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Recuperar el norte

(Tiempo estimado: 3 - 5 minutos)

Cada realidad cuenta con una lógica propia. Conculcarla implica dirigirse en el corto o en el medio plazo hacia un inevitable fiasco. La tentación del atajo siempre es grande. Sin embargo, al igual que sucediera con Caperucita Roja, emprender senderos carentes de señales oportunas suele conducir hacia las fauces del lobo.

Me gusta recordar, particularmente en las turbulentas circunstancias en las que está transcurriendo nuestra existencia en los últimos años, que la técnica sin ética se torna perversa. Voy a tratar de mostrarlo en algunos ámbitos. En términos generales, y para quien desee verificarlo en un caso tan concreto como aterrador, me remito a la obra de Edwin Black IBM and the Holocaust.

En la política

La política debería ser la más sublime aspiración de cualquier ciudadano, escribió Aristóteles en Ética a Nicómaco (editorial LID). Gobernar es tan retador como desafiante. Algunos, y los casos abundan tan triste como profusamente, consideran que la política es una palanca para el enriquecimiento, no un puesto desde el que servir a los demás.

La ausencia de verdaderos profesionales en ese ámbito es más que llamativa, patética. La sociedad civil y los propios partidos deberían reclamar una preparación básica, tanto técnica como ética, en quienes aspiran a representar a su país. Quien no respondiese a esas mínimas coordenadas debería ser apartado de forma inmediata de cualquier responsabilidad pública. En este perímetro, al igual que en otros, el corporativismo es un modo eufemístico de denominar la ausencia de vergüenza. Envolver en ideología –nacionalismo, teorías de izquierdas o de derechas, tendencias revolucionarias o populistas- no quita nada del delito ni de la inmoralidad, aunque algunos así lo pretendan.

En las organizaciones

El cerrilismo es una patología psicológica extendida en casi cualquier organización. Con precisión se señalan las incoherencias de los demás, a la vez que se defienden las propias. Así, y por mencionar un ejemplo reciente, se señala acusatoriamente a otra institución en la que algún truhán ha cometido delitos de pederastia, pero cuando en la propia estructura se descubren bellacos con ese comportamiento se procura ocultar con alegatos que en otros eran inadmisibles.

Como explica José Aguilar, la única persona que la mayor parte de las organizaciones no acepta –independientemente de que se trate de entidades financieras, mercantiles, ONG, o instituciones de inspiración religiosa- es al disidente. Más aun, se rechaza a cualquiera que se atreva a señalar áreas de mejora, aunque lo haga con la mejor voluntad.

En la Universidad

La Universidad debería ser el ámbito del conocimiento, de la investigación, de la reflexión. En una palabra, de la búsqueda y el disfrute de la verdad. Aunque hay departamentos concretos en los que así sucede, en no pocos casos la Universidad se ha convertido en refugio de perezosos, cuando no de cínicos.

¿Cómo se puede calificar, si no, a un profesor que presenta en unas oposiciones 68 trabajos de sus alumnos del año anterior, como si fueran obras suyas, auto editadas, y se le concede una cátedra? No invento. Es más, el mismo interfecto es luego fichado por una Universidad privada, a pesar de conocer las autoridades los hechos, y es encaramado a la dirección de un departamento. ¡Y es mantenido a pesar de su incapacidad como docente y como directivo hasta su jubilación natural!

¿Cómo puede, por ejemplo, una Escuela de Negocios afirmar que ‘no tiene competencia’, que son sencillamente los mejores? Y lo afirma una que hace bandera de la ética para captar alumnos. ¿Dónde ha quedado no ya la humildad, sino el mero sentido común? Sin duda desconocen las enseñanzas de Enrique Sueiro sobre las patologías en el ámbito de la comunicación.

En cada uno de nosotros

Contar con medios económicos es imprescindible. Precisamente por eso se les denomina bienes. Como bien señalaba un autor del siglo IV, de no considerárseles como tales, se les calificaría de ‘males’. Lo errado no es tener bienes, sino ser tenido por los bienes. La obsesión enfermiza por acumular dinero es puerta de sucesivos trastornos, empezando por la desconfianza en los demás, el rampante egoísmo que suele producir…, por mencionar algunas de sus secuelas.

En la justicia

En muchos de los puntos abordados en las líneas precedentes, se reclamaría una justicia más ágil y certera. ¡Qué triste que innumerables abogados -muchas veces con motivo- no hablen de justicia, sino de lotería judicial! ¿Cómo es posible que se tarden años, o lustros, en juzgar hechos que hasta para un profano resultan tan abominables como evidentes?

Conclusiones

Recuperar el norte implica, cuando menos, dos aspectos: ejercer cada día mejor los esfuerzos técnicos precisos para el propio trabajo, a la vez que se pugna por conocer las referencias éticas que la profesión requiere para que se logre un resultado deseable tanto desde el punto de vista de la eficiencia económica como desde el de la eficiencia social.

La ética no es un opcional, es condición sine qua non para alcanzar la cima de la dignidad. Las organizaciones –sean públicas o privadas, nacionales o multinacionales, religiosas o financieras, europeas o americanas, etc.- alcanzan pleno sentido cuando se esfuerzan por crear las condiciones de posibilidad para la vida honorable de todos los grupos de interés que en torno a ellas se arraciman.

Con esta meta trabaja diariamente la revista en la que se publican estas líneas. Al llegar a este número 100, no cabe sino dar la enhorabuena a Federico Fernández y al resto del equipo de Executive Excellence que tan buen ejemplo de profesionalidad vienen dando. ¡Feliz cumpleaños!


GESTIÓN

Javier Fernández Aguado, socio director de MindValue, miembro de Top Ten Business Experts

Artículo publicado en Executive Excellence nº100 feb13


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