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COVID-19: la economía en coma inducido, según Paul Krugman

(Tiempo estimado: 7 - 14 minutos)

Las secuelas sanitarias y sociales que está dejando el COVID-19 son ya mas que palpables a nivel global. Sin embargo, cuando se decrete el fin del confinamiento y el virus ya no suponga una amenaza para la salud, el mundo se verá obligado a encarar un nuevo frente: las consecuencias económicas. 

Atravesamos una crisis sin precedentes y, por lo tanto, no es fácil intentar prever lo que va a pasar. Los expertos comienzan a dibujar un escenario poco halagüeño para el periodo post-coronavirus que, según apuntan, será más largo y duro de lo esperado en un primer momento. 

“La resaca del COVID no solo va a durar todo el año que viene, sino que sobrepasará el 2021”, afirmó Paul Krugman durante su intervención en “Outthinker 2020 Virtual Summit”, organizado por la plataforma Outthinker. El Premio Nobel de Economía señaló que se espera un descenso del PBI bastante importante, y alertó de que el verdadero problema son las medidas de estímulo aprobadas por los gobiernos para insuflar de liquidez a los países, ya que provocarán un mayor endeudamiento y elevarán el déficit. Asimismo, se mostró preocupado por la mala implementación que las ayudas están teniendo de cara a los colectivos más vulnerables.    

Un caso diferente 

El ámbito económico es, evidentemente, menos importante que la vida de las personas, pero también representa un aspecto muy importante. 

La crisis sanitaria a la que nos enfrentamos está siendo increíblemente severa y se mueve a una velocidad tremenda. Hace un mes, se podía argumentar que el impacto económico no iba a ser muy fuerte, incluso el presidente Donald Trump lo decía; pero en este tiempo ya se han perdido en EE.UU. un mínimo de 15 millones de empleos. 

Las estadísticas económicas que utilizamos no pueden seguir el ritmo de la evolución de esta crisis. Aunque la tasa de desempleo hoy es, en EE.UU., del 15%, continúa creciendo a pasos agigantados. Estoy convencido de que en las próximas semanas el empleo entrará en una gran depresión. Posiblemente esta crisis será entre tres y cinco veces peor que la crisis financiera de 2008. 

Además, todo está sucediendo a gran velocidad. La evolución está siendo tan rápida que nos tenemos que basar en indicadores informales poco fiables, porque los números oficiales ni siquiera son capaces de seguir el ritmo de lo que está pasando. 

Esta crisis es absolutamente novedosa. Muchos, entre los que me incluyo, hemos dedicado muchísimo tiempo a estudiar la historia de las crisis y recesiones y de sus consecuencias, y sabemos que todas tienden a parecerse entre sí… salvo esta.

No hace mucho se publicó el libro This time is different (Esta vez es distinto) que repasaba los indicadores financieros de los últimos 800 años en diferentes países del mundo, demostrando la existencia de patrones y ciclos en las crisis financieras. Pero por una vez, y como dice el título, nos enfrentamos a una situación completamente diferente: Una crisis financiera generada por un virus, y que no está sujeta a las reglas habituales de las crisis. 

Que sea diferente no significa que no podamos entender lo que está ocurriendo. De hecho, los economistas están haciendo un trabajo ímprobo y veloz para crear un marco que nos permita trabajar, pero es evidente que esta crisis no obedece las reglas de sus antecesoras. 

En primer lugar, la velocidad con la que se está desarrollando no tiene precedentes. Nunca antes hemos experimentado las circunstancias que nos han llevado a esta crisis y las decisiones políticas que han tenido que tomarse son absolutamente novedosas, por lo cual debemos ser conscientes de que no se trata de una recesión convencional.

Las recesiones se producen cuando el gasto y el consumo caen por diferentes razones, como cuando no hay suficiente demanda y las empresas empiezan a despedir a sus empleados porque no venden.   

Sin embargo, ahora no es eso lo que ocurre, aunque pueda llegar a serlo a corto-medio plazo. La causa inmediata es el distanciamiento social. Nos hemos visto obligados a cerrar importantes áreas económicas, porque mantenerlas abiertas solo incrementarían el contagio. Las personas son los vectores de la enfermedad y hay que mantenerlos aislados.

Utilizando una metáfora médica podríamos decir que nos encontramos en un coma inducido donde los doctores, de forma deliberada, cierran funciones cerebrales para inmovilizar a la persona y que esta se recupere de un accidente traumático o una enfermedad grave. Lo que esencialmente hemos hecho ha sido poner entre un 20 y un 25% de la economía en suspensión, en un coma inducido, hasta que la pandemia se haya controlado. Así se frena la propagación, evitando que el virus se extienda cuando se realizan las actividades habituales. Esto es algo tremendo y que supone un shock gigantesco y sin precedentes para la economía global. 

Si esta situación se prolonga, lo más probable es que se acabe produciendo una recesión convencional añadida, ya que una gran parte de la fuerza laboral se ha quedado sin empleo y un elevadísimo número de empresas ha cerrado. Como consecuencia, se reducirán o eliminarán compras a otros sectores que no se han visto afectados. Por eso, uno de los objetivos políticos es intentar contener ese efecto, tratando de que esto no ocurra o de que si se produce, ocurra de  forma suave y controlada sin consecuencias demasiado graves.

Cómo amortiguar las consecuencias

Lo más importante ahora es ayudar a las empresas para que no cierren y a las personas que ya han perdido su puesto de trabajo. 

Esta crisis está afectando, sobre todo y de forma desproporcionada, a las personas con salarios básicos que realizan trabajos presenciales. Los profesionales con mayor nivel de formación y especialización están sufriendo menos en general, dado que pueden tele-trabajar. Por tanto, el impacto se está centrando básicamente en la gente con un estatus socio-económico bajo.

Dado que se trata de personas y familias sin recursos ni ahorros, necesitan ayuda desesperadamente. A diario veo muchos artículos en los periódicos sobre el plan de estímulo dotado de 2,2 billones de dólares que ha aprobado el Congreso para amortiguar las consecuencias de la crisis del coronavirus. Es un dinero que servirá para paliar un desastre similar al de un huracán, pero a una escala tremenda… no solo zonas y ciudades del sur, sino en todo el país. Las actuaciones esenciales que se están tomando, como la ampliación de las ayudas al paro, los préstamos a pequeñas empresas (que posiblemente se condonen si se utilizan para mantener a los empleados), las ayudas a los hospitales o a los estados, se basan en decretos altamente imperfectos y la implementación de los mismos, para mí, es una fuente de preocupación. 

He de decir, sin embargo, que es mucho más de lo que yo pensaba que podíamos esperar de este gobierno, teniendo en cuenta la política que ha llevado a cabo últimamente. Sinceramente, esperaba que Trump y su equipo no tuviesen en consideración lo más importante, y que se dedicaran a conceder ayudas a personas y entornos que lo necesitan poco y lo merecen menos, pero no ha sido así, aunque estoy seguro que algunos también se aprovecharán de la ley.

Lo que sí tengo claro es que este paquete de ayudas no va a ser suficientemente efectivo para eliminar la tensión que se vive en el país. Los beneficios no son demasiado elevados y creo que los gobiernos locales y los estados, que son los que están soportando la mayor parte del impacto inicial al encontrarse en primera línea,  están teniendo que soportar un importante incremento de gasto. 

Además, como en los EE.UU. los estados se financian en gran medida con los impuestos sobre las ventas, similar al IVA europeo, y dado que nadie está comprando, el impacto sobre sus ingresos es tremendo, sobre todo si consideramos que por ley los estados están obligados a es tener presupuestos equilibrados. Es evidente que necesitan ayuda urgente, porque a día de hoy no cuentan con suficientes recursos para cumplir esta exigencia.

También existen problemas de implementación de las ayudas. La pérdida de puestos de trabajo ha sido tan elevada y rápida que ni siquiera se han podido comenzar a distribuir las ayudas a los desempleados adecuadamente. Las oficinas de empleo estatales están sobrepasadas por los acontecimientos, no tienen los recursos ni las herramientas para poder enfrentar esta situación. Han sido olvidadas durante tanto tiempo y sus sistemas están tan obsoletos que no han podido responder a esta brutal demanda. En Nueva Jersey, donde estoy confinado, se buscan con urgencia programadores de Cobol, porque el sistema de desempleo necesita repararse. Esto es una sencilla demostración de lo preparados que nos encontramos ante estas situaciones. ¡Nuestro estado tiene un sistema tan antiguo que tiene dificultades para encontrar a personas que lo conozcan y puedan arreglarlo!… esta circunstancia nos da una idea de la situación en la que nos encontramos.

Por tanto, conseguir que el dinero de las ayudas pueda empezar a fluir a tiempo para evitar el desastre financiero y evitar que se contagie a otras parte de la economía va a ser un verdadero problema.

¿Una nueva Gran Depresión? 

Todo el mundo está preocupado por lo que va pasar después, por cómo de mala va ser la situación. Es evidente que no conocemos la respuesta, pero estamos empezando a hacernos una idea bastante aproximada de lo que puede pasar. Calculamos que el PIB puede llegar a caer, aunque de forma temporal, entre un 20 y un 30%; un porcentaje de la Gran Depresión. 

Saber cuánto puede durar y cuándo podremos recuperarnos es de una importancia crítica. En principio hablábamos de una recuperación en V en el caso de que la población volviese rápidamente al trabajo; aunque eso quizás fuese aún posible, hay toda una serie de razones que me hacen ser escéptico a la hora de confiar en este tipo de recuperación.

Algunos expertos señalan ya que el proceso se asemejará más al símbolo de Nike que a una V, donde la curva de crecimiento tendrá una angulación mucho más plana que la de la caída, y tiendo a estar de acuerdo con ellos. Una recuperación en V conlleva la existencia de mucha demanda acumulada, como tras la II Guerra Mundial, donde después de una supresión del gasto de consumo de cuatro años, la población se lanzó a comprar aquellos productos que no habían podido adquirir durante el conflicto bélico. 

Ahora no se han suprimido adquisiciones de bienes duraderos, como coches. Las personas no solo no están posponiendo compras sino que están dejando de gastar en actividades de ocio como restaurantes, comercio, ropa… gastos no recuperables. El sector servicios no se recuperara de las ventas no realizadas y esto hace que una recuperación en V sea más que dudosa.

Por otro lado, los daños colaterales que se producirán durante esta crisis que estamos atravesando pueden ser tremendos, y la resaca que vamos a vivir afectará a la economía durante mucho tiempo. Son muchísimos los negocios y las empresas que desaparecerán, y si no desaparecen, van a verse muy afectados en su capital y reservas. Les costará mucho tiempo y trabajo volver a operar con normalidad. Vamos hacia una situación donde muchos negocios y familias no solo habrán agotado sus ahorros, sino que incluso incurrirán en deudas y tras la crisis, en vez de gastar, se tendrán que dedicar a intentar restaurar su equilibrio financiero.

Personalmente estoy muy preocupado por la política pública. El hecho de que los estados no estén recibiendo las ayudas que deberían significa que van a tener que recortar el gasto, lo cual será una rémora para la economía y los servicios estatales y locales. 

Los beneficios que aporte el plan de estímulo de los dos trillones de dólares expirarán rápidamente. Las ayudas destinadas a salud y otras áreas sólo duran cuatro meses. Los préstamos a las pymes, aunque condonen parte de ellos, sólo tendrán ocho semanas de vigencia, y a esto hay que añadir que cuando la ayuda federal se elimine, se producirán unos recortes tremendos del gasto público, justo en el momento en el que la economía necesita entrar en fase de recuperación.

Esta situación  es parecida a la de 2008, donde la eliminación del gasto estatal retrasó mucho la recuperación. Además, ocurre en lo que algunos ya denominan “tiempo COVID” y con una amplitud global, sin fronteras. Dado que estamos ante procesos mucho más rápidos y más severos que los del 2008, el impacto será mayor y alargará la recuperación. 

También deberíamos preocuparnos por la cantidad de deuda que terminará acumulándose, porque aunque ahora estamos hablando de dos trillones de dólares, pero estoy convencido de que la deuda va a ser superior.  Vamos a ver unos niveles de deuda pública federal elevadísimos cuando la situación vuelva a la normalidad.

¿Es el disaster relief  la respuesta?

Nos enfrentamos a una doble pregunta: ¿deberíamos preocuparnos por esta acumulación de deuda? y ¿estaremos en el futuro preocupados por dicha acumulación? 

 Ahora no debemos preocuparnos, porque tenemos una tremenda capacidad de endeudamiento. De hecho, hasta hace poco los inversores prácticamente suplicaban a la reserva federal que emitiese deuda. Hemos vivido en un entorno de préstamos a intereses negativos y eso hace que el endeudamiento no suponga un problema grave ni ahora ni en el futuro. Hay algunos países que se encuentran en una situación similar, pero no muchos. Es evidente que cuando hayamos atravesado esta situación tendremos mucha más deuda, aunque nunca lleguemos a una situación tan severa como la de Japón; y Japón no está teniendo problemas con su deuda. Personalmente no estoy nada preocupado hoy, aunque más adelante creo que sí lo estaremos.

En el futuro, cuando termine esta crisis, vamos a ver con absoluta certeza a muchísimos políticos solicitando recortes, reducciones y pidiendo que se eliminen gastos de programas sociales. 

Para saber cómo de serias van a ser esas demandas de austeridad y cómo nos van a constreñir, afectando a la sociedad, tendremos que esperar a ver quién gana las elecciones. Si ganan los demócratas, los republicanos en el congreso van a “redescubrir”  lo importante que es mantener la deuda baja; en cambio, si gana Donald Trump, creo que el congreso con mayoría republicana continuará siendo indiferente a la  importancia que tiene la deuda acumulada (NdR: Así que incluso parece ser mejor que gane Trump a que ganen los demócratas). En cualquier caso y en ambos escenarios, aunque con diferente intensidad, los requerimientos para reducir las ayudas médicas y las destinadas a la alimentación van a estar presentes. Esto va echar más leña al fuego de la recuperación prolongándola en el tiempo.  

Atravesamos una caída no convencional, y la respuesta adecuada es proporcionar lo que los americanos denominan disaster relief, o ayuda para situaciones de desastres (naturales). Sorprendentemente, parece que estamos haciendo lo adecuado en ese sentido, aunque a escala insuficiente en tiempo y volumen. La gente no recibe el dinero a tiempo. 

Además del sufrimiento que la enfermedad en sí misma va a ocasionar, habrá una pátina de sufrimiento económico muy potente. Poco a poco nos recuperaremos, y eventualmente alcanzaremos una recuperación completa, pero no va a ser tan rápida como la sociedad en general espera. Veo francamente difícil que en un año podamos mirar atrás y decir: “fue muy duro, pero ya ha pasado”. Creo la resaca del COVID va a durar todo el año que viene, e incluso irá más allá del 2021. Depende aún de muchos factores desconocidos, entre los que está la estacionalidad.


Paul Krugman, economista, escritor y Premio Nobel de Economía en 2008


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