Joseph E. Stiglitz: el Nobel justo
El filósofo estadounidense John Rawls (1921-2002), en su libro “Una teoría de justicia” (1971) afirma que existe una “lotería natural” por la que nacemos en un sitio u otro y eso condiciona nuestra existencia.
Tal vez sea este el motivo por el cual, Joseph E. Stiglitz, sienta la necesidad de desarrollar políticas tendentes a reducir las desigualdades. El interés le viene de joven: “mis padres siempre me insistieron en que no pensara en el dinero –cosa que resulta irónica para un economista– y me dedicara a aprender, adquirir conocimientos y servir a los demás. Además, yo crecí en una ciudad donde había mucha pobreza, mucha discriminación y un alto número de desocupados. Pronto se me hizo evidente que algo no marchaba bien en el sistema económico. Yo quería comprender por qué las cosas funcionaban de esa manera, y descubrir qué se podía hacer para que funcionaran mejor. Y por eso, aunque estudié física en el primer ciclo de universidad, luego decidí que quería utilizar mis conocimientos matemáticos y mis facultades analíticas para estudiar los problemas sociales”.
Los análisis que se hacen sobre el talento del profesor Stiglitz suelen poner el acento en su mirada social de la realidad: “El economista justo” o “Un heterodoxo entre la ortodoxia”, son algunos de los titulares que se pueden leer en las entrevistas que le han realizado.
Joseph E. Stiglitz, nació en Gary (Indiana, EEUU) un 9 de febrero de 1943. Tiene 63 años y una vida cargada de experiencias a nivel internacional.
Estudió en el Amherst College (1960/63) donde finalizó su licenciatura. En 1967, a los 24 años, obtuvo su PhD. por el MIT (Massachusetts Institute of Technology); y posteriormente obtuvo una Beca Fullbright de investigación siendo Tapp Junior Research Fellow en la Universidad de Cambridge.
La vida de Stiglitz se ha debatido fundamentalmente entre dos flancos: la política y el mundo académico. En el primero de ellos, ha ocupado numerosos puestos públicos. Desempeñó labores en la Casa Blanca durante la administración del presidente Bill Clinton como miembro del CEA (Council of Economic Advisors, o lo que es lo mismo, Consejo de Asesores Económicos) entre 1993 y 1995, y posteriormente como presidente entre 1995 y 1997.
Ese mismo año, Stiglitz entró a formar parte del Banco Mundial, primero como economista jefe y posteriormente como vicepresidente primero, cargo que abandonó en 2000 debido a sus duras críticas a la gestión del FMI durante la crisis asiática (1997–1999) que despertaron las enemistades del director gerente del FMI, Michel Camdessus, del presidente del Banco Mundial, James Wolfensohn, y del secretario del Tesoro de Estados Unidos, Lawrence Summers.
En su faceta docente ha sido profesor en las Universidades de Yale (1970/74), Oxford (1976/79), Princeton (1979/88) y Stanford (1988/2001). Gracias a sus investigaciones se le considera precursor de la moderna Economía de la Información, desarrollando conceptos tales como “selección adversa”, “riesgo moral” y “asimetrías en la información”.
En 2001, fue premiado con el Nobel de Economía –compartido con George A. Akerlof y A. Michael A. Spence– por “sus trabajos de los mercados con información asimétrica”, esto es, aquellos en los que unos agentes disponen de más datos que otros para predecir su evolución. Según Stiglitz, “la economía de mercado se caracteriza por la imperfección de la información, lo que origina graves desequilibrios. Por eso, los modelos utilizados son una ficción ya que ignoran aspectos importantes como el desempleo. Son modelos que se han basado en la información perfecta cuando el libre mercado se caracteriza por la imperfección”.
El Comité del Nobel reconoció: “las numerosas contribuciones de Joseph Stiglitz transformaron la forma de pensar de los economistas sobre los mercados”; y declaró al galardonado como “uno de los fundadores de la economía del desarrollo moderno”.
En la actualidad, Stiglitz es profesor de economía y finanzas en la Gradute Business School de la Universidad de Columbia (Nueva York), donde dirige la School of International and Public Affairs (Escuela de Asuntos Públicos e Internacionales) y es Director Ejecutivo de la organización sin ánimo de lucro IPD (Initiative for Policy Dialogue) (Iniciativa para la Política y el Diálogo).
Es doctor honoris causa por más de 30 universidades de una decena de países diferentes y ha recibido numerosos reconocimientos además del Nobel, como la Medalla John Bates Clark (1979) de la American Economic Association.
El economista cuenta con una prolífica labor escritora; más de 40 libros –muchos de ellos bestseller– entre los que destacan: “The roaring nineties” (Los felices noventa, 2003); o “Globalization and its discontents” (El malestar de la globalización, 2002), traducido a casi 30 idiomas, donde analiza con detalle el proceso de la globalización y donde explica además las razones por las que la liberalización y la supresión de las barreras comerciales no han supuesto el añorado crecimiento económico en los PVD (Países en Vías de Desarrollo), ni tampoco han llevado a reducir la pobreza.
En su última publicación, Making globalization work (Cómo hacer que la globalización funcione, 2006), explica las claves para que este fenómeno produzca los resultados esperados.
Además de profesor y escritor, es speaker, consultor, y fellow de distintas instituciones como la American Academy of Arts and Sciences; la National Academy of Sciences; la Econometrics Society; asimismo, es socio de la American Philosophical Society; miembro del consejo editorial de la American Economic Review; y editor de la prestigiosa publicación The Journal of Economic Perspectives.
El profesor Stiglitz aterriza en Madrid para presentar su nueva publicación que con toda probabilidad será un éxito de ventas. Executive Excellence ha tenido el privilegio de charlar con él.
Francisco Alcaide / Federico Fdez-Santos: Recientemente ha publicado “Making globalization work” (Cómo hacer que la globalización funcione). ¿Cuáles son las grandes líneas de actuación para que esto ocurra?
JOSEPH STIGLITZ: Primero, reconocer la naturaleza del problema, porque si no tenemos la humildad de hacerlo no podremos corregirlo. La globalización no está funcionando; y no está funcionando en particular para los países pobres y para los países menos avanzados dentro de los industrializados.La esperanza era que la globalización redujese la diferencia entre países ricos y pobres, pero no se ha conseguido
En segundo lugar, es necesario destacar el motivo subyacente: la globalización “económica” se ha adelantado a la globalización “política”. La globalización “económica” significa que nos hemos vuelto más interdependientes e integrados, y que necesitamos actuar cooperando; sin embargo, no contamos con instituciones políticas que funcionen de manera democrática y permitan trabajar de manera coordinada y conjunta. Existe un “déficit democrático” donde los intereses particulares han jugado un papel mucho más importante del que deberían mermando la capacidad de algunas naciones para solventar sus problemas.
Aparte de lo subrayado, luego en cada uno de los temas específicos (comercio, intercambios, propiedad intelectual, medio ambiente, mercados financieros...) hay problemas concretos que hay que solucionar.
F. A. / F. F-S.: En julio, el secretario general de la UNCTAD (United Nations Conference on Trade and Development), Supachai Panitchpakdi, participaba en Madrid en el Encuentro Iberoamericano sobre Migración y Desarrollo y se presentaba el informe anual de la UNCTAD sobre el progreso de los Países Menos Avanzados (PMA) donde se decía que “Cincuenta estados suman más del 10% de la población mundial y menos del 1% de su PIB”. ¿La globalización ha incrementado las diferencias entre los países ricos y pobres?
J. S.: La esperanza era que la globalización redujese ese diferencial, pero no se ha conseguido. Es más, no sólo no se ha estrechado sino que la globalización, y la forma cómo ha sido gestionada, han contribuido a incrementar el problema y la disparidad entre pobres y ricos. Por ejemplo, la última trade round (ronda de comercio) que se completó en 1994 fue tan injusta que los países más pobres salieron aún más pobres.
F. A. / F. F-S. : Vd. resalta la importancia del conocimiento como elemento integrador de los diferentes países del mundo “más allá de los recursos financieros que sólo sirven de parche” como una de las claves para reducir el gap entre países ricos y pobres. ¿Cuáles son las líneas de actuación para minimizar esa brecha del conocimiento?
J. S.: Hemos hecho algunas cosas que han hecho más difícil reducir ese “Knowledge Gap”. En concreto, el régimen actual de la propiedad intelectual ha mermado la capacidad de acceso al conocimiento (por ejemplo, el relacionado con la salud y la medicina) para algunos países pobres y ha tenido consecuencias devastadoras para los mismos. Por tanto, si tuviese que elegir el tema de mayor importancia, destacaría la reforma del régimen de la propiedad intelectual. Deshacer el gran error que se cometió en el acuerdo de la Ronda de Uruguay.
F. A. / F. F-S. : Uno de los grandes problemas en los PMA, para su crecimiento y desarrollo, es la corrupción y la falta de transparencia de sus dirigentes. También Supachai Panitchpakdi decía: “Los casos de corrupción son graves y desalientan a los países que ayudan”. ¿Cómo se puede luchar contra la corrupción en estos estados?
J. S.: Estoy de acuerdo que el tema de la corrupción es clave. Significa que parte del dinero que debería servir para ayudar a países pobres y a la gente más necesitada en esos países, no va donde debería. En el libro intento explicar ampliamente el papel que los países avanzados e industrializados (también las grandes corporaciones) deberían desempeñar para atajar este problema. Por ejemplo, hasta hace pocos años, muchos países permitían que el pago de sobornos desgravasen.
F. A. / F. F-S. : Como en Japón...
J. S.: Exacto. Una de las cosas de las que estoy más orgulloso cuando era representante de los EEUU en la reunión ministerial de la OCDE, es que lideré un intento para erradicar esta situación. Ello nos llevó a impulsar al Acuerdo Anti-Sobornos de la OCDE. Por desgracia, no ha sido implementado de manera eficaz.
En segundo lugar, las cuentas bancarias secretas son un refugio seguro para el dinero “corrupto”. Los funcionarios gubernamentales de los países en desarrollo roban dinero, lo ponen en las Islas Caimán, y cuando son expulsados del gobierno, viven apaciblemente. Si los gobernantes de estos países no tuviesen lugar donde escamotear el dinero tendría un efecto disuasorio. También en la OCDE hubo un acuerdo para solventar este problema, pero en agosto del 2001, un mes antes del 11-S, fue vetado por EEUU que argumentó que debía existir la capacidad para competir libremente, lo que podía interpretarse como que debía existir competencia en la corrupción. Sin embargo, después de los atentados contra el World Trade Center, se descubrió que cuentas bancarias secretas habían servido (y aún sirven) para financiar el terrorismo. A partir de ese momento se estableció la posibilidad de disolver el secreto bancario en casos de terrorismo, aunque por el momento se niegan a hacer algo similar con los casos de corrupción.Cada cheque que los países desarrollados envían a los PVD debería ser de dominio público. La gente sabría qué es lo que recibe el gobierno y les haría responsables por lo que hiciesen con ese dinero
Un tercer elemento relevante es la transparencia. Cada cheque que los países desarrollados envían a los PVD debería ser de dominio público. La gente sabría qué es lo que recibe el gobierno y les haría responsables por lo que hiciesen con ese dinero. Esta iniciativa sólo es de carácter voluntario y, obviamente, no debería ser así.
F. A. / F. F-S. : Vd. también ha destacado en alguna ocasión que “los recursos naturales acostumbran a estar infravalorados económicamente a pesar de ser de suma importancia para el crecimiento de un país”. De hecho, ha defendido la “nacionalización boliviana” porque “no estaba recibiendo una retribución justa por sus recursos. ¿Cuáles son las claves para explotar esos recursos eficazmente?
J. S.: La paradoja es que los países con más recursos naturales no han tenido tanto éxito. A esta situación se la llama la “maldición de la riqueza de recursos naturales” o la “paradoja de la abundancia”.
F. A. / F. F-S. : Nigeria, por ejemplo...
J. S.: Exacto. Ha obtenido un cuarto de trillón de dólares en los últimos 20 años y hoy su PIB es la mitad de lo que era antes. Las razones son varias: una, la corrupción ya comentada. Pero existen otras dos razones; la primera es que los precios de los recursos naturales son muy volátiles y gestionar esa volatilidad no resulta sencillo y mucho menos para los PVD. Además, a través de los mercados de capitales se empuja dinero a estos países cuando los precios están en alza, lo que les lleva a endeudarse más, y cuando los precios caen, los bancos internacionales solicitan la devolución del dinero de manera inmediata.
El segundo problema radica en la llamada “enfermedad holandesa”, relacionada con el efecto “cambio de divisa”. Países que reciben muchas entradas de dólares, los convierten a la moneda local, con lo que ésta se revalúa y disminuyen así las exportaciones de todos los productos que no sean petróleo, aumentando los niveles de desempleo y con ello la pobreza. Venezuela es el país más rico de Latinoamérica en términos de recursos naturales; sin embargo, cuando Chávez llegó a la presidencia, dos tercios del país estaban sumergidos en la pobreza.
F. A. / F. F-S. : Recientemente en una conferencia en España con el título “Los objetivos del milenio”, Vd. decía que los países ricos deberían ser más justos en sus intercambios comerciales con América Latina y África. Muchos países ricos se preguntarán por qué ayudar a los países más pobres. ¿Cuál sería su explicación?
J. S.: Creo que primero hay un imperativo moral. Aquellos que han tenido la enorme suerte de nacer y vivir en países ricos tienen la obligación moral de ayudar a los que no lo han sido tanto; además, creo que la mayoría de las personas de los países desarrollados así lo piensan. No obstante, además del imperativo moral creo que hay otras razones más prácticas. En las últimas décadas, los PVD han sido el motor de la economía y si podemos fortalecer ese motor, todos nos beneficiamos de esa situación. Un segundo aspecto está relacionado con el terrorismo. Los terroristas proceden de todos los estratos de la sociedad, pero la desesperación, la pobreza y la falta de esperanza son un campo abonado para el terrorismo. Aquellas personas que no ven una salida a su situación económica son las más fáciles de captar como terroristas suicidas.Los que han tenido la enorme suerte de nacer y vivir en países ricos tienen el imperativo moral de ayudar a los países pobres
F. A. / F. F-S Vd. ha sido muy crítico con el FMI (Fondo Monetario Internacional) de quien escribió en 2002 en su libro Globalization and its discontents (El malestar de la globalización) que “antepone al interés de su accionista más grande, los Estados Unidos, sobre el de las naciones más pobres a las que fue diseñado servir”. ¿Cómo se puede corregir esta situación y cuál debería ser la praxis de actuación del FMI?
J. S.: La historia del FMI refleja que sus recetas no han sido eficaces. Su política de “café para todos” obviando medidas ad hoc adaptadas a las singularidades de cada país, ha resultado inapropiada. Las estrategias adoptadas durante la crisis del Sudeste Asiático (1997), Rusia (1998) o América Latina (Brasil y Argentina) fracasaron. Las políticas de ajuste estructural para África también. Y además fracasaron generando una enorme hostilidad en los PVD; porque no sólo sus políticas no resultaron acertadas, tampoco la forma en que se implantaron, dando lugar a condiciones que muchos PVD consideraban ofensivas.
Por otro lado, el fracaso del FMI también se ha producido en temas estrictamente de su competencia: la estabilidad financiera global. Sus políticas como la liberalización del mercado de capitales había incrementado la inestabilidad financiera internacional.
Una de las razones de su fracaso reside en su gobierno interno. Es una institución muy poco democrática donde los derechos de votos no reflejan la realidad actual. Las decisiones no responden a un “hombre, un voto”, ni siquiera a “un dólar, un voto”. Se parece más a un “dólar, un voto” de 1940 con unos pequeños ajustes. Además, las políticas del FMI afectan a todos los aspectos sociales (educación, salud…) y solo los ministros de finanzas y los gobernadores de los bancos centrales tienen asiento. Igualmente, muchos de sus miembros estaban ligados a intereses dudosos que tras dejar su puesto en el FMI pasaban a desempeñar cargos relevantes en instituciones financieras. Desde fuera, podría parecer que fue una recompensa por cumplir órdenes.
Transparencia y democracia son dos palabras innegociables para la credibilidad y legitimidad de una institución.
F. A. / F. F-S. : ¿Ha percibido mejoras en estas cuestiones desde la llegada del nuevo presidente, D. Rodrigo Rato?
J. S.: Rato ha hecho dos cosas muy positivas. Primero, enfatizar que, para que el FMI gane legitimidad, tiene que cambiar los derechos de voto. No se ha avanzado mucho pero es un primer paso. Los críticos dicen que simplemente se ha quitado de encima a los las voces más afiladas y que debería impulsar medidas rápidamente. El tiempo dará o quitará razones (además se necesitan reformas más profundas en su gobierno), pero ha sido un paso en la dirección adecuada y le aplaudo por ello.
Segundo, ha excluido el tema de vigilancia global del FMI subrayando que la principal responsabilidad del FMI es la estabilidad financiera global. En este caso sólo tengo elogios por embarcarse en este cambio que hace retornar al FMI a su función primitiva. No obstante, existen dudas sobre la viabilidad en caso de fijarse únicamente en los síntomas y no en la enfermedad subyacente. Un ejemplo es la infravaloración del yuan. Si China permite que su moneda se aprecie y no se hace nada con el déficit norteamericano la estabilidad financiera global se resentirá, porque los norteamericanos comprarán a Camboya o Bangladesh y no a China. La balanza comercial de Camboya mejorará, pero probablemente sin poner dinero en el tesoro americano, y sí en euros o en su moneda local. La pregunta que nos hacemos es: ¿cómo se financiará el déficit americano? Obviamente se logrará, pero a costa de muchos desequilibrios y de una mayor inestabilidad financiera global.
F. A. / F. F-S. : España vive en los últimos meses una crisis debido a la inmigración ilegal. Los procesos de regularización masivos se han criticado desde la UE. ¿Cuál es su opinión sobre esta situación, y qué se puede hacer?
J. S.: Éste es uno de los temas más difíciles a los que se enfrenta la globalización. Una de las razones por los que la globalización no ha funcionado como era deseable ha sido su asimetría. Antes hemos comentado cómo los acuerdos de comercio conducían a los países más pobres a serlo aún más. Otra asimetría procede de que la liberalización del “mercado de capitales” va más rápido que la liberalización del “mercado de trabajo”. El mercado de capitales se mueve con libertad en el mundo, mientras que el mercado de trabajo no tiene libertad de movimientos. Una de las consecuencias de esta situación es la reducción de la capacidad de negociación del factor trabajo y un aumento del poder del factor capital. El capital escapa de allí donde los impuestos se mantienen altos mientras que el trabajo no tiene esa posibilidad. De este modo los ingresos de los trabajadores sufren por el capital y aumentan las desigualdades en el mundo. Nuestros acuerdos comerciales no han prestado suficiente atención a la movilidad laboral y ello ha incrementado la presión migratoria. El mismo problema sucede en EEUU con la frontera mejicana. Aprobamos NAFTA (North American Free Trade Agreement) y no era un acuerdo ni de libre comercio ni justo. Resultado: los más pobres de Méjico salieron perdiendo y se incrementó la presión migratoria. La disparidad entre Méjico y EEUU creció en la primera década post NAFTA, y el problema de la migración no se resolvió.
A mi juicio, la clave reside en cómo reducimos la diferencia entre países pobres y ricos, para aminorar esa presión. Si no, sólo estamos poniendo un parche. Una solución podría estar en facilitar migraciones temporales de trabajadores. Se hizo algo con la liberalización de servicios, pero únicamente de servicios cualificados, no servicios de personas poco cualificadas. Otro ejemplo de la asimetría.
F. A. / F. F-S. : El concepto de Responsabilidad Social Corporativa (RSC) cada vez tiene mayor protagonismo en los planes estratégicos de las empresas. ¿Qué piensa Vd. de la RSC, cuál es el grado de avance en las empresas privadas, qué papel deben jugar en el proceso globalizador y cómo ve el futuro?
J. S.: Creo que se están haciendo cosas admirables. Tradicionalmente, nuestro sentido de justicia social se ha limitado a nuestra frontera. Nos preocupábamos de la justicia dentro de nuestra sociedad, pero no entre países. Afortunadamente, muchas compañías se han dado cuenta de que nuestra responsabilidad no se puede limitar a nuestro ámbito más cercano y han comenzado a realizar acciones de RSC muy serias. En mi libro presento ejemplos muy novedosos de RSC.La RSC es necesaria pero no suficiente. Se necesita regulación
No obstante, queda camino por recorrer. Muchas compañías afirman que, a menos que se establezca un marco regulatorio, las soluciones son complicadas. Por ejemplo, una compañía minera. Si no tiene que dar explicaciones por los destrozos sociales que cause con su actividad, puede competir en mejores condiciones que otra que sí que tenga una preocupación por los temas de contaminación e implante medidas para que su actividad no suponga un impacto negativo en el medio ambiente. Resultan necesarias unas reglas de juego para todos igual: seremos socialmente responsables si existen unas normas con las que todos podamos competir en igualdad de condiciones. La RSC es “necesaria” pero no “suficiente”. Se necesita regulación.
Entrevista publicada en Executive Excellence nº37 nov.06