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Una mirada cotidiana de la sociedad estadounidense

16 de Septiembre de 2011//
(Tiempo estimado: 5 - 9 minutos)

César García es profesor de Comunicación en Central Washington University. Doctor en Ciencias de la Información, antes de su paso definitivo al ámbito académico, trabajó para diversas empresas de comunicación en España donde ejerció como consultor de comunicación empresarial durante más de una década. 

Con cierto tinte autobiográfico, pero también “sin rehuir de los datos ni la investigación”, en su libro American Psique (Editorial LoQueNoExiste) César describe la forma de vida de los americanos considerándoles “como un todo porque, aunque es verdad que existen subculturas, hay aspectos de la psique americana que son comunes”. No es fácil hablar de un país como Estados Unidos del que, sin embargo, todo el mundo habla: “Todos las naciones tienen una relación y un sentimiento especial con EE.UU. Son muchos los libros que explican el fenómeno americano, y la tendencia se incrementa. Con este libro, trato de reflejar cómo es su gente a principios del siglo XXI, no los grandes asuntos de la economía y la política, sino simplemente cuál es la forma de enfrentarse a la vida que tiene un americano”. 

Para César García, American psique tiene una vocación didáctica, “pues intenta recuperar la idea original de los intelectuales españoles de primeros de siglo que llegaron a EE.UU. para aprender y descubrir otras visiones de la realidad que, quizá también ahora, podamos imitar o adaptar”.

ALDARA BARRIENTOS: Dice que cuando llegó a EE.UU. “pensaba que sabía mucho del país, pero poco a poco he ido deconstruyendo la cultura americana”. ¿Qué grandes mitos y pensamientos preconcebidos ha ido desmontando?

CÉSAR GARCÍA: Creo que los que todavía tienen muchos españoles. Estamos un poco obsesionados con el estado del bienestar, que considero una trampa léxica. Para mí estado del bienestar sería que la gente pudiese acabar los estudios, trabajar y tener un proyecto de vida, y eso allí lo tienen, incluso durante la crisis. De hecho, todos mis estudiantes encuentran trabajo, sólo hay un 4% de paro universitario. 

Para tener estado de bienestar tienes que ser muy eficaz. En España hemos puesto mucho énfasis en la idea de la redistribución, pero somos muy poco eficaces. No hay más que darse cuenta de las dificultades para hacer cualquier reforma. Lo único descartable sería nuestro sistema sanitario de cobertura universal.

Otro de los mitos es que en Estados Unidos no hay mecanismos de redistribución de la riqueza, y no es así. Mi impresión es que son mucho más casuísticos. Cada vez que investigas sobre los requisitos para obtener una beca o un determinado subsidio, la situación te desborda, porque los casos son muchos y complicados, no dejan ningún resquicio. Siempre encuentras esa fuerza de la casuística, totalmente opuesta a la idea del café para todos de aquí. 

A.B.: ¿Hasta qué punto la crisis está poniendo en peligro la confianza de los americanos en las personas y en las instituciones? 

C.G.: No diría tanto por la crisis, pero sí creo que se está produciendo un proceso inverso a la americanización del mundo. El fútbol, por ejemplo, que siempre se ha considerado un deporte antagónico al mundo americano, empieza a cobrar gran fuerza, superando incluso al béisbol. Creo que esto se puede hacer extensivo a otros aspectos y que, en cierta manera, la clase media se ha descuidado y confiado demasiado en el éxito.

Mi generación siente algo de resentimiento contra los baby boomers, porque en términos materiales -aun teniendo mucha mejor formación- ni siquiera van a conseguir lo mismo que ellos. Eso no quiere decir que no sigan conservando una permanente actitud de prosperar y soñar con el éxito, pero saben que las circunstancias han cambiado. A pesar de todo, continúan siendo optimistas y sienten que viven en el mejor lugar del mundo. 

A.B.: La mayor parte de los capítulos del libro está dedicada a intangibles y valores de la sociedad americana (confianza, servicio, libertad, optimismo, transparencia…), excepto uno destinado a la universidad. ¿Por qué esa distinción para este tema? ¿Deberíamos aprender del sistema universitario americano?

C.G.: Es importante, porque la universidad en Estados Unidos es un gran ritual y un factor de crecimiento personal que invita a los alumnos a tomar decisiones. 

La universidad ofrece varias opciones vitales a los estudiantes y les propone participar en las diferentes asociaciones por el componente del liderazgo. La idea de gestionar una organización y de asumir un rol es muy apreciada desde el inicio. 

También es habitual que los alumnos trabajen mientras hacen la carrera, pero no sólo para pagar la matrícula sino por una cuestión de madurez. Es decir, ir a la universidad supone meterte de lleno en la vida cotidiana y asumir responsabilidades en solitario.

Es necesario distinguir entre los diferentes tipos de universidades. Por un lado, están las llamadas universidades de investigación (research universities), que no son más de 100 grandes instituciones donde el principal objetivo de sus docentes es la investigación; después están las teaching universities, donde hay una mayor preocupación por el contacto con el estudiante y están más centradas en la calidad de la enseñanza, y no en contar con una eminencia entre sus filas, aunque yo creo que una cosa no está reñida con otra. También existen los Liberal Arts Colleges, instituciones educativas pensadas para tener una cultura global. Por ejemplo, en la Universidad de Saint John’s College, en Annapolis, los cuatro años se centran en el estudio de 100 autores, filósofos y músicos de la cultura occidental, principalmente. Por último, están los community colleges, para gente con menos recursos que no tiene posibilidades de desplazarse y que, habitualmente, cursa los dos primeros años de educación general en un community college, mientras trabaja y ahorra para poder terminar los dos últimos en la universidad.

A.B.: En España no tenemos universidades destacables a nivel internacional, al estilo de las de investigación que mencionaba, aunque sí contamos con escuelas de negocio de primer orden. ¿Por qué cree que se da esta situación en nuestro país?

C.G.: España es un país de dos velocidades, con un conjunto de empresas muy potentes en algunos sectores y que se pueden comparar con las mejores, al igual que sus escuelas de negocios. Frente a eso, podríamos decir que está todo lo demás. Creo que este abismo existe a todos los niveles.

Afortunadamente, las escuelas de negocio no funcionan siguiendo las pautas del Ministerio de Educación, sino que tienen autonomía, sus procesos de contratación son libres y reclutan talento de fuera, son internacionales... En cierto sentido, funcionan como universidades norteamericanas. Ellos forman sus equipos, no como en los departamentos de la universidad española, donde sale una plaza por la que puede competir gente muy variopinta y que probablemente tú no hubieses elegido. Es decir, existen unos sistemas estandarizados que no siempre responden a las necesidades del departamento. Eso es tremendamente ineficiente, pues no tiene en cuenta el componente intelectual que cada departamento quiere dar a su área. 

A.B.: Alan Solomont, embajador de EE.UU. en España, decía que “la cultura americana tiene una tremenda consideración respecto de sus emprendedores”. ¿Considera que ese respeto social es el que motiva que nazcan tantos emprendedores americanos? ¿Existen otros factores?

C.G.: Se dan muchas explicaciones sobre este tema, incluso algunas antropológicas que remiten al catolicismo, a la hidalguía y a la idea de que intentar ganar dinero es poco decoroso. Sinceramente, creo que faltan incentivos y el emprendedor no tiene fe en que el riesgo que está obligado a asumir pueda resultar en algo bueno para su vida y para la sociedad

Además, en Estados Unidos existe una vocación de servicio innata. No se trata de colaborar con una ONG en tu tiempo libre, sino de una creencia interior y muy profunda de servicio al cliente, a la familia, a tus amigos... creo que de esa vocación de servicio se desprende la idea de crear proyectos y empresas, sumar voluntades, ofrecer servicios innovadores... como algo más altruista, como un idealismo auténtico. 

Para mis alumnos, to make a difference es ayudar a los otros con su trabajo. Eso no quiere decir que ellos no se enriquezcan, pero sí piensan que las dos cosas son compatibles y que es importante en sus vidas que otros se beneficien de su talento.

Aparte de los incentivos y la idea de servicio, también hay que considerar la formación. Aunque puedan tener ciertas lagunas en algunos conocimientos, desde las asociaciones y las fraternidades se invita mucho a que todos los alumnos pongan en marcha sus ideas, incluso mientras son estudiantes. Para ellos, los empresarios de éxito son héroes.

A.B.: En los tres últimos años -nos decía el embajador- la inversión española en EE.UU. se ha triplicado y ocupa el décimo lugar en relación al volumen de inversión extranjera en el país. ¿Qué consejo le daría a los españoles que quieran hacer negocios allí? ¿Qué características de la psique americana deben tener en cuenta? 

C.G.: Les diría que tengan paciencia y que asuman, desde el principio, que la imagen de España en Estados Unidos es muy débil. En muchos sentidos es un país que casi no existe, está por inventarse. A veces pesa más la dimensión de país hispano, otras veces de país europeo, pero siempre figura como una nación muy secundaria, con muy poca identidad propia. 

También deben tener en cuenta que es una sociedad muy narcisista. Mi consejo sería que, cuando trabajen en una idea o en la presentación de un proyecto, es muy importante considerar que para ellos la vida es especial; por eso es necesario hacerles sentir que les están sucediendo cosas extraordinarias y tratar de manera especial a tu público. A los americanos les gusta mucho organizar eventos por razones que a veces nosotros consideramos muy nimias, pero que para ellos añaden “color” a la vida. Ser capaces de generar experiencias memorables, apelando a lo emocional (el recuerdo de aquel día, la posibilidad de tomar una foto de un momento especial…) es algo que valoran mucho.

Otra diferencia tiene que ver con el enfado. Los españoles tendemos a expresar nuestra disconformidad, incluso a veces perdemos el control y decimos una expresión que puede ser altisonante, y es algo que no está mal visto. Un americano, aunque esté enfadado, no lo va a demostrar así. En realidad no son tan directos como ellos creen. Pueden estar molestos pero siempre mantendrán unas formas, incluso el sentido del humor. Y son realmente duros con quienes no se comportan correctamente, no sólo en el mundo de los negocios. 


Entrevista publicada en Executive Excellence nº84 sept11