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Recuperación y futuro de la economía española

11 de Junio de 2015//
(Tiempo estimado: 6 - 11 minutos)

El director de la Oficina Económica del presidente del Gobierno, Álvaro Nadal, fue el responsable de la conferencia inaugural del Congreso CEDE 2015, en la que analizó la evolución de la economía española de las últimas décadas y explicó las claves de la reciente recuperación, con especial énfasis en el cambio estructural de la misma. Estas fueron algunas de sus declaraciones:

Historia económica de España

Pocas veces se habla de la historia de éxito de España, de las dos generaciones pasadas en las que nuestro país ha sido la quinta o sexta mejor economía. Hemos avanzado el porcentaje de nuestro PIB por habitante respecto al marco de referencia mundial, que es Estados Unidos. 

En el año 50 teníamos un PIB por habitante similar al que actualmente tienen Bulgaria o Rumanía. Hoy nos situamos en la media europea y en el 75% del PIB por habitante con respecto a Estados Unidos (que es 100). Hemos llegado a avanzar prácticamente 40 puntos. Lo interesante de la política económica es conocer nuestra historia y en qué consiste este modelo español de éxito.

El problema de nuestra economía siempre ha sido el mismo. España es un país abierto, que comapra al exterior lo que necesita. Un tercio de lo que nuestras familias consumen lo importamos, al igual que un 50% de lo que nuestras empresas invierten en bienes de equipo, por no hablar de materias primas y de productos intermedios que necesitamos del resto del mundo. 

La riqueza de la economía española es poder comprar del exterior, porque somos una economía abierta que necesita recursos del exterior; no tenemos de todo ni sabemos hacer de todo. Por tanto, para poder ser más, necesitamos producir y vender, o tener recursos con los cuales comprar del exterior. Esto que estoy diciendo es una obviedad, y sin embargo parece que es el elemento más recurrente en la discusión de política económica.

En los años 50 España era un país pobre, porque teníamos muy poco que vender. Nuestra capacidad exportadora estaba compuesta por cítricos, algo de minería y un turismo que ahora nos parecería de juguete. Hoy somos un país mucho más rico. Nuestra primera exportación en bienes es en bienes de equipo; la segunda en química, con industrias fortísimas tanto en petroquímica como en farmacéutica, y la tercera en automóviles. El siguiente sector es el agroalimentario (80%elaborado y 20% fresco), seguido por una cierta industria de bienes de consumo final. 

España será más rica en la medida en que sea capaz de insertar sus procesos productivos en las grandes cadenas de valor añadido global. Estamos especializándonos muy bien en procesos intermedios, en bienes de compra y en algún producto final.

Tradicionalmente, el servicio por excelencia ha sido el turismo. Sin embargo, desde hace tres años, los servicios de empresa: ingeniería, consultoría, logística, marketing, finanzas, seguros, auditoría… ingresan más en nuestra balanza de pagos que el turismo. Somos más ricos, porque nuestra economía está mucho más diversificada. Necesitamos producir bienes y servicios para vender fuera y exportar. 

Tres lecciones

1. Vamos hacia arriba. Progresivamente la economía española se ha ido globalizando más, ha ido participando cada vez más en el comercio internacional y nuestras empresas están más internacionalizadas.

2. No siempre hemos ido hacia arriba. Tenemos dos etapas de descenso (del año 84 al 91 y de 2004 a 2008). El problema de la economía española siempre ha sido de competitividad. En cuanto esta mejora, también lo hace la exportación, y con ella la actividad de los sectores no abiertos, se genera empleo, hay una mayor recaudación por parte de las administraciones públicas y se puede mejorar el estado del bienestar. Quien empieza por el final de la cadena se equivoca. Ante las próximas elecciones generales de diciembre, salvo el Gobierno y el partido que lo sustenta, estamos escuchando a quien empieza por el final de la cadena, por la mejora de su estado de bienestar desde una economía del reparto, frente a la necesidad de mejorar la competitividad, que es la que siempre nos ha permitido un mayor nivel de vida.

Al ser una economía que necesita recursos del exterior, si no se es lo suficientemente competitivo, si no se tiene la suficiente capacidad para vender (puesto que para invertir y para consumir hay que comprar de fuera), nos empezamos a endeudar en exceso y acabamos en una crisis simultánea de competitividad y financiera. Por eso, los momentos de caída terminan cuando empieza una crisis (como sucedió con la crisis del 92 y con la actual crisis de 2007). Quien se despista en aplicar la política económica a la competitividad no solo está dañando la capacidad de crecimiento de la economía española, sino provocando la siguiente crisis.

3. En los tres últimos años hemos pasado de unas exportaciones que suponen una cuarta parte del PIB a unas que suponen la tercera parte; algo que ni siquiera los países pequeños, que por fuerza tienen que ser mucho más abiertos, ni Irlanda ni los países Bálticos dentro del euro han conseguido. Esto es lo que realmente está mejorando la visión de España en el mundo, esta es la razón por la cual la prima de riesgo empezó a bajar. Tenemos un 30% más de empresas exportadoras, una capacidad de venta en el exterior como nunca antes, y mejoras en mercados tan lejanos como el australiano, donde nuestra exportación se ha duplicado en apenas tres años.

Hemos resuelto nuestros problemas de pobreza como país durante dos generaciones, modernizando nuestra economía, mejorando la competitividad y recuperando el terreno perdido por llegar tarde a las dos revoluciones industriales.

La receta española

Tiene dos ingredientes y medio: reformas estructurales, estabilidad macroeconómica y entrada en el euro. Hasta el años 96, la devaluación de la peseta había sido la mejor manera de arrancar un proceso expansivo en España. Ganar competitividad precio a través de una devaluación de la moneda tiene además muchas ventajas, porque todo el mundo tiene la misma cura de humildad (caen los salarios para todos, cae la capitalización bursátil a todas las empresas internacionales, etc.).

La cuestión es: si en el pasado todos los ciclos expansivos se iniciaron con una devaluación de la peseta para ganar en competitividad, ¿por qué nos metimos en el euro? En el año 96 el gobierno de José María Aznar decide entrar en el proceso de convergencia de la unidad para que la economía española forme parte del euro, y pierda por tanto la devaluación como instrumento de salida de todos los procesos de recesión.

Como del año 75 al 95 no hubo una profundidad de reformas estructurales ni una modernización suficientemente adecuada de nuestra economía, sino que solo utilizábamos la devaluación como instrumento de recuperación y de ganancia de competitividad (tuvimos cinco episodios devaluatorios en esos 20 años), cada vez que caía la peseta, al alemán que se había comprado una casa en la Costa Brava en marcos le habíamos hecho una pérdida de sus ahorros de un 25%, o a la empresa multinacional que había invertido en nuestra fábrica de coches le bajaba un 25% su capital, y no digamos a los que habían invertido en deuda privada o pública española. A base de devaluar de media una vez cada cuatro años, el país tenía tan vapuleada su moneda y las primas de riesgo que nos exigían para compensar la siguiente devaluación que iba a venir eran tan elevadas, que los costes financieros eran insoportables. De hecho, del año 75 al 95 en España no se crea un solo empleo (trabajaron 12 millones y medio de personas de media), eso quiere decir que el país estaba infra-capitalizado, las empresas no podían invertir lo suficiente. 

El euro nos modernizó, nos permitió crear empleo y el 90% de la economía española mejoró de manera espectacular. Hoy tenemos 17.800.000 personas trabajando, según la EPA, después de haber pasado la crisis; es decir, la España del euro, con crisis incluida y con sus dos años de recuperación, es más rica. Por eso, España no puede, ni por casualidad, plantearse otra cosa que seguir en el euro. Eso sí, con una disciplina.

Todos los que estamos aquí sabemos que el euro es el marco. No habríamos creado una unión monetaria con el franco o con el escudo portugués, sino con el marco alemán, porque eran ellos los que tenían estabilidad, tipos de interés bajo y tradición de baja inflación. Eso es disciplina.

Con respecto a los costes laborales unitarios, y en relación a nuestros principales competidores, perdimos mucha competitividad en los primeros años de la zona euro, hasta 30 puntos. Básicamente, sucedía que si nosotros subíamos nuestros precios un 3,5%, los alemanes lo hacían en un 0,5%; y si subíamos los salarios un 4%, los alemanes solo un 1%. Al final, por mucha mejora de calidad que tengas en tus procesos productivos y por mucha innovación que metas, 30 puntos de competitividad en costes es imposible recuperarlos de un día para otro. A pesar de todo, también esto lo hemos corregido muchísimo. ¿Cómo?

Ahora estamos ganando competitividad, porque nuestros salarios crecen menos que los del vecino y también nuestros precios, al mismo tiempo que la economía va avanzando. Llevamos 25 meses consecutivos en los que nuestra inflación está por debajo de la alemana, algo no había ocurrido nunca. Estamos ganando competitividad y poder adquisitivo simultáneamente, cosa que tampoco había pasado hasta ahora. 

Cuando teníamos una inflación mucho más alta que la alemana, debíamos elegir o ganar poder adquisitivo o ganar productividad, pero no ambas cosas; ahora sí lo estamos haciendo: ganamos poder adquisitivo y competitividad a la vez. Por eso debemos seguir con este modelo que funciona, a pesar de que desde la oposición se esté criticando.

Además, los niveles de actividad están siendo sustancialmente superiores a los niveles con los que empezó la legislatura, y los de empleo no están siendo sustancialmente inferiores. La recuperación de mediados de 2013 se produce motivada por un duro ajuste en términos fiscales y por una serie de reformas estructurales que fueron a apoyar la competitividad de las empresas. Los cinco grandes costes de las empresas (laboral, financiero, energético, administrativo y tributario) requerían cinco grandes reformas, y esa ha sido la orientación de la política económica española, a favor de la competitividad.

Cuando a principios de 2013 empiezan a aparecer cifras de dos dígitos en exportación, las cosas comienzan a mejorar. La ventaja del ciclo actual es que tiene la misma cadena causal que los anteriores. Exportamos más, hay más nivel de actividad económica y mejora la competitividad, lo cual está tirando poco a poco del resto de los sectores, está tirando también del empleo y generando mejoras en la recaudación que están permitiendo cerrar el déficit y evitar hacer una política de ajuste. 

Hoy nuestra inflación está por debajo de Alemania y otros países europeos de referencia; por primera vez tenemos un superávit exterior, a pesar de estar en época de expansión; la aportación de la demanda externa e interna van en la misma dirección; y, sobre todo, es la primera vez en nuestra historia que iniciamos un proceso de expansión sin devaluar la peseta. 

Habitualmente, cada expansión llevaba aparejada el deterioro del sector exterior y de la competitividad, así como un aumento de la importación que llevaba al endeudamiento, y al inicio del ciclo de la crisis. Por eso, pensamos que la próxima legislatura habrá mucha capacidad de crecimiento. 

Los agentes sociales, las empresas y las administraciones están aprendiendo a jugar dentro de las reglas de estabilidad que han dado éxito a los países del Norte de Europa. Este es el reto de la legislatura que viene. O nos tomamos en serio seguir este proceso de convertir a España y aprender de las buenas prácticas de aquellos países que tienen un mayor PIB por habitante que nosotros, para poder gestionar una economía más moderna y potente, o seguimos a los que dicen que la economía española no tiene problemas de modernización ni de competitividad, que se puede hacer lo que se quiera con el gasto público y energético, porque realmente la cuestión está en el reparto y la distribución. Eso es lo que nos estamos jugando en la próxima legislatura.

Creo hay una perspectiva de futuro extraordinaria para la economía española. Evidentemente, es una manera de funcionar más lenta que la devaluación de la peseta, pero es sólida y permitirá transformar nuestro país. Esa es nuestra aspiración, conseguir que España esté a la cabeza de Europa (y no solo en la media) y en las primeras posiciones del mundo en las próximas generaciones.


Publicado en Executive Excellence nº124 octubre 2015