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Laird Hamilton, rey de las grandes olas

23 de Abril de 2012//
(Tiempo estimado: 9 - 17 minutos)
Hamilton surfeando

Laird Hamilton nació en San Francisco en 1964. Su nacimiento ya indicaba su futuro, pues fue dado a luz en una esfera de agua salada experimental en el centro médico de la USCF (Universidad de California, San Francisco). Abandonado por su padre, se trasladó con su madre a Hawai, a una edad muy temprana, donde en la isla de Oahu conoció a Bill Hamilton, un famoso diseñador de tablas de surf. Hamilton se casó con la madre de Laird transformándose en su padre adoptivo. La familia se mudó después a la isla de Kaua’i, donde nació su “medio hermano”.

Ya desde muy joven, Laird tuvo la reputación de agresivo y hostil entre sus compañeros, la mayoría nativos hawaianos. Ser un outsider marcó su personalidad y le ayudó a formar su fortaleza mental y física. A los 17 años fue descubierto por el fotógrafo de la revista italiana L’Uomo Vogue, comenzando su carrera como modelo y llegando incluso a posar con la actriz Brooke Shields. Además, Hamilton ha tenido su propia línea de ropa, con la firma francesa de ropa de baño Oxbow como sponsor, y también ha sido actor de cine en las películas “North Shore” y “Moving target”, ambas relacionadas con el mundo del surf.

Como deportista, Laird no ha competido, y se ha mantenido alejado de los circuitos habituales de este deporte, aunque ha sido una de las personas que más ha influido en él. Toda su carrera ha sido una continua innovación. Fue pionero en la utilización de zódiacs para coger olas, usando en la actualidad motos de agua. Como persona consciente de la imagen, reflejó esta innovación en el documental “Riding giants”, donde demostró el Tow-in surf. Gracias a esta técnica, consiguió traspasar los límites llevando el surf en grandes olas a una nueva dimensión. Ha llegado a dominar olas de más de 21 m. de altura. Asimismo, consiguió hacer popular el Kite surf (surf con cometa). En el año 1999 cruzó la isla de Oahu Kaua’i (más de 80 km.) en menos de seis horas. Ha sido uno de los iniciadores del Stand up paddle surfing, modalidad que se practica de pie con una larga pala.

Su capacidad de innovación y deseos de experimentar le llevaron a desarrollar en su garaje, como tantos grandes creadores norteamericanos, el Foil board, una tabla de surf con tecnología hydrofoil. Esta nueva tecnología permite un mayor grado de precisión y efectividad en las técnicas aéreas dentro del agua, alcanzando velocidades muy superiores con las que poder acceder a las olas en alta mar, algo que antes era impensable dada la velocidad a la que circulan.

Un evento que marcó su carrera fue la ola de la Barrera de Teahupoo (Tahití), denominada la ola más difícil jamás montada.

Su versatilidad y diferentes intereses hicieron que, en el año 2008, entrase a formar parte del Comité de Dirección de H2O Audio, de San Diego, California. Ha escrito un libro, es activista medioambiental y se codea con las mayores celebridades del mundo del espectáculo.

El pasado mes de marzo, Laird Hamilton asistió al Global Sports Forum de Barcelona, donde tuvimos la oportunidad, siguiendo el lema de este foro “What’s next?” (“Y ahora, qué…”), de estar con él. Nuestro enfoque se basa en cómo mantener la motivación (tiene 48 años, aunque aparenta muchos menos) en un entorno donde es obligatorio conservar la alerta mental al tiempo que se está en una excepcional forma física. Incluimos al final de esta entrevista un enlace que no deben dejar de ver.

FEDERICO FERNÁNDEZ DE SANTOS: Ha vivido prácticamente siempre en Hawai. Para nosotros Hawai es algo que aparece en las películas, pero que pocos hemos visitado. ¿Qué es y cómo ha influido en su vida? ¿Cómo le ha condicionado este lugar?

185 hamilton nubesLAIRD HAMILTON: Hawai es un entorno tropical privilegiado, donde además no existen animales peligrosos. No tenemos serpientes, ni nada venenoso. Si me preguntase dónde está el jardín del Edén, le diría que en Hawai. Lo único realmente peligroso son los tiburones, los volcanes y las olas grandes. Es también un entorno culturalmente muy especial, en el que personas y la naturaleza tienen una mucha relación. Hay cinco grandes islas nacidas del mismo sistema volcánico: la mayor –y más joven– de las islas es Hawai’i, que aún tiene un volcán activo; en dirección noroeste nos encontramos con la islas de Maui, Malokai’i, O’Ahu y Kaua’i, donde vivo y donde llegan las mayores olas. De hecho, la mayor tormenta tropical que jamás haya golpeado, Iniki, se produjo en Kaua’i.

La cultura hawaiana es diferente a todas las demás. Yo soy una persona que, aunque caucásico, pienso en marrón oscuro, el color de los nativos. Los hawaianos son polinesios (o al revés) y fueron los mayores navegantes del mundo. Incluso antes de que existieran los conceptos de longitud y latitud, eran capaces de encontrar islas pequeñas en medio del océano únicamente con la orientación de las estrellas. Conocían perfectamente la textura de los océanos y las aves, y esto les permitía navegar.

La cultura polinesia está construida alrededor del mar, por eso los hawaianos son los mejores surferos. Si observamos el impacto de esta cultura del surf, podemos ver cómo un pequeño archipiélago ha influido en el mundo: surfing, skateboarding,  snowboarding, etc. Parece increíble.Además de la atracción que sentía por el mar, el océano se convirtió en un espacio de igualdad: todos somos iguales ante las olas

Yo crecí en un entorno de gran tensión racial. Además de la atracción que sentía por el mar, para mí el océano se convirtió en un espacio de igualdad donde, aunque no te gustase, tenías que respetarme. Siempre digo que todos somos iguales ante las olas, pues el océano derriba todas las barreras raciales que nos separan. Estar en el agua permite granjearte el respeto de personas a las cuales puedes no gustar.

Con tres años estaba montado en una tabla. Nunca pensé que sería tan bueno como todos aquellos que practicaban este deporte cuando yo era un chico. La lista de grandes navegantes y buceadores es larga. Siempre deseé ser como ellos. Mucho antes de terminar mis estudios, ya sabía que no condicionarían mi futura profesión. Yo era un hombre de agua, un waterman, alguien versado en todos los aspectos relacionados con el mar, con capacidad para dominar multitud disciplinas, con habilidad para navegar, pescar, bucear, etc.

F.F.S.: Hay muchos, y diferentes, tipos de surf. ¿Puede describírnoslos?

L.H.: La evolución del surf ha sido muy profunda. Cuando uno comienza a practicarlo, empieza por utilizar el cuerpo (body surf) con una pequeña tabla de un metro de largo, de corcho blanco u otro material similar, sobre la que te tumbas para coger las olas. Los niños pequeños la utilizan en la mayoría de las playas. Después se van ayudando con aletas que les permiten una mayor versatilidad.

Durante un tiempo trabajé haciendo mis propias tablas: para grandes olas o para pequeñas, para recorrer grandes distancias o para montar olas veloces con gran pendiente, para ir tumbado encima o para ir de pie, para montar dentro de los tubos de las olas o por encima de ellas… Cada tabla tiene un diseño según para qué se vaya a utilizar. Evidentemente, tengo mis preferencias, pues algunas son relativamente intercambiables entre sí.No hay una forma correcta o incorrecta de montar una ola. No hay una forma correcta o incorrecta de montar una ola. El surf es como un arte, en el que la capacidad de expresión depende del artista

No hay reglas específicas para practicar el surf, algo que hace que este deporte me resulte todavía más atractivo. No hay una forma correcta o incorrecta de montar una ola; ni hay una tabla buena y otra mala. Es como un arte, en el que la capacidad de expresión depende, en gran medida, del artista.

F.F.S.: Ha comentado que el océano simplemente “es”, y que uno ha de ganarse su respeto, y respetarlo. ¿A qué se refiere?

L.H.: Las situaciones, especialmente cuando uno se adentra en el gran surf –y creo que por eso siempre he gravitado hacia las grandes olas–, hacen que entre quienes nos dedicamos a esto exista una gran camaradería. Puede parecerse un poco a la que se genera entre aquellos que tienen que ir a una guerra; quizás no se aprecien, pero han de llevarse bien si van a pasar tiempo juntos, en las trincheras y batallando.

Cuando el surf es más “pequeño”, también es más ambiguo, pues carece de esos momentos que definen las situaciones especiales a las que me refería. Existe menos camaradería y unión. A veces recurro a esta comparación: las olas más pequeñas son como comedias y las grandes olas son como thrillers y dramas. Lo único común en todos los casos es que disfrutas.

F.F.S.: Tenemos la impresión de que, comparado con otros deportes, el surf es algo que haces desde una perspectiva vital, mientras que otros deportes solo los practicas, pero no influyen en tu forma de vida. ¿Es cierto o se trata únicamente de un estereotipo?

185 hamilton movilL.H.: Hasta cierto punto sí, ya que, de entrada, el surf dicta tu lugar de residencia, además de estar condicionado por la meteorología. Para mí supone un problema fijar fecha para cualquier compromiso, pues nunca sé cuándo puede llegar una ola gigante. Por eso hay una cláusula en todos mis contratos que especifica que cada vez que haya olas de más de tres metros estaré fuera, practicando surf.

Además el surf impacta a lo largo de toda la vida; tengo conocidos que con 80 años siguen practicándolo y, constantemente, veo a chavales de tres y cuatro años encima de una tabla, cosa que no ocurre en la mayoría de los deportes. Cuando una persona tiene una relación así con el mar, influye en su vida

El surf también afecta tu visión sobre el mundo, tu relación con el clima, tu percepción de la naturaleza, etc. Cuando una persona tiene una relación así con el mar, influye en su vida. Eso es algo que podemos comprobar en todas las profesiones vinculadas con él, y sin duda el surf es una de las formas más íntimas de relacionarse con el mar.

F.F.S.: El mundo del surf tiene a su alrededor una industria que, a nivel global, mueve billones, algo que puede contrastar con la espiritualidad y libertad de este deporte. ¿Cómo le afecta esta relación?

L.H.: Uno puede preguntarse si todas las relaciones son apropiadas y éticas. Sobre este tema hay multitud de opiniones, todas válidas, fundamentadas y que dependen más de quien realiza la pregunta que de cualquier otro factor. Lo cierto es que, como en todos los deportes, la industria ha permitido que quienes practican surf puedan transformarse en profesionales de esta materia y ganarse la vida con lo que les gusta.

Nos enfrentaríamos al mismo dilema si nos preguntásemos: ¿puede ser el arte una industria? Hay artistas que desean vender sus pinturas y otros a los que les gusta pintar en el monte, alejados del mundo, aunque su trabajo no tenga valor hasta después de su muerte. ¿Es más artista Picasso que Van Gogh? La comercialización del surf hace que se genere una fuerza contraria a lo que este representa

En mi opinión, la comercialización del surf hace que se genere una fuerza contraria a lo que este representa.

F.F.S.: Ha sacado la comparación del surf y el arte. ¿Siente que es arte lo que hace?

L.H.: Me siento como un artista, aunque sé que hay cierto nivel de comercialización en lo que hago y se utiliza como publicidad, pero mi visión personal es que soy un artista que intenta subsidiar su trabajo.

F.F.S.: Se está intentando hacer del surf una disciplina olímpica. ¿Cree que esto es posible?

L.H.: La disciplina del surf siempre confunde, especialmente cuando tienes un grupo de jueces intentando dictaminar. En una carrera, puedes ganar o perder, con mediciones pragmáticas; en los deportes de tanteo, puedes contabilizar, pero en el surf esto es muy difícil. La única forma de ser justo sería teniendo una máquina que generase olas iguales para los competidores y una serie de figuras a través de las cuales estos se pudieran expresar. El mar hace lo que quiere, y no puedes planificar las condiciones.

F.F.S.: ¿Qué podemos esperar del surf en el futuro?

L.H.: Creo que hay un gran futuro para el surf en grandes olas y para el surf de grandes distancias, gracias a los desarrollos tecnológicos y a la innovación. Se han desarrollado nuevas tablas de surf con la tecnología hydrofoil, que consiste esencialmente en transformar las tablas en aviones en miniatura, con alas de metal que van debajo del agua y con las que se consigue guiar la tabla inclinándose sobre ella. Es como estar encima de un avión, orientándolo. Al principio se desarrolló una versión en la que ibas sentado, y yo diseñé una nueva para estar de pie –en mi garaje–, que utiliza botas de esquí, con fijaciones atornilladas a una tabla convencional. Aunque la idea nos vino a la mente muy pronto, el desarrollo fue más complejo. Hemos trabajado en él durante los últimos 12 años y hoy se está transformando en algo funcional. Se trata de un sistema único, ya que al estar elevado sobre el agua –solo las alas están dentro–, la textura del mar no afecta. Las tablas de surf con la tecnología hydrofoil (tablas con alas de metal debajo del agua) nos permiten ir mucho más deprisa sobre olas que antes era imposible montar

Podemos comparar el funcionamiento de ese sistema con la suspensión de una motocicleta. En una tabla normal es como si tuviésemos un cuadro rígido, sin suspensión, como el de las motocicletas originariamente. Ahora es como tener tablas con suspensión, lo que nos permite ir mucho más deprisa sobre olas que antes era imposible montar.

F.F.S.: El mundo de las grandes olas es complejo e implica una gran logística, medios y personas. ¿Cómo empieza a desarrollar su carrera profesional, con quién y por qué?

L.H.: Yo nací cuando aparecieron los primeros pioneros de las grandes olas. Ellos eran mis ídolos, iban por todo el mundo buscando las mayores olas e intentando montarlas. Mi padre, además de un artista, era competidor profesional, de modo que fui un observador privilegiado de este entorno profesional, y también de sus desilusiones.

Como te comentaba, existe una gran confusión a la hora de juzgar el surf, lo mismo que ocurre con el arte, la música o la gastronomía. Eso hizo que yo me decantase por las grandes olas, pues son definibles: cuanto más grandes, más difíciles. Puede no gustarte, pero los parámetros son claros y mesurables. A esto se une que siempre he sido una persona que busca emociones fuertes.

Mi padre decía que los surferos de grandes olas nacen y no se hacen. Imagino que tiene que ser similar a aquellos que buscan ir deprisa en Fórmula-1 o en motos de Gran Premio. ¿Cómo se hace? Yo creo que uno nace con esas condiciones, y a lo largo de su vida se hace. Quizás esa capacidad de controlar el miedo o la atracción por experimentar esas sensaciones sea innata –al final entramos en terrenos difíciles de definir–, pero todos tenemos algún ejemplo. En cualquier caso, hablamos de situaciones que demandan y requieren de gran atención y concentración, situaciones que te hacen sentir vivo.

Este entorno me atrajo de una forma natural y luego, sencillamente, intenté ampliar mis propios límites, llegando un momento en el que me di cuenta de que, de forma manual, no podía acceder a cierto tipo de olas grandes, por ser incapaz de generar físicamente la velocidad necesaria para cogerlas. Inicialmente empezamos a utilizar windsurfistas, que usaban la energía eólica para tirar de nosotros hacia esas olas. El problema entonces era la falta de viento en ciertos momentos o la dirección incorrecta en otros. Para eliminar este problema, se nos ocurrió utilizar zódiacs que nos arrastrasen. Posteriormente, como una evolución natural, empezamos a utilizar las motos de agua. Este fue el comienzo que nos llevó a lo que entonces se denominaba el reino de las “olas por montar”. Hay un libro escrito por Susan Casey, titulado The Wave, que describe todo esto con detalle.

F.F.S.: ¿Cuál definiría como el punto de inflexión de su carrera, el momento más intenso?

L.H.: Diría que fue en el año 2000, cuando estábamos en Tahití, listos para volver a Hawai, y nos informaron de que venía una ola gigante. Las olas son difíciles de medir. Siempre describo las olas como perros: puedes tener un San Bernardo gigante que es gentil y dulce, y un Pitbull pequeño pero feroz. Esta ola era como un Pitbull del tamaño de un San Bernardo. Yo la defino como la ola de la milla en cuatro minutos. Durante mucho tiempo, nadie creyó posible romper la barrera de los cuatro minutos en esta distancia pero, una vez rota, otros lo han conseguido. El problema es que nunca sabes si vas a salir de una ola así.

(N.deR.: El monstruo de Taehuppo: en agosto del año 2000 Laird Hamilton dio un salto de gigante montando una ola tan traicionera y bestial que afectó el curso de la historia del surf en grandes olas. Una ola, a 3.000 millas del sur de Maui, en la isla de Tahití, en el sur de la Polinesia francesa. Las palabras no pueden definir esta imagen: www.youtube.com/watch?v=pYQQtxb8wv0)

F.F.S.: Tiene 48 años. A esta edad, cualquiera pensaría que debería estar retirado. ¿Qué es lo que le mantiene? ¿Ha pensado dejarlo?

L.H.: Honestamente, cuando lo pienso, creo que la decisión será mental, no tanto física, como sucede en otros deportes. Por ejemplo, en el fútbol americano sufres muchas lesiones y roturas a lo largo de tu carrera. Esas caídas del nivel físico se traducen en una bajada del rendimiento que, finalmente, obliga a dejarlo. En mi caso, la decisión será más psicológica que física. Siempre me he cuidado de no tener lesiones, pero el cansancio de estar siempre listo y alerta te somete a una tensión permanente. Esto desgasta mucho 

Siempre me he cuidado de no tener lesiones, pero el cansancio de estar siempre listo y alerta –porque nunca sabes cuándo vienen las grandes olas– te somete a una tensión permanente. Puedes tener una idea aproximada, pero siempre debes estar al 100%. Es como los pilotos de guerra, que han de estar en constante alerta porque nunca saben cuándo tendrán que despegar y combatir. Esto desgasta mucho.

Llevo 48 años haciendo lo mismo y puedo afirmar que la preparación mental necesaria para dar el máximo en cualquier momento, sin preaviso, es el aspecto más difícil de mi carrera. Sé que siempre continuaré practicando surf, en el futuro llegará un momento en el que no esté preparándome todos los inviernos para la llegada de las grandes olas. No dejaré de estar en forma y entrenarme, pero no estaré listo emocionalmente para enfrentar un reto así. Por eso digo que es más una decisión psicológica y mental que física. 


Entrevista publicada en Executive Excellence nº91 abr12