Francia, un país que nos aprecia
Desde mediados de 2014, Ramón de Miguel es el embajador de España en Francia, “los dos únicos países europeos que comparten vertiente mediterránea y atlántica”. Las relaciones diplomáticas comenzaron hace años: “No creo que haya un país europeo que tenga ninguna Embajada abierta desde 1648, como sucede con la Embajada de España en París”.
En la capital francesa, el embajador nos explica que el trato oficial y personal que recibe “es inmejorable, cosa que como diplomático de carrera puedo decir que no sucede en todos los países del mundo”, y reconoce con apuro que, “contrariamente a lo que se cree en nuestro país, hay una gran corriente de simpatía en Francia hacia España”.
El país galo es nuestro primer cliente, segundo proveedor y segundo inversor, y recibimos 10 millones de turistas franceses. “Donde hay intereses hay problemas, pero lo bueno es tener un método para resolverlos”, afirma. Por eso, la función de la Embajada para mejorar y preservar las relaciones hispano-francesas es fundamental.
Ramón de Miguel se graduó en la Universidad Complutense de Madrid, donde fue profesor ayudante de Derecho Internacional Público. En 1973 ingresó en la carrera diplomática y después de haber servido en África y en Estados Unidos entró a formar parte del equipo negociador para la adhesión de España a las Comunidades Europeas.
En 1986 se incorporó a la Comisión Europea donde trabajó durante diez años en diferentes puestos, entre ellos director de los Gabinetes de los Comisarios Abel Matutes y Marcelino Oreja, que culminaron en su nombramiento como director general de la Energía. En mayo de 1996 fue nombrado secretario de Estado de Política Exterior y Asuntos Europeos, puesto en el que permaneció hasta abril de 2004. A partir de septiembre de ese año, trabajó en Iberdrola como asesor para asuntos internacionales del presidente y ocupó los puestos de presidente de Iberdrola Ingeniería y Construcción y director corporativo de Coordinación Internacional. En mayo de 2014, es nombrado embajador en Francia por el Consejo de Ministros.
FEDERICO FERNÁNDEZ DE SANTOS: Con frecuencia aludimos a Francia o a Italia como ejemplos de creación de la imagen y de la internacionalización de un país. Los españoles hemos dado la vuelta a la balanza de pagos, relativamente, y estamos empezando a salir al exterior. ¿Qué lecciones podríamos aprender de la política francesa sobre su capacidad de penetración en otros entornos (norteamericanos, latinoamericanos, asiáticos…) y sobre los procesos de internacionalización de sus empresas, donde tienen más experiencia que nosotros?
RAMÓN DE MIGUEL: Tienen más experiencia porque Francia lleva más años siendo un país próspero y con empresas poderosas. El gobierno francés tiene un peso dentro de su sector industrial que el gobierno español no tiene. Nuestro modelo es diferente, nosotros creemos en la empresa privada, y todos los grandes esfuerzos de los gobiernos –tanto socialistas como populares– desde que España entró en el circuito de la Unión Europea han ido siempre en la dirección de liberalizar y disminuir el peso del Estado en la economía.
Esa es precisamente la dirección en la que no ha ido el gobierno francés, por eso el peso de su sector público es excesivo. El Estado, que tiene por otra parte extraordinarios recursos, ha podido invertir en la internacionalización de sus propias empresas, así como en aquellas en las que, aun no siendo propias, mantiene una cierta influencia.
Por ejemplo, el presidente de la República francesa ha estado en Filipinas recientemente. El despliegue de medios y el gasto que ha llevado a cabo Francia para esa visita no se parece en nada al invertido en una visita del presidente del gobierno español, o incluso del rey de España, en ninguno de sus viajes. España tiene mucho mejor cartel que Francia en las Filipinas, y sin embargo gasta una centésima parte de lo que ellos destinan a este tipo de visitas. Es decir, la consolidación de la imagen de Francia está respaldada por un Estado poderoso y con un nivel de gasto que nosotros no nos podemos permitir. España debe ir con la fuerza de su atractivo, de la eficiencia de sus empresas y de su capacidad para competir en un mundo global y conquistar mercados. En ese sentido, considero que nuestras empresas no tienen nada que envidiar a las francesas, porque teniendo muchos menos medios para su promoción han logrado contratos en los sitios más difíciles e inesperados.
F.F.S.: Recientemente se producía la inauguración de la interconexión eléctrica entre España y Francia, aunque sigue habiendo un gran problema de interconexión gasística, ferroviaria, de carreteras… ¿Qué importancia tiene este retraso en las interconexiones cuando estratégicamente tienen tanto sentido?
R.D.M.: El haber logrado esta interconexión subterránea, que por cierto cuesta diez veces más que una aérea, es fruto de la perseverancia del gobierno español por insistir en que España y Portugal no sean una isla energética. Aun con esta interconexión, modernísima y potente, únicamente llegamos al 4% de la capacidad instalada interconectada.
En el Consejo Europeo de Barcelona del año 2002 se acordó que no se podría considerar un mercado interior de la electricidad si al menos el 10% de la capacidad instalada no está interconectada, con lo cual todavía nos queda mucho camino por recorrer. España sigue liderando el esfuerzo y hay proyectos encima de la mesa, como ha puesto de manifiesto la cumbre tripartita entre España, Francia y Portugal con la Comisión Europea, celebrada el pasado 4 de marzo, para reafirmar el compromiso de seguir estudiando y financiando los proyectos europeos de interconexiones eléctricas y gasísticas.
Aunque se ha producido un giro por parte del gobierno de Hollande, que ahora reconoce abiertamente la necesidad de estas interconexiones, más allá de la voluntad política, se dan otras dificultades. El hecho de que tengan que ser –sin necesidad en todos los casos, en mi opinión– o subterráneas o submarinas multiplica por diez el coste.
Es evidente que Los Pirineos son una zona natural que debemos preservar, pero no todo son parques naturales, sino que hay muchos espacios por donde podrían ir las líneas de alta tensión, más aún cuando en Francia estas líneas pasan por encima de los sitios más bonitos y pintorescos, pero no pueden hacerlo a 50 km. de la frontera. Por lo tanto, aquí tenemos una barrera que no es precisamente la de Los Pirineos, sino una clara resistencia política a darnos acceso al mercado interior.
España quiere estar interconectada para realizar uno de los principios fundamentales del mercado interior de la electricidad, como es el acceso de terceros a la red, y por lo tanto poder vender electricidad no forzosamente a Francia, sino a Reino Unido, Bélgica, Alemania…
Con respecto al gas, ante la actual situación con Rusia, se abren nuevas posibilidades por la necesidad de buscar fuentes alternativas de aprovisionamiento. Eso es lo que defiende la Comisión Europea y también España. En la Cumbre tripartita de Madrid por primera vez, Francia ha mostrado voluntad de avanzar en el proyecto Midcat (gasoducto entre el sur de Francia y Cataluña), para que llegue el gas que viene por los tubos de Argelia. Por otra parte, de nada sirve que el gas pase a través de Los Pirineos si luego no puede llegar a Alemania porque la red gasista en Francia no está intercomunicada entre el norte y el sur. También este problema deberá ser tenido en cuenta, como reconoce la Declaración de la reunión de Madrid.
A esto se suma que tampoco Francia ha traspuesto la directiva del mercado interior según la cual la separación de las redes de comercialización y las de transporte es absolutamente obligatoria. Ni en electricidad ni en gas se han separado ambas redes, lo cual supone un obstáculo adicional para que tanto la electricidad como el gas extranjeros fluyan a través del hexágono.
En lo relativo a las interconexiones ferroviarias y de carretera, estamos pidiendo que se abra el paso central por Los Pirineos, puesto que los dos pasos de Hendaya y de Figueras tienen ya un alto grado de congestión, no solamente de camiones sino también de turismos, especialmente en el corredor mediterráneo.
España ha abogado por reforzar el paso central por los Pirineos y ha sacado una autopista del Mediterráneo por Teruel hacia Zaragoza. Nuestro país quiere privilegiar la conexión Zaragoza–Pau, para que este pueda convertirse en un centro de distribución de relevancia, pues está conectado con todas las autopistas francesas (hacia Toulouse y el Mediterráneo, hacia Burdeos y el Atlántico, y hacia el centro de Francia). Esto contribuiría extraordinariamente a descongestionar los dos extremos.
España ya ha hecho su infraestructura; ha construido una autopista a Jaca y ha hecho el túnel de Somport. Más allá del túnel, quedan aún por mejorar los 60 kilómetros hasta Pau, que no son de autovía. No nos cansamos de repetir que ese eje central es más antiguo que la existencia de nuestros propios países. De hecho, Somport significa summus portus (puerto alto), y ya en tiempo de los romanos se construyó una calzada, que sigue intacta, y no veo razón para que franceses y españoles en el siglo XXI no hagamos de Somport un paso importante como lo hacíamos hace dos mil años. La realidad es que no se dan las condiciones para el tráfico fluido de vehículos pesados y turismos en la zona francesa.
Existe también una conexión Zaragoza–Pau por ferrocarril, a través de la legendaria estación de Canfranc, pero tampoco funciona, aunque lo ha estado haciendo hasta bien entrada la década de los 80. Después se produjo un deterioro del puente del lado francés, y no se ha arreglado.
Por lo tanto, tenemos una infraestructura de carreteras y de túneles a la cual no hay más que completar con 60 km., y una infraestructura ferroviaria que está hecha desde final del siglo XIX, pero que tampoco funciona. Es muy difícil de explicar políticamente por qué eso no se hace, pero es así. El reforzar la conexión central por Los Pirineos ha sido y sigue siendo una aspiración del gobierno español.
F.F.S.: ¿El hecho de tener un primer ministro de origen español, como es el caso del Sr. Valls, facilita la comprensión y las oportunidades de España?
R.D.M.: España no necesita tener un primer ministro de origen español para que se comprenda su realidad. Los franceses nos conocen muy bien y nos quieren. España tiene muy buena interlocución a todos los niveles. Con el propio Hollande el trato es cordial y también con el gobierno, a pesar de ser de diferente signo político. Nuestra relación es fluida y cordial y yo, como embajador, tengo acceso ilimitado a todos los niveles en la administración y sociedad francesas.
Francia tiene una actitud muy amigable y comprensiva con respecto a España, otra cosa es que sus intereses le dicten hacer ciertas cosas que a nosotros no nos gusten, pero a nivel personal no hay ni ha habido nunca un problema. El caso del Sr. Valls no es excepcional, porque aquí hay casi tres millones de franceses que tienen origen español, como la alcaldesa de París, el director del Louvre o el presidente del todopoderoso sindicato francés CGT. Todos ellos son de origen español pero son franceses, y nosotros queremos que lo sean de verdad. Es decir, no suscribimos el argumento de que Valls nos tiene que tratar bien por ser de origen español, sino que nos trata bien porque es un hombre inteligente que entiende que la buena relación con España es prioritaria para su país, y la practica. A todos los efectos, nosotros vemos en Valls a un francés amigo que tiene un conocimiento y un grado de sensibilidad grande por España.
F.F.S.: La cooperación entre ambos países en la lucha contra el terrorismo ha sido ejemplar. ¿Cómo valora usted la relación franco-española en esta materia y qué opina del crecimiento de la islamofobia?
R.D.M.: La cooperación entre España y Francia a nivel policial y de servicios de información es ejemplar. Creo que tenemos una deuda de gratitud con el Estado francés por su ayuda para erradicar el terrorismo de ETA. También ellos han recibido nuestra colaboración y nuestro conocimiento para combatir al terrorismo, algo que en este momento les está siendo extraordinariamente útil. Ahora toca hacer frente juntos a una versión del terrorismo, el yihadismo, donde tanto Francia como España están en la primera fila.
La relación entre ambos gobiernos en este ámbito es excelente, en todos los sentidos: policía, guardia civil, servicios de inteligencia…, y no solo en temas de yihadismo y terrorismo interior sino en otros muchos, incluso fuera de nuestras fronteras.
Por otra parte, el problema con algunas minorías islámicas en Francia es un asunto interno que tiene su razón de ser en el hecho de que hay una comunidad de origen islámico muy numerosa, de casi seis millones, con diferentes grados de integración. Lo más grave es que los problemas de integración afectan más a las nuevas generaciones que a las antiguas. Esto resulta llamativo, porque una de las características de la República ha sido siempre la política de acogida y de asilo. Además, la escuela francesa, el gran instrumento de la República, ha estado siempre a disposición de todos los inmigrantes. Muchos musulmanes han recibido las enseñanzas de la escuela cívica francesa y son unos franceses extraordinarios, sin embargo hay unas minorías que, en mi opinión, por razones que derivan de la intransigencia religiosa, tienen una actitud negativa y hábitos agresivos hacia los judíos, y hacia el mundo occidental en general.
Tengo la sensación de que en España hay un alto nivel de integración social de los musulmanes, siempre y cuando los imanes y otros representantes del mundo islámico no pretendan influenciar la población a través de una enseñanza islámica más radical. Este es un problema que afecta a Francia, pero también a Italia, Alemania, Reino Unido, y a nosotros de alguna manera. La solución es difícil, precisamente por la resistencia de la religión islámica más radical a que sus miembros se integren en nuestras sociedades, que son abiertas y laicas.
La sociedad francesa es acogedora, ofrece grandes ventajas sociales y acoge a los inmigrantes en su sistema de ayudas sociales y de enseñanza, que son excelentes. Además, los franceses tienen ya muchísimos más años de convivencia con minorías étnicas y con extranjeros, porque desde tiempos de la Revolución, Francia es un polo de llamada a todos los que huyen y buscan la libertad. Ahora se dan unos problemas derivados de la intransigencia del islamismo radical, que no de la actitud francesa, pero la gran mayoría de musulmanes franceses son personas totalmente asimiladas, con una buena educación francesa, y muchas ocupan puestos de responsabilidad; en definitiva, son franceses a todos los efectos.
F.F.S.: La enseñanza es sin duda una de las asignaturas pendientes en España. ¿Cómo compararía la educación superior francesa respecto de la española? ¿Qué representan escuelas como la ENA para la administración pública en Francia?
R.D.M.: Creo que lo verdaderamente excelente en Francia es la enseñanza secundaria. La enseñanza superior francesa no es mejor que la española, sino equivalente: mismo sistema, mismo método de trabajo, mismo tipo de universidad..., no percibo mucha diferencia entre la facultad de Derecho de la Sorbona y la de Madrid. Quizá en España, algunas universidades con menos alumnos estén menos dotadas y su nivel de enseñanza sea algo inferior, pero las buenas universidades españolas son como las buenas francesas.
Con respecto a la Escuela Nacional de Administración (ÉNA –École nationale d’administration–), tienen un sistema de selección que es exigente y generalista. Una vez pasado el concurso con éxito, cada uno, en función de sus preferencias o de su número de promoción, va al ministerio de Finanzas, al de Educación, al de Economía o al de Asuntos Exteriores. Creo que nuestro sistema es igual de bueno, aunque nos especializamos desde el principio. Los niveles de exigencia en los otros cuerpos de la Administración del Estado, que son el equivalente a la ÉNA, son iguales o superiores en España. Sin embargo en nuestro país, quien tenga predilección por los temas fiscales se hará inspector técnico fiscal, al que le gusten los temas comerciales se hará técnico comercial del Estado, el que prefiera los temas de derecho internacional hará la carrera diplomática, etc. Ahora bien, el nivel de excelencia de las oposiciones a los altos cuerpos de la Administración del Estado en España no tiene nada que envidiar al ÉNA, solo que nos especializamos. Casi todos esos cuerpos tienen también sus escuelas de formación. Por ejemplo, una vez aprobada la oposición a la carrera diplomática, hay un curso en la Escuela Diplomática de Madrid no solo para insistir sobre los grandes temas, sino también para aprender las cuestiones prácticas del ejercicio de la profesión.
En resumen, compartimos un sistema muy parecido en los altos cuerpos de la Administración del Estado francés y español, con la diferencia de que nosotros opositamos a los cuerpos específicos y ellos opositan a un sistema general que luego se especializa.
F.F.S.: A finales de año, París acogerá la Conferencia sobre el Clima. ¿Qué colaboraciones está ofreciendo la Embajada en este entorno y qué importancia tiene esta cita?
R.D.M.: La Conferencia sobre el Cambio Climático, que tendrá lugar en diciembre de 2015, es una cita fundamental y además histórica, porque aunque después de Copenhague se han celebrado más conferencias de las Partes (COP21), los avances han sido relativamente pequeños.
Es momento de que la comunidad internacional asuma un compromiso real para que la temperatura global no siga aumentando por la emisión de gases de efecto invernadero. Es algo complejo, porque se trata de un pacto entre el mundo desarrollado y el mundo en vías de desarrollo, pero sobre todo porque es un compromiso que deben asumir los grandes (China, India, Rusia, Brasil y Estados Unidos), que no solamente son los que más contaminan, sino los que potencialmente pueden contaminar más.
La Unión Europea ha tenido una posición ejemplar desde principio. Nosotros hemos sido los primeros en acepar los compromisos de reducción de los gases de efecto invernadero, tenemos una política común y trabajamos juntos. Se puede decir que un bloque muy importante de 28 países del mundo de un nivel de desarrollo grande, que engloba a 500 millones de personas, han adquirido el compromiso. Ahora falta que se sumen los demás.
Se ha producido un paso muy importante con el acuerdo de Estados Unidos y China para hacer un esfuerzo de sumarse a esa reducción, pero todavía falta embarcar a India, Brasil y a Rusia, que tiene siempre ciertas reticencias; y el reto más grande que es embarcar a toda la cantidad de países en vías de desarrollo. Naturalmente, para ellos ahora es más importante su desarrollo y dar a sus poblaciones las condiciones necesarias para mejorar el nivel de vida, que los temas de medio ambiente.
En este sentido, creo que Francia ha hecho un esfuerzo encomiable, con una política muy activa donde España participa de la posición común que tiene la Unión Europea. Se está haciendo también un esfuerzo diplomático grande y Hollande tiene verdadera voluntad política de poner todo el peso que tiene Francia en el mundo para lograr un acuerdo, y es muy posible que se alcance. El problema será si se llega a un acuerdo de mínimos o a un acuerdo más sustancial para lograr el compromiso, con un sistema por el cual no solamente los países se impliquen, sino que también exista un control para que así sea.
Todo parece indicar que esta reunión de París va a ser un hito, y poco a poco se están poniendo las condiciones para conseguirlo, algo que naturalmente desea España. Nuestro país ha hecho un gran esfuerzo para mejorar su medio ambiente, tanto es así que la mayor parte de la energía eléctrica –la más contaminante– que se produce en España es casi libre de emisiones de CO2. Por eso son tan importantes las interconexiones, porque permiten una salida a la energía limpia española que, de otra manera, muchas veces se tendría que abandonar.
Entrevista publicada en Executive Excellence nº120 marzo 2015.