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Mangino e Inciarte: “En la adversidad se aprende a valorar el don de la vida”

(Tiempo estimado: 9 - 18 minutos)

Hay determinadas experiencias que no dejan indiferente a nadie y marcan un antes y un después en la vida de las personas. Ésta es una de ellas. A pesar de haber pasado más de treinta años del suceso, el “Milagro de Los Andes”, como se conoció a esta historia, sigue vivo entre nosotros. Pasarán treinta años más y se seguirá recordando como el primer día.

La trágica noticia del accidente aéreo ocurrido el viernes 13 de octubre de 1972 dio la vuelta al mundo entero y conmovió a toda la humanidad, ensalzando las enormes posibilidades del ser humano y poniendo de manifiesto cómo la adversidad bien gestionada fortalece al hombre y le ayuda a crecer. Una adversidad que durante 72 días sirvió para templar ambiciones, relativizar lo material, despertar la creatividad, domesticar egos, fomentar el espíritu de equipo, practicar la generosidad, poner a prueba la flexibilidad, y, sobre todo, como nos confiesan Alvaro Mangino y Jose Luis “coche” Inciarte: “vivir el amor”.

4.500 metros de altitud, temperaturas de hasta 40º bajo cero, escasez de alimentos, carencia de medios, enfermedades o aludes, no fueron suficientes para doblegar a las “ganas de vivir” de aquel grupo de imberbes de apenas 20 años que plantaron cara a todo tipo de contrariedades, demostrando, como diría el filósofo José Antonio Marina, que “el talento es la capacidad de conseguir resultados extraordinarios con gente ordinaria”.
Se convirtieron a partir de ese instante en ejemplo de superación capaz de desafiar los límites más insospechados. Después de aquella experiencia, hoy viven la vida de la mejor manera, con intensidad; no torturados por el pasado ni angustiados por el futuro. Saborean el presente y degustan la existencia como si fuese el último minuto. Saben que la muerte está tan segura de su victoria que nos da toda una vida de ventaja, así que la mejor manera de aprovecharla es no desperdiciándola.


El accidente: viernes 13 de octubre de 1972

A las 8:05 de la mañana del jueves 12 de octubre de 1972, el avión Fairchild F-227 nº571 de la Fuerza Aérea Uruguaya, con un joven equipo de rugby a bordo, los Old Christians, despega de Carrasco (Montevideo) con destino a Santiago Chile. Las inclemencias meteorológicas obligan al avión a aterrizar en el aeropuerto Mendoza (Argentina) a la espera de nuevo aviso para partir.
Al día siguiente, en torno a las 15:30, el avión, con cuarenta pasajeros a bordo y cinco tripulantes, se estrella en la cordillera de Los Andes a más de 3.500 metros de altitud, muriendo en la colisión trece personas y tres más durante la noche. 
El domingo 15, poco después del mediodía, tres aviones pasan cerca de los restos del Fairchild, pero siguen de largo. Al rato, otro avión sobrevuela la zona y mueve las alas, lo que les hace pensar a los supervivientes que han sido vistos, y en breve serán rescatados. Ninguna ayuda, sin embargo, llega al lugar.
El frío, el hambre, el dolor y la espera sin noticias hacen que los presentimientos negativos comiencen a instalarse en el grupo. El agotamiento de las subsistencias y la falta de alternativas comestibles en la montaña les obligan a tomar una de las decisiones más duras: utilizar los cuerpos sin vida de los fallecidos como alimento.

Suspensión de la búsqueda: lunes 23 de octubre de 1972

Tras días de espera, el décimo día conocen por radio que el Servicio Aéreo de Rescate (SAR) uruguayo ha suspendido su búsqueda. Un nuevo golpe emocional invade al grupo, pero el liderazgo de Fernando Parrado, uno de los primeros en conocer la noticia, sirve con su actitud positiva para insuflar fuerzas:
– Tengo que daros una buena noticia. Han abandonado la búsqueda.
La perplejidad del grupo es manifiesta:
– ¿Y por qué son buenas noticias?
Parrado demuestra entonces su carisma:
– Porque eso significa que saldremos de aquí por nuestra cuenta; vamos a salvarnos solos.

El alud: domingo 29 de octubre de 1972

Dieciséis días después del accidente, el domingo 29 de madrugada, mientras duermen, una avalancha de nieve les sorprende y mueren ocho personas más. La desesperación del grupo se acrecienta, pero aquella nueva tragedia marca un punto de inflexión en la actitud del grupo. El alud trajo consigo más dolor, pero también resultó un fuerte acicate para despertar la proactividad del grupo haciéndoles ver que si no era por sus propios medios no saldrían de allí.
Finalmente, eligen a varios de los supervivientes para que crucen las inmensas montañas a pie. Por ello, el grupo decide dedicar sus recursos a preparar a los tres elegidos haciendo de ellos el centro de atención: Más alimentos y menos trabajo para que acumulen las necesarias reservas para su viaje de rescate.

La última expedición: martes 12 de diciembre de 1972

La falta de oxígeno, la necesidad de alimento y la densidad de la nieve hicieron fracasar en varias ocasiones las expediciones emprendidas. A pesar de todo, aquellos primeros ensayos sirvieron para esbozar la que sería la última y definitiva expedición.
El martes 12 de diciembre, Canessa, Parrado y Vizintin salen rumbo al oeste para encontrarse con los verdes valles de Chile. Éste último, viendo que las subsistencias no serían suficientes para aguantar todo el camino, decide regresar al campamento y dejar su ración de comida a los dos primeros.
Tras escalar la primera cima y llegar a lo más alto, Canessa  observa una hilera de montañas inacabables y se derrumba:
– Vamos a morir, dice.
Parrado, siempre luchador, vuelve a la carga con sus comentarios positivos:
– Sí, vamos a morir, pero andando.
El domingo 17, en una de las paradas ven un pequeño arrollo con musgo y juncos a su lado. Es el primer signo de vegetación que se encuentran desde el accidente. Dos días después ven un grupo de vacas, y más adelante encuentran el primer rastro de civilización: una lata vacía de sopa, una herradura de caballo y unos árboles talados.

El rescate: viernes 22 de diciembre de 1972

El miércoles 20, un arriero chileno que se encontraba con su ganado en un valle en las profundidades de Los Andes, ve al otro lado de un torrente las figuras de dos hombres. Parrado y Canessa, muy debilitados, le hacen gestos de auxilio, pero éste pensando que son terroristas o turistas, no presta atención y se aleja. 
Al día siguiente se produce el segundo contacto. Cuando el arriero vuelve al lugar se encuentra a ambos en el mismo lugar. Les lanza al otro lado del río un papel y un bolígrafo y Parrado escribe: “Vengo de un avión que cayó en las montañas. Soy uruguayo. Hace 10 días que estamos caminando. Tengo un amigo herido arriba. En el avión quedan 14 personas heridas. Tenemos que salir rápido de aquí y no sabemos cómo. No tenemos comida. Estamos débiles. ¿Cuándo nos van a buscar a arriba?. Por favor, no podemos ni caminar. ¿Dónde estamos?”.

Después del rescate

El 18 de enero de 1973 se organizó una expedición al lugar donde yacían los restos del Fairchild para dar sepultura a los muertos del accidente y decirles el último adiós. Se levantó un altar de piedra con una cruz de hierro en la que aún se puede leer: “El mundo a sus hermanos uruguayos”; y por el otro lado: “Cerca, Oh Dios, de Ti”.
Ese mismo año se publicó el libro “¡Viven! La tragedia de Los Andes”, de Piers Paul Read, basado en los testimonios de los supervivientes y que serviría veinte años más tarde, en 1993, para dar vida a una producción cinematográfica dirigida por Frank Marshall.
Aquella experiencia cambió la vida de todos los supervivientes y hoy día algunos de ellos viajan por todo el mundo dando conferencias sobre las enseñanzas de aquella historia. Executive Excellence charla con Alvaro Mangino y Jose Luis Inciarte quienes nos desvelan algunas de las claves de aquel episodio que hoy día sigue admirando a la humanidad. Gracias al ISEM y especialmente a Covadonga O’Shea por poner a nuestra disposición el ISEM, donde se celebró esta entrevista e invitarnos al acto organizado conjuntamente con el IESE, donde tuvimos ocasión de disfrutar de la introducción de Santiago Álvarez de Món a la conferencia que dieron los entrevistados.

FEDERICO FERNÁNDEZ DE SANTOS: ¿Cuáles son las  principales enseñanzas que sacaron de la experiencia?

Alvaro Mangino: La primera enseñanza que uno aprende de esta experiencia es que en la vida uno siempre puede estar peor, y hay que ser agradecido con lo que se tiene. En segundo lugar, se aprende que con actitud, trabajo, esfuerzo y fe se puede alcanzar lo que uno desee en esta vida. Crisis tenemos todos. Todos nos enfrentamos a nuestras propias Cordilleras. La de cada uno es siempre la peor, pero hemos de saber que  siempre se puede levantar.
Yo he vivido otras cordilleras en mi vida, pero he salido adelante. Eso es algo que lo tenemos grabado a fuego. 
José Luis Inciarte: Estando de acuerdo con Alvaro, quisiera hacer una reflexión: Se puede vivir con tan poco….tan poco necesita el hombre para vivir feliz y en paz, que me llama la atención que vayamos por la vida diciendo: “Qué poco tenemos y cuánto nos falta”. En la realidad, si echamos la vista atrás, lo que tenemos es muchísimo. Nos sobra. Se puede vivir con tan poco, pero como no se puede vivir es sin amigos, sin familia y sin amor.

F.F.S: Nuestro director, Francisco Alcaide, siempre nos dice que hicisteis lo que hicisteis porque no sabíais que era imposible. Quien conoce la montaña, no habría apostado por vosotros. ¿Dónde residieron las claves para sobrevivir en condiciones tan extremas?

A. M.: Sin duda en la solidaridad. Fuimos un grupo con distintos valores; sin nada que nos constituyese como tal. No teníamos intereses empresariales de negocios o de otra índole que nos uniesen. Sólo teníamos un interés común: salir y reunirnos con nuestras familias. Cierto es que la ignorancia nos ayudó mucho. En Uruguay, no hay ni siquiera montañas. Nuestro desconocimiento era absoluto. Nuestra primera experiencia en medio de la nada, a 4.000 metros de altura y en mi caso con una pierna fracturada. Me tuve que arrastrar los 72 días pero siempre creí, siempre tuve fe, que aquello que ha-cíamos era lo correcto. Nunca dudé que saldríamos de allí. Nadie fue un súper héroe, pasamos todos por momentos de debilidad y lloramos sintiéndonos abandonados, pero siempre había alguien que venía a darte un abrazo o una palabra de cariño (o un simple gesto) que era muy importante.
J. L. I.: Fueron varias las cosas que nos ayudaron a sobrevivir, Desde el primer momento en el que nos vimos rodeados de tragedia y de amigos muertos, aparece la alegría de estar vivo. Aprecias la vida de otra forma. La ves no como un derecho sino como algo que hay que merecer. Descubres la primera noche que no mueres gracias, literalmente, al calor humano. Cuando días después una avalancha nos sepulta y estás cavando, percibes que tu vida es tan importante como la de los demás. Así, se va transformando ese grupo de personas, ese recurso humano de tanta importancia en toda empresa, en un magnífico equipo. Todos comulgábamos con un solo objetivo que había emergido como lo más importante: volver a la familia y a los amigos. Por eso hicimos todo y de todo, lo imposible y lo impensable para conseguir lo inimaginable. El hombre no sabe cuando le sueltan en un lugar, si sobrevivirá y superará una crisis. Pero amaneces cada día y das gracias a Dios por estar vivo. Cuando las personas se transforman en un equipo –como nos ocurrió a nosotros- se pueden hacer cosas maravillosas. Después creo que hay una mano exterior que nos ayuda, pues lo que hicieron Parrado y Canessa, caminando 10 días es una hazaña imposible aún con equipo. Los hombres allí arriba dieron todo y Dios puso el resto.

F.F.S: En aquella situación imaginamos que la creatividad se estiró hasta límites insospechados. Háblennos de ello...

J. L. I.: Lo primero fue no morirnos de frío. Dormimos amontonados y conocimos el calor humano que nos salvó      la primera noche. Después tuvimos que hacer agua. Comer nieve provoca que se inflame la lengua y termines por no poder tragar: desesperante. Que-mamos todos los billetes que teníamos para derretir hielo. En las épocas de crisis siempre aparecen personas creativas que con el sol consiguieron poner en marcha un sistema de deshielo. El sol nos quemaba los ojos e inventamos las Ray Ban andinas con plástico oscuro translúcido y mucha imaginación. 
Cuando estás desnudo de cuerpo, alma y mente emerge la familia como lo fundamental. Ahí todos, como un equipo, desarrollamos una estrategia para salir adelante como fuese. Sirva como ejemplo los sacos de dormir hechos con alambres de cobre de las bobinas de la radio y aislante como tela. Hicimos botas, medias; incluso las decisiones de quién va a salir, para dónde y cuándo, fueron decisiones innovadoras y creativas. Elegimos a tres para salir y los demás bajamos alarmantemente las condiciones físicas, trabajando en exclusiva para aquellos seleccionados. Evidente-mente, cuando estos elegidos tuvieron que caminar, ¡vaya si lo hicieron! 
A. M.: Para mí, la creatividad no sólo fue hacer lentes o agua. También desarrollamos creatividad frente a la presión de cuerpo, alma y mente a la cual estábamos sometidos. Buscamos en la fe una fuerza que nos diera sentido para luchar día a día. Nuestra lucha era diaria. La presión era continua ya que no se sabía si mañana estaríamos vivos, si otra avalancha terminaría con nosotros. En el humor, siempre importante en la vida, buscamos apoyo. De hecho hablamos de las especialidades culianarias favoritas de nuestras familias... pasando tanta hambre como pasábamos. El pensar en nuestros seres queridos durante aquellas noches tan largas nos sirvió como motivación.
La introspección en busca del amor recibido nos dio mucha fuerza para soportar la presión.
Quiero también resaltar que la creatividad puede tomar formas insospechadas como el uso que le dimos a la cámara de un balón de rugby: orinal. No podíamos salir del fuselaje a realizar nuestras necesidades así que por la noche la usábamos y el calor que desprendía hacía que tardase en salir del avión…..todos querían retenerlo al máximo y sentir el calor que desprendía. La creatividad nos acompañó desde el primer minuto. Nuestro desconocimiento la fomentó.

F.F.S: En condiciones adversas, el liderazgo adquiere más relevancia que cuando las cosas marchan bien porque hay que tomar decisiones difíciles sin reparar mucho en las consecuencias. ¿Qué es para usted el liderazgo y cómo se manifestó en aquellos días?

A. M.: Es algo natural en ciertas personas. Creo que en la vida los líderes son las personas que tienen capacidad de motivar y conseguir que quienes están a su alrededor lo acompañen por el servicio que él presta y ejemplo que da. El liderazgo no es algo que se imponga sino algo que se contagia. Aparece de forma natural. En nuestra historia hubo muchos líderes en diferentes momentos. En los grupos  humanos y en las grandes empresas, dentro de equipos con un mismo objetivo pueden aparecer diferentes líderes. Hay que buscar quiénes son en los distintos aspectos de la vida que pueden ser importantes. Uno puede ser líder en un desempeño puntual, pero otro puede serlo en otros aspectos.
J. L. I.: Había gente que por temperamento y carácter parecía líder, pero no es eso lo que necesariamente los hace ser líderes. Allá se ejerció el liderazgo de forma muy rotativa, según el rol que desempeñara. Aquel que hace las cosas mejor y con más ganas hace camino que otros siguen. Después está la vocación de servicio. Quien se ocupa de los demás recibe del grupo el liderazgo generado desde la confianza. El líder es tan importante que a partir de él se toman las decisiones, y a partir de ellas se ejecutan las mismas.
La actitud de las personas es también importante. Hay algunos que quieren cosechar pero nunca siembran. Allí, quien sembraba cosechaba. Esa actitud positiva hacia todo fue lo que nos ayudó. Incluso la actitud de resistencia hacia la frustración fue muy útil. Allá desarrollamos paciencia. Estábamos días enteros sentados al sol conservando energía. Y dio resultado: los 10 días en los cuales Parrado y Canessa estuvieron fuera nadie falleció (cuando había habido un fallecimiento el día antes de su partida).

F.F.S: La mente, con sus pensamientos positivos o  negativos, es un potente regulador de nuestros comportamientos, convirtiéndose en nuestra más fiel compañera o enemiga. ¿Qué papel jugó en los Andes?

J. L. I.: Fue fundamental. Nuestra situación física estaba “quebrada”. Al comienzo, estando sano, me apareció el miedo.  Luego me lastimé y comencé a depender de los otros cambiando mi situación; pero en todo momento la importancia de la menta fue clave. La mente lo es todo allí, para no desesperar; para no dejarte morir (cosa más sencilla que seguir luchando); para despertar un día y darte cuenta que puedes mirar a tu interior y descubrir tu alma. Puedes llenarte de felicidad aún estando solo y desnudo. Lo más importante en ese entorno es el amigo. La mente obliga al cuerpo a hacer cosas que no quiere. Cuando teníamos que alimentarnos, la boca no se abre, la mano no obedece y la lengua no traga. Los esfuerzos eran inmensos para hacerse obedecer. Al final lo logras. La mente es el instrumento más poderoso que tiene el hombre, tanto para el bien como para el mal.
A. M.: La mente es fundamental, ya que es la que te permite elegir el camino. Puedes lamentarte por aquello que te ocurra, o salir adelante. La elección está dentro de cada uno y en la mente está el poder. La presión soportada fue enorme, pero todos descubrimos mecanismos internos que nos ayudaron a salir adelante. Es la mente lo que te permite realizar cosas que se pueden considerar imposibles, fuera de toda lógica. 

F.F.S: Se suele decir que en situaciones de crisis, la comunicación es determinante. Cómo contar, por ejemplo, cuando les dan por perdidos y cancelan el proceso de búsqueda y rescate. Gustavo les cuenta que tiene una buena noticia y otra mala….  ¿Qué aprendieron sobre la comunicación en tiempos de peligro?

A. M.: Gustavo Nicolich, quien escuchó la noticia de la cancelación del proceso de búsqueda, nos informó diciendo: chicos tengo una buena y una mala noticia. La mala es que han cesado de buscarnos. La buena es que ahora hemos de salir nosotros por nuestros propios medios. Y así consigue que de una mala, muy mala noticia generásemos unas nuevas expectativas. Todo es relativo y frente a la pérdida de esperanzas de ser encontrados, nos genera un nuevo proyecto. Quizás el más difícil al que nos hemos enfrentados.
J. L. I.: La comunicación es clave. Hoy también debería serlo. En esta crisis de valores que estamos viviendo, hay que comunicar que es importante recuperar los valores.
En el primer momento de nuestra aventura, nadie salió corriendo. Todos fuimos a ayudar a los heridos. Descubrimos la importancia de la vida, tuya y ajena. En el mundo hay mucha gente que no conoce esto, y por eso se generan las situaciones que se generan. Hay que mostrar determinadas situaciones para que se conozcan. Nosotros llegamos a generar una tremenda tolerancia a la frustración, y en esa inmensidad descubrimos que las crisis no siempre son malas y que la actitud para superarlas es fundamental. Saber comunicar esa actitud es importantísimo.  

F.F.S: Esta experiencia ha servido a muchos otros para reorientarse en la vida. Habéis ayudado mucho otras personas. Esa forma de poder contribuir a la felicidad de los demás provoca satisfacción. Este papel de psicólogos, consultores y benefactores, ¿qué os ha aportado?

A. M.: Para mí es lo más gratificante de esta experiencia. Durante muchos años, Coche y yo no hablábamos de este tema. Era algo muy íntimo y personal como para comentarlo. En el 2002 comenzamos a dar conferencias, como esta para ISEM Fashion Business School, por todo el mundo. Siempre nos habíamos preguntado el para qué de nuestra vivencia. 
La respuesta al “para qué” la hemos encontrado de alguna manera en las conferencias que damos. Es tal la satisfacción y el orgullo que nos produce contar y expresar esta vivencia (que nuestros compañeros muertos no pueden contar), que compensa el sacrificio. Es lo más gratificante, por lo que representa de ayuda a los demás, que me ha pasado en la vida después de tener hijos.
J. L. I.: La historia es lo extraordinario; una historia vivida por gente común y corriente, que llega a los demás. Nosotros no somos extraordinarios, ni somos profesores. Contamos la historia porque, estando vivos, tenemos la obligación de contarla. Nuestros amigos muertos no pueden. Dar testimonio es nuestro plus.  Compartir esta experiencia con la gente para que pueda ayudar a cada uno en su propia cordillera que es la más difícil.


 Entrevista publicada en Executive Excellence nº60 jun09

 


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