesgo del mundo.
En la costa este de los Estados Unidos, la universidad de Harvard y el Instituto Tecnológico de Massachusetts han ayudado a crear una concentración de empresas de tecnología (que rodean la autopista conocida como la ruta 128 y rodea a la ciudad de Boston). Hoy Boston es también un centro de biotecnología generado por los científicos emprendedores que han nacido de los grandes centros académicos médicos de la región.
Financiación
Todos sabemos que los empresarios sin capital lo tiene muy difícil. El éxito de muchos empresarios norteamericanos se debe a la existencia del capital riesgo y de los business angels. Según la revista The Economist, es en los Estados Unidos donde radica la industria más madura de este tipo.
El primer fondo de capital riesgo, la American Research and Development Corporation, fue fundada en 1946, aunque no ha sido hasta más recientemente cuando se ha consolidado. The Economist resaltaba que, en 2005, el 17% del PIB norteamericano, y el 9% del empleo en el sector privado, provenía de compañías que una vez fueron apoyadas por capital riesgo.
Los Estados Unidos proveen de otros apoyos e incentivos financieros para emprendedores e iniciativas empresariales. La Administración Obama creó un paquete de estímulos de 787 billones de dólares. Este incluía el mayor paquete de inversión realizado hasta la fecha para la investigación básica de la historia. Nuestra estructura impositiva estimula el emprendimiento a través de deducciones fiscales para investigación y desarrollo. A través de la SBA (Small Business Administration), el Gobierno de los Estados Unidos provee de un apoyo significativo a pequeñas empresas con negocios que muchas veces son gestionados por emprendedores. Las pymes en Estados Unidos (por debajo de 500 empleados) emplean a 60 millones de trabajadores o, lo que es lo mismo, la mitad de los empleados del sector privado del país. Además, estas empresas son generadoras de ideas, produciendo 13 veces más patentes por empleado que empresas más grandes.
El SBA facilita préstamos y becas directas para pequeñas empresas. Solamente el año pasado fueron 50.000 los préstamos concedidos, por el importe de 22 billones de dólares. Nuestra cultura es ciertamente conductiva para el espíritu empresarial, que ha de motivar a un individuo a tomar un riesgos desarrollando una idea y montar su empresa propia.
Pero tan importante como lo anteriormente expresado, lo son las regulaciones legales, el entorno institucional y las estructuras financieras -lo que he denominado como arquitectura política-, que permiten la existencia y la generación de apoyo a los emprendedores norteamericanos.
Existe, de forma incuestionable, una relación entre el éxito de los emprendedores norteamericanos y el liderazgo de los Estados Unidos en innovación. Este éxito, digno de ser estudiado -y aplicado por cualquier nación-, nos enseña que la clave del crecimiento económico radica en la innovación.
(1) Land-grant universities (o también llamados land-grant colleges or land grant institutions) son instituciones de educación superior designadas por cada Estado para recibir los beneficios Morrill Acts de 1862 and 1890. A través de esta ley, se entregaban terrenos públicos, bajo el control federal, a los Estados, de manera que éstos pudiesen crear allí (o vender estos terrenos para financiar) universidades y escuelas superiores. La misión de estas instituciones era enseñar agricultura, ciencias e ingeniería, estimulando la mejora social y el desarrollo económico.
Publicado en Executive Excellence nº78 feb11