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Moderna, biotech del futuro

(Tiempo estimado: 5 - 9 minutos)

Marcello Damiani es director de Estrategia Digital y Excelencia Operacional en Moderna, compañía de biotecnología que actualmente está construyendo la tecnología, los procesos y el panorama de digitalización necesarios para avanzar en la investigación y desarrollo de fármacos basados en la ciencia del ARNm (ácido ribonucleico mensajero), algo tremendamente innovador.

Durante su intervención en el encuentro virtual “Reimagine the future of Artificial Intelligence”, explicó los pormenores del novedoso proceso que Moderna ha implementado para ser capaz de producir la vacuna para el COVID-19 en tan sólo dos meses.

Desde su actual puesto, Damiani ha sido el máximo responsable de la estrategia de digitalización de la empresa y los procesos de negocio, utilizando tecnologías de vanguardia, como robótica, automatización, computación en la nube, IoT, Inteligencia Artificial y machine learning. Con más de dos décadas de amplia experiencia en compañías tecnológicas y de ciencias de la salud, y una verdadera pasión por hacer que lo digital sea una realidad, a lo largo de su trayectoria ha desempeñado un rol de liderazgo en multinacionales europeas y estadounidenses.

Antes de unirse a Moderna, fue esencial en la concepción y construcción de tecnología y soluciones para ayudar a resolver desafíos comerciales, primero en Motorola y luego en bioMérieux. Destaca especialmente su capacidad para visualizar y elaborar estrategias, implementando programas innovadores que actualicen y racionalicen los paisajes digitales, transformando el flujo de información de una empresa, y mejoren productos y procesos de la empresa a través de la digitalización.

Damiani posee un Master en Ciencias en Arquitectura de Sistemas de Información y Comunicación por la Universidad de Toulouse en Francia, y un Executive MBA a través de TRIUM, una alianza de tres de las mejores escuelas de negocios del mundo: la London School of Economics, la Stern School of Business de NYU y la HEC School of Management de París.

VIJAY VAITHEESWARAN: En estos momentos, estáis enfocados en la creación de una vacuna para el COVID-19. ¿Cómo ha afectado operacionalmente esta crisis a Moderna?

MARCELLO DAMIANI: En primer lugar, me gustaría contextualizar brevemente. Comencé mi carrera de ingeniero desarrollando herramientas para testar el software que incorporábamos en satélites, y después pasé a trabajar en compañías de diagnóstico del sector salud hasta que, hace un lustro, me uní a Moderna, cuando todavía era una start-up, para ayudar a construir su paisaje digital. Explico esto, porque disfruté del lujo que supone partir de un lienzo en blanco en el que hemos ido dando pasos hacia atrás y hacia delante hasta el pasado 13 de enero, cuando recibimos la secuencia genética del COVID-19. A partir de ese instante, gracias a que tenemos una infraestructura completamente digital, pudimos centrarnos de inmediato en la actual pandemia.

Para entender cómo hemos podido hacerlo, hay que saber qué hace Moderna y cómo funciona nuestra tecnología. El ARNm (ácido ribonucleico mensajero) es el vehículo a través del cual se envían las instrucciones a una célula para producir proteínas que sirven para curar o prevenir enfermedades. Las hormonas, los factores de crecimiento… todos ellos son proteínas, y el ARNm, que sirve para trasladar instrucciones, existe no sólo en los animales sino también en las plantas y en todos los seres vivos.

Para poder elaborar una vacuna para el COVID-19, como para cualquier vacuna, lo que hacemos es mandar instrucciones a las células. En esas instrucciones, incluimos el código de proteínas que están en la superficie del virus. Así entrenamos al sistema inmune para reconocer y atacar esas proteínas, de manera que cuando las personas se vean infectadas por el verdadero virus, dispongan de un sistema inmune que lo ataque y evite la replicación del mismo en el organismo.

Si en Moderna no hubiésemos contado con una infraestructura completamente digitalizada, habría sido imposible producir la vacuna en dos meses, que es lo que hemos tardado. Hemos conseguido pasar de 20 meses, que si no me equivoco es el récord previo de realización de una vacuna, a sólo dos, contando desde el momento en el cual recibimos el código (secuencia) genético por Internet (no recibimos una muestra real) hasta la generación de una vacuna para hacer pruebas. Así es como una empresa que se ha diseñado para funcionar digitalmente es capaz, utilizando algoritmos y habiendo aprendido de experiencias previas, de acelerar el desarrollo y poder entrar en pruebas clínicas.

V.V.: Para quienes no estén familiarizadas, hay que decir que el proceso de desarrollo de vacunas suele durar años, pero Moderna ha conseguido llevarlo a otra dimensión. ¿Cómo acelera el proceso esta aproximación digital?

M.D.: Hemos digitalizado todas y cada una de las funciones de la compañía (los entornos de investigación, de fabricación, de ensayos clínicos...). A la hora de diseñar sus secuencias ARNm, los científicos acuden a web portals para codificar la proteína que necesiten producir.

Hemos planteado todo el proceso desde una perspectiva digital, recogiendo información y datos digitales en cada paso. En la ciencia real, los datos no se pueden obtener así, sino que se han de recolectar a través de la experimentación. Nosotros capturamos los datos a través de una infraestructura digital construida con este propósito y, una vez que los tenemos, construimos algoritmos por encima de ellos –que pueden ser desde algoritmos simples basados en reglas hasta sofisticados algoritmos de redes neurales–, y estos nos ayudan al diseño de las secuencias de bases para nuestro ARNm, tanto para el COVID-19 como para otros productos en los que trabajamos.

En el caso de la vacuna del COVID-19, hubo principalmente dos algoritmos que utilizamos para optimizar la secuencia de ARNm y la producción de la misma, lo que ha contribuido a tener una gran calidad en el producto desde el principio.

Si hubiésemos hecho este proceso hace cinco años, cuando carecíamos de esta infraestructura digital, no solamente habríamos fallado varias veces antes de conseguir producir la vacuna, sino que habríamos tardado mucho más. Esta vez hemos conseguido acertar a la primera, gracias a los aprendizajes previos. Hemos entrado en un círculo virtuoso que nos permite experimentar más, obteniendo más datos que nos permiten desarrollar más algoritmos, que a su vez nos permiten seguir experimentando.

V.V.: Si lo he comprendido bien, se ha de pasar por las pruebas clínicas y después por un proceso para escalar la producción, pero lo interesante es que para crear las vacunas ARNm han construido una plataforma que no sólo sirve para el COVID-19, sino también para futuros desarrollos de otras vacunas, pues es un entorno donde se acumula la experiencia y el conocimiento.

M.D.: Absolutamente. El ARNm es como un sistema de información digital donde, en vez de tener unos y ceros, tenemos cuatro bases: Adenina, Guanina, Citosina y Timina, que codifican todas las proteínas del organismo. Lo que se cambia es el código y la secuencia para producir la proteína, o el antígeno que falta y que es la proteína que está sobre la cubierta del virus y que necesitamos para poder inducir a las células blancas a atacar el virus.

Esta nueva tecnología es fascinante, pero necesita de un entorno digital para aprender a través de todas las plataformas. Se puede aprender y extraer conocimiento para aplicarlo a otros problemas, como el de las enfermedades raras, oncología o enfermedades cardiovasculares. El aprendizaje que obtenemos se expande a otras áreas terapéuticas y a través de otras plataformas.

V.V.: Para muchas compañías, la transformación digital ha sido muy grande, pero para las que han nacido digitales, quizás el cambio no lo haya sido tanto. ¿Qué ha supuesto para Moderna?

M.D.: Nosotros ya habíamos cambiado a digital, y teníamos todos los elementos y los empleados preparados para afrontar una situación como la actual. La pandemia nos ha permitido demostrar que estábamos listos y adaptarnos rápidamente y sin dificultades, siendo ágiles y reactivos. Creo que la clave, en nuestro caso, es que nos hemos constituido teniendo la digitalización en mente desde el principio. Obviamente, el hecho de no contar con un legado cultural, al no ser una compañía establecida ni grande, es una ventaja en este momento.

V.V.: Marcello, ocupa usted dos puestos a la vez: CTO y Excelencia Operacional. ¿Por qué y cuál es la estrategia de unir ambas responsabilidades?

M.D.: Si lo que se desea es optimizar y tener un sistema data céntrico en la totalidad de los procesos, de comienzo a fin, y además se quieren automatizar los procesos a lo largo de toda la compañía, se han de ver las cosas con una perspectiva diferente.

Trabajar en un mundo digital no es lo mismo que hacerlo en el analógico. Se ha de evitar tener “en papel” lo que se tiene en digital, ya que en la gran mayoría de los casos esto es ineficiente. De ahí la importancia de combinar la dirección de tecnología con la de operaciones.

Cuando digitalizamos un proceso en la compañía, primero se estudia de manera pormenorizada; posteriormente se “mapea” para que se adapte a un entorno digital, y a continuación se implementan los sistemas digitales, para poder capturar los datos y que estos ayuden a mejorar el proceso. Es así como hemos estado construyendo los procesos, y de ahí la combinación de ambos puestos en Moderna.

V.V.: ¿Qué talento se necesita ante una digitalización acelerada?

M.D.: El talento es difícil de encontrar, especialmente ese talento que entienda los datos científicos, pero también las funciones que soportan estos datos. Localizar estos perfiles en una misma persona siempre ha sido un reto, aunque es cierto que cada vez existen más programas de formación en estas capacidades. Quizás, en ese triángulo entre MIT, Harvard y Cambridge, abunden personas cualificadas en estos temas, pero si lo que buscamos son perfiles capacitados en las dos competencias que he mencionado, el talento sigue siendo escaso.


Marcello Damiani, director de Estrategia Digital y Excelencia Operacional en Moderna, entrevistado por Vijay Vaitheeswaran, US Business editor en The Economist.

Publicado en Executive Excellence n168, julio-agosto 2020.


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