La regeneración de las ciudades
Cuando media humanidad avanzaba hacia el desarrollo de megaciudades globalizadas, la irrupción del coronavirus sacó a la luz todas sus vulnerabilidades. La realidad ha demostrado que, en estas grandes urbes, las epidemias azotan y se propagan con mayor virulencia. El debate sobre cómo serán las ciudades post-COVID está servido. ¿Es hora de repensar nuestros modelos urbanos?
Capitales de todo el mundo exploran, y fusionan, alternativas diversas: la ciudad compacta, las supermanzanas, la ciudad de 15 minutos, la sin coches, la inteligente… Para Andrés Rodríguez-Pose, catedrático de Economía Geográfica en la London School of Economics, “la pandemia es un evento terrible que nadie se esperaba pero, aun con todo su impacto negativo, ofrece oportunidades para repensar nuestras ciudades, nuestras regiones y la relación entre ellas. Los ganadores serán aquellos que sean capaces de adaptarse al cambio de una manera mucho más rápida y de redefinir claramente, con ideas innovadoras, los usos y los espacios del suelo”. Además de conseguir aglutinar la actividad económica, social y cultural hacia esas zonas, “hay que crear las condiciones para un ecosistema que propicie desarrollar nuevas ideas, atraer talento y crear empresas que a su vez puedan generar empleo, y ser la base del futuro”.
En el Manifiesto para una recuperación saludable de la pandemia, publicado recientemente por la Organización Mundial de la Salud, este organismo llama a la construcción de metrópolis sanas y habitables.
Tal y como reza la Declaración, más de la mitad de la población mundial vive actualmente en ciudades que son responsables de más del 60% de la actividad económica y de las emisiones de gases de efecto invernadero. Ante urbes con tal densidad de población y saturadas por el tráfico, realizar desplazamientos en transporte público, a pie o en bicicleta, sería mucho más eficientes que en coche privado. Además, esto aportaría importantes beneficios para la salud al reducirse la contaminación atmosférica, las lesiones por accidentes de tráfico y los más de tres millones de muertes anuales por inactividad física.
Muchas de las ciudades más grandes y dinámicas del mundo, como Milán, París y Londres, han reaccionado a la crisis del COVID-19 peatonalizando calles y ampliando masivamente los carriles bici, lo que ha permitido la movilidad en medios de transporte que garantizaban el distanciamiento físico durante la crisis, y han mejorado la actividad económica y la calidad de vida posterior.
Esta cesión del espacio a peatones y ciclistas no es más que otra tendencia urbana que se ha visto acelerada por la pandemia. Nuevamente, la gran pregunta es: ¿qué cambios serán permanentes y cuáles coyunturales?
INCIDENCIA DE LA PANDEMIA
Para analizar esta cuestión, los estudios y reflexiones de Andrés Rodríguez-Pose resultan clarificadores. En su última visita a la Fundación Rafael del Pino, coincidiendo con la publicación de sus dos últimos artículos –“Cities in a Post-COVID World”, escrito con Richard Florida y Michael Storper, e “Institutions and the uneven geography of the first wave of the COVID-19 pandemic”, en coautoría con Chiara Burlina– disertó sobre el impacto del coronavirus en las ciudades y regiones, antes de vaticinar qué tipo de urbes serán las que salgan adelante.
Tal y como recordó, a lo largo de la historia se han producido pandemias mucho más mortíferas que la presente. La peste negra del siglo XIV, por ejemplo, acabó con un tercio de la población mundial. A mediados del siglo XIX tuvieron lugar las epidemias de cólera de las grandes ciudades europeas. Londres, Moscú o Hamburgo sufrieron sus consecuencias devastadoras. Y entre 1918 y 1920, la mal llamada gripe española se cobró la vida de 55 millones de personas.
Después de cada uno de estos episodios, sin embargo, la sociedad se ha rehecho y ha vuelto a florecer. Cincuenta años después de la peste negra comienza el Renacimiento italiano, que lleva aparejado mejoras que hacen de las ciudades espacios más salubres. La peste negra cambió lugares como París o Londres, que incorporaron el alcantarillado y sistemas sanitarios mejores y más fiables.; mientras que la gran gripe de 1918 motivó esas ganas de vivir que caracterizaron a los locos años 20.
A lo largo de la historia, se han producido mortíferas pandemias. Sin embargo, después de cada una de ellas, la sociedad se ha rehecho y ha vuelto a florecer
Rodríguez-Pose analizó con detalle la diversa incidencia de la pandemia en las regiones europeas. De hecho, en la primera ola, no se registró ningún tipo de mortalidad en el 40% de ellas, incluso en algunos países como Hungría esta se redujo un 5%, porque el confinamiento de la población propició un descenso de las posibilidades de contagio de cualquier otro tipo enfermedad. Sin embargo, en otras regiones, el coronavirus tuvo una incidencia devastadora, como fue el caso de Madrid, que en aquel momento fue la región más afectada de toda la UE. Igualmente París, Alsacia, Maastricht, Londres o Estocolmo registraron una incidencia muy superior.
El catedrático subrayó la existencia de diferencias relevantes dentro de los países. Zonas de la Lombardía italiana resultaron duramente castigadas, mientras que en siete regiones del país la mortalidad fue inferior a la de los años anteriores. Por tanto, la situación fue muy desigual desde el punto de vista geográfico, pero también temporal.
Aún se está buscando una respuesta que explique estas divergencias. La correlación que se manifiesta en el caso de Nueva York entre zonas con mayor nivel de pobreza y mayor incidencia, tanto de casos como de exceso de mortalidad, no se aprecia en todos los sitios. Por ejemplo, en Londres o Madrid, regiones ricas, no se da esta relación. Tampoco existe vinculación alguna con el tamaño de la ciudad ni la densidad de población, siendo mucho más importante el número de contactos entre individuos. Aquellas regiones con más sanitarios y camas de hospital son las que menos han sufrido, en términos de mortalidad; y factores de carácter medioambiental, como la temperatura o la humedad, también han jugado su papel.
Con respecto a los factores institucionales, el hecho de contar con un sistema de salud descentralizado ha reducido la incidencia. Cuanto mayor nivel de descentralización y de autonomía en la gestión de los recursos, menor nivel de incidencia. La efectividad del gobierno y la evolución de la calidad institucional también han marcado la diferencia.
MECANISMOS IMPULSORES DEL CAMBIO
Según el profesor, la pandemia está dejando cicatrices sociales que se ven reflejadas en el miedo a interactuar, a salir, al contagio; lo cual afectará a nuestra forma de volar, de utilizar el transporte público, de disfrutar del ocio… El segundo mecanismo impulsor se refiere al cambio en los negocios, en las actividades diarias, para mantener la distancia social. Se están haciendo reformas en restaurantes, aeropuertos, universidades, lugares de trabajo, para acomodarlos a un futuro incierto. Por último, está el experimento social forzado que han motivado los confinamientos. Estos han obligado a nuevos tipos de trabajo, de consumo, de relaciones; imprimiendo un sentido de urgencia en tendencias que ya se venían observado, pero que crecían a un ritmo mucho menor.
La pandemia ha acelerado lo que Richard Florida llama el “apocalipsis de las calles mayores”, refiriéndose al cierre de comercios al por menor, de los comercios tradicionales y de muchas tiendas del comercio local. También se están agravando los problemas de las grandes superficies, pues gran parte de la población ha descubierto el comercio online.
El puesto de trabajo se ha transformado. De la noche a la mañana ha habido que pasar de trabajar en persona a hacerlo frente al ordenador. Tiene ventajas, como el coste y el tiempo de transporte, e inconvenientes, como las dificultades para separar vida laboral y familiar. Por último, hemos cambiado nuestra forma de relacionarnos.
Todo esto afecta a cómo vemos las ciudades y las regiones. En Europa, el comercio minorista representa el 15% del empleo y Amazon, en todo el mundo, emplea a algo más de un millón de trabajadores. Por tanto, va a haber un ajuste muy duro. El cambio en el modelo de trabajo ha dejado oficinas vacías. La gente volverá a trabajar en un modelo mixto, dependiendo de las necesidades, con un porcentaje del tiempo en casa. Esto va a llevar a que haya menos demanda de suelo comercial y para oficinas en las ciudades y a una menor demanda de suelo de ocio.
Economistas, sociólogos, politólogos, geógrafos, y también medios de comunicación, discuten la idea de que el COVID puede ser una oportunidad para cambiar la dinámica de mayor concentración de la actividad económica en pocos espacios, como se había hecho en las últimas tres o cuatro décadas. La idea de una España con un Madrid más dominante y dinámico dejaría paso a un mayor potencial de crecimiento en cualquier lugar. Lo mismo sucede en París. En Estados Unidos se piensa que la idea de un centro dinámico como Austin se puede reproducir en cualquier otro lugar, como Wichita (Kansas) o Fargo (Dakota del Norte), que pueden convertirse en centros importantes de teletrabajo. El problema es que esto no va a ocurrir.
DÉFICITS EN LA CAPACIDAD DE TRABAJO
Cuando se analiza la capacidad de trabajo a nivel nacional y regional, se aprecia que está ligada a empresas, actividades y niveles de formación que se concentran, sobre todo, en las grandes ciudades. En Europa, las zonas con mayor capacidad de teletrabajo son urbes como Londres, París, Múnich, Hamburgo, Stuttgart, y en menor medida en ciudades como Madrid. En muchas zonas de menor nivel de desarrollo, que dependen de actividades como el turismo, donde el contacto directo con la persona es esencial, la capacidad de teletrabajar es menor. La mayoría de regiones españolas, junto con las turcas, griegas y del sur de Italia, están a la cola de Europa en la capacidad de teletrabajo.
La mayoría de regiones españolas, junto con las turcas, griegas y del sur de Italia, están a la cola de Europa en la capacidad de teletrabajo
Las ciudades, además, van a seguir teniendo ventajas porque generan economías de aglomeración. Esas sinergias favorecen la interacción entre sectores, la diversidad, la creación de nuevas ideas y la presencia de mano de obra cualificada. Por eso, las grandes ciudades tienen una mayor capacidad de resurgir en el futuro.
Los grandes ganadores van a ser algunos centros dinámicos que ya existen, ciudades intermedias que tengan una buena conectividad para beneficiarse del teletrabajo. Pero la mayoría no va a poder hacerlo. Los perdedores serán pequeñas ciudades, pueblos y muchas áreas rurales que tienen pocas oportunidades de atraer talento y generar oportunidades. El COVID, por tanto, no puede plantearse como una solución a la España vaciada, que necesita soluciones que no van a caer del cielo.
Más importante va a ser el cambio a nivel micro-geográfico. El coronavirus está acelerando cambios, sobre todo los relativos al uso del suelo en las grandes ciudades. Va a haber menos demanda de uso para oficina, para comercio y para ocio. Esto va a crear problemas y reajustes para muchos centros que han sido los grandes beneficiarios de la renovación del espacio urbano de los últimos treinta años, como Madrid o Londres.
Las empresas van a tratar de potenciar el teletrabajo, o buscar localizaciones en los suburbios, favorecidos también por las reticencias de algunas personas a utilizar el transporte público para ir a las grandes ciudades. Los suburbios y las ciudades medianas que sean fácilmente accesibles y estén cerca de los centros más dinámicos se verán más beneficiadas.
Por tanto, habrá que redefinir las funciones de los centros de las grandes ciudades. Los espacios vacíos pueden representar un problema porque, por ejemplo, se van a reducir los ingresos debido a una menor capacidad “impositiva”. Pero también representan una oportunidad para la entrada de nuevas actividades, nuevas gentes y nuevas ideas. Puede que haya una bajada de precios, que favorecerá la llegada de la gente joven que se ha quedado fuera de las grandes ciudades en las últimas décadas por el excesivo precio de la vivienda; y esto quizá genere un mayor nivel de creatividad.
QUÉ CIUDADES SOBREVIVIRÁN
La cuestión es qué ciudades pueden renovarse y cuáles pueden experimentar un declive. Se ha hablado mucho de la ciudad de 15 minutos, en la que la gente va a vivir cerca del trabajo, podrá hacerlo todo yendo a pie, en bicicleta o patinete, y tendrá cerca todos los servicios básicos; pero estas ciudades van a ser muy atomizadas. Lo que hacen es recrear pueblos dentro de las grandes ciudades, con el riesgo de volver a ciudades atomizadas muy segregadas, en las que exista menos combinación de ideas y de grupos distintos, muchas veces ligadas a determinados tipos de empresas.
Debemos buscar combinaciones de ciudad próxima con otro tipo de modelo que permita mayor movilidad y más dinamismo para crear empresas; muchas veces, pequeñas start-ups que pueden transformarse en las grandes empresas del futuro
Debemos intentar buscar combinaciones de ciudad próxima con otro tipo de modelo que permita mayor movilidad, mayor creatividad y diversidad dentro de los grupos, y más dinamismo para, a partir de ahí, crear empresas –muchas veces pequeñas start-ups que pueden transformarse en las grandes empresas del futuro–. Todo el mundo quiere buscar nuevos usos residenciales y, sobre todo, una ciudad que sea cada vez más cultural, más abierta y vivible, para poder atraer a las personas necesarias con el nivel necesario para que puedan generar las actividades que cimienten el futuro y la prosperidad de toda la población.
Si vamos a sistemas en los que la ciudad se convierte en, prácticamente, un lugar al que se va muy rara vez y solo en coche para hacer una gestión y volver, entonces tendremos ciudades que no van a ser catalizadores de crecimiento ni dinamismo, de cambio social ni de ideas culturales, sino que van a ser ciudades administrativas con muy poco tirón para el desarrollo futuro. Si las ciudades no funcionan, el resto de la economía tampoco lo hará. Salvo raras excepciones, no podemos esperar que el motor económico sea un conjunto de pequeños núcleos en red.
Si las ciudades no funcionan, el resto de la economía tampoco lo hará. Salvo raras excepciones, no podemos esperar que el motor económico sea un conjunto de pequeños núcleos en red
Tampoco podemos olvidar los factores institucionales, que están determinando en cierta medida la incidencia del coronavirus en términos de mortalidad; pues también van a incidir en las soluciones. Si no contamos con gobiernos eficaces, que logren consensos mediante el diálogo y pongan a todas las sociedades detrás de una idea, la capacidad de avanzar va a ser muy escasa. Tenemos la oportunidad de intentar generar un sistema territorial, tanto a nivel macro como micro-geográfico, más eficaz, más justo y mucho más sostenible.
Andrés Rodríguez-Pose, director del Centro Cañada Blanch, y catedrático Princesa de Asturias en la London School of Economics, en la Fundación Rafael del Pino.
Foto ciudades: 1 © Joshua Rawson-Harris en Unsplash / 2 © Gerd Altmann en Pixabay / 3 © Zac Wolff en Unsplash.
Publicado en Executive Excellence n173 febrero - marzo 2021.