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En el liderazgo, genialidad y sandez son colindantes

(Tiempo estimado: 2 - 4 minutos)
Artículo JFA genialidad y locura en el liderazgo

Enrique Fernández Peña, mi padre, fue pionero de la auditoría en España. Heredé de él intangibles inestimables. Su amor al trabajo y su constancia se sumaban a un profundísimo aprecio por sus amigos. Uno de ellos, quizá el mejor, fue José María Fernández-Pirla. Juntos escribieron algunas obras y colaboraron en numerosos proyectos. Al fallecer prematuramente mi progenitor, recibí la amistad del genial y sabio José María. Entusiasta de las chanzas, aseguraba que en su casa solo entraba su familia, su asesor fiscal y yo.

192 aguado JMFdezPirla2Algo más joven que José María y que mi padre pululaba por el mundo universitario, un personaje de arteras costumbres. Consiguió la cátedra gracias a apropiarse de docenas de trabajos de sus alumnos, que presentó como propios. Aquel personaje, cuyo nombre prefiero no recordar, se pavoneaba de ser Grande de España. El chungón José María, harto de aquellos injustificados faroles, se desahogó un día:

– ¡Grande de España, pero Pequeñito de Australia!  

La guasa respondía a la exigua estatura y sesera de aquel sujeto. Desde su chusca atalaya, aquel indocumentado provocó sufrimiento a muchos honrados docentes, primero en la universidad pública y luego en la institución privada en la que acabó recalando. Analizar su bibliografía produce sonrojo, pero intereses político-universitarios le habían puesto por delante de un candidato realmente preparado intelectual y profesionalmente.

La historia es un inmenso piélago del que pueden espigarse enseñanzas para el liderazgo, pues, como acabo de mostrar, una conjetural grandeza y una verificada majadería son paredañas en múltiples ocasiones.

Una conjetural grandeza y una verificada majadería son paredañas en múltiples ocasiones

192 aguado hilaridadFederico II el Grande (1712-1786) escribió a su ministro de Asuntos Exteriores: “Lo que me sorprende es que el mundo nunca se vuelve más sabio. Incluso después de ver el valor de las garantías escritas, la gente todavía se deja engañar por los tratados: todos los hombres son estúpidos".

Su desprecio por sus congéneres fue cardinal en Federico. A Voltaire le confesó: “Los hombres no están hechos para la verdad; para mí son como una manada de ciervos en el parque de un gran noble, que no sirven más que para reproducirse y poblar el parque”. Y en otra oportunidad, Federico manifestó: “El grueso de nuestra especie es estúpido y malo”. Su desprecio no era clasista, era un ultraje ecuménico que se extendía desde reyes y emperadores, ¡todos canes!, hasta sus propios soldados. Así, en la batalla de Kunersdorf, cuando la infantería empezó a huir ante los rusos, Federico procuró frenarlos al grito de: “¡Perros! ¿Os gustaría vivir para siempre?".

Su desconfianza en los demás explica su cinismo, su deje sardónico y vulgar, casi siempre desabrido. Un funcionario jubilado le solicitó ayuda, porque se hallaba en la indigencia. Al margen del alegato, el monarca garabateó indolente: “Lo había atado al pesebre, ¿por qué no comió?”.

Federico empleaba semejante tono incluso con las personas que presuntamente amaba. De su parentela, la única que le importaba era su hermana Guillermina, esposa del margrave de Bayreuth, un pequeño principado de escasos recursos.La carencia de equilibrio, de modestia, de sentido común y de respeto por los otros de Federico II el Grande provocó que a su muerte nadie le llorase de corazón

192 aguado soledad liderFederico ganó la práctica totalidad de las batallas en las que se vio involucrado. Sin embargo, su carencia de equilibrio, de modestia, de sentido común, de respeto por los otros provocó que a su muerte nadie le llorase de corazón. La carencia de autocrítica lleva a que se multipliquen especímenes que se consideran líderes y son pantomimas de sí mismos

También hoy sufrimos invertebrados morales, vertebrados inmorales, que desde sus pedestales creen ser magnos cuando a cualquier observador imparcial solo provocan hilaridad. La carencia de autocrítica lleva a que se multipliquen especímenes que se consideran líderes y son pantomimas de sí mismos. Algunos se creen sublimes estrategas y no son más espabilados que Perico el de los palotes. La historia les juzgará. A nosotros nos toca conllevarlos.


Javier Fernández Aguado, socio director de MindValue.

Imágenes recurso: © Freepik.

Publicado en 2024.


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