¿Por qué los clusters son tan positivos?
En general, los clusters han demostrado mayor capacidad de crecimiento y resistencia frente a la incertidumbre. Estos grupos de industrias estrechamente relacionadas que operan dentro de una región constituyen una fuente de aprendizajes para el ecosistema empresarial. La fuerza y amplitud de los clusters regionales mejoran la resiliencia del empleo de las industrias constituyentes, con vínculos entre empresas e interindustrias como una fuente relevante de resiliencia.
La española Mercedes Delgado, profesora asociada de Estrategia e Innovación en Copenhagen Business School e investigadora científica en el MIT, lleva años estudiando el impacto de estas concentraciones geográficas de industrias, empresas e instituciones de apoyo relacionadas. Con motivo de su reciente visita a la Fundación Rafael del Pino, donde codirige el Programa “Frontiers of Innovation and Entrepreneurship Ecosystem”, tuvimos oportunidad de charlar con ella y explorar los grandes interrogantes de este campo. Este es un adelanto de la conversación.
FEDERICO FERNÁDEZ DE SANTOS: Históricamente, ¿cuáles son las condiciones que han estimulado la creación de los clusters?
MERCEDES DELGADO: Primero debe existir talento, personas con capacidades y habilidades relacionadas, además de empresas en diversos campos para explotar las relaciones existentes entre ellas, ya sean relaciones de input-output, compartición de tecnologías… Es decir, no es posible crear un cluster desde cero, pero sí apoyar uno cuando se encuentra en estado embrionario, contribuyendo a las actividades económicas de esa zona geográfica en particular.
La evolución de los clusters depende de la localización y su tipo, aunque tardan mucho tiempo en desarrollarse; siglos incluso. Sin embargo, una vez que ya están establecidos, son tremendamente persistentes. Mi especialidad no es la evolución de los mismos, sino su identificación e impacto en el empleo, en la innovación o en la inclusividad. Aunque tardan mucho tiempo en desarrollarse, una vez que ya están establecidos los clusters son tremendamente persistentesUn ejemplo interesante es el de Kendall Square en el sector de la biofarmacología. En este entorno existía talento. En los años 70, el MIT y Harvard iniciaron una colaboración que actuó como catalizador, aportando este último su hospital y el MIT los ingenieros, creándose un proyecto, Healthcare Technology Services, que cambió completamente Kendall Square. Gracias a decisiones de liderazgo muy importantes, dos universidades competidoras colaboraron y nació un spin off: Biogen. A partir de ahí, surgieron muchas más firmas, dando origen 30 años después (proceso relativamente rápido) al cluster de biotecnología más importante del mundo, alimentado por el abundante talento de la zona.
F.F.S.: Hoy vivimos en un mundo de IT que cambia a gran velocidad y que se sustenta en start-ups. ¿Cómo se genera un ecosistema que ayude a que estas start-ups florezcan?
M.D.: Es absolutamente cierto que las start-ups están conduciendo a la innovación, pero no es algo nuevo. En los clusters industriales siempre se ha necesitado otro tipo de empresas. Hablamos de velocidad porque nos enfrentamos a grandes problemas, como son la transformación digital o la revolución verde, y contamos con nuevas herramientas, como la IA y otras. Dado que las industrias están siendo transformadas muy rápidamente, se necesita imprimir esa aceleración a la innovación; y las start-ups son parte integral de ello.
Los clusters y los ecosistemas en los que están inmersos tienen una importancia crítica para las start-ups. Su nacimiento geográfico no es aleatorio ni fortuito, sino que se originan allí donde van a tener empresas relacionadas con su actividad e instituciones que las beneficien. Si hablamos de una firma de biotecnología como Moderna, lo más razonable es que surja en un cluster de biofarma, como el de Boston. Sin embargo, es mucho más probable que una start-up de servicios financieros nazca en Nueva York, Londres o Madrid. Aunque esto parezca trivial, no lo es. Las start-ups de servicios financieros tienen tremendo potencial pero son como bebés; requieren de muchísimos recursos para crecer y adquirir tamaño para poder tener impacto y poner en marcha esa transformación a través de la innovación. Esos recursos (conexiones, introducciones, insumos, proveedores…) los encuentran en los ecosistemas de innovación; de ahí la importancia de que nazcan en ellos. El nacimiento geográfico de las start-ups no es aleatorio ni fortuito, sino que se originan allí donde van a tener empresas relacionadas con su actividad e instituciones que las beneficien
Además, frecuentemente los clientes están próximos. Una tendencia habitual de las start-ups es la de mirar hacia el exterior, pero yo recomiendo que miren más a su alrededor, ya que hay una razón por la cual han surgido en esa zona o ciudad. No ha sido de forma azarosa, y posiblemente tengan cerca algunos clientes u oportunidades en los cuales apalancarse y con los que comprometerse.
Las instituciones de apoyo son otro factor fundamental. Ya sea el cluster de biotech en Boston o el de fintech en Dinamarca, hay organizaciones, habitualmente público-privadas, creadas para ayudar a las firmas nacientes a desarrollar su potencial. En el caso de Copenhague, Fintech Lab es una institución financiada por los bancos para apoyar a las start-ups a crear servicios e infraestructura de datos para ellos. Se genera así una relación cliente-proveedor que favorece a estas jóvenes firmas a acelerar la innovación, creando con celeridad algo nuevo que tendrá un impacto y que muchos clientes y usuarios podrán utilizar. En esta área, empresas como Tink en la zona Nórdica o Plaid en EE.UU. están generando una infraestructura de datos. En ambos casos, se evidencia cómo el ecosistema de innovación las apoya para alcanzar tamaño, pues para ellas crecer es arriesgado y requieren de muchos recursos.
Las necesidades varían dependiendo del ecosistema y sector. Life science, por ejemplo, precisa de capital riesgo especializado. Todos conocemos el éxito de Moderna una firma de capital riesgo especializada llamada Flagship Pioneering. En cambio, en software de seguridad o fintech, las necesidades no son tan acuciantes.
Asimismo, las instituciones de apoyo difieren en función del sector. Discutíamos recientemente sobre nanotecnología con Vladimir Bulovic (MIT) en la Fundación Rafael del Pino. El capital que necesitan estas tecnologías es brutal: de media, por encima de los 100 millones de dólares. Para las start-ups dedicadas a este ámbito, es crítico tener acceso a laboratorios y equipos especializados, y eso es lo que hace MIT.nano. Gracias a ello, las start-ups tienen la oportunidad de poner en marcha sus proyectos pilotos, algo que sería imposible si tuviesen que financiar laboratorios por sí mismas, y pueden atraer más inversiones e incrementar sus posibilidades de éxito. En todos estos ejemplos de ecosistemas de innovación y clusters industriales, se demuestra lo significativo que es para el crecimiento de las start-ups los factores antes indicados.
Finalmente, los gobiernos también tienen un rol fundamental. En Copenhagen, se pone un tremendo énfasis en la sostenibilidad. En general, en los Países Nórdicos existe un gran apoyo público a todas las start-ups que busquen soluciones a problemas medioambientales, como lo hace la firma danesa To Good To Go. Se trata de una plataforma cuyo fin es evitar el desperdicio de alimentos, haciendo posible que los restaurantes ofrezcan las sobras de comida a través de la app a un precio con descuento. Esta compañía, ya establecida en otros países, goza del apoyo del gobierno danés.
Mercedes Delgado, profesora asociada de Estrategia e Innovación en Copenhagen Business School, investigadora científica en el MIT y codirectora del Programa “Frontiers of Innovation and Entrepreneurship Ecosystem”, de la Fundación Rafael del Pino.
Imagen de apertura © Daniel Santamaría.
Publicado en Executive Excellence en julio de 2022.