Los contenidos a los que prestan atención 2.000 millones de personas están en manos de un puñado de empresas
Me parece sentir, cada vez con más frecuencia, silencios repentinos a mi alrededor. Como si escuchase el ruido de fondo de una persona dando vueltas seguido de un silencio producido por el cese absoluto de movimiento; termino, inevitablemente, encontrando a alguien inmóvil en el medio de la habitación o bajo el quicio de la puerta, con la mirada fija en la pantalla. Hablar con esas personas resulta inútil, porque significaría que ellos asumieran que estamos presentes.
Que, en la era de la información, el hecho de prestar atención tenga valor no es un secreto. La llamada ‘economía de la atención’ ha sido uno de los acontecimientos tecnológicos mas importantes de la última media década (al menos) y, sin embargo, esa narrativa que detalla el insaciable apetito de Internet por ojos y cerebros se ha vuelto turbadora.
"Creo que hay algo muy profundo, y tal vez irreversible, que le está sucediendo a la atención humana en la era digital", afirmó James Williams, doctorando en Oxford y ex empleado de Google, en una charla en la Real Sociedad por el Fomento de las Artes, las Manufacturas y el Comercio (RSA) en 2017. “Creo que es algo más que una simple distracción, más que una adicción. De hecho, podría ser el desafío político y moral definitorio de nuestro tiempo ", insistió.
El problema, sugirió, es que el objetivo de la economía de la atención de tener cada vez más nuestra atención no es un objetivo humano; es decir, no consiste en ayudarnos a hacer lo que deseamos hacer. Esta divergencia de objetivos pone en riesgo nuestra libertad. Un puñado de personas de diferentes empresas, en un estado de un solo país, tiene en sus manos palancas que pueden dirigir, y dirigen, la atención de unos “pocos” miles de millones de personas en todo el mundo.
Nuestras opiniones dependen de a qué prestamos atención… y esas opiniones condicionarán nuestras acciones mucho después de que hayamos tecleado en el ordenador.
Pero esto es sólo el comienzo. Internet y las herramientas habilitadoras fueron la última gran generación de la tecnología. Hoy nuevas herramientas tecnológicas comienzan a hacerse sentir. En las próximas décadas la tecnología seducirá nuestra atención de formas mucho más convincentes y, escapando de su jaula de silicio y vidrio, no solo animará lo inanimado, sino que incluso darán forma a nuestra biología.
La respuesta no es dejar de lado la tecnología. Ya no solo es imposible devolver el genio a la lámpara, sino que ni siquiera deberíamos desearlo. Aparte de los resultados negativos, la tecnología sigue siendo una herramienta poderosa para el bien común. Pero, como individuos, y también como sociedad, debemos ser más conscientes de la forma en la cual interactuamos con la tecnología, vigilando más de cerca los incentivos comerciales y empleando las herramientas conscientemente, de manera que siempre estén claramente alineadas con nuestros objetivos.
El mensaje de Williams en 2017 sigue vigente hoy en día, como un recordatorio fundamental de cuán poderosamente nuestras herramientas dan forma a nuestra experiencia y cuán fácilmente puede fallar ese ciclo de retroalimentación.
Jason Dorrier, editor de Singularity Hub
Fuente: Singularity Hub