Cuando tu jefe es un narciso
Octavio había cumplido los tres primeros meses del curso de posgrado que estaba desarrollando en una conocida escuela de negocios sevillana. Al salir de la cafetería, entre la marabunta de jóvenes leones de las finanzas que compartían pupitres e ilusiones, reparó en el anuncio de un seminario que, bajo el mismo título, iba a ser impartido dos días más tarde, como complemento voluntario, en el siempre práctico esquema de formación que les habían ofertado.
Buceó brevemente en sus escasos conocimientos mitológicos y recordó vagamente la imagen de un bello efebo mirando extasiado su imagen en lo que parecía ser un rio o un lago rodeado de frondosa vegetación. Nada parecido a la imagen que él tenía del jefe: energía, vigor, gesto desafiante motivando a las tropas, leves reminiscencias de Napoleón sobre un caballo blanco, unción del líder, predestinación. ¿Qué tendría que ver esa imagen suya, preconcebida, con la de un muchacho, perdiendo el tiempo, contemplándose complacido y absorto entre susurros del viento y mecido por el rumor del agua….? El nombre del ponente tampoco le sonaba de nada ni recordaba haberlo visto en la relación de profesores titulares. Dibujó un gesto de escepticismo pero recordó la fecha y hora por si conseguía sacar tiempo de algún lado entre casos a resolver y planes de acción para solucionar los problemas de grandes empresas de nombre grandilocuente y, claramente anglosajonas. Sonrió, pensando que, nunca, estas empresas se llamaban:” Repuestos Menéndez” o se referían a: “el Mercado de los Cirios Procesionales en la Semana Santa Sevillana”.
Así que, cuarenta y ocho horas después, allí estaba, sentado en el aula del seminario, acompañado de su amigo Carlos, joven profesor del Instituto de Formación Profesional de Camas, al que , por otro lado, lo mismo le daba la conferencia pero que le acompañaba por no sé qué difuso sentimiento de lealtad ni tampoco tenía nada mejor que hacer esa tarde y por su otro amigo Mario: intelectual vocacional, versado en literatura iberoamericana (Cortázar y Onetti), siempre dispuesto a ampliar horizontes y conocimientos femeninos.
Allí estaban, los tres, (entrada libre), rodeados de otros restringidos círculos, hasta completar lo que podría decirse en términos taurinos: media entrada, cuando hizo su aparición el profesor Mollinedo; hombre de más que regular estatura, bigote blanco y que desprendía un inequívoco aire de estar de vuelta de casi todo. Llegó, vió y después de un breve saludo, dominando la escena, se volvió de espaldas y, ante la curiosidad de la reducida gavilla de futuras promesas del empresariado patrio, se puso a escribir en el encerado:
“Clínicamente hablando: cualquier persona que se siente autorizada a usar su poder para controlar a otras personas por las que se siente amenazada y, que se ve a sí misma como superior a sus compañeros, y anhela ser reconocido como tal, reúne los requisitos del denominado: Trastorno narcisista de la personalidad”
Wyatt Hare. Fin de la cita.
El profesor se volvió, lentamente, hacia la audiencia, y los contemplo desde la altura de su ciencia, mientras les daba tiempo a que fueran digiriendo la enjundiosa frase.
-¿Alguno de ustedes reconoce a alguien que reúna estas características?, preguntó amistoso.
El silencio, típico, de estas situaciones académicas, no diríamos que se hizo espeso, pero si tangible. En la mente de todos empezaron a surgir identificaciones indudables.
-Efectivamente: no necesito que me respondan, dijo el profesor Mollinedo, ya dueño y señor de la escena, ganado el auditorio para su causa y empezando a ser presa de la euforia que todos los conferenciantes sienten cuando han derribado el primer bastión de la muralla y han captado, ahora sí, la atención y el interés del auditorio.
-Déjenme que les haga una breve introducción mitológica para que comprendan mejor de que les voy a hablar….
El profesor Mollinedo comenzó a desgranar con mucha prosopopeya la historia de Narciso en sus diferentes versiones….
-…..pero básteles saber que lo esencial del mito es que Narciso, joven de gran belleza, rechazaba, una tras otra, a todas las jóvenes que caían rendidas de amor a sus pies. Una ninfa, de nombre Eco, se prendó insensatamente de él y nuestro joven, como era habitual, la rechazó. Como ustedes pueden imaginar, esto le causo inauditos sufrimientos, hasta tal punto que languideció y murió, no quedando de ella más que su voz. Como en todos los mitos grecorromanos, los dioses, que debían de aburrirse extraordinariamente, decidieron intervenir, una vez más, en la vida de los pobres humanos, a fin de procurarse algo de diversión y, Némesis, la diosa de la venganza, cuyas actuaciones teatrales producirían inefable gozo a los hastiados dioses, tomó cartas en el asunto: “le haré que se enamore de sí mismo, de manera que no pueda hacer sufrir más a otras mujeres.”
Caída sobre él la terrible sentencia, Narciso, se ve reflejado en un lago y queda prendado de su imagen, siendo, desde entonces, incapaz de sentir amor por alguien que no sea él. Enamorado perdidamente de sí mismo cae al lago, se ahoga y, para que el cuadro quede más sugerente, en ese mismo lugar nace una flor de gran belleza: un narciso.
Bien, hasta aquí el mito, pero déjenme añadirle algo más a la historia porque es importante para que todos lo entendamos bien; la madre, ¡ay, las madres!, de Narciso, la ninfa Liríope, preocupada por el porvenir de su hijo, había consultado a un adivino, el vidente Tiresias, una especie de Rapel de la antigüedad, sobre si su hijo viviría mucho y éste, tras concentrarse como es debido le dijo: ¡¡(atentos señores)¡¡ : “vivirá largos años mientras no se conozca a sí mismo”.
Ominosa sentencia, digo, que, sin duda, llevo a Oscar Wilde a crear al personaje de Dorian Gray….
El profesor Mollinedo seguía perorando, ya en éxtasis, y nuestros héroes preguntándose cuando iba, el profesor, a descender de sus erudiciones y encontrar el engarce con el titulo prometido.
-Pues bien. Lo primero que quiero decirles es que toda persona con mando, cualquier jefe, cualquier líder con el que ustedes se encuentren a lo largo de su vida profesional, va a tener un componente narcisista más o menos acentuado, pero, ¡ojo!, no vayan a extremar las cosas y piensen que todos los jefes son unos enfermos mentales y manipuladores. No. Pero es cierto que ese ego, esos deseos de destacar y ser reconocidos socialmente forman parte de la personalidad del narciso que, a menudo, comparte características comunes con el “trepa” también conocido en la terminología psicoempresarial como: “Aberrant self promoter”, no me pregunten por qué, pero ¿a que queda bien?
-Yo mismo; que a lo largo de muchos años de vida empresarial he sido jefe y líder me reconozco en muchas características del narciso; eso sí, sin rasgos patológicos, creo…
Carlos hundió el codo en el flanco izquierdo de Octavio y, con una sonrisa, le reconcilió con el sentimiento de culpa que le invadía cada vez con más fuerza por haber traído a sus amigos a semejante espectáculo.
-Hecha la llamada a la prudencia a la hora de calificar y reconocer a estos personajes, les voy a exponer algunas de las características de este tipo de líderes o jefes en sentido “lato” del término. Miren ustedes, el jefe narciso es en primer lugar fruto de la mala educación de las madres; bueno, de las familias si lo quieren así, (corrigió el profesor, a toda prisa, cuando intuyó el amago de insurrección que pudo apreciar en la parte femenina del auditorio). Son niños que de alguna manera se han sentido menospreciados o humillados o poco atendidos en el entorno familiar y social y hacen del triunfo, de la relevancia social, del enriquecimiento, el objetivo de su vida. Creen que merecen la gloria, independientemente de sus condiciones intelectuales; se creen “la única coca cola en el desierto” por decirlo gráficamente….
Numerosas risas acogieron esta última definición y Octavio observó, complacido, el interés que crecía en sus dos amigos por la disertación del ponente.
-En mi opinión, los narcisos pasan una primera fase de “trepas” hasta que consiguen llegar a las jefaturas. Son fácilmente identificables a simple vista para alguien avezado pero para ustedes, que están empezando, encierran numerosos peligros y pueden caer en sus garras y ser devorados por ellos cuando ya sea demasiado tarde. Como, en el fondo, están faltos de autoestima, esa aparente seguridad en sí mismos no es más que una máscara. Desean lo que no tienen y se aprovecharán de sus cualidades, les robarán las ideas y cuando ya no los necesiten los abandonarán a su suerte, serán un peldaño más en su ascenso. Los psiquiatras los califican como psicópatas subclínicos, es decir, no diagnosticados. Dejando aparte lo divertido del nombre, lo grave es que tanto el trepa de la primera fase como el narciso son unos amorales: para ascender no reparan en medios, no les importan ni la licitud ni la ética; no es que opten, es que no lo distinguen, son incapaces de sentir empatía ni de ponerse en su lugar, simplemente ustedes son victimas colaterales de su ambición. Dense por muertos si caen en sus manos.
Las risas de unos momentos antes se tornaron en seriedad a medida que “las promesas empresariales” vislumbraban a cuántos de estos vampiros iban conociendo.
-Pero bueno, (ufano Mollinedo de cómo manejaba las emociones del auditorio), nuestro trepa, después de una fase de productivo meritoriaje ha llegado a Jefe; pongamos que ya es el líder de la manada empresarial. Sepan ustedes que tienen instalado en la poltrona al Dr. Jekyll y Mr. Hyde dependiendo de con quién esté hablando. Tienen a Nerón al mando y, como tal, puede ser tiránico y caprichoso, también seductor y necesitará ser ensalzado públicamente. Se rodeará de aduladores que le harán coros mientras Roma se incendia y, echará la culpa a los cristianos (ustedes) de sus errores de gestión.
El espanto se reflejaba en las caras de la mayoría de los presentes mientras veían escenas apocalípticas….
No se preocupen tanto, (rebajó el tono Mollinedo). Estos tipos tan puros no suelen darse, son extremadamente raros y rozan la patología. Lo normal es que todos los líderes tengan también contrapesos; esto es como los mercados financieros y los supervisores, el capitalismo y los sindicatos (quiero creer). Pero... (tronó nuevamente Mollinedo) si sus jefes tienen una opinión a la que todos deben someterse, ansían la adulación, confunden la realidad de las cosas con sus deseos, no recapacitan, toman las más duras decisiones con una frialdad carente de la mas mínima empatía, son altivos, prepotentes y arrogantes, aduladores con los jefes y tiránicos con ustedes ….. estamos ante un desalmado narcisista a los mandos.
El silencio ya era total y la angustia de los rostros perfectamente visible…
Al fondo alguien levantó la mano y preguntó: ¿además de salir corriendo, qué cree usted que se puede hacer?
Mollinedo, comprensivo, compuso un gesto de gran sabiduría matizado por la experiencia de la vida.
-Pues mire usted: yo, en su caso saldría corriendo, sí, porque es imposible modificar esos comportamientos; el narciso ni sabe ni quiere modificarlos, pero entiendo que no están los tiempos para elegir mucho así que, si no le queda más remedio, tendrá que aceptar la situación. Estos líderes duran poco porque es tanto el malestar que crean y se resiente tanto la cuenta de resultados que su vida es efímera cuando florecen en todo su esplendor. Los dueños perciben el incendio. De manera que, si puede y, con delicadeza, intente que cambien algunos de sus planteamientos. Disfrácese de árbol, querido amigo, procure no llamar la atención o le dará un puesto para el que no estará capacitado y su vida en la empresa será breve, (el dolor era apreciable en el rostro de Mollinedo ante su propia lucidez). Ármese de paciencia y procure dejarse manipular lo menos posible. Utilice el “Principio de extinción: no haga caso y dejará de comportarse así con usted.
La resignación ante lo inevitable invadió los corazones….
-Y mire: cumpla con su trabajo lo mejor que pueda, enamórese y escuche a Carlos Herrera que entretiene mucho… ¡yo es que con Josemi me parto…!
Muchas Gracias a todos por escucharme y el próximo día les hablaré a ustedes de los jefes bondadosos, que también los hay, pero, ¿qué quieren que les diga?: son mucho más aburridos; nada como un narciso para hacer de su vida empresarial una permanente aventura de supervivencia.
Aún resonaban los aplausos cuando los tres amigos salieron al aire de Sevilla a tomarse unas cervezas. En el Parque de María Luisa el profesor Mollinedo se contemplaba en un estanque…
Benigno Santiño, director de Desarrollo de Negocio y Relaciones Institucionales.
Artículo publicado en El Correo de Andalucía, el domingo 26 de octubre de 2014.