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Dr. Héctor Valdés, esculpiendo la belleza

24 de Septiembre de 2013//
(Tiempo estimado: 9 - 17 minutos)

TALENTO / LIDERAZGO

Licenciado en Medicina y doctor en Cirugía por la Universidad de Chile, Héctor Valdés es especialista en Cirugía Plástica y Reconstructiva (Río de Janeiro) y especialista en Cirugía Plástica por la Sociedad Brasileña de Cirugía Plástica. 

Fundador de una exclusiva clínica de cirugía estética en Santiago de Chile, se instala ahora en España, donde ha escogido los alrededores de Madrid, en San Lorenzo de El Escorial, para la apertura de su nueva clínica; además de seguir compaginando esta labor con su responsabilidad como miembro del cuadro médico del Hospital Internacional HC de Marbella.

También forma parte de la Sociedad Española de Medicina y Cirugía Cosmética (SEMCC), la Sociedad Española de Cirugía Estética (SECE), la American Academy of Aesthetic Medicine (AAMM) y la Sociedad Brasileña de Cirugía Plástica, entre otras. Presidente y fundador de The Chilean Association of Aesthetic Medicine entre 1990 y 1997, es además asesor del Departamento de Investigación de los laboratorios Nescens en Suiza y colaborador en diversas actividades, congresos, publicaciones y estudios científicos. Asiduo experto en programas divulgativos y debates televisivos, posee un gran reconocimiento internacional, tras una sólida trayectoria de más de 25 años de trabajo y quince mil cirugías plásticas.

FEDERICO FERNÁNDEZ DE SANTOS: ¿Cuáles son las principales escuelas de cirugía y sus características diferenciales?
HÉCTOR VALDÉS: La especialidad de Cirugía Plástica nació y se desarrolló fundamentalmente en Europa, muy ligada a la Guerra, que motivó la corrección de los daños corporales. En concreto, de las escuelas inglesa y alemana, bastante fuertes, salieron los grandes cirujanos plásticos, esencialmente reconstructores o reparadores. Uno de los alumnos aventajados de la escuela inglesa fue el famoso cirujano brasileño Ivo Pitanguy, que volvió a su país inmediatamente después de la Guerra. 
En los climas más cálidos, como el de Brasil, hay una mayor exposición del cuerpo, al contrario que en Europa, donde la gente va más tapada. En aquella época, se daba una mayor demanda de correcciones, sobre todo de reducción mamaria. La propia anatomía de la mujer brasileña, cuyos bustos, en parte por un tema hereditario, pueden llegar a pesar más de un kilo y medio cada uno, favoreció esta demanda. Comenzó a surgir entonces, de una forma predominante, una cirugía que era reparadora pero que, a diferencia de la corrección de una herida de guerra –que no importaba cubrir con piel de otro color, pues esto ya permitía a la persona seguir trabajando sin problema–, pretendía un objetivo estético –es decir, en esa corrección, era muy relevante que la cicatriz fuese fina y pasase desapercibida–. Así empiezan a considerarse los elementos estéticos de una cirugía enfocada a preservar la feminidad y sensualidad de la mujer.
En paralelo, en Estados Unidos, se produce un desarrollo enorme después de la Segunda Guerra Mundial, tanto tecnológico como en la calidad de vida de la sociedad. A esto se suma el impulso de la industria del cine, con actores y actrices donde el atributo físico era muy importante. A partir de entonces, las actrices comienzan a solicitar tratamientos de rejuvenecimiento del rostro, así como algunas correcciones, especialmente para el aumento del busto (también por un componente genético, en este caso contrario al de la mujer brasileña, la norteamericana suele tener un busto más pequeño). El cine potenció el llamado de sensualidad, de glamour y de feminidad a través del escote. 
Si bien ya existían algunas alternativas para el aumento con materiales esencialmente sintéticos que daban problemas, en 1962 los médicos norteamericanos Cronin y Gerow descubrieron que la silicona tenía una menor reacción adversa o de rechazo dentro del cuerpo. Los implantes mamarios de silicona empezaron a proliferar y muchas actrices se sometieron en Estados Unidos a este tipo de cirugías estéticas, especialmente de aumento del busto, cuando en Brasil se hacían eminentemente cirugías de reducción del tamaño del busto, con un fin reparador pero también con un componente estético. 
Estas dos grandes escuelas se dirigen a grupos de pacientes bien distintos: en Estados Unidos a la clase con alto poder adquisitivo, que podía financiárselo, y en Brasil, a la masa. Además, en este país se valoró la reducción mamaria como una cirugía necesaria para la población, de modo que se hacía en los hospitales públicos de forma gratuita. Desde entonces han existido estos dos grandes polos de desarrollo de la cirugía plástica y estética en el mundo. 
Desde los años 50, Estados Unidos ha desarrollado productos, materiales, instrumental, equipamiento…, y sus precios de ejecución son elevados. Sin embargo, Brasil se ha alzado como, lo que podríamos denominar, una escuela alternativa, en la que importa la capacidad del artista, el hacer a mano de un médico que cuenta con recursos y medios muy limitados. La prioridad es la estimulación del sentido personal de forma, de diseño y de arte de estos cirujanos, con el objetivo de conseguir, incluso en condiciones precarias en muchos hospitales, muy buenos resultados de plástica con un altísimo componente estético. Al tratarse de una cirugía gratuita, muchos médicos de todo el mundo llegaron a Brasil para formarse.

F.F.S.: De modo que Brasil acabó transformándose en la escuela más potente de cirugía estética del mundo. 
H.V.: Sin duda. Aunque los cirujanos también iban a Europa y a Estados Unidos, en ninguno de esos dos lugares se hacía cirugía estética en los hospitales públicos, solo reparadora, y mucho menos de una forma masiva. 
A partir de los años 55, y sobre todo en la década de los 70, Brasil se convierte en un polo de atracción de turismo. Es la época de oro de Río de Janeiro, de la playa Copacabana… La cultura, la música y la identidad brasileña alcanzan su máximo esplendor, y todo es arrastrado por el glamour. Al país llegan actrices, casas reales, princesas… Todo esto lo convierte en el destino más exquisito para la formación de cirujanos plásticos, pero eminentemente estéticos. Yo mismo tuve la suerte de poder formarme allí. 
Entiendo que, para un cirujano alemán o inglés, pueda resultar extraño plantearse la preparación en un país subdesarrollado. La mayoría no descubrió a tiempo la importancia de hacerlo, o simplemente lo descartó, porque es cierto que el nivel de atención es bastante básico.

F.F.S.: ¿Cómo fue su preparación en Brasil?
H.V.: Cuando llegué a Brasil en 1983, para empezar mi formación un año después, la mayoría de las cirugías se hacía con anestesia local, solo había un anestesista para un bloque de cinco cirugías, entrábamos en los hospitales con una indumentaria bastante precaria, etc. A pesar de esos recursos mínimos, se hacía medicina, igual que hoy se hace en África o en otros mucho lugares. 
Afortunadamente, en esta especialidad no son necesarios grandes equipamientos, como sucede en el caso de la cardiología, la oftalmología o la cirugía de tórax. Aquí, finalmente, el valor está en el criterio, el cuidado, la selección del paciente y las horas de dedicación para lo que, yo llamaría, un trabajo de artesanía.
Hoy en día, el número de cirujanos brasileños es prácticamente el mismo que existe en Estados Unidos, pero sin duda Brasil es el país que ha liderado la formación de los grandes cirujanos estéticos. Por supuesto que el europeo tiene una gran formación en mi especialidad, cirugía plástica y reparadora, pero es ahora –y muy levemente por la situación económica– cuando, por ejemplo en España, la cirugía estética empieza a realizarse en los hospitales.
En Brasil, la atención sigue siendo gratuita. Durante mi época de formación, los extranjeros podíamos operar de igual a igual que los brasileños, y esto supuso una gran ventaja para los grandes cirujanos estéticos del mundo y algunos plásticos reparadores que tuvimos la oportunidad de ir a un país subdesarrollado a hacer una pasada de un mes, un año o, incluso algunos, la especialidad completa. Brasil fue fantástico, y sigue siéndolo, aunque por temas de normativa interna, desde hace algunos años, los cirujanos extranjeros ya no pueden operar allí, hoy solo se puede ir a mirar.
También en Francia, Italia y España hay buena formación de cirugía estética, pero los dos polos principales siguen siendo Brasil y Estados Unidos.

F.F.S.: Dentro de la preparación de un cirujano plástico, ¿en qué medida es importante el aspecto estético, la comunión con el arte y la belleza?
H.V.: En general, importa algo en la cirugía plástica (por ejemplo, para cubrir a un quemado con injertos obtenidos de otra zona o con piel cultivada in vitro, algo que ya se empieza a hacer) y reparadora, pero es esencial en la cirugía estética, de hecho supone el 80% del resultado. Por supuesto, además de ser imprescindible una buena base y formación teórica, esta especialidad va más allá del oficio de pintar, esculpir o tallar bien; importa la idoneidad del concepto estético, es decir, el gusto de la persona. 
Siento que, una vez que tienes la base médica de formación, mi área de trabajo está mucho más próxima a la de un buen diseñador de ropa, un pintor, un escultor, o un decorador, que a la de mis propios colegas médicos, porque hay que tener gusto. Cada rostro tiene su nariz, y una determinada nariz puede ser muy bonita en una persona y muy artificial en otra. Hay que saber sacarle partido a lo que cada uno tiene. Si un cirujano estético reúne todas esas condiciones, logrará notoriedad, calidad, resultado y prestigio.

F.F.S.: ¿Qué diferencias aprecia en las diferentes aproximaciones culturales al concepto estético? Parece que, mientras que en el entorno norteamericano y latinoamericano es un bien de lujo del que sentirse orgulloso y sobre el que se habla abiertamente, en otros se esconde o disimula.
H.V.: Efectivamente, esto es una característica de las sociedades. Por mi experiencia personal y profesional en diferentes países, me doy cuenta de las enormes diferencias, algunas de ellas pintorescas. Por ejemplo, localmente, me llama la atención la austeridad que existe sobre este tema en la sociedad española. Las mujeres son bastante discretas y, como yo digo, un poco sufrientes; desean algo, lo quieren, a veces lo realizan, pero se sienten mal incluso al desearlo, ya sea por el gasto o por el bienestar que en el fondo actividades como esta significan. Creo que la historia y la educación de los pueblos influye en esta actitud.
Obviamente, en varios aspectos, Europa ha estado mucho más castigada que otros países, y eso genera una manera de vivir completamente diferente. Latinoamérica no ha sufrido en su historia reciente desgracias tan grandes como las guerras mundiales; Estados Unidos ha participado en ellas, pero no las ha vivido en suelo propio. Todo esto va conformando maneras distintas de ver el mundo.
En Estados Unidos todo es grandioso: las propiedades, las viviendas, el ambiente…, la sociedad es más abierta, la industria del cine y la televisión enseña el glamour, la estética personal, una determinada forma de vivir… Por el contrario, la sociedad española es, sorprendentemente, de las más austeras de la Europa del Mediterráneo, y creo que a veces lo pasa mal por esto. Por su parte, Latinoamérica mira a Estados Unidos, es decir, nos sentimos más cerca mental y profesionalmente, además de estar más próximos físicamente y de producirse una imitación cultural. Muchos aspectos del modelo americano: en arquitectura, estilo de vida, forma de enseñar… se replican en Latinoamérica.
Con respecto a la cirugía, una mujer española que desea hacerse una corrección estética suele llegar sola a la clínica, y ni siquiera se lo ha contado a un familiar cercano o a su mejor amiga. En Latinoamérica, sin embargo, toda la familia acompaña a la paciente; es algo que no solo se cuenta con alegría sino que, 15 o 20 días después de haber realizado la cirugía, celebra con una actividad social en casa, invitando a sus amigas. Es decir, se comunica y comparte. Por eso la cirugía estética ha tenido un desarrollo distinto en Latinoamérica. 
Creo que uno tiene que aceptar su vejez, pero también el aporte de la medicina para prolongar la vida y llevarla con mucha calidad. En este sentido, creo que la cirugía plástica y estética hacen su trabajo. Desde el punto de vista mental, en España es un tema complicado, y más para el hombre; aunque en la medida en que pasen algunos años y se afiance la actual situación económica, creo que el español se va a liberar de ciertos prejuicios. Solemos decir que la estética no nos importa, pero es falso. Son muchos los ejecutivos y pilotos de avión que se sacan las bolsas de los párpados o se corrigen la papada, para dar un confort de algo que incomoda. Tanto por esa mejoría como por la ilusión visual de verse bien (igual que hacemos al blanquearnos los dientes o al elegir las gafas), la cirugía es un elemento que nos ayuda y aporta muchas satisfacciones.

F.F.S.: Llama la atención la proliferación de técnicas y tratamientos estéticos, muchos de ellos basados en la inyección de diferentes productos en el cuerpo. ¿Hasta qué punto es peligroso comparar la cirugía plástica y estética con estos tratamientos médicos?
H.V.: Son procedimientos que, en algunos casos, podrían ser levemente complementarios, pero en otros son dos soluciones incluso antagónicas. Me consta que, años atrás, en Europa ha habido algunos accidentes quirúrgicos en personas de notoriedad social, lo que ha generado un cierto temor hacia las intervenciones de cirugía plástica o estética y, como alternativa, ha potenciado la medicina estética. 
También hay que tener en cuenta que, en Europa, la mujer de la clase media-alta, por lo general, dispone de menos tiempo que la de los países subdesarrollados. En algunos aspectos, una mujer europea de clase acomodada suele tener menos ayuda en el hogar que una de su misma condición de un país subdesarrollado, donde el servicio doméstico interno es más habitual. Además, el porcentaje de mujeres que trabaja fuera de casa es superior en Europa, por eso le puede resultar más difícil tomarse una semana para disfrutar de un tratamiento. Esto ha favorecido que se haya buscado una acomodación a los procedimientos que no requieren de mucho tiempo, y que por tanto permiten retomar antes el trabajo y la vida social.
Es una opción distinta que hay que valorar, pero creo que, en rigor, no es un beneficio. Existe una innumerable cantidad de tratamientos alternativos, pero muchos han demostrado inconvenientes a largo plazo. Algunos productos han sido retirados del mercado por las complicaciones que generaron años después de haber sido, incluso, testados y aprobados por las autoridades sanitarias. Actualmente, muchos se registran en países de reciente incorporación a la Unión Europea, con el fin de conseguir el Sello Europeo y poder ser comercializados en toda Europa, pero pronto empezarán a dar problemas. Si el laboratorio farmacéutico está tan seguro de la calidad, condición y  resultado de su producto, habría que preguntarse por qué no lo registra en Francia, Inglaterra o Alemania desde el principio.

F.F.S.: Síntoma inequívoco de su prestigio es que usted ha operado a muchas mujeres de sus colegas. ¿Qué aspectos diría que hay que cuidar especialmente en una cirugía estética?
H.V.: Sean las mujeres de los colegas o cualquier mujer u hombre, el trato y el tratamiento es el mismo. Por una razón personal, me ha tocado moverme por el mundo a lo largo de mis más de 20 años como cirujano plástico. Reconozco que me da una satisfacción particular recordar que, sorprendentemente, cuando me especialicé en Brasil comenzaron a venir pacientes del propio hospital para que yo las atendiese en mi clínica (como he comentado, la cirugía es gratuita, pero las listas de espera son de entre tres y cinco años).
Tuve mucho éxito y pronto se corrió la voz, hasta el punto de que las secretarías de otras clínicas, cuyos jefes también eran cirujanos plásticos, preferían operarse conmigo, algo que también me sucedió cuando empecé a operar en Chile, y ahora en España, donde inicié mis primeros tratamientos siendo un completo desconocido en todos los círculos. 
Sin duda, esto es muy reconfortante y lo que, definitivamente, te abre puertas. Otra gran diferencia que tenemos con Sudamérica, sobre todo con Chile, es que no vale tanto la página de publicidad como el boca a boca, el ver tu trabajo, ir cogiendo prestigio, tener el mejor personal sanitario y posicionarte gracias a la calidad.

F.F.S.: Menciona la calidad del personal, un factor determinante a la hora de seleccionar una clínica. Curiosamente, siempre ha terminado montando la suya propia. ¿A qué se debe esta preferencia por crear un entorno? 
H.V.: Hay muchas clínicas, algunas de ellas espléndidas, pero con el foco de la atención diferente. Una clínica grande, incluso una para excelentes cirujanos, tiene que uniformizar criterios, rentabilizar espacios, y el concepto es distinto. El paciente –que ya está asustado, con cierto estrés y que a veces tiene poco apoyo del familiar y del entorno– llega a un sitio que, ya de por sí, no es reconocido como un lugar al que uno quiere ir. Los olores de los líquidos desinfectantes de un hospital asaltan en cuanto se abren las puertas, la arquitectura y el mobiliario hospitalario tampoco contribuyen y, por supuesto, el servicio, que puede ser muy bueno en lo técnico, no es el adecuado para este tipo de paciente. 
En primer lugar, las personas a las que nosotros atendemos en cirugía estética no son enfermos ni quieren sentirse como tales; no van a un hospital de forma obligada ni necesaria, sino por su interés o gusto, porque desean vivir una experiencia agradable, placentera y lúdica. Esto es algo imposible de conseguir en un ambiente clásico hospitalario. Por eso monté mi clínica en Chile. Allí nos ocupamos de todos esos detalles: de que el desinfectante tuviese un olor absolutamente neutro, que la decoración pareciese una galería de arte, que las almohadas fuesen de pluma y las sábanas de algodón de 400 hilos... Ese es el entorno que construimos para que el paciente, aparte del resultado técnico, tenga un recuerdo grato.
Aunque Chile sigue siendo mi principal fuente de ingresos, cuando empecé a venir a España por razones familiares, la clínica comenzó a resultarme difícil de manejar. Ahora estoy actuando aquí como inversionista y he de decir que, en comparación con Chile, es mucho más complicado montar una empresa o negocio. En España cualquier trámite por parte de la Administración, especialmente en el área de la salud, cuesta una barbaridad. Por suerte, tengo paciencia, tiempo, y estoy cubierto por mi actividad en Chile.
Al final, he podido montar una clínica boutique en la sierra de Guadarrama, en San Lorenzo de El Escorial. Se trata de un edificio singular, una propiedad protegida que he reformado con calma, invirtiendo tiempo en poner la escayola, la cerámica, un mobiliario de época, lámparas de cristal de Venecia, muebles antiguos de materiales nobles que he encontrado en anticuarios y ferias de antigüedad de España, Francia e Inglaterra. Inicialmente pensé en un edificio moderno y contemporáneo, como el que tenía en Chile, pero fue muy complejo conseguir el lugar y la licencia de ocupación del suelo. Finalmente descubrí esta propiedad antigua en El Escorial y decidí habilitarla. Aprendí mucho de decoración, y creo que hemos conseguido un buen resultado. No parece una clínica, sino que es una gran casona borbónica decorada y bien equipada; un rincón lúdico para sentirme a gusto en los tiempos que tengo para atender a ciertas pacientes que valoran este placer en España.

 


Entrevista con el Dr. Héctor Valdés, especialista en Cirugía Plástica y Reconstructiva - @DrHectorValdes - Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.

Publicada en Executive Excellence nº105 sep13

 

 


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