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James Tooley: la revolución de la educación privada de bajo coste

01 de Diciembre de 2013//
(Tiempo estimado: 8 - 15 minutos)

James Tooley comenzó su trayectoria profesional como profesor de Matemáticas de Educación Secundaria en Zimbabwe. Ha desarrollado su carrera académica en centros educativos de prestigio como las universidades de Oxford y Manchester y ha sido director de la Unidad de Educación en el Institute of Economic Affairs en Washington.

 Es autor de The Beautiful Tree, obra por la que fue galardonado con el Premio Sir Anthony Fisher en 2010, y ganador del Golden Prize en la International Finance Corporation/Financial Times Private Sector Development Competition en 2006. Este trabajo constituye una investigación pionera en la educación privada para los pobres en la India, China y el continente africano. Antes de su conferencia en la Fundación Rafael del Pino, nos concedió esta entrevista.

FEDERICO FERNÁNDEZ DE SANTOS: Usted sostiene que el modelo de las escuelas públicas es inadecuado, y defiende el hecho de que la gente pobre se dedique a crear escuelas privadas que superan en resultados al sistema público, por una fracción de su precio. ¿Dónde radica la diferencia respecto de la eficiencia entre unas y otras, en los países subdesarrollados?

JAMES TOOLEY: Durante los últimos 13 años he trabajado, casi en exclusiva, en las zonas más pobres de Asia del Sur, en China, en África subsahariana y en Latinoamérica, en el ámbito de las escuelas privadas de bajo coste. Todas nuestras investigaciones demuestran que estas escuelas privadas locales son más eficientes, su nivel educativo es mejor y tienen un coste más bajo respecto de las escuelas públicas. El misterio es: ¿Por qué son mejores? La clave radica en la responsabilidad. 

En una película que hicimos para la BBC, visitamos una escuela pública de una zona pobre. Cuando entramos al primer aula, nos encontramos al profesor dormido y a los alumnos dándose clase a sí mismos. Esto nunca ocurriría en las escuelas privadas, pues allí los profesores, si se duermen, son despedidos por los dueños. Recientemente, en Ghana, descubrimos que los profesores tenían sus mesas en los pasillos, fuera de las clases, porque estas estaban sucias y eran ruidosas. Un padre comentaba que las escuelas privadas eran mejores porque sus dueños estaban pendientes de que sus profesores enseñasen y, si no lo hacían, los sustituían. 

Tenemos, por tanto, dos situaciones dispares: una primera, donde los profesores ni siquiera tienen que estar presentes –actitud generalizada de las escuelas públicas–, y otra donde se exige una responsabilidad y un rendimiento en los procesos. Aunque lo haya planteado en términos muy gráficos, creo que esa es la razón fundamental: la responsabilidad.

F.F.S.: Al abogar por el posicionamiento del profesor Edwin George West, muestra usted su desacuerdo con la política de Nick Clegg acerca de gestionar las escuelas por el beneficio. Clegg ha renegado de las “escuelas libres” del sistema educativo británico; de hecho, quiere eliminarlas. ¿Podría darnos su opinión sobre la libertad de educación en los países desarrollados?

J.T.: Si bien la mayoría de mi trabajo no está relacionado con los países desarrollados, son muchos quienes me preguntan por este asunto. Al respecto, hay que considerar que se supone que las reformas en estos países deben aportar algunos elementos de libertad educacional. Por ejemplo, en Estados Unidos existen las escuelas charter y los voucher; en Inglaterra, las escuelas libres… Todas ellas intentan generar libertad educacional y son muy similares. Generalmente, cualquiera en una comunidad pobre puede montar una escuela, sin la obligación de seguir el currículo oficial nacional, y tiene libertad para contratar a los profesores que desee; es decir, se actúa como un sector privado, aunque reciba fondos públicos. Algunos ejemplos charter son las escuelas Sabbath en Springfield, Massachusetts; o la Rocket School, en Flint Michigan, ambas escuelas fantásticas. 

Al aproximarse a la educación bajo este prisma, surge un nuevo problema: la incertidumbre política –o las restricciones que la política impone–. Recientemente, el Deputy Prime Minister Nick Clegg ha dicho que aprueba las escuelas libres, siempre y cuando pierdan su libertad. Los sondeos apuntan a que los conservadores no ganarán en 2015; y, si los laboristas entran en el poder, estas escuelas libres serán abolidas, de la misma forma que las escuelas que introdujo el Gobierno de John Major fueron suprimidas por Tony Blair. En mi opinión, esta no es forma de gestionar una revolución en la educación. Al final, por muy buenas y libres que sean las escuelas, existe una restricción política que puede hacerlas desaparecer. 

En Estados Unidos, la escuela Sabbath tiene 1.500 alumnos y una lista de espera de 3.000; por eso querían abrir una segunda escuela, pero la autorización les ha sido denegada por segunda vez. Al final, las cosas dependen de la voluntad política. Aunque este tipo de escuelas solo representa al 4% de la educación americana, tiene una lista de espera acumulada de 700.000 alumnos a nivel nacional. 

Lo que verdaderamente me anima es que sí puede existir una educación privada a un coste bajo. Creo que sí es posible conseguir educación por $2.000 al año y un coste por semana de $40, que podría ser asumido por muchísimas familias y, por tanto, motivaría una revolución alternativa.

F.F.S.: En el entorno educativo español, se ha preferido al pedagogo frente al matemático, argumentando que no se necesita ser matemático para explicar esa materia, sino que lo importante es saber enseñar. Por el contrario, hay quien sostiene que cuanto mayor es el nivel de preparación de un profesor en la asignatura, mejor será la enseñanza. En nuestro país, un matemático no puede encontrar plaza para ser profesor en el sistema público, aunque lo desee, mientras que sí puede hacerlo en los centros educativos privados. ¿Qué validez tiene este razonamiento?

J.T.: Creo que hay algo de cierto, pues estoy de acuerdo con que alguien totalmente inmerso en el mundo de las matemáticas pueda llegar a ser un magnífico profesor; pero igualmente, me doy cuenta de que si uno se prepara, también puede conseguirlo. 

En el proyecto que tenemos en marcha en Ghana, preparamos a los profesores con el contenido que han de dar en cada lección y a cada nivel. A los alumnos les proporcionamos libros que siguen el plan de trabajo y les aportamos apoyo informático. Además, tenemos controles a mitad y final de curso, organizados de manera centralizada. En mi opinión, esos profesores también pueden ser buenos. 

Una analogía puede ser la referida a los actores. Por ejemplo, cuando vemos una obra de teatro, alabamos a los actores, cuando ellos no son responsables ni de la obra ni del guión. Si un actor se mueve de una determinada forma por el escenario, es porque así se lo ha indicado el director. Por consiguiente un actor, profesión altamente valorada, basa su trabajo en leer un guión y hacer lo que otros le dicen que haga, pero aun así puede transmitir algo que tiene mucho significado para nosotros. Me parece que con un profesor puede ocurrir lo mismo. 

Evidentemente, yo pienso en contextos de pobreza; pero cuanto mayor es el nivel de desarrollo de una escuela, más validez tiene el argumento que plantea. La tecnología también favorece que la educación sea más abierta, ya que permite aprender de grandes profesores que no están presentes en el aula. Si, además, contamos con la ayuda de un pedagogo para comprender, no es necesaria la presencia del brillante matemático.

F.F.S.: Después de seis reformas de nuestro sistema educativo y a la luz de las pésimas posiciones que conseguimos en el informe PISA, llegamos a la conclusión de que se ha transformado algo que, en su tiempo, fue considerado un privilegio: poder educarse; por algo que ahora es un derecho poco valorado. ¿El hacer de la educación algo que se ha de ganar por el esfuerzo (ya sea por mérito o por interés) mejora la calidad y los resultados? 

J.T.: En primer lugar, sospecho de estudios como PISA, que se basan solo en un par de áreas, como lengua y matemáticas. La educación es mucho más que eso, la educación es carácter, valores y muchos otros temas. Estados Unidos nunca tiene buenos resultados en estos estudios pero a la vez, presumiblemente, están desarrollando el carácter y la disposición de los alumnos, lo cual les permitirá crecer y seguir haciendo de ese país una gran nación.

Creo que su pregunta aborda algo muy importante: la escolarización obligatoria, que nos lleva a la inflación de los títulos. La involucración del Gobierno tiene como consecuencia que todo el mundo deba conseguir estas “certificaciones” para poder obtener trabajos donde antes no eran necesarias; por lo tanto, considero que su influencia es negativa. Creo que la escolarización ha sido muy destructiva sobre el aprendizaje; en parte por el modelo a seguir, que obliga a que un niño de 11 años esté aprendiendo con otros de su misma edad, las mismas materias y a la misma velocidad, cuando generalmente los jóvenes suelen tener diferentes ritmos. A uno le puede costar varias semanas aprender algo que otro aprende en una. El modelo de educación determina cuántas semanas hay para aprenderlo. Esto provoca que, quien lo consiga antes, se acabe aburriendo; y quien no lo consiga, termine sin aprenderlo. En definitiva, ambos se caen del sistema. En mi opinión, todos los chicos deben aprender tanto como puedan a su ritmo. Estoy en contra de la educación obligatoria, tal y como la conocemos hoy; pero sí estoy a favor de que todos los niños aprendan. 

No creo que esta situación se pueda cambiar dentro de un sistema “gubernamental”, pues cuando un gobierno se ve inmerso en este entorno de igualdad y bienestar socialista, es tremendamente difícil romper el círculo vicioso. Solo se puede cambiar a través del sector privado. En los países donde estoy trabajando, vemos una especie de privatización de la educación en la parte más baja de la sociedad, en la cual se pueden realizar cambios somáticos. Dentro de dos décadas, creo que se producirá una revolución que deje de lado el sistema de educación pública. 

Para explicarlo de una forma gráfica, hagamos una analogía con la música, donde hay ocho niveles (el último equivalente a concertista) a cuyos exámenes se puede acceder independientemente de la edad que uno tenga. Es decir, uno se examina y aprueba cuando está preparado, ni siquiera es necesario pasar de grado en grado (puede examinarse de grado ocho teniendo solo el seis, todo depende de lo brillante que tu profesor considere que eres). Personalmente, abogo por un sistema con este nivel de flexibilidad, y es algo que vamos a poner a prueba en algunas escuelas privadas de Nigeria, Ghana e India. Creo que mezclar a chicos de diferentes edades conseguirá cambiar el proceso educativo. 

Lo curioso es que Margaret Thatcher encargó un estudio sobre la educación y sus posibilidades de mejora. Este estudio, denominado TGAT (Task Group on Assesment and Testing), aconsejaba diez niveles, a los que uno se presentaba cuando estaba listo. Evidentemente, el informe pasó por diversos filtros, que terminaron por cambiarlo. Esto demuestra que algo así no puede ponerse en práctica en el sistema público, solo en el privado.

F.F.S.: Según algunos, la cantidad de universitarios españoles ha crecido hasta alcanzar proporciones –y coste por alumno– insostenibles. Tan solo un 20% de los alumnos que terminan el bachillerato se dirige a la formación profesional, mientras que en Alemania este porcentaje alcanza los dos tercios. El resultado es la sobrecualificación de la población laboral. ¿Por qué existe la necesidad social de tener un título universitario?

J.T.: Es algo muy destructivo. Sucede lo mismo en Reino Unido, donde Tony Blair dijo que la mitad de la población debía conseguir un título universitario. El tener un sistema educativo primario tan malo no prepara a las personas para acceder a la universidad. 

También creo que esos títulos universitarios no son adecuados; de hecho, se están creando algunos de forma artificial, con unas falsas estructuras académicas alrededor, cuando sería preferible que, en lugar de que la mayoría de las personas siguiera los estudios universitarios, muchas buscarán ser empresarios, hacer trabajos prácticos o introducirse en otras áreas. El problema se da cuando el gobierno crea un sistema de educación obligatoria, necesaria para acceder al entorno laboral. 

Normalmente, los empleadores son “vagos” y tienden a dejarse llevar por la titulación universitaria a la hora de contratar, aceptando implícitamente que esa persona tiene inteligencia y motivación por el hecho de tener un título. Es un sistema difícil de romper, aunque afortunadamente cada vez son más las empresas que profundizan en la persona, en vez de focalizarse en su certificación universitaria. 

Además, en España la educación universitaria es prácticamente gratuita, lo cual la hace todavía más perversa. Este es el punto donde se puede comenzar a atacar la situación. Tony Blair introdujo costes de 3.000 libras al año, y el gobierno de coalición ha autorizado que estos costes suban hasta las 9.000 libras; incluso ahora se habla de elevarlos todavía más. Cuando la gente comienza a pagar, podrá entonces juzgar si es útil o no. Además, esta situación hará desaparecer ese otro tipo de títulos universitarios artificiales. Los más rigurosos continuarán, pero deberán asegurar a quien los realiza que recibe suficiente retorno por su inversión. Es la única forma de cambiar de sistema.

Si con la actual educación española no se están consiguiendo grandes éxitos ni premios Nobel, si no hay universidades de prestigio internacional ni se está forjando un país empresarial o económicamente grande, la conclusión es que las universidades no están cumpliendo su función.

F.F.S.: En sus trabajos realizados en colaboración con Sugata Mitra, en los arrabales de Hyderabad, capital de Andhra Pradesh, la quinta ciudad de la India, nos habla de la importancia que tiene Internet en el desarrollo educativo. ¿Hasta qué punto es relevante?

J.T.: En primer lugar, soy yo el que colabora con Mitra. Su exitoso trabajo se centra en otras formas de aprendizaje, y por él ha conseguido el premio TED de un millón de dólares. Para mí, el modelo tradicional de escolarización funcionaba muy bien en el siglo XIX, era la forma más económica y eficiente de conseguir el máximo reconocimiento y formación de carácter para la gente. Aunque el modelo no ha cambiado, las posibilidades tecnológicas han mejorado mucho. 

Mitra ha demostrado que los jóvenes pueden acceder a la información directamente a través de Internet, sin tutor. Hay ejemplos sorprendentes donde los chicos aprenden, por sí solos, temas complejos de biomecánica, únicamente usando Internet. Soy entusiasta de la ruptura con el modelo tradicional, permitiendo a los chicos más libertad para aprender lejos de los profesores. No es algo inusual. De hecho, yo mismo aprendí así. 

A los 16 años dejé los estudios, me convertí en un rebelde, incluso vine a España haciendo autostop. Después quise volver a estudiar, preparé por libre los exámenes finales de bachillerato y fui a la universidad con 21 años. Me llamó la atención que el profesor estuviese escribiendo en la pizarra las fórmulas que ya venían en el libro, por eso iba poco clase, aunque conseguí grandes notas. Creo que hay una obsesión con la presencia física del profesor. 

Sugata Mitra está enseñando diversos métodos para aprender sin él, y no son métodos nuevos, sino los que yo mismo utilicé en la universidad. Si bien MItra es como el “anarquista de la educación”, sigo creyendo que hay un tremendo potencial entre los niños, y que se necesita más libertad dentro de la estructura.

F.F.S.: Su libro The Beautiful Tree le ha reportado varios reconocimientos. ¿Con qué objetivo lo escribió?

J.T.: El libro es mi viaje personal, a través del cual descubrí estas escuelas privadas baratas. La idea de que los pobres no se están conformando con la mediocridad de la educación gubernamental, sino que están haciendo algo para solucionarlo, que hay emprendedores que han montado escuelas que superan en resultados a las existentes públicas y que, además, cuestan una fracción del precio, es impresionante. El libro es, puramente, una celebración de todo lo positivo que está ocurriendo al respecto de la educación en las comunidades paupérrimas de África y Asia. 

También hay un capítulo final que cuenta lo que estamos haciendo para fomentar este movimiento. Tras cuatro años y muchos experimentos, consideré que había llegado el momento de ver si era viable crear una compañía privada que gestionase una cadena de escuelas privadas, haciéndolas mejorar aún más. Así creé las Escuelas Omega con un socio local, Ken Donkoh, un emprendedor impenitente. Abrimos nuestros dos primeras escuelas hace cuatro años, y la semana pasada inauguramos la escuela 40 y ya sumamos 20.000 estudiantes. 

Tenemos un modelo reducido sorprendente, donde los alumnos pagan de forma diaria una cantidad que incluye todo, y que se pueden permitir. Por eso nos estamos expandiendo tan deprisa: educación de mejor calidad, con un modelo que permita el acceso a los pobres. 

Igualmente, hemos empezado este sistema en algunas zonas pobres de Sierra Leona, en la Península de Freetown, y queremos hacer lo mismo en Nigeria. Creo que estamos demostrando que existe un modelo alternativo, que es factible y posible de poner en marcha.


PERSONAJES CON TALENTO / GESTIÓN / INVERSIÓN

Entrevista publicada por Executive Excellence nº107 nov13