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Martin Feldstein, el futuro en clave económica

19 de Diciembre de 2013//
(Tiempo estimado: 8 - 15 minutos)

Martin Feldstein es Catedrático George F. Baker de Economía en la Universidad de Harvard y fue presidente del National Bureau of Economic Research (NBER), del que actualmente es presidente honorario.

El profesor Feldstein es uno de los economistas más influyentes de su generación. Expresidente del Consejo de Asesores Económicos, órgano desde el que contribuyó a la definición de las políticas públicas durante los gobiernos de los presidentes de los Estados Unidos, Ronald Reagan, George W. Bush y Barak Obama. Es además miembro de la American Philosophical Society, la Econometric Society, la National Association of Business Economics, el Council on Foreign Relations de la Trilateral Commission, el Group of 30, la American Academy of Arts and Sciences y el Academic Advisors of the American Enterprise Institute.

Es autor de más de 300 artículos de investigación publicados en las más prestigiosas revistas académicas y colabora habitualmente con The Wall Street Journal. 

Antes de impartir su conferencia magistral “Perspectivas sobre la economía mundial” en la Fundación Rafael del Pino, concedió la siguiente entrevista a Executive Excellence.

FEDERICO FERNÁNDEZ DE SANTOS: La economía americana parece no avanzar y algunos ven al presidente Obama como alguien que no actúa suficientemente sobre este problema. Usted dice que los republicanos deberían adoptar un rol de liderazgo, haciendo que les sigan los demócratas. En cualquier caso, el liderazgo ha de ser capaz de implicar, vertebrar y unificar. Cuando se toman decisiones no es suficiente que uno esté convencido de ellas sino que hay que movilizar y motivar a los demás. En este sentido, es evidente la falta de motivación en los Estados Unidos. Tenemos la impresión de que la política americana está pasando por uno de sus momentos más bajos. ¿Está de acuerdo con la afirmación de que los Estados Unidos han perdido su capacidad de mirar hacia delante y tener objetivos amplios?

MARTIN FELDSTEIN: Creo que no es una descripción errónea, y hay una variedad de elementos que han contribuido a esta situación. Tenemos, como hemos tenido en el pasado, una división de partidos en el Congreso, con los republicanos controlando la lower house y los demócratas la upper house, lo cual hace siempre más difícil sacar adelante los temas. 

Por otra parte, el Presidente no está siendo un líder natural. Ha delegado demasiados asuntos en el Congreso, como el paquete de estímulos del año 2009 o su programa de Healthcare. Básicamente, dijo a las Cámaras que los diseñaran basándose en unos argumentos muy amplios y poco definidos. Es decir, el Presidente no se compromete ni se implica lo suficiente con el Congreso. 

Obama tenía muy poca experiencia antes de ser elegido, algo que resulta sorprendente; solo estuvo en el Senado durante dos años. Carece del tipo de relaciones con el Congreso que tuvieron sus predecesores. No estuvo realmente implicado en la política nacional antes de comenzar su campaña y no tiene relaciones de trabajo con otros políticos, ni tampoco parece que quiera tenerlas. El presidente Reagan era muy diferente. Era un líder natural, y le gustaba serlo. Fue gobernador de un gran Estado como California, y estuvo haciendo campañas durante mucho tiempo hasta que consiguió ser Presidente. Reagan trabajaba bien con los demócratas. Lo impresionante es que, en los años de su presidencia, se llevó a cabo una drástica reforma impositiva, que redujo los niveles impositivos del 50% al 28% en los tramos altos. Esta reforma se hizo de modo que fuera neutral frente a los ingresos. Para ello, trabajó con los demócratas, y se percibía como una mejora del código de impuestos justa, en el sentido de que los reducía para todos los grupos, fueran cuales fueran, y todo el mundo pagaba más, aumentando la base respecto de lo que ganaba por porcentajes menores.

También pudimos observar, desde una perspectiva bipartisana, una sustancial reforma de la seguridad social y de las pensiones, que ayudó a mantener reducidos los costes, etc. Esto demuestra que los presidentes pueden trabajar con congresos divididos, pueden colaborar con la oposición; pero tengo la impresión de que el presidente Obama no se está esforzando en hacerlo.

F.F.S.: Ahora que menciona a la seguridad social, la percepción del público norteamericano es negativa ante el proyecto de Obamacare (el 60% en contra), y creo que usted además está de acuerdo con esta desconfianza. En cambio, en Europa esta posición no es bien comprendida, teniendo como tenemos un estado social de bienestar. Philip Coggan, editor de The Economist, nos decía recientemente que a medio plazo hemos realizado promesas en forma de beneficios sociales que en Europa no podremos cumplir. Además, el cardiólogo Valentín Fuster nos comentaba el problema que representa el crecimiento de los costes de la sanidad, lo cual no hace más que agravar la situación. ¿Cuál es su opinión acerca de la situación de Medicare en los Estados Unidos? ¿Cómo se debería actuar?

M.F.: Es evidente que la salud de la población ha mejorado, y como consecuencia también la esperanza de vida. Sin duda, hoy la vida de los mayores es mejor. Se tratan enfermedades como la diabetes con mejores resultados. Los trasplantes, las operaciones de cadera, etc. permiten una mejor calidad a las personas de más edad que, sin todos estos avances, se verían confinadas a llevar una vida pasiva. Evidentemente, hay que pagar por ello, pero no me parece nada malo. 

Actualmente, en los Estados Unidos el coste sanitario supera el 15% del Producto Interior Bruto. Somos un país bastante rico, y gastar solo un 15% en salud no me parece excesivo, ya que hablamos de vivir más años y mejor. Mirando hacia el futuro, no veo mayor inconveniente, si la tecnología ofrece oportunidades, en invertir para conseguir que las personas estén más sanas; pero sí considero un problema financiarlo a través de los impuestos, pues eso significa niveles impositivos más altos, y el crecimiento de esos niveles tiene efectos adversos. Por otra parte, si esto no se financia y se dejan crecer los déficits, se acabarán pagando niveles impositivos todavía más elevados, pues habrá que pagar por la deuda y por sus intereses. 

A mi juicio, el problema no es si gastamos más en salud, sino si gastamos más en salud financiada a través del Gobierno.

F.F.S.: En nuestro país hemos sido defensores de la energía limpia y estamos pagando los excesos del gobierno precedente con la energía fotovoltaica; por eso hoy tenemos una de las electricidades más caras del mundo. Este tipo de políticas energéticas dificultan la competitividad, ya que financiándolas con un coste superior al de otras energías generamos un peso tremendo sobre la economía, y la situación se agravará en el futuro. ¿Podemos soportar cargas tan elevadas para lograr un medioambiente más limpio? ¿Dónde está el límite?

M.F.: Lo que sabemos de las emisiones de carbono es que sus efectos adversos se reparten de forma global, independientemente de dónde hayan sido producidos. Si no podemos ralentizar la quema de carbón en los mercados emergentes, todo lo que hagamos ahora tendrá un impacto muy pequeño sobre el calentamiento global. Aunque uno esté convencido de que la política de reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero es positiva, no tiene mucho sentido llevarla a cabo si no se consiguen acuerdos globales. Hay acuerdos parciales con los chinos, quienes dicen que reducirán los niveles de CO2 por unidad de PIB, aunque dado que este crece tan rápido, no habrá una reducción neta, sino un crecimiento. 

F.F.S.: Hace 15 años publicó un artículo prediciendo la caída del euro; recientemente escribió acerca de que el euro, como experimento, había fracasado en su misión política y económica; también vaticinó que Grecia dejaría el euro… En cambio, los hechos han demostrado lo contrario, siendo fuerte la reacción de los miembros de la Unión Europea frente a la crisis. Algunos países a punto de ser intervenidos, como es el caso de España, hoy parecen rebotar. ¿Por qué ha realizado predicciones tan catastrofistas, pero que no se han cumplido? ¿No debería analizarse este proceso desde una perspectiva temporal mucho más amplia?

M.F.: En el año 97 dije que forzar la adopción de una moneda única entre 12 países muy diferentes sería un error. Tener una política monetaria única, con tasas de intereses únicos y el mismo cambio, crearía problemas. Creo que en España lo ha hecho de una forma clara, porque los resultados de la política monetaria única eran los de reducir las tasas de interés de forma intensa, lo cual incentivó las hipotecas y la compra de viviendas, generando la burbuja de la construcción. Cuando esta explotó, España se ha encontrado con una situación que tardará décadas en superar. En otros países, puede haber tenido efectos algo diferentes y generado otro tipo de problemas, pero el hecho de que era una única moneda engañó a los mercados financieros globales, induciéndolos a pensar que el bono griego era igual que el alemán. Sigo pensando que la moneda única ha creado gravísimos problemas y ha hecho difícil el conseguir una política monetaria que funcionase para los diferentes países.

Además, el hecho de que Alemania tenga una balanza de exportación muy positiva, así como las actuales tasas de cambio, hacen que se vea muy favorecido frente al efecto negativo de otros. Si las monedas fuesen más flexibles, este problema no habría existido. 

Desde un punto de vista político, la idea era, o al menos así se argumentaba, prevenir una nueva guerra tras la franco-prusiana, la Primera y la Segunda Guerra Mundiales. Uno nunca puede saber qué habría ocurrido, pero a mí me parece poco probable que hubiese habido una Tercera Guerra Mundial. Lo primero que señalé cuando escribí sobre este tema era que Estados Unidos, un único país con una única moneda y una única Constitución, que está dentro de un sistema federal, tuvo su propia Guerra Civil 75 años después de la aprobación de su Constitución. Al final, no hay garantías absolutas y los conflictos por desacuerdos y tensiones siempre pueden estar ahí. No puedo decir que se haya creado una atmósfera de cooperación y armonía dentro de la Eurozona.

Mirando hacia el futuro, creo que hay un gran problema generado por los déficits fiscales que se han originado en España, Italia y otros países, porque las políticas de austeridad son dolorosas. Creo que es necesario un euro más débil. Sin embargo, Alemania no lo necesita, ni tampoco austeridad, pero no se pueden separar ambos elementos. Para la Eurozona, como un todo, sería mejor aprovecharse del hecho de que la inflación está ahora por debajo del 2%, para que el Banco Central Europeo bajara sus tasas de interés a cero. Eso eliminaría la presión sobre el euro, y si se percibe claramente que el Banco Central Europeo no se va a oponer a esta situación, los mercados harían que el euro cayese aún más. 

Esto sería un gran avance, porque supondría una mejora de las exportaciones y la sustitución de productos domésticos por importados, con lo cual crecería la demanda en países como España, algo que permitiría un mayor ajuste fiscal, una reducción del gasto público y un incremento de la recaudación por el IVA, sin tener que hacer crecer el desempleo o reducir el crecimiento del Producto Interior Bruto. Se obtendría suficiente del exterior como para equilibrar la situación interna. No existen otras opciones.

F.F.S.: Hay síntomas de cambio de tendencia en ciertos países europeos en relación a la dislocación productiva. Hay compañías que vuelven a Europa para producir, dados los incrementos de costes en el exterior, incluso en Asia. ¿Cómo puede afectar esta tendencia a nuestras relaciones con el eje Pacífico?

M.F.: Es totalmente cierto que países como España en particular, están viviendo grandes y rápidos crecimientos en sus exportaciones, incluyendo las exportaciones hacia Asia. Sin embargo, los volúmenes no son importantes en relación al empleo que están generando. La situación ayuda a la balanza de pagos, lo cual generará confianza en los mercados internacionales, pero no supone mucho más para la economía doméstica ni para el nivel de empleo. 

Las relaciones de Europa con Asia, el volumen de comercio entre las áreas no alemanas y Asia, no es importante, así que no veo que vaya a existir ningún efecto político o económico en las relaciones con el Pacífico.

F.F.S.: El mercado latinoamericano es muy importante para nuestro país, y nuestra posición muy competitiva. Ahora bien, empiezan a aparecer señales que indican que van a darse escenarios complejos. Evidentemente, no pueden estar todos los países en el mismo saco, pero las complicaciones en Brasil pueden afectar mucho, y no son pocos quienes dicen que su economía está recalentada, sobre todo en un contexto tan proteccionista. ¿Podemos esperar una burbuja en Brasil después de las Olimpiadas?

M.F.: Creo que Brasil parecía muy prometedor hace unos años, pero esta promesa era originada por una burbuja fiscal. El Gobierno se estaba preparando para las elecciones, estaba intentando estimular la demanda interna, la transferencia de pagos, así que se generó un porcentaje del 8% de crecimiento del PIB que ahora ha vuelto a bajar. 

Brasil ha conseguido mantener su política monetaria dentro de los márgenes de corrección, no está experimentando la inflación que ha vivido en otras épocas; ahora bien, los brasileños reconocen que necesitan mejoras serias en sus políticas internas, ya sea a nivel de infraestructuras, educación, sanidad, etc. Aún tienen mucho trabajo que hacer para ser competitivos y poder crecer. 

No pienso en Brasil en términos de burbuja tras las Olimpiadas, pero sí me preocupa si serán capaces de realizar los cambios descritos. También han de esforzarse mucho en la regulación, de manera que la economía pueda crecer de forma pareja a su potencial, que es tremendo y ofrece grandes oportunidades.

F.F.S.: Volviendo a los Estados Unidos, ¿qué hay que hacer para poner de nuevo su economía en marcha y conseguir que se expanda?

M.F.: Hoy la Reserva Federal ya no es capaz de hacer mucho para estimular la actividad económica. Realizó un buen trabajo al principio, pero sus políticas de facilitación cuantitativa, aunque ayudaron durante un tiempo, ahora generan más riesgos que estimulación económica. 

Tenemos un gran déficit fiscal que podría crecer en el futuro, debido a la seguridad social, al programa Medicare y a la incidencia que el envejecimiento de la población va a tener en estos planes. Evidentemente, no podemos afirmar que somos capaces de iniciar programas que tengan mucho gasto en un período breve. Necesitamos algo que reduzca el déficit a futuro, ralentizando el aumento de los costes de estos programas para los ciudadanos mayores de las clases medias. 

Evidentemente, habría que hacerlo sin penalizar la economía en el corto plazo, a través de una reducción gradual de los costes a largo plazo. Si lo hacemos de tal manera que el déficit se reduzca al 2% del PIB, veremos entonces cómo se empieza a reducir la deuda en relación al Producto Interior Bruto. En ese contexto, se podrán poner en marcha más estímulos en el corto plazo: estímulos fiscales, inversión en infraestructuras o en programas de formación, incluso las reducciones de algunos impuestos que ayudarían a la economía. Solo podremos hacerlo si contemplamos el paquete de ayudas como un todo que no nos ocasione mayores niveles de deuda en el futuro.

¿Podría suceder esto políticamente? Hay posibilidades. En estos momentos, están comenzando las negociaciones entre los republicanos y los demócratas encargados de crear un plan de presupuestos para diez años. Si estos equipos trabajan en la dirección mencionada, podríamos ver un mayor crecimiento en el corto plazo y mejores balanzas fiscales a largo.

F.F.S.: Es usted Catedrático en Harvard y tiene una dilatada trayectoria como profesor universitario. ¿Qué ha supuesto en este ámbito el paso de utilizar ordenadores con menos capacidad y bases de datos limitadas a trabajar con Big Data? ¿Le parece que la aceleración tecnológica ha afectado más a la distancia que existe entre la ciencia y la política?

M.F.: Como investigador y alguien que trabaja en la Universidad, observo estos cambios significativos, pero, desde la perspectiva que usted los plantea, no considero que se haya producido un giro copernicano en la forma en que entendemos el mundo o podemos predecirlo. Cuando empecé como estudiante graduado, comenzamos a tener herramientas que nos permitían hacer cálculos rápidamente, de manera que podíamos analizar cosas con lo que entonces parecían grandes volúmenes de datos (hablo de 100.000). Hoy se pueden utilizar un millón de resultados de encuestas de cualquier tipo para estudiar problemas similares a los que nosotros analizábamos antes, con lo cual se pueden hacer cálculos más detallados, pero no son fundamentalmente diferentes de lo que teníamos a la hora de obtener resultados. Pienso que, como cualquier nueva tecnología, se abren las puertas para hacer más cosas, más rápidamente y comprenderlas mejor, pero no es un salto cuántico ni mucho menos.

Respecto de la distancia entre la ciencia y política, y el efecto de la tecnología en la misma, diría que siempre ha existido una gran distancia entre ambas. La política no avanza en el mismo sentido ni a la misma velocidad que la ciencia.


 

Entrevista publicada en Executive Excellence nº108 dic13