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Napoleón y el liderazgo, nuevas reflexiones

(Tiempo estimado: 2 - 3 minutos)

En los últimos meses he pronunciado numerosas conferencias sobre el concepto de liderazgo en Napoleón. Retomo la cuestión desde otra perspectiva, con ocasión de este número de aniversario redondo de la revista Executive Excellence. Napoleón tuvo, como cualquiera, su lado humano.

El refugio afectivo es preciso incluso para quienes en comportamientos profesionales parecen inhumanos. Escribía a su esposa: “me despierto inundado de ti (...). ¡Dulce e incomparable Josefina, si tú supieras el extraño efecto que causas en mi corazón! Basta que estés enfadada, que te vea triste, que sientas alguna desazón, para que ya tu amigo no tenga tranquilidad”.

El afecto, sin embargo, ni siquiera en la empresa familiar debería conducir al nepotismo en el que cayó Napoleón: a José, su hermano mayor, le nombró rey de España; a Luis, coronel de dragones y rey de Holanda; a Jerónimo, rey de Westfalia; a Elisa, duquesa de Toscaza; a Carolina, reina de Nápoles; a Paulina, princesa Borghese; a Luciano, embajador en Portugal... 

El estudio de la figura de Napoleón permite responder a una eterna cuestión: el líder, ¿nace o se hace? Así lo describían sus superiores en la Escuela militar:  “Reservado y trabajador, prefiere el estudio a toda especie de recreo (...); silencioso y amante de la soledad; caprichoso, altivo y extremadamente propenso al egoísmo; de pocas palabras, enérgico en sus respuestas, pronto y mordaz en la réplica, con mucho amor propio; ambicioso”. 

Ese perfil podría haberle conducido a ser un mando intermedio-capataz, un don nadie o un dirigente. Gracias en parte a la ambición, pero también a las circunstancias llegó a ser un dirigente. Fue precisamente la mezcla de avidez y fortuna lo que le consintió destacarse en la primera de sus campañas, la de Italia. El General de las tropas francesas en ese país, al escuchar la propuesta de Napoleón, exclamó: “este plan es obra de un loco, que venga a ejecutarlo él mismo”. Aquel demente demostró que era posible...

Uno de sus grandes errores, que el tiempo incrementó, fue no admitir a nadie que le llevara la contraria. Así decía al independentista corso con quien luego se enfrentaría visceralmente: “si no estás por mí, Paoli, día llegará en que yo esté contra ti. ¡Ten cuidado!”. Años más tarde expresó que sólo podría haber alguien en la cima. ¡Y ése era él! Cuando le proponen fórmulas de cohabitación, asegura: “creo que más valdría un mal general que dos buenos”.

Fue Napoleón, y esto nada le honra, profundamente vengativo: cuando cayó vencido en la batalla de Essling, Pío VII proclamó que esa derrota había sido un castigo divino contra el tirano. Napoleón no echó en el olvido estas palabras. Tras vencer en Wagram, Pío VII fue detenido y conducido bajo escolta a Savona.

Napoleón -y con esto terminó hoy- concedió grandísima importancia a la comunicación. En 1797 funda El correo del ejército de Italia. Al mes siguiente, otro Medio surge de su iniciativa: Francia vista desde el ejército de Italia. Allí se ensalzaba para promover el mito que todo líder ha de ir creando: “Bonaparte vuela como el relámpago y golpea como el rayo. Está en todas partes. Lo ve todo. Es el gran enviado de la Gran Nación. Sabe que es de esos hombres cuyo poder no tiene más límites que su voluntad”.

La pérdida del sentido de la realidad le condujo lentamente hacia el fracaso... 


 Javier Fernández Aguado, Socio Director de MINDVALUE

Artículo de opinión publicado en Executive Excellence nº50 may08 

 


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