El poder de la estética (II)
Anteriormente descubrimos que la evolución de la estética ha caminado paralela a la evolución del hombre, y claro está que no ha sido un invento del hombre moderno, y es que la encontramos como parte esencial en los pueblos antiguos de los que tenemos noticia, en los que estaba asociada directamente al desarrollo general de cada grupo de población.
Ejemplos hay muchos, ya sea en las ciudades de Ur, Uruk, Eridu y Babilonia en Mesopotamia, Alejandría, Tebas o Menfis en Egipto, como también en distantes regiones como Hangzou y Beijing en China. Pero ¿qué tienen en común estas poblaciones de hace miles de años y separadas por miles de kilómetros? Los estudios nos dicen que es el desarrollo de su conjunto, de las artes, cultura, la búsqueda de mejorar su calidad de vida, y asociado a ello también la estética, en todo, en sus utensilios, vestimenta, arquitectura y por supuesto también en la apariencia física, asunto que en la Grecia de Aristóteles y Platón, se transformó en condición imprescindible, en una época que también valoraba la armonía y proporción de las personas. Así, la belleza está aquí, arraigada en el desarrollo del hombre europeo, y hace ostentación de su importancia en el Renacimiento, en el que se considera la belleza como la armonía de las proporciones, concepto que artistas, artesanos, arquitectos y creadores de todo tipo se afanan en alcanzar en sus creaciones.
De esta rica época, en la que el círculo y el cuadrado son consideradas formas perfectas, nos queda un vasto legado de arquitectura, paisajismo, pintura y escultura entre otras manifestaciones de esta forma de vivir la belleza y en la que la forma de ver a la mujer y al hombre también se fundamenta básicamente en una armonía de proporciones, y en el que su ser está hecho a partir de éstas.
Orden y belleza o belleza y orden para un funcionamiento perfecto de las partes que componen los objetos de la naturaleza y las personas. Da Vinci lo deja claro con su obra ¨El hombre de Vitrubio¨, donde el cuerpo, a partir del ombligo, se inscribe en un circulo y un cuadrado en el que existe total armonía entre sus partes como también en la suma total de la figura humana, como resultado de cálculos matemáticos y también geométricos.
Orden, proporción y perfección. Esto es belleza en el Renacimiento, y hemos continuado disfrutándola por otros 600 años, en todo su legado artístico y arquitectónico, en miles de edificios en los que círculo y cuadrado han trazado plantas, fachadas, como también en la planificación urbana de nuestras ciudades fuertemente influenciada por ese periodo, donde la inspiración procede de la observación de las formas presentes en la naturaleza. Esta visión no solo incluye al hombre, sino que lo pone en su centro, en un antropocentrismo total que lo convierte en objeto de estudio y centro del universo, en el que no presenta defectos y además camina y articula miles de movimientos en perfecto equilibrio y armonía.
¿Hemos perdido, 600 años más tarde, esta visión fundamental de nuestra propia belleza? ¿Y por qué? ¿Hemos ganado o perdido como sociedad con este cambio? Definitivamente la belleza del cuerpo no está para merecer descuido o desprecio. Muy claro lo han tenido tanto Miguel Ángel como Leonardo da Vinci, maestros de la belleza.
Dr. Héctor Valdés, especialista en Cirugía Plástica y Reconstructiva - www.doctorvaldes.es