Democracia digital directa: la oportunidad de la política
Barcelonés, hijo de emigrantes andaluces nacidos en Tíjola –un pequeño municipio de Almería–, Antonio Sola es un español de mundo, ahora radicado en Guayaquil pero en realidad sólo arraigado a su verdadera pasión: la consultoría política.
Curtido en más de 450 campañas políticas y electorales en 25 países de América Latina, África y Europa, ha sido estratega principal en varias campañas presidenciales ganadoras, como las de Juan Manuel Santos (Colombia), Mariano Rajoy (España), Felipe Calderón y Vicente Fox (México), Michel Martelly y Jovenel Moïse (Haití), Otto Pérez Molina (Guatemala), Cyril Ramaphosa y Lindiwe Sisulu (Sudáfrica), entre otras. Estos resultados le han hecho merecer el sobrenombre de “creador de presidentes”.
Licenciado en Ciencias de la Información por la Complutense de Madrid y Executive MBA por el IE, mientras estudiaba la carrera, con tan sólo 19 años, inició su trayectoria profesional en el departamento de Telegenia del Partido Popular en España. De 1996 a 2004, desarrolló consultoría externa para líderes políticos, empresariales y sociales en España y América Latina, y desde México fue corresponsal en la Región para diferentes medios españoles. En ese periodo, se convirtió en jefe consultor político del Partido Acción Nacional (PAN).
Columnista habitual, analista político, profesor en diversas universidades y escuelas de negocio, es, además, conferenciante especializado en áreas vinculadas al mundo de la neurociencia y el marketing político.
Antonio Sola predica el advenimiento de una democracia digital directa cuya implantación se afianzará en las próximas generaciones, capaces de ordenar los desequilibrios del ser humano, gracias a la activación innata del cuarto cerebro y a la incorporación natural de la tecnología a su responsabilidad ciudadana. Como buen comunicador, Sola derrocha vehemencia y, aunque él mismo reconoce que “puede parecer increíble”, argumenta su propuesta desde la razón y la convicción de que un liderazgo más humano es posible.
ALDARA BARRIENTOS: Desde hace meses, los referéndums se han convertido en una práctica recurrente y extendida en todo el mundo (Cataluña, Reino Unido, Colombia…). Ngaire Woods, decana de la Escuela de Gobierno fundada por la Universidad de Oxford, considera este procedimiento como una dejación de funciones por parte de los gobernantes y una forma de esconderse detrás del argumento de “los referéndums sirven para escuchar al pueblo”. ¿Cuál es su opinión?
ANTONIO SOLA: Gobernar a golpe de encuestas, o de referéndums, es lo peor que un gobernante, o que un ejecutivo, puede hacer. El actual presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, apenas lleva seis meses en el cargo y suma ya cinco consultas… Entiendo que en el periodo de un lustro se puedan realizar un par de ellas, pero servirse de esta práctica en exceso es populista. Por lo tanto, hablando del presente, comparto la opinión de Woods.
Sin embargo, si pienso en los próximos 20 años, creo que no habrá ninguna alternativa que no pase por lo que llamo “la democracia digital directa”, donde los ciudadanos podrán votar de manera instantánea, gracias al uso de la tecnología y mediante su propia huella digital, cuestiones tan importantes como la aprobación de los Presupuestos del Estado. No habrá referéndums con urnas al estilo tradicional, sino que será una era posmoderna, totalmente nueva, donde la gran capacidad tecnológica permitirá involucrar al ciudadano en la toma de decisiones y poder elegir realmente a los gobernantes, ¡porque a los ciudadanos nos estorban los políticos! Los sistemas parlamentarios, la intermediación de los partidos…, todo eso que son estructuras de los siglos XIX y XX sustentadas en la política materialista, sindicalista, de izquierdas y derechas… simplemente, en dos décadas, van a dejar de existir.
Los ciudadanos se van a incorporar a una democracia absolutamente horizontal, en la que ya no existen partidos políticos, ni siquiera legislativos, como sucedió en la Grecia clásica. Eso va a cambiar el mundo y nos devolverá a todos la responsabilidad de gobernar y la obligación de tener una mayor participación.
A.B.: Si tenemos en cuenta que los referéndums han puesto de manifiesto que, en la mayoría de los casos, la sociedad no entiende correctamente la cuestión a votar, ¿hasta qué punto los ciudadanos vamos a ser capaces de asumir esa gran responsabilidad del sistema que propone? ¿No es demasiado arriesgado?
A.S.: En ese mundo nuevo, conseguir personas responsables pasa por una mayor educación digital. Quienes hoy están en la tarea de ejercer gobierno deben ayudar en esto a los ciudadanos. Ahora bien, hay algo que no podemos olvidar y que tiene que ver con la comunicación política y con las personas: la política ha dejado de ser un asunto psicológico para convertirse en asunto biológico.
Las próximas generaciones (a partir de los que hoy tienen hasta 10 años) están desarrollado en los lóbulos frontales algo que nosotros tenemos atrofiado: el cuarto cerebro. Se trata de un cerebro holístico, una especie de supra consciencia que ordena los tres niveles cerebrales del ser humano que hasta ahora se habían descubierto: el reptiliano, el límbico y el neo-córtex. Actualmente, estos se encuentran en disputa permanente. Nuestra conversación mental es un continuo soliloquio con subidas y bajadas, que el cuarto cerebro es capaz de ordenar. Según los científicos, equilibra al ser humano y procesa los niveles emocionales de los tres cerebros hasta ahora activados.
Este descubrimiento desvela que, por primera vez, los jóvenes podrán incorporar la tecnología e integrar soluciones en ese grado cerebral, para construir una vida con menor ansiedad, estrés y miedo. Esto es muy determinante, porque la política se mueve por contraste, por miedo, por ira, por el yin y el yang… Cada uno de nosotros somos un par de espejo de determinado político y, como ciudadanos, nos situamos frente al líder que deseamos seguir. La gente no vota a los líderes, la gente se vota a sí misma.
Estos pequeños ciudadanos que ya están creciendo, y que ejercerán su derecho al voto en los próximos años, tienen un nuevo nivel cerebral activado, capaz de interpretar todo lo que se desarrolle en su smartphone o en sus dispositivos electrónicos, como va a suceder con la democracia digital directa. Ellos sí van a tener una educación digital instalada y podrán gobernar esa democracia digital con total naturalidad, interviniendo así en causas, en decisiones inmediatas, en definiciones de gobierno que tienen que ver con la ciudadanía y con los líderes para romper lo que hoy conocemos como “la política tradicional”. En 20 años, nada de lo que tenemos va a ser igual.
Recientemente, tuve la oportunidad de escuchar al profesor José Luis Cordeiro y me impactó mucho lo que decía. Él habla de la muerte de la muerte para el año 2040, ¡en sólo 21 años! Sé que es muy difícil de creer, pero le asiste la razón, porque la investigación en nanotecnología y en el alargamiento de la vida va a avanzar en una década mucho más que en los últimos mil años. Y no sólo eso; yo sostengo que para entonces muy probablemente no nos comuniquemos con el lenguaje actual. Hoy la sociedad del espectáculo que vivimos está relacionada por imágenes, que se están convirtiendo en el conducto de relación social. Cada vez escribimos menos en el WhatsApp para transferir más emoticonos que representan sensaciones hechas dibujos, y eso es construcción de un lenguaje nuevo.
Cordeiro también sostiene que vamos a tener la capacidad, como seres humanos en la era androide o andro-humana, de comunicarnos telepáticamente. Hace varias semanas, en Palo Alto (California) se acaba de probar el primer software para hablar telepáticamente entre personas. ¡Ya está aquí!
En 20 años habremos erradicado la democracia actual, llena de defectos, y entraremos en otro proceso de construcción. Yo estoy tratando de impulsar una comprensión de esa realidad que se aproxima, porque hay que preparar a los líderes que vienen para que nos puedan gobernar con nuevas capacidades. Vamos a tener una población envejecida, pero también otra joven que va a entender perfectamente lo que nos está pasando, y en ese equilibrio es donde se debe insertar el nuevo tipo de líder.
A.B.: ¿Qué opinan los líderes actuales de todo esto?
A.S.: Permítame que le ponga el ejemplo de mi madre. Ella no puede comprender esto de ninguna manera, pero no porque no tenga capacidad sino porque ya no tiene deseo de entenderlo. Sin embargo, sigue votando, y curiosamente acaba de hacerlo a un partido diferente al que siempre había confiado; es decir, ha habido una transformación en ella. Esto significa que se extinguieron los líderes del pasado que formaron parte de su vida democrática y las lealtades políticas. ¿Por qué? Porque hoy está siendo más importante el liderazgo de las personas que las ideologías o los partidos políticos. Si no, sería inexplicable lo sucedido con Vox en Andalucía, que no fue un voto ideológico sino extremadamente práctico.
Ahora tenemos la oportunidad de “insertar ese nuevo chip” en las personas de 50 años o menos, porque hay esperanza de vida. Tienen por delante 15 años más de trabajo y sienten la necesidad de ser felices. Por eso es fundamental hacer el esfuerzo y la pedagogía necesaria para dotar a estos ciudadanos de una adecuación mínima, de unos niveles básicos que les permitan entender lo que se avecina con los nuevos cambios tecnológicos, para que puedan vivir de otra manera la democracia y su vida.
Si, como dice mi compañero Marcelo López, logramos entrar por el ángulo del abrazo, sabiendo que es mucho más relevante comprender cómo y quiénes somos para luego entender todo lo que nos rodea, seremos capaces de llegar a las personas, para que puedan asimilar lo que viene por el lado de la tecnología. Si eso lo logramos, en apenas dos décadas tendremos en este país el primer líder digital convertido en presidente. Será un líder que entendió que es más importante ser persona que político y que es mejor la comunicación que genera sentimientos, en lugar de conocimiento.
Este presente-futuro también afecta a las empresas en una dimensión totalmente distinta. La profunda diferencia biológica de la que hablamos va a transformar 180 grados el concepto de humanidad. Las próximas generaciones van a crear una sociedad a partir de la que hoy tenemos, no de la que venimos.
A.B.: Hablemos de la celeridad de los avances tecnológicos. Si bien es cierto que la tecnología se crea con los mejores propósitos, también lo es que a veces genera efectos perversos. La violencia étnica en Myanmar o la injerencia rusa en las elecciones presidenciales estadounidenses son dos ejemplos de cómo un mal uso nos pone en situaciones desesperadas. ¿Hasta qué punto los medios sociales suponen una oportunidad o una amenaza para el marketing político? ¿Cómo y quién debe controlarlos?
A.S.: La tecnología es inocua en sí misma, pero necesita ser regulada como medio de comunicación vinculado con la política. De hecho, creo que soy el único de los colegas de mi círculo profesional que está proponiendo regular la Red, tal y como hoy está concebida. Es verdad que algunos gobiernos lo están haciendo, pero con un trasfondo perverso, porque lo que en realidad quieren es manipular y controlar. Ahí tenemos el ejemplo de China o el de Evo Morales (Bolivia), que tras perder un referéndum ya ha anunciado que va a regular las redes. Evidentemente, eso es perversidad.
En mi opinión, hay que crear un órgano desde Naciones Unidas que nos permita establecer un código de autocontrol regulatorio, para que las redes de comunicación se puedan utilizar con la libertad que requiere el ser humano, pero con normas de funcionamiento y comportamiento. Es necesario que esa regulación sea vigilada por un árbitro internacional que conceda un espacio de libertad a las personas; y eso aplica también a las empresas, a los gobiernos, etc.
El avance tecnológico ha sido tan rápido, que es natural que la injerencia rusa en las elecciones de EE.UU. se haya producido a través de Internet. Si nos damos cuenta, las interferencias y espionajes han existido siempre, lo que cambian son los canales. Igual que los medios de comunicación se regularon, también debemos hacerlo con la Red. De lo contrario, terminaremos convirtiéndola en el vertedero de la comunicación del siglo XXI.
Para que perversidades como las que ha mencionado no vuelvan a cometerse, también debemos encontrar nuevos líderes que estén dispuestos a aportar luz a las sociedades. Los liderazgos que hoy están transitando en los polos son una desgracia y representan oscuridad y ausencia de ciudadanía.
A.B.: Ha participado en cientos de campañas presidenciales de más de 25 países, pero sus principios fueron en municipios de dos mil habitantes de la España profunda. ¿Todavía hay aprendizajes útiles de aquellos primeros tiempos?
A.S.: No sólo eso, sino que quiero volver a ellos. La primera lección de esa época es que la persona es lo importante; la segunda, que hemos venido a este mundo a ser felices, no a sufrir; y la tercera, que estamos en el mayor nivel de desenganche entre los políticos y las personas que esta España doliente jamás ha visto en los últimos 100 años. Eso lo pude aprender y vivir en aquel momento en municipios como Tíjola, Baeza, Úbeda…, donde trabajé en campañas políticas para el PP.
Creo que hemos perdido el sentido de la esquina de la vecina, de la carnicera… Hemos dejado de hablarnos para pasar a ladrarnos, hemos dejado de mirarnos, ahora nos vemos; hemos dejado de escucharnos, sólo nos oímos… En definitiva, hemos dejado de sentirnos como antes. Y todo aquello sigue siendo más válido y necesario que nunca, junto con la incorporación de avances que no podemos detener y que simplemente van a llegar. Es la combinación de esta globalización tan loca y maravillosa con una localización tan olor a tierra. No podemos perder esa sensibilidad.
A.B.: Apela usted a la felicidad, a la afección…, a las emociones. Precisamente en la última campaña de López Obrador supieron capitalizar la ira contenida de los mexicanos en 2018, y eso les dio la victoria. ¿A qué emoción primaria deben invocar nuestros políticos españoles para las próximas Elecciones Generales?
A.S.: La emoción que va a primar en esta elección no está sustentada en la ideología, sino en la llenura, el hastío, el asco…, en todo eso junto para elegir entre lo que creemos que va a ser menos malo.
Creo que Sánchez podría salir de la Moncloa, y que la izquierda va a quedar diluida y con una pérdida de identidad; de manera que deberá reinventarse. Una izquierda que acaba de nacer, como la de Podemos, se va a tener que repensar. La derecha podría ganar en su conjunto. Vox de manera sorpresiva va a crecer más que Ciudadanos, y el PP va a conseguir un nivel medio. Los tres podrían gobernar en un pacto que se va a “coger con pinzas”, y que nos va a llevar a elecciones dentro de dos años. No sé cuál de los candidatos será presidente (Abascal, Casado o Rivera), pero me parece que ninguno llena la expectativa.
Vamos a vivir la italianización de la política en España, es decir, lo que Italia vivió hace una década. Nosotros siempre vamos unos 15 años por detrás de los franceses, a unos 10 de los italianos y un par de años por delante de los portugueses.
En mi opinión, la post-política que estamos viviendo hoy –y que vamos a votar el 28 de abril– no está comprendiendo a la sociedad y se va a extinguir en los próximos años, al mismo tiempo que asistiremos al nacimiento de nuevos liderazgos. Actualmente estamos viviendo un simulacro de política que es necesario erradicar cuanto antes, y ojalá que esos líderes del futuro puedan repensar y transformar esto en algo positivo.
Guy Debord, estratega, politólogo y filósofo de los años 60, hablaba de la sociedad del espectáculo. Él explicaba que lo que estamos viviendo no es exactamente la realidad, sino la imagen versus la identidad, lo profano versus lo real. Preferimos el Instagram y la sonrisa al dolor que nos sucede en la vida. Estamos inmersos en un simulacro de vida, que oculta que tenemos un vacío por dentro que no sabemos llenar con las relaciones interpersonales y que expresamos a través de las redes sociales. Pues bien, creo que los cinco líderes políticos –incluyendo a Sánchez e Iglesias–, están viviendo en un vacío que en parte hemos promovido desde la dinámica del marketing político. Nosotros somos muy culpables, y me parece esencial evidenciar la farsa comunicativa en la que estamos envueltos.
A.B.: En su experiencia en el asesoramiento de líderes políticos de todo el mundo, ¿cómo valora el trato con los políticos españoles, donde ha tenido la oportunidad de trabajar para Rajoy y Aznar? ¿Existen diferencias?
A.S.: Muchas. En España la política es perversa y mucho más primitiva que la ciudadanía, incluso ha logrado adormecer a la sociedad. Aquí todo es completamente endogámico, tanto es así que existe un metalenguaje entre los políticos, y los demás lo vemos desde fuera. Hay que atreverse a romper definitivamente con esta situación que no estimula la convivencia.
Antonio Sola, estratega político.
Texto publicado en Executive Excellence nº156-abril 2019.