Talento ¿para qué?
El talento abunda, pero… enterrado. Hemos observado, investigado y adquirido un gran conocimiento acerca del mundo que nos rodea y, sin embargo, el conocimiento de quiénes somos, el que imprime sentido a nuestra existencia y nos impulsa a participar de forma consciente en el desarrollo de la humanidad, ha quedado relegado en nuestra cultura educativa.
Como consecuencia de ello, se produce una integración insatisfactoria del hombre en el mundo del que forma parte y que se materializa en un desequilibrio que se proyecta en el uso inadecuado de sus capacidades.
El hombre moderno vive para su desarrollo profesional. El trabajo es el centro de sus preocupaciones y absorbe la mayor parte de su tiempo y energías. Se prepara para el mundo laboral desde una edad temprana, desde que ingresa en la escuela. Allí adquiere conocimientos cada vez más especializados para afrontar su integración laboral en una sociedad que avanza hacia un futuro donde el trabajo será incierto.
Vivir se ha convertido en una profesión competitiva y estresante, de supervivencia dentro de una organización social compleja que presupone que la formación técnica y la experiencia profesional son un gran valor en el mercado laboral. Este enfoque cultural, que impulsó a la humanidad al desarrollo de tecnologías capaces de procurar abundancia material y a establecer nuevas formas de organización social, tuvo su origen en un momento de la historia de Occidente donde las necesidades de la población no son las de hoy en día. Así, este sistema, cumplida su función, se desarticula en lenta agonía. Agradezcamos los beneficios que nos fueron legados para aceptar su partida definitiva y emprendamos la renovación de una cultura organizacional que sirva a la humanidad allí donde ésta necesita y de acuerdo a los talentos propios.
Esta desintegración está generando grandes dosis de incertidumbre. La seguridad depositada en el sistema socioeconómico se ha derrumbado. Carente de alternativas, el individuo se siente solo e indefenso en su desafío urgente por la supervivencia y el deseo de mantener un cierto nivel de vida; no tiene en qué confiar. El hombre ha de recuperar la confianza en sí mismo, ésa es la necesidad latente que está emergiendo y que se manifiesta vigorosamente. El individuo anhela reconciliarse consigo mismo, aspira a recuperar una parte de sí de la que se ha despojado y ha enterrado, ansía sentirse vivo, valioso y útil. Está gestándose una renovación de la organización social basada en el renacimiento individual.
Esta regeneración empieza en cada individuo con un proceso de investigación personal, de arqueología de sí mismo que le restituya al lugar que le corresponde. Un viaje de auténtico conocimiento liberador que marca la dirección a seguir, al tiempo que brinda las soluciones para la realización de las inquietudes vitales y la satisfacción de las necesidades cotidianas. Esta aventura conduce al encuentro del lugar que a cada cual le corresponde en el mundo. Ese espacio de conexión con el vivir en el que se descubre que vivir es más que una profesión, es una vocación por la cual nos autorrealizamos siendo útiles en base a los talentos propios.
El conocimiento de uno mismo nos revela una razón de vivir y un inmenso poder para realizar esa misión: el talento. Así, el individuo habrá de adquirir confianza en sí mismo y reconfigurar satisfactoriamente su relación con el mundo. Desenterrado el talento el hombre transformará su sentido del trabajo y tomará consciencia de que ha nacido como un ser único e irrepetible, semejante pero no igual a los demás, para contribuir precisamente a través de su talento -su mejor capacidad- a mejorar el mundo del que forma parte.
Quienes a partir del conocimiento de sí mismos reconozcan su propia esencia, su propósito vital y su talento, estarán en condiciones de orientar la adquisición de conocimientos técnicos y académicos con fundamento y participar en las organizaciones sociales y económicas aportando valor y utilidad, mientras avanzan en la construcción de su propio proyecto. La organización que establezca su capacidad en torno al talento se nutrirá de esa ventaja comparativa que hay en cada uno de sus miembros y de la motivación que les guía, generándose un ambiente positivo de colaboración establecido a partir del compromiso mutuo y la corresponsabilidad.
Los catalizadores de este renacimiento del talento, los conductores del nuevo orden que está floreciendo, los gestores de la presente crisis, los terapeutas griegos del siglo XXI a los que llamamos coach, facilitan este viaje esencial a ti mismo y colaboran para que esta labor de arqueología personal sea posible y tú seas, no solo el protagonista de tu propia vida, sino también parte esencial de la creación de un mundo mejor y más capaz para todos.
Alberto Sánchez-Bayo, autor de Arqueología del Talento: en busca de los tesoros personales (Editorial ESIC).
Artículo de opinión publicado en Executive Excellence nº77 ene11