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Corrupción y ética del liderazgo

(Tiempo estimado: 2 - 4 minutos)

(El Infante Alfonso vs. Isabel la Católica: de la Farsa de Ávila al Pacto de los Toros de Guisando)

“El fin no justifica los medios; son los medios los que justifican el fin”. El código ético de las empresas más avanzadas recoge sobradamente que la forma en que se alcanzan los objetivos es tan importante o más que el logro de los mismos.

Muchos directivos y políticos que terminan en delincuentes podrían leer, durante su ocio en prisión, cómo Isabel la Católica accedió al trono de Castilla, a diferencia de cómo quiso hacerlo su hermanastro Alfonso:

Liderazgo femenino en situación difícil. Los derechos de Isabel al trono de Castilla no eran nada evidentes. Las facciones nobiliarias habían obligado a Enrique IV a desheredar a su hija, Juana la Beltraneja, aunque este la consideró siempre su hija legítima. 

Más que una cuestión dinástica sobre la legitimidad de Juana o de Isabel, el problema sucesorio era, ante todo, la lucha por el poder entre nobleza y monarquía. La aristocracia castellana creada por las mercedes enriqueñas quería seguir controlando los resortes del Estado. Este fue el significado de la Farsa de Ávila (1465), cuando los nobles rebeldes depusieron a Enrique IV e instalaron en el trono a su hermano Alfonso. La temprana muerte de este les obligó a cambiar de planes. Aquí apareció para Isabel la esperanza de sentarse un día en el trono de Castilla.

Aprovechar oportunidades respetando a la institución. Mediante el Pacto de los Toros de Guisando (1468), los nobles forzaron a Enrique IV a reconocer a Isabel como legítima princesa heredera. Esta demostró entonces un profundo sentido político. A diferencia de Alfonso, no se prestó a cualquier acción contra Enrique, al que siguió respetando como titular de la Corona. 

Ética y visión estratégica. Leal a la corona y defensora del orden establecido y de sus derechos al trono, Isabel supo preparar el futuro. Consideró el Pacto de los Toros de Guisando como fundamento jurídico de sus derechos como princesa heredera, esperando pacientemente la muerte de su hermanastro para poder cumplir sus objetivos.

Desde los tres años, Isabel ya estaba comprometida con Fernando. Enrique IV quiso casarla repetidas veces con nobles castellanos y portugueses para alejarla del trono de Castilla. De todos ellos se pudo evadir Isabel para casarse finalmente con Fernando, en secreto.

Guardando las reglas, anticiparse, tomar decisiones y actuar. Isabel lo tenía todo pensado desde mucho tiempo atrás. A la muerte de Enrique IV, no pierde ni un solo día para que la Junta de Nobles confirme sus derechos al trono, y prepara una ceremonia sencilla y espectacular destinada a crear una situación irreversible. En la plaza mayor de Segovia se alzan pendones por Isabel, reina y propietaria de estos reinos, y don Fernando, su legítimo marido.

Llevar la iniciativa, dentro de la ley. Su proclamación cogió a todos desprevenidos, incluso a su mismo marido, reducido a la situación de rey consorte (cuando hasta pensaba tener derechos a la Corona de Castilla superiores a los de Isabel, por ser el heredero varón más directo de la casa de Trastámara). Isabel creaba, dentro de la ley y el orden, una situación nueva, con una política legítima de hechos consumados: reconocer el nuevo poder u oponerse a él, sin término medio.

En resumen, Isabel la Católica es un ejemplo de liderazgo ético e inteligente, y de pensamiento estratégico. La huella que dejó es un paradigma de cómo se pueden alcanzar el poder y los objetivos guardando y defendiendo las reglas de juego. Ejemplo a seguir para tibios de ética que, con frecuencia, acaban en corruptos o delincuentes en prisión.


 Artículo publicado en Executive Excellence nº119 febrero 2015.

José Medina, presidente de Odgers Berndtson Iberia. Autor de Dirige tu carrera (Alienta, 2012) l dirigetucarrera.com@josemedina_luna


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