Más Europa para la transición energética
Bajo el lema “Arquitectura energética en transición”, IESE Business School acogió el 14 Encuentro del Sector Energético, organizado con Deloitte. Un evento que sirvió a la reflexión sobre cómo abordar la transformación del sistema energético. Para ello, contó con personalidades del mundo empresarial, expertos y académicos, junto con reguladores y hacedores de política energética a nivel español e internacional, que analizaron los temas que actualmente están marcando la transición energética mundial.
Uno de los principales motores de esta transformación del sistema energético es el cambio climático, un reto global con dimensiones no solo ambientales, sino también sociales, tecnológicas, económicas y políticas. El objetivo acordado en el nuevo Acuerdo de París de no superar los 2ºC en 2100 marca esta agenda de transición que debe centrarse en rebajar la “intensidad energética” de la economía, con mayor eficiencia, y en reducir la “intensidad de carbono” con la incorporación de fuentes limpias de energía.
El cambio estructural que supone para las economías, tanto avanzadas como emergentes, así como para el sector de la energía, por el lado de la oferta, y, fundamentalmente entre otros, del transporte, por el lado de la demanda, de cumplir los objetivos marcados requiere definir hojas de ruta sensatas para el tránsito, políticas energéticas y sectoriales que sean viables desde el punto de vista de la madurez tecnológica, razonables y vayan acompañadas de marcos regulatorios coherentes.
De todos estos desafíos habló Daniel Calleja, director general de Medio Ambiente en la Comisión Europea, encargado de la conferencia inaugural del Encuentro. Antiguo alumno de ICADE, entró en la Comisión Europea en el año 1986. Es uno de los funcionarios europeos españoles más destacados. Ha sido jefe de gabinete de Marcelino Oreja y de Loyola de Palacio. También ha sido director de Aviación Civil, director general de Industria y ahora es director general de Medio Ambiente.
Nuevas oportunidades económicas
Es indudable que la lucha contra el cambio climático y la protección del medio ambiente no son una apuesta de futuro, sino una realidad irreversible y que nos abren nuevas oportunidades económicas.
En primer lugar, ¿por qué necesitamos una economía baja en carbono?
Hoy, nadie discute que la economía global debe apostar por una mayor sostenibilidad. Tenemos que cambiar nuestro modelo de desarrollo. Las perspectivas de evolución demográfica nos llevarán a ser 9.500 millones de habitantes sobre el planeta en el año 2050. Los procesos de urbanización llevarán a un 70% de la población a vivir en las ciudades, y las previsiones de aumento de la demanda de energía pueden llegar a ser de un 30% en los próximos 25 años. Todo esto, unido a las necesidades de lucha contra el cambio climático, hace que tengamos que girar hacia un nuevo modelo económico, energético y de producción que nos permita desvincular el crecimiento de las emisiones. Esto, en líneas generales, es la filosofía y el enfoque.
Afrontar esa transformación radical, que además es inaplazable, no es solamente un reto sino además una oportunidad.
Esta transformación radical puede traer consecuencias muy positivas para nuestra economía, generando competitividad, crecimiento y empleo. Será una transformación que afectará a todos los sectores: desde la electricidad, hasta los edificios, pasando por la industria, el transporte o la agricultura.
Los datos demuestran que crecimiento económico, eficiencia de recursos y reducción de emisiones pueden ir de la mano y que, de hecho, las oportunidades de inversión en esta transición son enormes.
Un buen ejemplo es el sector de las energías renovables. En la Unión Europea, hoy las energías renovables dan empleo a más de un millón de personas y generan un volumen de facturación de unos 140.000 millones de euros, incluidos 35.000 millones de euros en exportaciones. Las empresas europeas poseen nada menos que el 40% de todas las patentes de tecnologías renovables. Y ya se están desarrollando nuevas patentes a un ritmo vertiginoso, con lo cual tenemos una gran oportunidad en el nuevo comercio mundial de tecnologías ecológicas.
Otro ejemplo es el sector de la eficiencia energética, que emplea directamente a casi dos millones y medio de personas en la Unión Europea.
En todas estas áreas, la apuesta por la innovación es nuestra mayor ventaja competitiva. Europa, a pesar de las crisis y de las dificultades, tiene el talento, la experiencia y sobre todo, la motivación. Necesitamos romper las barreras tecnológicas y avanzar, por ejemplo, en el terreno de las baterías o de los nuevos materiales, porque hay grandes oportunidades de desarrollo futuro.
Trabajando en esos ámbitos y en otros, podemos ser líderes en el mercado global de las tecnologías bajas en carbono. Europa se lo ha tomado mucho más en serio, y ha empezado antes que otras zonas del mundo, lo cual nos proporciona una ventaja competitiva, aunque vemos que está disminuyendo con los avances de otros países.
¿Qué propone la Comisión Europea?
Para esta transición se proponen dos grandes líneas de acción. La primera es el paquete por una energía limpia, el famoso paquete de invierno; y la segunda es la estrategia para promover la economía circular.
1. Apuesta por una energía limpia
El paquete de invierno fue adoptado por la Comisión el pasado 30 de noviembre. La Unión Europea tiene unos objetivos muy ambiciosos para alcanzar esa transición energética, por esta razón se ha comprometido a reducir las emisiones de CO2 en al menos un 40% de aquí al 2030 y modernizar nuestra economía y nuestro sistema productivo.
Y esta transición hacia una energía limpia es una de las oportunidades de crecimiento futuro. Es ahí donde pensamos que tienen que ir las inversiones inteligentes. Solo el año pasado, la energía limpia estableció nuevos récords en inversión, empleo y capacidad. Hablamos de una inversión global de más de 300 millones de euros, más de seis veces superior al 2004.
Por primera vez, más de la mitad de toda la capacidad de generación de energía agregada en el mundo vino de renovables. Hay una cifra récord de más de 8,1 millones de empleos creados por el sector de las renovables.
Estas cifras nos muestran tres cosas: en primer lugar, la energía limpia está aquí para quedarse y crecer; en segundo lugar, la energía limpia se ha convertido en un motor de crecimiento y empleo, y en tercer lugar, hay una carrera global para liderar esa transición hacia la descarbonización, hacia ese objetivo del horizonte 2050. La Comisión Europea propone tres grandes áreas de acción.
Eficiencia energética
En primer lugar, dar prioridad a la eficiencia energética. Para ello, planteamos un objetivo vinculante de eficiencia energética del 30% para el 2030, frente al actual 27% no vinculante. Nuestros estudios demuestran que se podrían crear alrededor de 400.000 nuevos puestos de trabajo. Esto nos permitiría además, reducir las importaciones de gas en un 12% y ahorrar 70.000 millones de euros en importaciones de combustibles fósiles y reducir los costes para la salud en hasta 8.300 millones de euros al año. Con estos datos, queda patente que las energías limpias también tienen efectos positivos.
Hay un sector en concreto que hemos destacado en nuestro paquete: los edificios. Este supone el 40% del consumo energético de Europa. La Comisión desea que los edificios no sean solo objetos pasivos que consuman energía, sino que se conviertan en una parte activa de nuestro sistema energético, produciendo y almacenando energías renovables in situ. Por eso, la revisión de la Directiva sobre el rendimiento energético en los edificios impulsará el uso de tecnologías innovadoras e inteligentes.
Las propuestas van a acelerar la inversión en la renovación de edificios, crear un mercado de renovación de edificios con un valor de 80.000-120.000 millones en 2030, fomentar el despliegue de energías renovables, reducir las facturas de energía para consumidores y hogares, y conseguir sacar de la pobreza energética a millones de hogares en Europa gracias al ahorro energético.
Esta medida va a ir acompañada de una nueva iniciativa que se llama Smart Finance for Smart Building para promover las inversiones, el crecimiento y el empleo relacionados con la eficiencia energética y las energías renovables en edificios.
La identificación de los edificios como un área importante genera también empleo local, aportando trabajo para las pymes; es innovación y son nuevos estándares.
Energías renovables
El segundo gran objetivo es que la Unión Europea se convierta en líder mundial de energías renovables. Para ello, la UE tiene como misión conseguir una participación de al menos el 27% de las energías renovables en el consumo de energía final para 2030, lo que podría lograrse de una manera rentable a través de una cuota del 50% de electricidad renovable.
Podemos ser líderes en energías renovables maximizando su uso en los edificios, el transporte y la industria.
Todos sabemos que las energías renovables no están aún lo suficientemente integradas en los mercados energéticos o en la estrategia industrial de la Unión Europea.
En el transporte, donde el petróleo suministra cerca del 94% de toda la energía utilizada para el transporte de automóviles, camiones, barcos y aviones europeos, las nuevas medidas van al pulsar el uso de biocombustibles avanzados, electricidad, hidrógeno y combustibles sintéticos renovables.
En calefacción y refrigeración, estamos proponiendo medidas para que los Estados miembros aumenten la descarbonización de estos sistemas. El sector representa aproximadamente la mitad de nuestro consumo de energía. Sin embargo, las energías renovables representan solo el 16% de la oferta, y el sector depende en gran medida de los combustibles fósiles, lo que produce una alta dependencia de las importaciones. Por eso, la Directiva de las energías renovables persigue que los Estados miembros aumenten su cuota de energía renovable en el suministro de calefacción y refrigeración en un 1% anual hasta el año 2030.
En materia de bioenergía, la biomasa tiene también un futuro importante, puesto que proporciona un ahorro en emisión de gases de efecto invernadero, en comparación con los combustibles fósiles. Lo que vamos a intentar es que esto se produzca sin causar deforestación o degradación de hábitats o pérdida de biodiversidad; que pueda convertirse en electricidad de manera eficiente, evitando impactos no deseados en otros usos de la biomasa.
Es decir, trabajar en las energías limpias, trabajar en las energías renovables, trabajar en los biocarburantes, consiguiendo avanzar en esos nuevos procesos que pueden ayudarnos a reducir las emisiones de CO2.
Reforma de los mercados
Por último, la tercera línea de acción es la reforma de los mercados, poniendo los consumidores en el centro de la energía limpia.
Gracias a la evolución tecnológica y a la reducción de costes, los consumidores pueden convertirse en los verdaderos impulsores de esta transición energética, y lo que necesitamos ahora es impulsar y aumentar nuestros esfuerzos para que las propuestas no sean solo beneficiosas para la economía, sino también para todos y cada uno de los ciudadanos europeos.
Estamos hablando de informar, capacitar y proteger mejor a los consumidores. Estas medidas incluyen la utilización de las nuevas tecnologías como los contadores inteligentes, facturas más claras o el reconocimiento de las comunidades energéticas y de su participación en el mercado a través del derecho a generar, almacenar y vender electricidad.
Adicionalmente, debemos combatir la pobreza energética en Europa. Por ello, a partir de 2021, los Estados miembros tendrán que tener en cuenta este reto al diseñar sus planes de eficiencia energética. La Directiva sobre electricidad revisada obliga a los Estados miembros a medir y comunicar los niveles de pobreza energética a la Comisión cada dos años. Y también asegurará que los clientes en mora con sus proveedores de energía sean plenamente conscientes de sus opciones antes de que se les desconecte la red.
En definitiva, estamos hablando de una información más sistemática, dándole un mayor protagonismo al consumidor. Además de reformar los mecanismos de regulación, introduciendo una mayor transparencia para conseguir que en Europa el mercado energético sea más integrado, menos fragmentado y más transparente, lo que hará que esté menos sometido a distorsiones por ineficiencias resultantes de las distintas situaciones nacionales. Por ejemplo, las interconexiones son muy importantes; debemos acabar con las islas energéticas en la Unión Europea. Y por supuesto, dotar de una mayor capacidad a la acción exterior de Europa a la hora de asegurar las relaciones y el aprovisionamiento energético. Europa está perdiendo oportunidades debido a su fragmentación. Si se unificase el poder de compra de 500 millones de consumidores, podríamos conseguir tener unas condiciones de suministro energético mucho más favorables que las que se obtienen en un entorno fragmentado de 28 Estados.
Todo este paquete de reforma de la energía es el más ambicioso jamás hecho en la Unión Europea.
Hay más de ocho propuestas legislativas, más de mil páginas de reglamentación, de documentos de información, de comunicaciones de la Comisión, y hay que reconocer el extraordinario impulso desarrollado por el Comisario de Energía y Cambio Climático don Miguel Arias Cañete. El trabajo liderado por el Comisario ha sido extraordinario en todos los sentidos y ha permitido poner en marcha la reforma más importante de la Unión Europea, completando prácticamente el 90% de todas las propuestas del plan Juncker. Si estas propuestas se llevan a cabo, estaremos en condiciones de que Europa pueda posicionarse muy firmemente en esa transición hacia una economía baja en carbono.
2. Propuestas para una economía circular
A este paquete querría añadir un segundo elemento, que son las propuestas de la Comisión para una economía circular. No solamente estamos hablando de la dimensión energética, sino también de cambiar el modelo económico gracias a una nueva política industrial. Ir hacia una re-industrialización que tiene que llevarnos a que el 20% del Producto Interno Bruto sea de origen industrial.
La economía circular es una agenda ambiciosa para cambiar el paradigma económico que exige pasar del modelo lineal de desarrollo –de extraer los recursos, producir, usar y tirar– a un modelo más eficiente, en el cual desde la extracción, la producción y el diseño de los productos se pasa por su consumo y su reutilización.
Europa ha de avanzar hacia una economía que maximice los recursos y minimice los residuos, generando así un mayor valor añadido dentro de nuestro ciclo productivo. No tenemos más remedio que ir en esa dirección, pues no tenemos un modelo alternativo. No somos una región del mundo con recursos abundantes.
No solo es una necesidad imperiosa, sino que además representa una gran oportunidad. Si las empresas europeas apuestan por ser más eficientes en la utilización de los recursos, hemos estimado que pueden ahorrar al año unos 600.000 millones de euros, o lo que es equivalente a un incremento de la facturación del 8%. Además, si reducen sus costes, podrán ser mucho más competitivas.
Las empresas europeas gastan un 40% de media en costes de materias primas y de suministros, los costes laborales representan un 20%. Si trabajamos en ese 40% de la ecuación, podremos mantener nuestro modelo social europeo teniendo un porcentaje, además de mejorar nuestra competitividad por reducción de los costes.
Estamos ante una estrategia que, además de tener una dimensión industrial y una dimensión de competitividad a través de la reducción de costes, tiene también una dimensión social, generando empleo a través de innovación.
También se van a reducir las emisiones de efecto invernadero produciendo beneficios medioambientales. Hay un beneficio económico, un beneficio social y un beneficio ambiental.
Hemos propuesto 54 acciones en diciembre del año 2015, de las cuales aproximadamente un tercio están ya aprobadas o en vías de aprobación. Estamos revisando las directivas europeas de residuos con las que queremos duplicar la tasa de reciclaje y de reutilización en Europa. Queremos que para el año 2025, en Europa se reciclen entre el 65% y el 70% de todos los residuos municipales. Queremos también limitar los vertederos a un 10% de aquí al año 2030, de manera que el 90% podrá ser reutilizado y, también en parte, valorizado como energía.
Como consecuencia de estas iniciativas, están apareciendo en Europa nuevos modelos de negocio de simbiosis industrial, donde el residuo de una empresa es la materia prima de otra. Existen extraordinarias oportunidades de creación de empleo y de nuevos modelos económicos. El ejemplo del aluminio puede ser significativo, ya que su reciclaje solo requiere un 5% del total de la energía necesaria para su producción como materia prima. La mejora del reciclaje y el establecimiento de un mercado de materias primas secundarias son claves para avanzar hacia la eficiencia energética.
Hay una enorme correlación entre energía, economía circular, reutilización, aprovechamiento de los materiales, mercados de materias primas secundarias y numerosas sinergias para avanzar en esa economía baja en carbono.
Otro ejemplo es el ecodiseño. Diseñar los productos para que sean cada vez más eficientes y produzcan mayores ahorros en consumo de energía. Para ello, Europa ha propuesto un plan de acción de ecodiseño, identificando categorías de productos que vamos a desarrollar con estándares comunes y que puedan establecer además criterios de reparación, durabilidad y reciclabilidad.
También hemos propuesto valorizar los desechos y aplicar directivas para que los Estados puedan mejorar la aplicación de la jerarquía de residuos. Así, cuando un residuo no pueda ser reciclado y su depósito en un vertedero no es la alternativa más adecuada, la valoración energética pueda ser una opción.
La economía circular ofrece grandes oportunidades. La Comisión, a través del plan Juncker, está movilizando numerosas fuentes de financiación para preservar la conservación de nuestro medioambiente.
España es el cuarto Estado miembro receptor de financiación a través del Fondo Europeo de Inversiones Estratégicas. Nuestros nueve proyectos españoles han recibido 1.300 millones de euros del Banco Europeo de Inversiones y se espera que atraigan fondos del sector privado por un valor de 11.800 millones de euros. La energía es uno de los temas prioritarios, en los que España ha presentado ya cuatro proyectos. Por ejemplo, un proyecto que tiene como objetivo incrementar y fortalecer las redes de distribución de gas, sustituyendo fuentes de energía mucho más contaminantes.
Esta financiación puede y debe ayudar a las empresas europeas a desarrollar las oportunidades a nivel internacional. Para ello, existe también la iniciativa Horizonte 2020, que es el programa de innovación más importante del mundo, con 80.000 millones de euros, que tiene un capítulo para energía y para la economía circular y que está siendo muy utilizado.
Hablábamos también de innovación. Una de las áreas en las que estamos trabajando son los Innovation Deals, proyectos pilotos para analizar barreras regulatorias que supongan un freno a la innovación, donde Europa puede intervenir eliminando esas barreras regulatorias. Una de ellas se va desarrollar con participación de una empresa española.
No quisiera dejar en el tintero el aspecto internacional ligado a la economía circular. Las empresas europeas tienen grandes oportunidades en este ámbito. La Comisión está poniendo en marcha Misiones para la Economía Circular con empresas europeas, para aprovechar las ventajas de iniciativas sostenibles en terceros países. El año pasado estuvimos en China. Las empresas europeas pueden participar con países terceros, poniendo en marcha operaciones empresariales y desarrollando esa economía circular .
La fortaleza de Europa
Para finalizar, el reto para las próximas décadas es enorme. Hay algo seguro, y es que no podremos escribir la historia del futuro con soluciones del pasado.
Necesitamos políticas que estén a la altura del desafío y que sepan convertir esta transición energética y productiva en una gran oportunidad para las futuras generaciones europeas.
En estos momentos en los que Europa se tiene que enfrentar prácticamente con una crisis diaria, es muy fácil concentrarse en el día a día y perder la perspectiva de conjunto. Es muy fácil pensar en los problemas de todo tipo que tenemos, desde las crisis migratorias a la crisis económica que aún estamos sufriendo, los problemas de terrorismo, la inseguridad…
La fortaleza de Europa ha sido siempre su capacidad de mirar hacia el futuro, liderando los cambios y las transformaciones económicas y sociales del mundo. Es verdad que muchas veces somos muy críticos con nosotros mismos, pero a pesar de ese elemento de crítica, seguimos siendo un continente con una gran calidad de vida para nuestros ciudadanos. Tenemos empresas innovadoras, tenemos buenas infraestructuras, tenemos seguridad jurídica, tenemos muchísimas posibilidades de continuar liderando la competitividad y la sostenibilidad a nivel global.
Europa ha liderado toda esta transición del cambio climático y la sostenibilidad. Hemos ejercido la responsabilidad pensando que esto era lo mejor para nuestro continente, pero también para el resto del mundo. Los demás países nos han seguido en esta dirección y con esa visión y ambición de luchar por el cambio climático y con los objetivos de desarrollar una política energética común. Pues solo si vencemos la fragmentación y creamos economías de escala, apostando por la economía circular, podremos actualizar el proyecto europeo.
Generaremos competitividad, crecimiento y empleo consiguiendo una mejora de las condiciones de vida de los europeos, y mejoraremos también la confianza y su apoyo al proyecto europeo. Conseguiremos ese triple beneficio económico, medio ambiental y social. La solución no es el repliegue nacional; la solución es apostar por más Europa.
Publicado en Executive Excellence n136 feb2017
Fotos de Javier Arias