El debate de las realidades sociales
Moderada por Antonio Garrigues, presidente del Senado de CEDE, el Congreso acogió una mesa de debate para reflexionar sobre los cambios y actitudes sociológicas porque, en palabras de Garrigues, “en estos momentos el líder ya no puede estar limitado a la función directiva en el sentido clásico.
A los ejecutivos se les está aumentando permanentemente el nivel de exigencia: se les pide más conocimiento geopolítico; una mayor profundización en los temas culturales, interés por la diversidad y por culturas como la india, la china o la japonesa, que tienen raíces muy importantes y que van a estar en nuestro futuro; y más conocimiento idiomático”.
Para hablar de estos y otros muchos temas, compartió mesa de debate con José Luis Feito, presidente del Instituto de Estudios Económicos, Jaime Lanaspa, patrono de la Fundación Bancaria La Caixa, y Víctor Pérez Díaz, presidente del Comité de Expertos para la Sostenibilidad de las Pensiones. Estas fueron algunas de sus aportaciones:
José Luis Feito: “La apreciación del dólar y la bajada del precio del petróleo generan una situación expansiva”
“Me gustaría hablar de la sostenibilidad e intensidad de la recuperación económica española, así como de la influencia que pueden tener los vientos que vienen del norte de Europa. Saber lo que va a ocurrir en los próximos 18 meses significa adentrarse en un entorno siempre desconocido, cuya cartografía es compleja, y donde cualquier planteamiento puede ser arriesgado.
En realidad no es solo una predicción sino un análisis de la dinámica económica, si no ocurren acontecimientos inesperados e imprevistos fuera del sistema económico. Tengo una visión de la sostenibilidad de la recuperación y de la intensidad de la misma mucho más optimista que la expresada por el ministro de Economía en este Congreso.
La pregunta es si podemos prever una caída debido a lo que está ocurriendo en Francia, en Italia y a lo que puede suceder en Grecia. Personalmente, creo que en Europa no puede haber una recesión mientras el petróleo esté cayendo y Estados Unidos se esté recuperando. Aun cuando existiese una debilidad inesperada en Europa o aparecieran otros factores de riesgo, voy a intentar argumentar por qué no se interrumpiría la recuperación de la economía española, que está fundamentada en sólidos cimientos.
Ahora bien, también lo estaba en el año 2010, y se quebró; pero, por aquel entonces, el euro se cuestionaba; hoy no. La unión monetaria es una variable bipolar. Cuando esta se cuestiona, la prima de riesgo sube, haciéndose infinitos los costes de financiación, al tiempo que aumentan los impuestos para financiar los intereses de la deuda; si no se cuestiona, la prima de riesgo está limitada, los costes de financiación son reducidos desapareciendo la posibilidad de la subida de impuestos. Actualmente el euro no se pone en duda. Opino que incluso si Grecia saliese del euro, la prima española no subiría significativamente. Esta es una gran diferencia entre hoy y entonces.
Entre 2008 y 2011 se cometió el mayor número de disparates en política económica que se han cometido en la historia de nuestro país. Ahora, aunque todo es mejorable, el sistema bancario español está saneado; y se puede decir que es uno de los sistemas financieros más sólidos del mundo, algo que no se podía decir en 2010. Hoy el ajuste inmobiliario ha finalizado; tenemos un nivel de precios que permite desatascar el exceso de oferta que existe. Aunque hay zonas donde todavía va a bajar, el precio medio está estabilizado y subiendo. Es más, se ha recuperado la inversión en inmuebles mucho antes de lo esperado, habiendo una tasa de variación intertrimestral positiva. Incluso se ha frenado la destrucción de empleo en la construcción.
Además del ajuste bancario y el ajuste inmobiliario ya realizados, se ha acometido otro ajuste de importancia: el laboral. Este permite que podamos crear empleo con crecimientos exiguos de la economía. Recientemente, la economía crecía al 1,3% y el empleo al 0,7%. Antes del año 2010, para generar este nivel de empleo en España hacía falta un crecimiento del 2,5% de la economía. Como consecuencia del ajuste laboral, tenemos un nivel de competitividad que está entre los más elevados del mundo. Una de las razones por las cuales Francia e Italia están estancadas es por culpa nuestra. De la misma manera que nosotros nos estancamos porque los alemanes y franceses nos robaron mercados, uno de los motivos del estancamiento de otros países es que nosotros les estamos quitando mercado. La debilidad les genera un problema a ellos, y no a nosotros.
Por esto, la recuperación está muy equilibrada y es generalizada en todos los sectores de la economía española. Es decir, si mañana se nos hunde la demanda externa, la interna seguiría creciendo. De hecho, la aportación neta del sector exterior es prácticamente nula, muy ligeramente positiva. Si desapareciese, la recuperación seguiría adelante gracias a la demanda interna.
Si lo anteriormente expresado denota la sostenibilidad de la recuperación, respecto de la intensidad soy mucho más optimista que el ministro. Creo que la economía española va tener un crecimiento el año que viene todavía superior al consenso actual. Será por lo menos del orden del 2% o más y –aspecto muy importante– va a ser muy intenso en la creación de empleo, por encima de lo previsto por los analistas que han estado revisando la recuperación al alza.
Se dice que esta va hacia delante, pero que es modesta incluso al 2%. En mi opinión será mucho más intensa, pero hay que valorar si es débil o modesta en relación a qué. En relación a la que necesitaríamos para eliminar el paro en un año, es evidente. Ahora bien, si lo comparamos con lo que esperábamos que fuese la recuperación hace un año, entonces nadie creía que la economía pudiese estar creciendo hoy tal y como lo hace. Además, si comparamos el crecimiento de este año, o el previsto para 2015, con la historia inmediata, tenemos un crecimiento brutal. En el año 2013, nuestra economía cayó un 1,3%; en 2012, un 1,6%. En relación con el resto de miembros de la Unión Europea o de la Zona Euro –como ha dicho el ministro–, España será este año el país de mayor crecimiento de toda la unión monetaria.
La media de esta será del 0,9%, mientras que nuestra previsión para 2015, de un 2%, será la máxima. Es importante destacar, porque con frecuencia se pierde de vista, que una recuperación del 2% es equivalente al crecimiento de los años 2002, 2003 o 2004. En aquel entonces, la población española estaba aumentando al 1,5%, de forma que el crecimiento per cápita cuando crecíamos al 3% o 4% es igual al crecimiento per cápita del año que viene, creciendo al 2% y teniendo en cuenta una caída de la población en torno al 0,5%. Dicho de otra manera, si conseguimos fomentar la economía al 2% o 2,5% durante dos o tres años, volveríamos al nivel de euforia que conocimos en los años 2000. Ni éramos tan buenos entonces ni somos tan malos ahora. Eso sí, nos estamos acercando mucho más al país que teníamos en mente antes de la crisis.
Razones para el optimismo
Ahora bien, por qué creo que el crecimiento va a ser mucho más intenso de lo esperado y que va a haber mucha más creación de empleo.
La economía española tiene un ciclo muy peculiar, inexistente en el resto de las economías. Cuando cae, lo hace con mayor intensidad que en cualquier otro entorno. Esto se debe a la peculiaridad del mercado de trabajo –fundamentado en los contratos temporales–, de forma que cuando se destruye empleo se hace con mayor intensidad. Esto es algo conocido por todos y, desgraciadamente, ahí están las estadísticas para demostrarlo. Lo que olvidamos es que, cuando se crea empleo, esta generación también es más intensa que en otros entornos.
La dinámica del contrato temporal tiene sus características. Ante la crisis, se destruye mucho más, pero cuando llega la recuperación, las empresas que han sobrevivido son conscientes de sus necesidades de empleo y construyen el empleo mucho más intensamente. Eso ya está comenzando a ocurrir. Gracias a la reforma laboral, que incorpora el contrato a tiempo parcial, se va a incrementar la intensidad.
Los países europeos han de hacer de sí mismos “pequeñas Alemanias”. España hoy es casi más alemana que Alemania. En Alemania, el empleo a tiempo parcial es del 25%; en España ha pasado del 10% al 15%, y continuará ascendiendo; en Holanda es del 40%.
Esta creación de empleo es muy importante porque, a efectos de ingreso público y de Seguridad Social, genera el mismo ingreso que un empleo a tiempo completo. Esto, en parte, explica también lo que está sucediendo con los ingresos públicos, y es otra garantía y explicación del motivo por el que la recuperación va a ser más intensa de lo previsto; ya que, como cuando crecemos en empleo, este crece más de lo previsto y también los ingresos públicos –de la misma manera que cuando caen, caen más de lo previsto–, el Gobierno por primera vez va a poder cumplir sus objetivos de déficit, no solamente sin hacer trampas, sino acompañado de una intensa bajada impositiva. Intensa, porque va al meollo, a las clases media y baja, que son las que más ingreso público generan, tomadas en su conjunto.
Ese factor, la posibilidad de una rebaja fiscal y, al mismo tiempo, cumplir los objetivos de déficit, incluso tolerar algunas desviaciones del gasto, se va a producir. Cuando la economía española se recupera, genera proporcionalmente muchos más ingresos que otras economías en ingresos públicos, por lo explicado antes respecto de la Seguridad Social, pero también por la misma dinámica del IRPF (más gente paga) y por los ingresos de sociedades (se crean más). Si además la recuperación está alentada por el consumo, que comienza a tirar, el efecto global es un crecimiento por encima de lo que el Gobierno cree necesario y suficiente para permitir esa bajada de impuestos y, además, algunas alegrías del gasto público. Esto evidentemente va a estimular la actividad económica.
Finalmente están las bajadas de tipo que ya se han efectuado y que van a tener su pleno impacto el año próximo; la creación de crédito que se empieza a gestar va a ser explosiva en 2015; el efecto de la política monetaria lo vamos a ver también entonces, y es una de las razones por las cuales el crecimiento base es muy intenso.
Añádase a todo esto una competitividad muy elevada, que no va a ser asaltada porque Francia va a hacer reformas, lo mismo que Italia. Además Alemania va a hacer una gran contribución a nuestra competitividad y al euro: subir salarios mínimos. Por fin van a hacer la misma tontería que nosotros hicimos para conseguir acuerdos laborales del orden del 4%, y eso evidentemente nos va a ayudar. Nuestra competitividad va a seguir aumentando y, como decía el ministro, hará que el sector comercial dé un gran impulso a la economía española.
Si a todo esto le sumamos la combinación de dos factores decisivos como son la apreciación del dólar –depreciación del euro– y la bajada del precio del petróleo –España es el país que más depende del petróleo de todos los países de la OCDE–, se genera una situación brutalmente expansiva.
En definitiva, estamos saliendo de las épocas del miedo y entrando en las épocas de la esperanza y la confianza, de modo que reforzaremos esa visión de orgullo, que quizás de una forma un poco exagerada, teníamos de nosotros. Y, todo esto, dentro del espacio de 12 a 18 meses que les he predicho”.
Jaime Lanaspa: “A pesar de la complejidad, estamos gestionando bien la diversidad”
“Aparte del reto universal de la sostenibilidad, identifico tres grandes desafíos sociales a nivel doméstico, como sociedad española. Por orden de importancia son: la igualdad, la longevidad y la gestión de la diversidad cultural. Desde mi punto de vista, el reto de la igualdad lo hemos afrontado mal como sociedad, el de la longevidad lo estamos afrontando regular y el de la diversidad cultural, bien.
Es importante hablar de esta última o, dicho de otra manera, hablar de la inmigración. Este es un fenómeno relativamente global y antiguo, en el que importa hacerlo bien, porque lo contrario implica sufrimiento humano y despilfarro económico y social. Además, lo que más debería interpelarnos del sufrimiento es que no solo afecta a los inmigrantes, también a las poblaciones locales y de una manera muy desigual.
Entre 2000 y 2010, en época de bonanza en España, la población inmigrante de nuestro país pasó de menos el 3% a cerca del 12%. Ningún país del mundo ha visto un aumento de población relativa de origen exterior tan potente como el vivido por la sociedad española en el primer decenio de este siglo; y, a pesar de la fuerte irrupción del fenómeno, lo hemos hecho bien.
Tengo razones antropológicas para tratar de aclararme yo mismo –refiriéndome a lo que he bautizado como “humanismo difuso”, todavía más ininteligible–, pero creo que la sociedad española tiene ante el extranjero una actitud más de curiosidad que de rechazo, y esto ha sido una especie de constante en nuestro país. También tenemos la sabiduría de recordar que hemos sido un país de emigración, y que hasta fechas muy recientes hemos enviado ciudadanos a ganarse la vida a otras partes del mundo; lo cual, de alguna manera, nos permite ser más empáticos a la hora de valorar el fenómeno. Tenemos la enorme fortuna histórica de habernos dado –de modo más o menos táctico– un modelo de gestión de la diversidad, el modelo intercultural. Simplificando, este se diferencia del modelo asimilacionista francés y del modelo multicultural británico en que es capaz de conseguir que una persona pueda tener diferentes sentimientos de pertenencia, algo que a estas alturas resulta especialmente oportuno.
Frente al inmigrante no pretendemos ni que guarde para siempre su única identidad de origen, como el modelo inglés, ni que asuma de repente la identidad de destino que se ofrece de buena fe, como el modelo francés. El modelo intercultural es más complejo y rico, pretende construir una única sociedad diversa, compleja, pero una.
Contamos con indicadores para poder afirmar que lo estamos haciendo globalmente bien en este fenómeno, a pesar de la complejidad. Se ha medido, y es científicamente constatable, cuál es la distribución de la población en las tres grandes variables de relación con los inmigrantes. Existen tres posiciones posibles: la más deseable sería convivencia, que implica la mezcla, las interrelaciones, etc.; la coexistencia, que implica tolerancia; y la hostilidad. Actualmente, en la distribución de la sociedad española en los territorios con alta diversidad cultural predomina la coexistencia, es civilizado, tolerante y específico; en segundo lugar, la convivencia –que sería el objetivo–, y lejos la hostilidad, lo que explica que el grado de conflictividad por este tema en nuestro país sea claramente inferior a la media europea.
Otra lección notable de la calidad de la sociedad española es que la crisis apenas ha afectado a la convivencia, cuando sí ha ocurrido en otros países, donde se ha dado la tentación de identificar al inmigrante como responsable de la situación. El sentimiento de pertenencia, también medido científicamente, es elevado por parte tanto de los inmigrantes como de las nuevas generaciones, es decir, de las segundas generaciones, tan importantes para integrarse en la sociedad.
Por último, vinculado al exitoso modelo de trasplantes español, que hemos exportado a otros países, y a tener una tasa de donación del doble de la media europea –con lo que implica de generosidad, de buena gestión, de valor de nuestro sistema público de salud, etc.–, el 9,5% de los donantes de órganos en España son inmigrantes. Creo que esto tiene un enorme valor como indicador de integración y adaptación.
Por eso cabe perseverar esta gestión. Hay que seguir trabajando en temas como la educación, la juventud y la infancia. Además, debemos fijarnos el objetivo de que, como sociedad, la coexistencia siga vigente pero que sea la convivencia la que pase al primer nivel. Por último, tener en cuenta que lo esencial depende básicamente de nosotros, pues aquí las políticas europeas tienen una incidencia marginal. La inversión que requiere es modesta, podríamos cuantificarla en centésimas de PIB.
Longevidad y envejecimiento
La longevidad es relativamente universal, no solo afecta a los países ricos, sino que también en África está aumentando sensiblemente la esperanza de vida. En España se da el fenómeno doble de tener una esperanza de vida entre las primeras del mundo y, a la vez, una natalidad a la cola del mundo; hasta el punto de que se calcula que en el 2030 la media de edad de la población española rondará los 50 años, unos 15 años más que la media de Estados Unidos. Seremos el país de la pirámide poblacional invertida.
Como sociedad, estamos abordando parcialmente el asunto. Tenemos sensibilidad por el sistema de pensiones y desde hace años hemos trabajado el tema de la dependencia, pero hay otros ámbitos en los que hay incoherencias, incluso contradicciones. Primero, el acortamiento de la vida laboral por ambos extremos, que hará imposible financiar una pirámide invertida. Tampoco hemos introducido en el lenguaje una segmentación adecuada del aumento de la esperanza de vida; seguimos hablando de mayores, cuando mayores hay como mínimo tres clases: los mayores jóvenes, los mayores clásicos y los mayores mayores, que requieren respuestas diferentes.
Los primeros necesitan reconocimiento, dicho de otra manera, requieren que se defina socialmente un rol en el que puedan ser útiles y aportar su saber, su vitalidad, su esperanza y su experiencia; los mayores clásicos necesitan previsión, de manera que, cuando sigan aumentando en edad, la calidad de vida sea la más óptima posible; y los mayores mayores requieren protección, protección de la soledad no deseada, de los riesgos y debilidades, etc.
Otro fenómeno relativamente nuevo es el envejecimiento de las personas con discapacidad física o psíquica, cuya esperanza de vida se ha alargado de manera muy significativa, acercándose a la media de edad de la población; pero esto implica respuestas no del todo elaboradas en la sociedad. Tenemos un déficit de investigación y de inversión al respecto.
Sobre la bajada de la natalidad, la buena noticia es que, aun teniendo menos hijos de los que la sociedad española requiere, la mujer desearía tener más. Esto quiere decir que hay que poner los medios. En Europa se ha verificado que el medio más potente para ayudar a mejorar la natalidad es un sistema de guarderías accesible. Un kilómetro de AVE equivale a una veintena de guarderías; es cuestión de optar.
Recientemente, el tema de la desigualdad preocupa desde el punto de vista de la sostenibilidad, es decir, por criterios económicos y sociales, y no morales o humanistas. Para esta nueva aproximación, el nivel tolerable o límite de la desigualdad es aquel que no pone en riesgo la demanda agregada, el que no provoca la implosión social.
En nuestro país, hasta ahora lo hemos gestionado mal. A diferencia de la media europea, no hemos sido capaces de reducir la pobreza relativa en épocas de bonanza. Para mejorarlo, cabría predicar un pacto nacional por la infancia. Reorientar del orden de 0,2 puntos del PIB de cada año durante los próximos cuatro años llevaría a abordar simultáneamente el reto de la desigualdad, el de la longevidad y el de la gestión de la diversidad cultural”.
Víctor Pérez Díaz: “Lo local es muy importante para el arraigo, para la casa de donde saldrán las políticas públicas y los gestos de estar juntos, fundamentales para un sentido de comunidad política”
“Cuando los occidentales nos planteamos los problemas, lo hacemos en términos de en qué horizonte. Debemos decidir entonces si es un horizonte globalizado, donde todo va muy rápido, o si es a la vez un horizonte próximo, que medio controlamos y respecto al cual somos relativamente familiares. Si nos dejamos arrastrar por el impulso prometeico de futurista, nos perdemos. Si nos quedamos acartonados en nuestro pequeño mundo, perdemos perspectiva, no podemos incorporar ni enriquecernos con las experiencias de otros países. De manera que tenemos que encontrar en cada momento el equilibrio prudente que nos permita tener perspectivas amplias, pero al mismo tiempo raíces.
Si pensamos en términos de grandes problemas, imaginemos que tenemos una situación en la cual las gentes tienen la sensación de que los problemas que nos planteamos como sociedad nos desbordan, que los entendemos a medias por su complejidad y por la rapidez por la que están evolucionando, y que todo nos induce a confiar en “elites” que los manejen. Pero qué ocurre cuando en las sociedades va penetrando la sensación de que esas elites no pueden con los problemas, que no los acaban de entender, cuando llegan crisis económicas que no esperaban, llegan situaciones estratégicas que manejan mal…, cuando tampoco se sabe manejar muy bien el tema de la transparencia, y a la hora de la verdad se crea una sensación de opacidad, de corrupción, de elites incompetentes y egoístas en un grado suficiente como para poner una marca de interrogación sobre sus horizontes.
Falta la capacidad estratégica, ahí está el quid de la conversación razonable de una sociedad civilizada, de gentes sensatas y decentes cuya experiencia de vida hace que tengan confianza en sí mismas y en otros.
La experiencia histórica nos dice que hay segmentos sociales potentes, impulsivos, comunicativos, porque tienen que comunicar con la sociedad para vender sus productos, entender cuáles hacer y comprender cómo van cambiando cosas complejas continuamente. Este sesgo es importante, pero tiene que darse cuenta de dónde está ahora. Me parece interesante reflexionar sobre esa sensación de decepción relativa respecto a las “elites” económicas, políticas, culturales, mediáticas y sociales.
No es fácil hablar de potencial de una economía cuando el sistema educativo es mediano-mediocre. Esos sistemas que suponían capacidad estratégica de horizonte a largo plazo no están.
El momento de globalización requiere el discernimiento de lo que es global y local, porque esto es muy importante para el arraigo, para la casa de donde saldrán las políticas públicas y los gestos de estar juntos, que son fundamentales para un sentido de comunidad política. La pregunta sobre la gran capacidad estratégica tendría que ser compartida, porque no estamos en situaciones que puedan manejarse sobre la base de elites que toman decisiones entre sí.
Tenemos un nivel de asociacionismo civil bajo, una capacidad de movilización propia limitada; alternamos entre sentirnos víctimas o indignados, dos actitudes en último término infantiles. Hay unas interrogaciones que las realidades sociales nos obligan a plantearnos, incómodas, pero necesarias precisamente para reforzar los puntos de optimismo que pueda haber en los mensajes a corto y a medio que les podemos introducir.
Es interesante el desarrollo de la capacidad de escucha. En las discusiones en los medios de comunicación entre los partidos políticos o entre las gentes, es notable la tendencia al diálogo de sordos, al no escuchar y, por lo tanto, a no comunicar bien. Cuando no hay comunicación, no hay comunidad. Nuestra necesidad de poder comunicar pasa por la de sabernos escuchar. El primer punto de una educación debe ser el de hacer posible la confianza en sí mismo que da el hablar ante otros sin interrupciones, con autocontrol suficiente para poner en orden nuestras palabras, para construir conversaciones que son el punto de arranque en una tarea común, que luego puede tomar millones de orientaciones, pero que va a estar controlada por una conversación razonable, antes o después”.
Artículo publicado en Executive Excellence nº117 nov14