¿Cómo acelerar la movilidad eléctrica?
La movilidad eléctrica es imparable, pero desigual. Implantándose en el automóvil, su desarrollo en el agua es incipiente. El ferry “volador” Candela, el ferry eléctrico más eficiente, comenzará a operar en Estocolmo en 2023 tras un período de pruebas, reemplazando progresivamente a la flota de más de 70 embarcaciones diésel de la capital sueca. También es una realidad Mayflower 400, el primer barco autónomo que ha cruzado el Atlántico, propulsado por motores eléctricos que funcionan con paneles solares y capitaneado por IA.
En el transporte terrestre, la electrificación de los autobuses progresa a buen ritmo globalmente. España cuenta con el líder europeo en el mercado de autobuses eléctricos y de hidrógeno: Solaris, perteneciente al Grupo CAF. Según Kepa Mendikute, director general de Solaris Bus Ibérica: “Es verdad que la presencia de autobuses eléctricos en nuestras ciudades hasta hace unos años era relativamente baja. Esto ha cambiado de forma sustancial y el cambio de tendencia es evidente en este aspecto. El apoyo de la Administración para la aceleración de toda esta transición está siendo clave. No hay que olvidar que los operadores necesitan incentivos para impulsar la compra de autobuses limpios, mientras se igualan costes y prestaciones con el convencional”. Los gobiernos han introducido normativas e incentivos para acelerar el cambio a la movilidad sostenible
Otro ejemplo es el de Malloy Aeronautics –con un español al frente, Oriol Badía Rafart–, que crea y produce vehículos no tripulados de carga pesada diseñados para resolver la llamada logística de última milla. Actualmente, estos vehículos están siendo muy demandados por el ámbito de la defensa, pero la compañía explora más allá. “Nuestro T400 –afirma Badía– sería el equivalente más cercano a la hoverbike o moto voladora. Es un vehículo de carga muy grande, capaz de llevar a casi dos personas, con baterías eléctricas, por supuesto”. Radicados en UK, el CEO de Malloy Aeronautics reconoce las facilidades de estar inmersos en una cultura caracterizada por aceptar el riesgo y promover la innovación a largo plazo: “Por un lado, aquí hay dinero y gente dispuesta a invertirlo para ser el primero en llegar a generar productos que les van a reportar un retorno notable. Existe mucha industria debido a eso. Además de esa competitividad, hay también mayor disponibilidad de mano de obra. En Inglaterra se entiende el valor de la innovación y el hecho de que hay cosas que son nuevas y fallan, pero que no hay que pararlas sino aprender de ellas.
Realmente, esto es algo que solo te puedes permitir cuando no tienes problemas para sobrevivir ni grandes deudas a nivel nacional. También hacen un esfuerzo por educar e inculcar a la población las ventajas de apostar por una innovación que quizá no dé frutos inmediatamente, pero que será muy beneficiosa con el tiempo. Todo esto genera la confianza interna necesaria para lanzarse y decidirse a hacer planes, aunque a veces no salgan bien".
En el caso del fabricante sueco Candela, su ferry eléctrico será un transporte público gracias a una colaboración con las autoridades locales de Estocolmo y financiación de la UE. La ayuda gubernamental promueve la innovación, pero justificar cualquier inversión pública requiere de argumentos sólidos.
Jessika Trancik es profesora del Institute for Data, Systems, and Society del MIT (Massachusetts Institute of Technology). Varias de sus teorías y modelos se han aplicado a tecnologías energéticas nuevas y en desarrollo, como la energía solar y las baterías, y a sistemas de electricidad y transporte. Sus modelos también se usan para fundamentar la política de innovación de gobiernos. “Nuestro rol como investigadores es identificar qué escenarios son eficientes, y si la realidad dista mucho de ellos. Quienes toman decisiones en el sector público y privado son los que han de mejorar el contexto para acercarnos a ese escenario eficiente”, afirma. Los beneficios de la adopción de vehículos eléctricos son evidentes, pero el reto radica en cómo expandir las infraestructuras de recarga, asegurando que sean accesibles
Su trabajo demuestra que existe un tremendo potencial para la adopción de vehículos eléctricos, “los cuales ofrecen sustanciales disminuciones en la emisión, incluso teniendo en cuenta que la generación eléctrica no siempre está libre de emisiones de CO2. Los beneficios son evidentes, pero el reto radica en cómo expandir las infraestructuras de recarga, asegurando que sean accesibles; así como la consecución de las inversiones necesarias para ampliar dicha infraestructura, allá donde la expansión sea más eficiente. La aproximación a esta cuestión parte de comprender cómo consumen las personas energía en sus vehículos, dónde se paran, durante cuánto tiempo, etc., para poder estimar cuantitativamente los efectos de instalar cargadores en diferentes localizaciones”.
COSTES QUE LASTRAN LA EFICIENCIA
El uso generalizado de los coches eléctricos ya está cambiando la industria automotriz y contribuyendo a la descarbonización del planeta. Según el último informe Long-Term Electric Vehicle Outlook (EVO) de BloombergNEF: “Para llegar a una flota global de cero emisiones netas para 2050, los vehículos de cero emisiones deben representar el 61% de las ventas globales de nuevos vehículos de pasajeros para 2030, el 93% para 2035, y el último vehículo de combustión interna de cualquier segmento deberá ser vendido en 2038”.
Al reto de la infraestructura de recarga se suma el de la regulación, un elemento en principio estimulador. Los gobiernos han introducido normativas e incentivos para acelerar el cambio a la movilidad sostenible y hoy la mayoría ofrecen subsidios a la adquisición de VE. La UE ha puesto en marcha el programa “Fit for 55” y la Administración Biden ha fijado como objetivo que el 50% de los vehículos estadounidenses sean eléctricos en 2030, en parte para tratar de posicionarse como líder frente a una China que duplica a EE.UU. en el número de VE y cuya tasa de crecimiento de su mercado doméstico es el doble de la del país norteamericano. Se prevé que el 46% de las nuevas matriculaciones en China sean de coches eléctricos en 2030, gracias al impulso de la legislación. En Europa, esta cifra será del 40%.
En cualquier caso, la compra de estos vehículos está irremediablemente vinculada con la disponibilidad de una red de cargadores de carga rápida. “Ciertamente, la regulación influye y un proceso lento en la obtención de permisos para la instalación incurre en lo que denominamos soft costs, que incrementan sustancialmente los costes de estos cargadores”, explica Jessika Trancik. “Cuanto más seamos capaces de reducir esos costes, a través de legislaciones y procesos de obtención de permisos eficientes, más deprisa y mejor podremos avanzar en la reducción de las emisiones de CO2.
La aparición y medición de los costes soft del vehículo eléctrico es todavía incipiente, pero el caso de la energía solar (instalación de paneles fotovoltaicos) puede servirnos como ejemplo: Alemania tiene unos costes soft del 50% respecto de los de EE.UU. Es importante tener regulación, pero también que esta impulse al sector privado en la dirección que vaya a ser beneficiosa para la transición energética. Si, por el contrario, la regulación hace que los proyectos se retrasen, estas demoras pueden traducirse en un aumento significativo del coste, por la reducción de la eficiencia y la ralentización de la transición hacia una energía limpia”.
Artículo publicado en Executive Excellence n181, julio-septiembre 2022.
Imagen de apertura: El ferry eléctrico de Candela, en Estocolmo.
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