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Schiller: formación internacional para un mundo global

24 de Junio de 2013//
(Tiempo estimado: 8 - 15 minutos)

GESTIÓN DEL TALENTO / ESCUELAS DE NEGOCIO

El primer campus de Schiller International University, universidad americana independiente, fue fundado en Alemania en 1964 por el Dr. Walter Leibrecht, con el objetivo de proporcionar a los alumnos estadounidenses una experiencia educativa en Europa. Casi dos décadas antes, después de la guerra, él mismo había sido seleccionado para estudiar en el extranjero durante un trimestre, primero en la universidad de Zurich (Suiza) y luego en la de Chicago. Con posterioridad, fue profesor y consejero de estudiantes en Columbia, Harvard, Northwestern y Chicago.

Tras el éxito del primer campus de Schiller International University, abrió dos campus más en Alemania y, siguiendo su visión internacional, inauguró nuevos campus en París, Madrid y Londres. De esta manera, el proyecto fue evolucionando hasta incluir a estudiantes de todo el mundo en busca de un programa de estudios americano con el que poder desarrollarse en un entorno internacional. Hasta 2010, Schiller perteneció a la familia del Dr. Leibrecht. En ese año fue adquirida por el grupo Palmer, cuyo presidente y director ejecutivo es Russell E. Palmer, decano de Wharton en la década de los 90 y reconocido empresario, que ha impregnado de flexibilidad los programas de estudio, con el objetivo de alejarlos de rígidas estructuras académicas. 
Actualmente, Schiller International University cuenta con cuatro campus, en Florida, Heidelberg, París y Madrid. Desde diciembre de 2011, Manuel Alonso Puig dirige el campus de Madrid, en sustitución de Lynn Bergunde, quien estuvo al frente durante más de 20 años; y desde octubre de 2012, es también vicerrector para Europa con responsabilidad sobre los tres campus europeos.
Alonso Puig ha estado vinculado al IESE como director de Programas de Executive Education y a Euroforum en calidad de consejero-director general. Doctor en Administración de Empresas, economista y MBA, ha sido además secretario general del Colegio de Oficiales de la Marina Mercante.

ALDARA BARRIENTOS: Desde hace más de 30 años, Schiller apuesta en España por el desarrollo de competencias internacionales y transculturales. En un momento de escasez de oportunidades laborales en el país, ¿qué ventajas les ha conferido a sus alumnos haber seguido este modelo? 
MANUEL ALONSO PUIG: Hoy en día, el Erasmus y los estudios en el extranjero son algo muy frecuente, pero no en los años 60, cuando al fundador de Schiller se le ocurrió que los americanos “descubriesen el mundo”, facilitándoles una experiencia educativa en Europa. Actualmente, los norteamericanos están muy internacionalizados y sus empresas han tenido una gran expansión. 
El impulso de Schiller en esta nueva etapa busca ofrecer un servicio para formar a las personas con el fin de que puedan manejarse perfectamente en un mundo global. No se trata de algo teórico, sino de acostumbrar a los alumnos a una manera de ser internacional.
Las skills son fundamentales para ser capaz de entender la forma en la que el otro construye sus ideas. En el campus de Madrid, hay clases con estudiantes de diez nacionalidades distintas. El poder discutir –porque el sistema americano se basa en la discusión y en la reflexión– y construir ideas con personas de distintas culturas permite desarrollar habilidades para moverse interculturalmente. En el mundo de los negocios y de las relaciones internacionales, esto es básico.
Utilizar bien el inglés es otra habilidad esencial. Somos una universidad registrada en el Gobierno americano y el inglés es nuestra lengua vehicular. Aquí todas las asignaturas se imparten en ese idioma y, además, exigimos a los estudiantes aprender alguna de las lenguas de los países donde Schiller está presente. Si quieren trabajar exitosamente en Alemania o Francia, las empresas que reclutan talento en esos países exigen hablar alemán y francés.
Es importante comprender la forma en la que se maneja el inglés en las diferentes culturas, porque el uso del lenguaje es muy distinto. Por eso, la aproximación de profesores y alumnos de diferentes nacionalidades enriquece tanto. También es necesario entender cómo se hacen los negocios, porque los tiempos, las jerarquías, los documentos, etc. no son iguales en todos los países. Schiller sigue un proceso de educación que permite moverse en entornos variados, algo muy útil desde un punto de vista profesional.

A.B.: Nos decía Diamond (Nobel de Economía 2010) que el trato a la inmigración es un factor de influencia esencial para los grupos de alta formación, que tienen una increíble movilidad en este mundo globalizado, y destacaba la buena actitud de los americanos en este aspecto. ¿Compartimos los europeos esa predisposición para acoger a los inmigrantes? 
M.A.P.: Los americanos son tremendamente generosos y comparten todo el conocimiento que desarrollan, porque entienden que la investigación debe tener como resultado la difusión. Sin embargo, creo los europeos somos más solidarios, y no exigimos nada a cambio. Si tú eres una persona válida, con talento y que busca formación, ellos son más generosos que nosotros, pero te exigen “buscarte las habichuelas”, trabajar duro para conseguirlo. 
A diferencia de las universidades europeas, las norteamericanas han generado mucho conocimiento y han importado a gente que lo pudiese entender, por eso ha habido tanto trasvase. 
En Schiller, como universidad americana, hemos cogido lo bueno de su sistema educativo –porque la experiencia de estudio según su modelo es mucho más satisfactoria y práctica que la conseguida con el sistema europeo– y le hemos añadido la movilidad entre dos continentes. La formación universitaria en cuatro de los países líderes del mundo, ofreciendo la movilidad de una manera sencilla entre Francia, Alemania, España y Estados Unidos, proporciona un enriquecimiento que pocos sitios pueden proporcionar.
Poder vivir en una cultura distinta a la tuya tiene un valor incalculable y aporta una ventaja diferencial. Esta es una de las cosas que en España hemos descuidado mucho, porque nos hemos acostumbrado a que, cuando uno terminaba la carrera, su traspaso natural a una empresa era de becario. En Estados Unidos, quien se incorpora a una empresa tiene que añadir valor desde el primer momento. En Schiller, queremos conseguir que esa persona aporte una formación internacional tremendamente útil y que, además, tenga contactos, amigos muy íntimos en los países donde estamos, porque eso te abre muchas puertas. Para mí, la función de la universidad es darte un oficio que te permita tener una vida digna.

A.B.: ¿Cómo se produce esa movilidad entre los campus?
M.A.P.: En primer lugar, gracias a un modelo educativo totalmente flexible. Nuestro reto es explicar a los españoles que tienen que emigrar de un sistema muy tradicional a otro que les permita moverse por el mundo. Por eso, les recomendamos hacer aquí una serie de años y luego trasladarse a aquel campus que les ofrezca mejores salidas profesionales; sobre todo, en los dos mercados donde ahora tenemos gran demanda de gente joven con talento. Estos son: Estados Unidos, que vive una gran renovación en Florida, porque allí hay una potente industria bancaria en la que ser europeo es un valor añadido, porque tiene muchas relaciones con Latinoamérica, y porque existe una importante industria aeroespacial, además de ser la primera industria de cruceros del mundo; y Alemania, que necesita muy buenos gestores, que hablen idiomas y que entiendan el mercado internacional. 
Cuando estudias una carrera por el sistema europeo, todo está tan interrelacionado que no puedes interrumpir tus estudios durante los años de universidad, y esto condiciona muchísimo. En Schiller seguimos un sistema enormemente flexible, que se rige por meses.
Todas las carreras que impartimos están distribuidas en 40 asignaturas mensuales. Dentro de un espacio de tiempo razonable, el alumno puede hacerlas cuando quiera. Él decide su inicio, las paradas –permitidas después de periodos de cuatro meses– y el reinicio. Nuestro sistema se adapta a la necesidad del alumno, y no al revés, definiendo con él qué asignaturas quiere dar, en qué campus, cuándo, etc. 
Además, cada mes se estudia únicamente una asignatura. En el sistema americano, solo hay tres horas de clase al día; el alumno dispone del resto de tiempo para trabajar en la biblioteca y buscar información para realizar las presentaciones que luego debe exponer en clase. La capacidad de libertad, profundización y personalización de este método es mucho mayor. A veces, el modelo americano se ha criticado por ser más fácil, y claro que lo es, pero no porque enseñe menos sino porque te lo hace más fácil.
En Schiller tenemos programas de grado y de posgrado. Tanto el Associate, de dos años, y el Bachelor, otros dos más, como los Master, que duran entre un año y medio y dos. Los alumnos españoles normalmente cursan la mitad aquí y el resto en Estados Unidos, donde además tienen prácticas en empresas americanas. Lo mismo ocurre con Alemania. Es importante que primero aprendan aquí el sistema americano y refuercen su alemán, para poder irse luego.

A.B.: Nos decía Miguel Carmelo, presidente de la UEM, que la formación online podría llegar a suponer una revolución en el sistema educativo. ¿Está de acuerdo? ¿En qué medida las nuevas tecnologías han impactado en la formación de Schiller?
M.A.P.: Las tecnologías de la información son unas herramientas tremendamente útiles en el proceso de formación, pero son un medio, no el fin. El objetivo es la educación, el desarrollo de la persona como profesional.
Nosotros utilizamos la tecnología de una manera muy inteligente. Disponemos de una división online, que presta servicio a dos universidades en nuestro grupo, y que da flexibilidad a los alumnos para seguir estudiando las asignaturas mensuales donde quieran. Por ejemplo, me estoy acordando del caso de un estudiante marroquí, a quien su padre reclama durante ciertos meses. Este sistema online le permite continuar estudiando desde su país. 
Creo que la educación necesita siempre un profesor detrás, pero eso no impide tener una división online que facilite a los alumnos seguir las clases a distancia en determinados momentos. 
En otros entornos, existen tecnologías de simulación, que sirven más para el entrenamiento que para la educación. Yo, que soy marino, entiendo muy bien los simuladores, que te trasladan a mundos virtuales y te preparan para actuar de una manera mecánica; pero la educación es algo muy complejo, donde la interacción es fundamental. 
En los idiomas, por ejemplo, las tecnologías son muy eficaces, porque el aprendizaje de una lengua tiene una gran parte de entrenamiento. Es más, pasado un determinado nivel, es incluso mejor utilizar tecnologías de la información, porque puede que otros interrumpan tu velocidad de aprendizaje. Por eso, en Schiller hemos formado un laboratorio de idiomas excelente, donde utilizamos la mejor tecnología.

A.B.: Stanford o Harvard son algunas de las universidades que han puesto en marcha varios cursos gratuitos, los llamados MOOC (Massive Online Open Courses). ¿Cómo pueden afectar al modelo de negocio de las universidades?
M.A.P.: Las grandes universidades no quieren perder el tren de la innovación, eso significa que no se pueden permitir no estar en cualquier nuevo modelo educativo que surja. Por tanto, creo que es algo que tienen que hacer para no perder sus primeras posiciones en los puestos de salida de la carrera, y se sirven de estos cursos como una posibilidad enorme de difusión de conocimientos y de hacer marca.
Sin embargo, considero que donde realmente se aprende es en un proceso de reflexión personal y de interiorización de los conocimientos, que requiere del “roce” con el alumno. En un proceso de educación, hay veces que necesitas estar acompañado de personas que te van ayudando en la fabricación de tus propias ideas. 
No sé si los MOOC cambiarán el mundo de la educación en el futuro. Si ofrecen calidad y si realmente transforman a las personas, puede que sí; pero en la educación, el elemento humano es decisivo. Prueba de ello es la inversión de esas mismas universidades norteamericanas en la formación de sus profesores.

A.B.: En este momento de ausencia de salidas para la juventud, una propuesta formativa como la que Schiller ofrece: sin limitaciones por falta de movilidad, por manejo de idiomas, por conocimiento de otras culturas… supone una alternativa para la gente joven. ¿Han percibido una mayor concienciación de la importancia de una enseñanza internacional?
M.A.P: No hay un proceso de concienciación suficiente. Nos encontramos los dos extremos: padres que entienden que sus hijos solo tienen salida fuera y otros que ni se han enterado, algo tremendamente llamativo. Creo que tenemos un problema latente en España, y es que mucha gente no ha interiorizado que casi seis millones de parados quiere decir que la sociedad española tiene un exceso de oferta de mano de obra. Por la ley de la oferta y la demanda, esto va a provocar una caída de sueldos; es inevitable.
Al tener tanta oferta, el joven que se vaya a colocar o bien ofrece un valor claramente medible para la empresa o será tratado como una commodity. Esto es verdaderamente duro, porque quienes no aporten esa característica diferencial en su entrada al mundo del trabajo, estarán destinados a cobrar unos sueldos que no les permitirán construir una vida. Por lo tanto, es fundamental no limitarse al mercado local, y abrir la perspectiva al global. Si te das cuenta de que tu mercado es más grande, tus posibilidades de incorporación también lo serán.
Además, hay que tener en cuenta otro tipo de consecuencias. Si, con más de 30 años, entras en una empresa y no ves perspectivas, el efecto psicológico es demoledor. Muy probablemente, empieces a pensar que no vales, cuando en realidad lo que no hay es mercado, no hay posibilidades por muy bueno que seas.
Por último, está comprobado que si desarrollas una carrera internacional, tu vida profesional se alarga. En España las carreras son muy lineales; sin embargo, el mundo internacional permite mucho más fácilmente el reciclaje, cambiar de un puesto a otro, de una empresa a otra, incluso de sectores distintos. Esto enriquece tu currículum profesional y te hace más apto y válido para prolongarlo.
Por eso, los jóvenes deben prepararse para trabajar en el mercado internacional. Suelo decir que los títulos de Schiller son como una patente de corso, porque te permiten navegar por aguas distintas. Creo que hoy la cuestión es plantearse cómo me preparo para trabajar de lo que sea por el mundo.

A.B.: En los sistemas educativos anglosajones, conceptos como la ética, los valores, el juego limpio, la meritocracia…, están mucho más implantados que en el español. ¿Cómo han trasladado aquí esos elementos? 
M.A.P.: No solo aquí, a nuestro entorno español, porque en este campus hay distintas nacionalidades y religiones. Creo que lo más importante es algo que en la universidad norteamericana es básico: las reglas hay que cumplirlas. Esto se transmite a los alumnos en muchos aspectos. 
En primer lugar, el sistema de evaluación está claro antes de empezar. Ellos saben perfectamente cuánto se valora la participación en la clase, los exámenes, los trabajos… y cómo se les va a corregir. En segundo lugar, el alumno valora al profesor. Sorprendentemente, los que no logran la puntuación adecuada en una asignatura valoran a los profesores incluso mejor que quienes la consiguen, porque entienden que han sido justos en su valoración y que han sido ellos quienes han fallado. Además, los sistemas de puntuación no consideran únicamente el resultado del examen, sino la progresión en el programa.
En la multiculturalidad, entrar en aspectos de moralidad es muy complicado, porque tu moralidad es una evolución de la ética, y esta no es igual para un católico que para un judío, un musulmán o un calvinista. Por lo tanto, no podemos entrar ahí, pero sí en el cumplimiento del bien común, que es el cumplimiento de unas normas aceptadas que se consideran justas. Entre ellas, el respeto –tanto del alumno al profesor, como al revés– es fundamental y algo sobre lo que trabajamos constantemente.
También hacemos hincapié en el desarrollo de un buen criterio, en conseguir que las personas vayan creando una estructura mental que les permita que su capacidad de análisis y de decisión evolucione; de tal manera que puedan interpretar, no solo los cambios tecnológicos que mencionábamos antes, sino otro tipo de cambios, que a mí me importan mucho más, como son: el cambio de los valores, de los modelos, la evolución social, los fenómenos migratorios, etc.

A.B.: Entre sus responsabilidades como vicerrector, figuran la expansión de la universidad y la apertura de nuevos campus. ¿Cómo se están desarrollando?
M.A.P.: Nos gustaría volver a abrir en Londres, donde estuvimos muchos años y nos vimos obligados a cerrar por un problema legal, al igual muchas universidades privadas a las que se nos negaron los visados por no ser británicas. 
Seguimos apostando por más países europeos, porque pensamos que el sistema americano de enseñanza aporta un valor diferencial a Europa. Esta es la política de expansión en la que estoy trabajando.


Summer program: Marketing yourself & Market your business

Durante los meses julio y agosto, Schiller ofrece una atractiva propuesta académica, articulada en varios módulos. Una oferta orientada al desarrollo de las habilidades y estrategias de comunicación en el entorno multicultural, y al desarrollo de ideas de negocio, para emprender con éxito.

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Entrevista publicada en Executive Excellence nº104 jun13

 


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