Crisis y liderazgo sin valores
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Tras cuatro años de la crisis más profunda y larga que el mundo ha sufrido desde la Gran Depresión de 1929, y sin ver todavía una salida clara, han pasado a un segundo plano las responsabilidades de quienes originaron este desastre financiero, económico y social.
La urgencia por resolver los nuevos problemas y descalabros generados en cascada hace olvidar las causas desencadenantes.
De sana ambición a codicia
“Nada en exceso”, esculpido en el templo de Apolo, en Delfos, hace 2.500 años. Todo con mesura. Virtudes que nos honran se transforman en vicios al exagerarlas. Más de lo bueno no siempre es mejor; y puede terminar siendo malo. La sana ambición pasa a codicia, el sentimiento religioso a fanatismo, el liderazgo a talento predador, y el deporte competitivo a guerra destructora.
Cortoplacismo y exigencias permanentes de altas rentabilidades esquilman mercados y empresas, como pesca y cultivo intensivos agotan mares y tierras. El sistema financiero, cuya misión principal es financiar la actividad productiva, se ha ido transformando en un fin en sí mismo, reciclando productos financieros y derivados en una espiral especulativa que culmina en falta de liquidez y de solvencia. De pescadilla que se muerde la cola ha pasado a dragón que termina por devorarse a sí mismo.
Adam Smith, olvidado: del becerro de oro al oro del becerro
Adam Smith mencionaba la fraternidad entre los principios y valores que deben inspirar la economía de mercado y el capitalismo, como instrumentos generadores de riqueza y bienestar. Estos instrumentos no pueden ser confundidos con valores, ni mucho menos suplantarlos. Son los valores y leyes de una sociedad democrática los que deben gobernar a los instrumentos, no estos a la sociedad.
Más profunda que la crisis financiera y económica que vivimos es quizá la crisis de valores en un mundo donde casi todo se mide con dinero. Aquí comienzan muchos problemas. Empezamos por apreciar y desear el becerro de oro, lo cual es humano. A continuación, pasamos a adorarlo, y, finalmente, terminamos adorando al oro del becerro. El mercado es solo un instrumento para generar riqueza y bienestar, y a los instrumentos no hay que rendirles culto sino regularlos. Ya dijo Aristóteles que el dinero no es un fin, sino solo un medio para alcanzar cosas más importantes en la vida.
Keynes vs. barra libre a la codicia: hitos de la crisis
Keynes afirmaba que “La Economía es una parte de la Política. Es esta la que debe regular a aquella, y no al revés”. Sin embargo, la desregulación de los mercados financieros ha permitido que sean estos quienes regulen la Política. Se ha dejado, pues, puerta abierta a todo lo que nos ha venido.
A mediados de 2007, Bearn Stearns (quinto banco de inversión de Estados Unidos) anunciaba la caída y valoración cero de sus fondos de alto riesgo. Estaban valorados con la calificación máxima de triple A por las principales agencias de rating: Standards & Poor, Moody´s y Fitch, actualmente sometidas a revisión por sus fallos e intereses ocultos.
En 2008, quiebra de Lehman Brothers y estafa financiera de Bernard Madoff (la mayor de la historia llevada a cabo por una sola persona, récord Guinness).
En 2009, la falta de liquidez y de solvencia de los bancos afecta a la economía real y dispara la deuda soberana europea, con la intervención en 2010 de Grecia, Irlanda y Portugal, y afectando a la prima de riesgo de todos los países de la eurozona. Todo eso, hasta el momento actual.
Durante todo este tiempo, los intentos de reformar y regular el sistema financiero sólo han quedado en buenas intenciones o en propuestas fallidas. Obama, bloqueado por los republicanos en el Senado. El G–20, sin ningún resultado. Y Europa, lo que digan Merkel y su ayudante Sarkozy.
Mismos actores, diferente vestimenta
La mayoría de quienes en mayor o menor grado han contribuido a la crisis ocupa puestos clave en las entidades financieras internacionales. Las personas que anteriormente defendieron las políticas de desregulación de los mercados financieros que dieron lugar a la crisis son ahora las que exigen sacrificios a gobiernos y ciudadanos. Las remuneraciones de los altos directivos durante este periodo han pasado de 40 a 400 veces el salario medio. No mencionemos las cajas españolas, donde las cifras de blindajes y prejubilaciones resultan “obscenas”. Son una auténtica prostitución del management.
El mercado no se autorregula solo
H. Minsky, discípulo de Keynes, afirmaba recientemente que los mercados no se autorregulan ellos solos por sí mismos, pues “están compuestos por personas, y los seres humanos se comportan tanto racional como irracionalmente”.
El capitalismo funciona en un equilibrio dinámico e inestable, y la principal fuente de esa inestabilidad son las acciones irresponsables de banqueros, operadoras de Bolsa, agencias de rating y otras personas del mundo financiero. Si el Gobierno deja de reglar con eficacia el sector financiero, el sistema estará sujeto a derrumbes periódicos.
La caída del muro y el “Síndrome TINA”
Tras la caída del Muro de Berlín, el fin de la Guerra Fría y el derrumbamiento del comunismo, los “gloriosos años 90” presenciaron un desarrollo espectacular y progresivo del sistema empresarial capitalista, que se consideró prácticamente como la victoria total del sistema occidental, el “fin de la historia” en términos de Fukuyama y el “Síndrome TINA” (There Is No Alternative) de Margaret Thatcher, que, entre otras cosas, acabó con la Sanidad, los Ferrocarriles y casi con el Sistema Educativo en el Reino Unido. La herencia del thatcherismo, como en la foto del film “Lo que el viento se llevó”, se simbolizó entrañablemente con la primera ministra británica, como Scarlett O´Hara, en los brazos de Ronald Reagan como galán.
Los tres pilares del auténtico liderazgo
En otras ocasiones, ya hemos dicho que la integridad constituye el principal de los tres pilares en que se basa el liderazgo, junto con los motivos, y las capacidades. Los tres son necesarios, pues un líder solo con motivos y ambiciones se transforma en un demagogo. Un líder solo con capacidades es un tecnócrata. Y un líder sin integridad es un trepador destructivo. Por desgracia, la mayoría de los casos descritos corresponden a este último tipo. El taburete del liderazgo se desploma cuando le falta una de sus tres patas básicas.
Los tres criterios de selección de un líder
Ligado a lo anterior y, aunque parezca heterodoxo, los criterios de selección de un líder deberían ser, en este riguroso orden de preferencia: primero, integridad; segundo, motivación; y tercero, capacidades, que también son imprescindibles. Sin integridad la motivación es peligrosa. Sin motivación, las capacidades son impotentes; y sin capacidades, el conocimiento y experiencia son ciegos.
Las capacidades son necesarias cuando se poseen las otras dos características: integridad y motivación. Es la primera la más importante: la que nos permite valorar al becerro de oro en su medida, como un instrumento y no como un fin y, sobre todo, no traspasar nuestra ética, moral y valores, adorando el oro del becerro.
José Medina, presidente Odgers Berndtson Iberia.
Artículo de opinión publicado en Executive Excellence nº85 oct11