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Filipo, Alejandro Magno y el forjado de líderes

(Tiempo estimado: 4 - 7 minutos)

Cuenta Plutarco en las Vidas paralelas que cuando Alejandro Magno apenas contaba trece años, su padre, el entonces rey Filipo de Macedonia, le aconsejó: “!Hijo mío, busca un reino a tu medida: Macedonia no es bastante para que tú quepas!”. Nadie conocía a Alejandro como su padre que era consciente de las excelentes cualidades innatas de que éste disfrutaba.

Sin embargo, Filipo, sabedor de que éstas no eran suficientes y, más aun, de que se arruinarían si no las desarrollaba y las ponía al servicio de sus futuras responsabilidades de gobierno, invitó a Macedonia al filósofo más insigne de la época: Aristóteles. Aristóteles –y no fue una decisión tomada a la ligera sino meditadísima, más en una época en la que no faltaban los sucedáneos de maestros– se convirtió así en tutor de Alejandro hasta que abandonó su adolescencia. Más adelante, siguiendo lo que había aprendido del sabio de Estagira, Alejandro no sólo se dotó de un buen equipo para hacer frente a sus ambiciones de conquista del Imperio Persa y, más aun, para la feliz gestión de tan vasto territorio una vez lo hubo incorporado a su reino. Tomó una decisión aun más arriesgada pero, sin duda, como casi todo lo que emprendió, audaz: supo encontrar entre sus más estrechos colaboradores –especialmente Ptolomeo y Hefestión– a sus auténticos referentes éticos y de acción. 

Así, y trasladándonos al lenguaje del management actual, puede decirse que Alejandro creció como general y como político –primero– y desarrolló su excelente potencial –después– de la mano de, al menos, tres grandes coaches: los citados Aristóteles, Ptolomeo y Hefestión. Podría decirse que el primero practicó con él lo que podríamos llamar un coaching de choque, encaminado al despliegue inicial de sus potencialidades, a motivar al entonces adolescente Alejandro a que se hiciese grande sobre sus fortalezas y venciese con hábitos cotidianos sus áreas de mejora. Desarrolladas e interiorizadas sus competencias clave –y los autores antiguos son prolijos en detallarlas: gestión de equipos, confiabilidad, liderazgo, capacidad de comunicación, pensamiento estratégico, proactividad…– Alejandro buscó en Hefestión y en Ptolomeo un coaching de refuerzo y estratégico al mismo tiempo. Con el primero buscaba cimentar su valía, con el segundo, dar sentido y estabilidad a sus decisiones más estratégicas. En definitiva, se trataba de depositar sobre los hombros de un hombre de confianza las duras exigencias –también la periódica soledad– de quien estaba llamado a gobernar el Imperio más grande de la Historia, al menos hasta la llegada del Romano, Imperio cuyos generales, por otra parte, se declararon siempre imitadores de Alejandro, cuya fama como escribió Arriano “alcanzó a todas partes”.

Casi como auténticos Alejandros del siglo XXI muchos de los directivos de nuestras organizaciones se encuentran hoy ávidos y necesitados de coaches que, como Aristóteles, Ptolomeo o Hefestión, sean capaces de inspirar en ellos esa insatisfacción constructiva que es necesaria para aspirar a los altos ideales y para liderar equipos del alto rendimiento como los que el de Macedonia logró gestionar. Pero, sobre todo, lo

 que nuestros directivos necesitan es herramientas en las que puedan concretar esos deseos de mejora y de liberación de talento hacia la gente clave de su organización y modelos a través de los cuales dichos deseos puedan concretarse en acciones puntuales. Hoy nadie discute que el tan mencionado liderazgo –del que Alejandro, como vimos, fue un modelo– no es algo ni anecdótico, ni innato, ni fácil de lograr. Exige, necesariamente, un entrenamiento, y ese entrenamiento no puede ser hecho de cualquier manera. El coaching es una herramienta, pero ésta no puede ser inocua. Filipo no buscó al primer coach que se le antojó o que le recomendó alguno de sus consejeros: fue a buscar al mejor y procedente, además, de la mejor escuela, la de la Atenas clásica. Hoy, en nuestro país, contamos ya con un elenco de algunos de los mejores coaches en un oportuno volumen recientemente publicado por LID Editorial y titulado Forjadores de líderes. En él, hasta catorce expertos –podría decirse que están todos los que son: los Javier Fernández Aguado, Mariano Vilallonga, María García, Juan Carlos Cubeiro, José Aguilar, Pilar Gómez Acebo, Marcos Urarte o Carlos Herreros, entre otros– desgranan no sólo una visión prospectiva del futuro del coaching –que, en realidad, es ya presente– sino que, además, hacen un notable esfuerzo por aportarnos con qué herramientas están trabajando para acompañar –con excelentes resultados– la excelencia de directivos de cientos de compañías diferentes cada año. Volviendo al pasado, cuando Filipo escogió a Aristóteles como tutor de su hijo Alejandro lo hizo, además, porque sabía que –más allá de palabras bonitas y motivaciones vacías como abundaban entre los sofistas y oradores de la época y como, a veces, abundan en muchos de los coaches de la nuestra– éste –con su método de aprendizaje peripatético y global que ya había formado a cientos de dirigentes de la elite ateniense– contaba con las herramientas más adecuadas para estimular el crecimiento competencial de quien estaba llamado a ser “el Alejandro más grande de todos los tiempos” como aseveró Plutarco. 

La batalla del coaching –y esa batalla es, a la vez, la de la excelencia de nuestro tejido empresarial, la de la competitividad de nuestra calidad directiva y, en definitiva, la de la rentabilidad de cualquier negocio– se libra hoy en las herramientas, en los modelos. Y al hablar de modelos no sólo nos referimos a un manual –más o menos ocurrente– de buenas prácticas o de personajes altamente competentes a partir de los que aplicar un benchmarking interno. Al hablar de modelos nos referimos a réplicas de herramientas sólidas, contrastadas, experimentadas y adaptables a diversos contextos empresariales a partir de las cuales poder iniciar la transformación de nuestras organizaciones empresariales siempre, además, a partir de la transformación de nuestra gente. Modelos como el Programa de Liderazgo de la Alta Dirección de Mariano Vilallonga, de GesDirección, aplicado con éxito a ya varios Consejos de Dirección de competitivas organizaciones de nuestro país; el Coaching de Equipos y Coaching Grupal, con el que María García, de Seeliger y Conde ha transformado la cultura organizativa de algunas destacadas empresas del país; o los robustos modelos de Sentimientos Organizativos patentados por Javier Fernández Aguado y José Aguilar, de Mindvalue, se convierten en algunos de las propuestas de coaching más competitivas y –dados sus resultados– seguramente más eficaces del coaching que se viene haciendo, y con éxito, en nuestro país, de un coaching, que, además, no es “café para todos” sino una herramienta poderosa adaptada con maestría a distintos contextos: los Consejos de Administración, los Equipos Directivos, la Gestión de Carreras… La mayoría de esas propuestas –y explicadas, además, desde la pluma de sus mentores– se detallan con pormenor en Forjadores de Líderes, el citado libro de LID. Seguramente, si Filipo hubiera vivido en nuestra época y hubiera necesitado escoger un coach para su hijo –en definitiva, protagonista del primer y más exitoso plan de sucesión de la Historia Antigua– no hubiese dudado en acudir a un volumen como ése en el que conocer de cerca y en detalle no sólo la personalidad de los mejores coaches –que, al final, es la que forja sus propias cualidades como tales– sino también su visión sobre el coaching como el mejor aliado de la excelencia directiva y, sobre todo, en el que acercarse a las experiencias que éstos están aportando para conseguirla. Pocas veces el primer paso para tomar acciones concretas de cara a la mejora de un equipo de trabajo estuvo tan al alcance de la mano de nuestros directivos. A buen seguro que Forjadores de líderes ya habrá inspirado –desde su reciente edición el pasado mes de Octubre– muchos primeros pasos para el desarrollo de la excelencia en el liderazgo y para la eficaz gestión directiva. Y seguro que, además…lo seguirá haciendo.

 


Javier Andreu Pintado

Universidad Nacional de Educación a Distancia – UNED

rtículo de opinión publicado por Executive Excellence nº45 nov07

 

 


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