Antonio Llardén: El gas como energía de transición
Antonio Llardén es ingeniero industrial por la Escuela Técnica Superior de Ingenieros Industriales de la Universidad Politécnica de Cataluña e ingresó por oposición en el Cuerpo Superior de Funcionarios del Estado. Con una amplia experiencia en el mundo empresarial, a lo largo de su trayectoria ha ocupado diferentes puestos de alta responsabilidad en los sectores de infraestructuras y energía.
Ha sido presidente de la patronal gasista Sedigas, y también miembro del Consejo Directivo de Eurogas y del Comité Ejecutivo de la Unión Internacional de la Industria del Gas. Ha sido consejero en diversas compañías. En 2007 presidió el LNG World Congress.
Desde ese mismo año, es presidente ejecutivo de Enagás, la principal compañía de transporte de gas natural en España y Gestor Técnico del Sistema Gasista español. Actualmente es también presidente de la Fundación para la Sostenibilidad Energética y Ambiental, formada por las principales compañías del sector energético de España.
En la 10ª edición del programa “Transformational Leadership” del ICLD, patrocinada por Bankia, Llardén reflexionó sobre la geoestrategia de la energía. Enagás es un referente internacional en el desarrollo y la operación de redes de gas natural.
Desde 2012, está certificada por la Comisión Europea como TSO (Transmission System Operator) independiente, lo que garantiza la independencia de la red de transporte de gas española respecto de productores y comercializadores de gas.
En el ámbito internacional, Enagás desarrolla su actividad en ocho países, estando presente en Latinoamérica (México, Chile y Perú) y en Europa (Suecia, Italia, Grecia y Albania). Participa en el proyecto del gasoducto europeo Trans Adriatic Pipeline (TAP), que transportará gas a Europa desde el Mar Caspio, conectando Grecia, Albania e Italia, y en Swedegas, compañía operadora del Sistema Gasista sueco.
Como explica Llardén, el proceso de internacionalización seguirá avanzando de forma prudente, siempre y cuando las nuevas oportunidades encajen con los criterios estratégicos de la compañía.
Además, Enagás cotiza en el Ibex 35 desde su salida a Bolsa en 2002 y, actualmente, es una de las compañías del mercado continuo español con más free float (95%).
A continuación, compartimos la charla mantenida con Antonio Llardén, para conocer con más detalle las peculiaridades del sistema energético mundial.
EXECUTIVE EXCELLENCE: ¿Por qué el sector energético es tan sensible a los cambios geopolíticos? ¿Cómo se ha desarrollado esa relación a lo largo del tiempo?
ANTONIO LLARDÉN: En primer lugar, porque es una commodity que todo el mundo necesita. Sin darnos cuenta, siempre estamos consumiendo energía. Otro aspecto fundamental, en términos macro, es la dificultad para almacenar algunas fuentes de energía, como la electricidad. Esta cuestión cobra especial relevancia si tenemos en cuenta que las fuentes de energía no siempre están localizables cerca del lugar de consumo.
Como consecuencia, la energía está condicionada, además de por los ciclos económicos, por la actividad política, la legislación, el paso de fronteras y el libre comercio marítimo.
Durante las últimas dos o tres décadas, la globalización se ha intensificado, lo que ha provocado impactos de tipo económico, social y político. En parte, por la libertad de capitales y los consiguientes acuerdos comerciales para el movimiento de mercancías y personas, que no existían desde, prácticamente, la Primera Guerra Mundial. Además, la tecnología ha abierto un mundo de oportunidades como nunca antes se había visto.
El proceso globalizador ha tenido algunas consecuencias económicas positivas, como el enorme crecimiento de los llamados países emergentes, fundamentalmente India y China. En estos países, millones de personas han pasado de vivir en una aldea en la que no había electricidad ni agua caliente a residir en ciudades. Por el contrario, en los países más ricos, con la crisis económica de los últimos años, las clases media y trabajadora han experimentado un retroceso respecto de lo que podríamos imaginar que era un proceso ininterrumpido de crecimiento.
E.E.: El petróleo sigue siendo imprescindible como vector energético para el transporte, y su precio una cuestión siempre debatida. ¿Qué evolución se prevé?
A.LL.: Tenemos que asumir la cuestión del precio del crudo con humildad. En dos años se ha producido una caída enorme del precio del petróleo, que apenas nadie había anticipado, y en noviembre los países de la OPEP alcanzaron un acuerdo para recortar la producción y evitar así que el precio siguiera descendiendo. Se trata de algo cíclico, aunque ahora existen factores que hace un tiempo no se tenían en consideración. Por ejemplo, hace una década habría estado obligado a hablar del peak oil.
La técnica de extracción del popular shale oil y shale gas ya se utilizaba hace años en EE.UU., pero funcionaba con un coste muy elevado y solo en los momentos de precios muy altos. Cuando se produjo el enorme salto del petróleo de 30 a 140 dólares, unos 10.000 pozos en EE.UU. se pusieron a funcionar bajo demanda. De este modo, si aumentaba mucho el precio, funcionaban; pero si bajaba, detenían la producción. En un país como EE.UU., el desarrollo de pequeñas y medianas empresas especializadas en pozos hizo que, en el periodo de 2005 a 2010, los costes del shale oil y del shale gas se redujeran a la mitad. Esta situación rompió totalmente el esquema de un petróleo que se termina.
El precio del crudo depende de un mercado complejo, difícil de entender, afectado por la sociopolítica global y por decisiones macro.
E.E.: Para el año 2035, se prevé que la población del planeta ascienda a 20.000 millones de habitantes, que obviamente generarán un mayor consumo. ¿Podrán disfrutar para entonces de una energía barata, limpia y disponible?
A.LL.: Ese es el gran desafío. En realidad estamos hablando de tres grandes conceptos: competitividad, sostenibilidad y seguridad de suministro. Estos son los tres cánones para cualquier empresa energética o cualquier gobierno o entidad supranacional que se ocupe de la energía. Queremos que esta no tenga un precio muy elevado, que no contamine ni emita CO2, y que siempre esté a nuestra disposición y no dependa de terceros. Lo cierto es que, a día de hoy, no podemos resolver esta ecuación de tres incógnitas de una forma única, aunque sí existen fórmulas por aproximación.
Si observásemos la densidad de población/riqueza en un mapa del mundo, veríamos que el reparto no es equilibrado. La demanda de energía en los próximos 20-30 años va a continuar aumentando. Obviamente, los países ricos son hoy más eficientes y la demanda no crece como hace dos décadas, pero solo representan 1.500 millones de habitantes de un planeta que tiene 7.000 millones. El resto consume muy poca energía per cápita, pero necesitan mucha más.
E.E.: Sin embargo, en Europa las emisiones de CO2 han aumentado. Llama la atención cómo, a pesar de estar sensibilizados con este tema, los Estados miembros no somos capaces de abordar eficazmente la descarbonización. ¿Por qué?
A.LL.: Es cierto que somos el primer grupo de países preocupados por la reducción de las emisiones, pero seguimos quemando mucho carbón, principalmente importado. Si hipotéticamente no instalásemos un solo megavatio más de renovable en el mundo y cambiásemos de carbón a gas, dividiríamos por tres las emisiones de CO2. Esto no es posible actualmente porque el carbón es necesario en muchos casos, pero nos puede hacer reflexionar.
El gas natural es la pareja de baile perfecta de la energía renovable. La misma AIE lo califica como “el puente de oro” entre la vieja energía fósil y una mucho más sostenible. Es muy flexible, tiene unos costes razonables, es relativamente fácil de transportar y empieza a estar disponible en muchos lugares. Como fuente de energía limpia, respetuosa con el medio ambiente, económica y eficaz, su papel es clave en el proceso de descarbonización.
A pesar de que esa sería la transición adecuada, existen diferentes factores a tener en cuenta. Fundamentalmente, que el carbón es más barato en términos comparativos y se localiza en todas partes.
Alemania, el país más importante, rico y más sensible de la UE en “términos verdes”, consume más carbón que la media. De hecho, un 30% de su electricidad es producida con carbón. China, aunque sigue consumiendo e importando de la costa oeste americana, ha comenzado a cerrar minas y a frenar el crecimiento de carbón. Mientras, EE.UU., que exporta su carbón a Europa, se ha pasado al gas. En España, habíamos alcanzado un mínimo del 9% hace unos ocho años, pero hoy en torno al 16% de la generación eléctrica se produce a partir de carbón. En definitiva, la política de sostenibilidad es compleja.
E.E.: Además, las energías renovables por sí solas no garantizan siempre el suministro.
A.LL.: Sus ventajas son evidentes, pues en principio son ilimitadas, son gratuitas y no contaminan, pero presentan dos problemas.
Uno técnico, ya que la transformación de la energía del viento, del agua o del sol en energía eléctrica no es tan automática y se necesitan costosos equipos. El segundo inconveniente es que, como media, las energías renovables están disponibles una de cada cuatro horas al año. Es decir, si el año tiene unas 8.800 horas, la energía del viento, del sol o del agua (esta última con algún matiz, pues se puede almacenar) está disponible la cuarta parte, esto es, unas 2.200 horas. Ese es el gran reto de las empresas energéticas.
Con respecto a las energías tradicionales, también están disponibles en todo el mundo, pero con matices. El carbón se encuentra prácticamente en todas partes, el petróleo menos, y el gas está bien repartido, en general. Por lo tanto, la humanidad podría seguir quemando fósiles durante siglos. Otra cuestión es, evidentemente, la contaminación.
La mayor parte de emisiones de CO2 proceden del mundo del transporte, entendido en un sentido amplio. Los coches y los buques empiezan a utilizar gas natural, menos contaminante y más barato, pero esto no se puede aplicar al transporte aéreo.
Tampoco podemos olvidarnos de la innovación, ni desechar las soluciones sencillas, porque muchas veces la ingeniería encuentra en ellas la eficiencia, lo cual se traduce en una menor contaminación y coste.
E.E.: En relación a las renovables en Europa, afirma que “se han tomado algunas decisiones políticas, que nos van a seguir pesando económicamente”. ¿A qué se refiere?
A.LL.: Los países desarrollados de Europa hemos ido bastante rápido en el terreno renovable, y esto supone pagar el precio de la curva de aprendizaje.
Por ejemplo en España, entre mediados de los 90 y los 2000, se hizo un gran esfuerzo inversor con los ciclos combinados. El país hizo una gran apuesta para que los ciclos pudieran tener gas natural en cualquier lugar de España. Posteriormente, entre principios de los 2000 y finales de la década, se llevó a cabo un desarrollo de renovables sin planificar desde el punto de vista de las cifras.
No obstante, fijémonos en lo sucedido recientemente entre Francia y España. Normalmente importamos electricidad de nuestro país vecino. Sin embargo, en los últimos meses, en Francia han estado revisando técnicamente sus centrales nucleares y España ha estado exportando energía eléctrica a este país.
Esto ha sido posible porque hemos puesto a funcionar nuestros ciclos combinados y hemos consumido más gas, lo que pone de manifiesto que estas infraestructuras son necesarias y que también son claves las interconexiones.
La Comisión Europea también está convencida de ello y, en el caso de la electricidad y del gas natural, habla de la necesidad de más interconexiones entre los países del mercado interior europeo para asegurar la competitividad y evitar la dependencia excesiva de terceros.
E.E.: Un año después de la Cumbre de París 2015 (COP21), no faltan escépticos ante la marcha de los acuerdos... ¿Cuál es su valoración?
A.LL.: En la COP21 se tomaron por primera vez decisiones muy importantes en materia de descarbonización. La gran incógnita es ver cómo se moverá el mundo en los próximos años y si, efectivamente, los acuerdos de París siguen adelante o no.
Si bien China ha dado un giro de 180 grados en un espacio de tiempo que nadie pensaba, hay que tener en cuenta el peso de EE.UU.
El sector empresarial es muy consciente del cambio climático. En Europa y EE.UU. las industrias son enormemente más eficientes hoy que hace 40 años.
El problema está en que los países emergentes han arrancado con un nivel de infraestructuras y riqueza muy inferior, en el sentido de disponibilidad energética, y su prioridad es que los ciudadanos tengan energía eléctrica disponible. Por esto no es casualidad que en los últimos 20 años se haya producido una explosión de la emisión de CO2, si tenemos en cuenta el desarrollo de gigantes como China o India. Solo ellos dos suponen más de un tercio de la humanidad.
Creo que todos debemos tomar conciencia y asumir responsabilidades. Estamos ante una de las cuestiones más relevantes y que más afectará a la próxima década y a las siguientes generaciones.
E.E: Entonces el siglo XXI, ¿será el siglo de las renovables?
A.LL.: Si el siglo XIX fue el siglo del carbón y el XX del petróleo, creo que el siglo XXI será el siglo de las renovables junto con el gas natural.
Alta Dirección / Entrevista con Antonio Llardén, presidente ejecutivo de Enagás.
Publicada en Executive Excellence nº137 marzo 2017.