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El reto de volver al crecimiento económico

(Tiempo estimado: 7 - 13 minutos)
Luis Garicano

En agosto de 2013, Luis Garicano terminó de escribir El dilema de España, una obra que, mayoritariamente, coincidía con la visión de futuro de una España regenerada y renovada, también perseguida por el líder de Ciudadanos. Albert Rivera le contactó en noviembre de 2014 y le pidió plasmar las ideas del libro en un programa económico y social para su Partido. Garicano se rodeó entonces de profesionales de diversas áreas y de otros economistas, entre ellos Antonio Roldán.  

Con el deseo de explicar de una forma más clara y sencilla las ideas clave de su proyecto reformista para España, Garicano y Roldán acaban de publicar la obra Recuperar el futuro. Doce propuestas que cambiarán España (Ediciones Península). Juntos la presentaron en la Fundación Rafael del Pino, donde participaron en un diálogo moderado por el periodista Antonio García Ferreras.

Los autores proponen un nuevo modelo de crecimiento, en el que el conocimiento y la formación ocupan un lugar central con el mérito como referencia. 

“Podemos hablar de tres grandes ideas en el libro. En primer lugar, todas las propuestas de reforma institucional; en segundo, las propuestas de reforma laboral, y por último, el modelo de crecimiento, abordado desde la productividad, la educación y la innovación”, nos cuenta Roldán. 

“Si tuviéramos 100 primeros días de gobierno, esas serían nuestras tres prioridades. Además, creo que son la causa del bajo crecimiento, de la precariedad y del agotamiento del modelo institucional y político actual”, continúa el analista jefe para España y Portugal en Eurasia Group –consultora americana de riesgo político–, con la mirada puesta en la cita electoral del 20 de diciembre.

Para Luis Garicano, catedrático de Economía y Estrategia de la London School of Economics, es necesario un big bang institucional, “que pasa por un cambio de normas y valores”; una ‘gran explosión’ que debe erradicar la corrupción y el amiguismo imperante en nuestro país.

FEDERICO FERNÁNDEZ DE SANTOS: La ruptura que genera la digitalización es muy superior a cualquier otro cambio antes producido, ya que afecta a todos los sectores y requiere de capacidades y competencias distintas. La teoría tradicional de la gestión del cambio se muestra ineficiente, resultando más sencillo crear algo nuevo, que afrontar la transformación digital de un negocio ya existente. Así nos lo explica en este número Alfonso Jiménez, socio director de PeopleMatters. Parece, por tanto, que caminamos hacia un escenario de pérdida de puestos de trabajo, pues el surgimiento de un nuevo sistema/servicio supondrá la desaparición de alguna industria. ¿Cómo resuelve esta situación su propuesta de formación, especialmente para la gente que hoy está en paro?  

ANTONIO ROLDÁN: La salida de los cambios tecnológicos pasa necesariamente por tener un capital humano competitivo y flexible, por eso la inversión en el factor humano es esencial. 

En el libro planteamos una reforma educativa profunda, tanto en contenido como en organización. En el ámbito de las políticas activas de reconversión de los parados de largo plazo –un colectivo enorme que asciende a tres millones de personas–, proponemos políticas completamente diferentes a las actuales. Por ejemplo, apostamos por cambiar las dinámicas con las que ahora se están impartiendo los cursos de formación –que, desgraciadamente, se han convertido en un “merendero” de los agentes sociales–. Nosotros planteamos dar unos cheques de formación directamente a los desempleados, para que los ofertantes de cursos compitan y que sean los trabajadores quienes decidan la formación que desean de acuerdo con sus capacidades. 

En este sentido, es fundamental ajustar la formación a las demandas internacionales, por eso hablamos de descentralización de la organización universitaria, para que sean los propios centros los que puedan adaptarse y especializarse a las demandas y que, al mismo tiempo, la Universidad tenga una conexión mucho mayor con el sector privado.

Además, para facilitar la integración de los parados de larga duración, acompañaríamos esta medida de un bono de contratación para las empresas. El objetivo es que tengan más incentivos para contratar, y recuperar el sector. 

Esta nueva forma de entender las políticas activas de empleo es uno de los tres pilares en los que se apoya nuestra reforma laboral. El ofrecer un contrato único con “mochila”, es decir, con la posibilidad de que un trabajador se lleve sus derechos adquiridos si cambia de empleo; y la creación de incentivos, como un complemento salarial cuyo cobro esté supeditado al abandono de la economía sumergida por parte del trabajador, son los otros dos ejes de la reforma.

F.F.S.: Han mencionado el asunto del “clientelismo político” y los intereses creados. ¿Es posible erradicar la corrupción de nuestras instituciones?

LUIS GARICANO: En la sociedad hay un deseo de cambio que implique, entre otras cosas, poner fin a la corrupción.
No podemos olvidar que el capitalismo de amiguetes y la corrupción han significado una asignación ineficiente de los recursos productivos, cuyo coste asciende a 200.000 millones de euros, o lo que es lo mismo, unos 5.000 euros por español.

Esos recursos han ido a parar a las empresas menos productivas, que, paradójicamente, son las que más han crecido, gracias a sus relaciones con el poder político.
La falta de vigilancia a la hora de construir las instituciones y la falta de independencia de los partidos han motivado esta situación, cuando lo que hace que los países crezcan es la certidumbre de que sus instituciones son justas, transparentes e imparciales.


F.F.S.: En el libro La cuarta revolución, Adrian Wooldridge insiste en que el Estado debe aumentar la eficiencia de las estructuras públicas, pues el diferencial de productividad en la última década no hace más que alejar al sector público del privado. Sin embargo, un aumento de esa productividad generaría más desempleo. ¿Cómo se plantean la cuestión del Estado? ¿Debe ser un entorno para que dé trabajo al personal de la Administración o resultados eficientes a los ciudadanos?

L.G.: No se trata de que el Estado sea una máquina de empleo, sino de que tenga resultados eficientes. No obstante, no comparto la idea de que la Administración Pública tenga exceso de personal. 

Creo que los servicios que se producen en el sector público son, por naturaleza, poco digitalizables y poco eliminables. Me estoy refiriendo fundamentalmente a la Educación y la Sanidad, donde las economías de escala son bajísimas, y que además son servicios que requieren un one to one, una comunicación individual.

Los servicios que se producen en el sector público son, por naturaleza, poco digitalizables y poco eliminables El empleo del sector público está concentrado en estas dos áreas indispensables. Cuando se habla de eficiencias en la Administración Central, en realidad se está aludiendo a muy pocas personas, en comparación con las que trabajan en Sanidad y Educación. Lejos de que en ellas sobre gente, creo que a medio plazo serán necesarios más profesionales en la Sanidad y que también aumentará la demanda de profesores, pues nosotros proponemos introducir un incremento de la enseñanza de cero a tres años y de la enseñanza preescolar. Por eso creo que no veremos las grandes eficiencias del sector privado en el público. El empleo del sector público está concentrado en Sanidad y Educación, dos áreas indispensables, no en la Administración Central

A.R.: Además, no se trata únicamente de una cuestión de tamaño, sino de lo que hace el Estado. Quizá una parte de los recursos pueda ahorrarse en ciertos ámbitos, pero también deba invertirse en otros. Nosotros hemos insistido mucho en la evaluación de las políticas públicas. Creemos que es crucial contar con gente especializada, que use e interprete mejor los datos, que tenga unas habilidades nuevas y que el foco del Estado y el tipo de políticas que se hacen sea distinto, más que eliminar o reducir. Para hacer buenas políticas públicas necesitas tener buenos analistas; ahí no se puede recortar. Para hacer buenas políticas públicas necesitas tener buenos analistas; ahí no se puede recortar

F.F.S.: Pero no podemos olvidar que Europa, siendo solo el 7% de la población mundial y acaparando el 25% de la riqueza global, ¡tiene el 50% del gasto social del planeta!

186 garicano sonrienteL.G.: El 50% del gasto social se concentra en Europa porque tiene un estado del bienestar que no existe en otros lugares del mundo, no porque tenga unas administraciones enormes.

Estamos totalmente a favor de eliminar las duplicidades territoriales en diputaciones, en municipios, etc. Ahí sí existe la economía de escala y necesitamos que se cumpla si queremos ganar eficiencia, y así lo llevamos en nuestro programa. Gracias a la eliminación de duplicidades administrativas y de los agujeros existentes en determinadas figuras tributarias, se podría dar un dividendo fiscal a los españoles. El 50% del gasto social se concentra en Europa porque tiene un estado del bienestar que no existe en otros lugares del mundo, no porque tenga unas administraciones enormes

No obstante, el coste principal del sector público, con diferencia –estamos hablando del 12% del PIB– está en las pensiones. En España tenemos un 37% de ingresos sobre el PIB y aproximadamente un 45% de gasto. Si empezamos a pensar en Educación y Sanidad, si añadimos las pensiones y los otros gastos core del estado de bienestar, al final la Administración no es una componente enorme de ese gasto. Por supuesto que somos los primeros que lo consideramos, pero el core del gasto es la transferencia –que no la gestión de la transferencia, sino el sistema de transferencias que existe en los estados modernos–.

F.F.S.: El problema es cuando ese gasto se considera como un derecho adquirido, y cada vez se pide más. ¿Dónde está el punto de equilibrio?

A.R.: Si nosotros existimos es porque se pueden hacer políticas razonables sin prometer cosas que no se pueden cumplir, y somos muy realistas al respecto. Tenemos unas restricciones importantes del tamaño de la deuda, unas limitaciones al funcionamiento de la democracia y una productividad muy baja; es decir, existen factores que constriñen y que no podemos obviar. Por lo tanto, las demandas no pueden ser infinitas. 

Como consecuencia, hay que invertir mejor el dinero que tenemos y, sobre todo, hay que explicárselo bien a los ciudadanos. Por eso hacemos tanto esfuerzo de comunicación acerca de las limitaciones y de los gastos que se pueden hacer, y los que no.

F.F.S.: ¿Es factible plantear la implantación de la meritocracia en el entorno educacional, después de más de 30 años de fracaso de leyes de educación socialista y después de que el anterior ministro Wert lo intentara, y fuera incluso torpedeado dentro de su propio partido?

L.G.: Estoy de acuerdo en que existe un problema de economía política muy serio, pero no de ideología. 

Nos encontramos en la Universidad con personas en una situación donde si bien no ganan demasiado dinero, sí el suficiente para vivir y, sobre todo, sin demasiada exigencia.

Quizá la fuerza que nunca se haya conseguido movilizar sean los estudiantes, que han sido los más conservadores y nunca han querido un cambio del sistema universitario, sino que han preferido conformarse con un modelo que no les forma bien.

Nosotros creemos que para hacer este cambio habrá que movilizar a todos los profesores que realmente quieran una universidad competitiva y que funcione, y a todos los estudiantes, a los que en el fondo esta situación no les beneficia. Habrá que hacer una gran tarea de concienciación en todas las universidades.

No dudo que seguramente Gabilondo hubiera deseado hacer una reforma en condiciones, al igual que el ministro Wert. Es más, yo mismo participé en la comisión de expertos y redacté un informe que el señor ministro metió en un cajón, porque no se atrevía a poner en marcha mis propuestas.

F.F.S.: Si analizamos los sistemas que generan la innovación que finalmente se acaba transformando en iniciativas empresariales, nos damos cuenta de que estos se asientan en fundamentos meritocráticos, liberales y basados en la libertad de financiación –es decir, la antítesis de nuestro sistema–. Por eso, parece utópico plantear en España un sistema donde la innovación y la tecnología se transmitan desde nuestra universidad a la empresa. ¿Cómo vamos a poder transformar lo que, conceptualmente, es un aparato equilibrador social –como es el caso de la universidad pública–, y darle la vuelta para que funcione como algo privado?

L.G.: Nosotros no queremos ofrecer algo privado, sino que creemos que universidades públicas de Europa, como la de Holanda, Suecia o Suiza, lo hacen muy bien. A veces la dicotomía público-privada simplifica demasiado, cuando de lo que se trata es de que haya rendición de cuentas, competencia, un equipo gestor que pueda tomar decisiones financieras, presupuestarias y de personal, etc. Todo eso importa más que si la titularidad es pública o privada. De hecho, en Estados Unidos también hay universidades públicas, como Berkley y UCLA, que funcionan muy bien.

Queremos conseguir universidades que compitan por los profesores y por los estudiantes, y que sean capaces de fijar salarios y de exigir cuentas. Esa es nuestra absoluta convicción y deseo.Queremos conseguir universidades que compitan por los profesores y por los estudiantes, y que sean capaces de fijar salarios y de exigir cuentas

F.F.S.: Hay quienes, como Carlos Slim, abogan por una reducción intensa y eficaz de las horas de trabajo. ¿Tendrán razón los franceses con sus jornadas de 35 horas? 

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A.R.: Creo que una de las claves en este sentido son las skills. Puedes trabajar menos horas, si tienes personal con las habilidades necesarias para hacerlo. 

L.G.: El problema del tipo de trabajo debe ser una cuestión a resolver por la iniciativa privada, según los acuerdos individuales de cada uno. No puede ser algo que se legisle para todos.

F.F.S.: Parece que los procesos de decisión democráticos están viéndose menospreciados frente a lugares con dictaduras blandas, donde las decisiones necesarias y de largo alcance (y a largo plazo) se pueden tomar con mayor rapidez y generando una ventaja competitiva. Por ejemplo, China ha instalado más energía fotovoltaica este año que todo Estados Unidos y Europa de forma conjunta. ¿Hasta qué punto nos afecta la incapacidad de las democracias para tomar decisiones a medio y largo plazo y cómo se puede cambiar?

L.G.: Es una pregunta muy interesante, porque es cierto que las más grandes decisiones a las que actualmente se enfrenta la humanidad, no solamente España, son de medio-largo plazo. Ese es el caso de asuntos como el calentamiento global, la inmigración -que a corto plazo parece un problema, pero que claramente es una oportunidad a largo plazo-, o la energía. Las más grandes decisiones a las que hoy se enfrenta la humanidad (el calentamiento global, la inmigración, la energía…) son de medio–largo plazo

Creo que Europa es un intento de dar una respuesta a estas cuestiones, pero ni siquiera Europa es suficiente. Este es el sistema que tenemos, no es ideal, pero es el mejor sistema posible.


Entrevista publicada en Executive Excellence nº125 noviembre 2015

 


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