¿Bichos raros?
Cuando uno lleva tantos años entrevistando y observando a toda clase de líderes, pierde definitivamente la esperanza de encontrar la fórmula mágica que defina esta función.
Cuantos más líderes conoces, cuanto más analizas cómo éstos han manejado las diferentes habilidades que les han llevado a ocupar los puestos que ocupan, indagando en cuáles son las claves de su éxito, más claro vas teniendo, para tu propia decepción, que la receta mágica no existe. Es verdad que hay rasgos comunes, puntos de encuentro entre las diversas personalidades que componen el catálogo de triunfadores entre todas las personas que intentan dirigir equipos. Una enorme capacidad de trabajo, una constancia a prueba de tropezones, una dosis importante de valentía para enfrentarse a los retos, cierto “magnetismo” personal que hace que la gente confíe en ellos y crea que es interesante lo que les ofrecen (en definitiva, que merece la pena trabajar a su lado) y, sobre todo, una capacidad de “visión” carente de la miopía que suele caracterizar al ser humano a la hora de buscar el camino que va hacia el futuro, sendero que, muchas veces, todavía no está marcado.
Pero, como todo en esta vida, miras a tu alrededor y descubres que también existe un “lado oscuro”, personajes que, creyéndose con capacidad para liderar, no hacen más que poner de manifiesto que no todo el mundo vale para dirigir a los demás de forma eficaz. Es mucho más fácil encontrar malos jefes que buenos líderes, lo que, por otra parte, sucede en cualquiera de los campos de actuación de las personas. Pintores buenos hay poquitos; gente que cree que lo es y no hace más que manchar lienzos de mala manera, a punta de pala. Y así, con toreros, informáticos, albañiles, curas y cirujanos plásticos. Hay pocas excepciones: la de los pilotos aéreos (en la que queremos creer que todos son buenos, por la cuenta que nos/les trae) y la de los políticos, ocupación en la que da la sensación de que todos son mediocres, sin excepción.
Decía que, según te vas haciendo mayor, te vas encontrando diferentes modelos de “bichos raros” que intentan, con o sin acierto, dirigir a sus equipos hacia el éxito. Ser raro no es malo de por sí; sólo significa que eres diferente, que haces las cosas de otra forma a la que estamos acostumbrados. Es distinto ser raro que ser tonto o ser malvado, aunque estos últimos también pueden ser bastante “originales”.
Hagamos un bestiario de tipos raros, pero de los malos, de los que “se creen” grandes líderes; todos los conocemos, verán como alguno les suena:
Charles Ingalls
Buen tío hasta decir basta. Majo, pero majo de verdad. Charles lucha por ser querido por su gente, porque todos sin excepción perciban lo buena persona que es. Quiere ser amado por los que él dirige y por sus jefes, y eso le provoca tales conflictos diarios que, al final, tiene la sensación de que todo el mundo le odia. El epílogo de Charles retrata a un hombre desilusionado, frustrado por la falta de sensibilidad de los demás hacia su persona y, en algunas ocasiones, convertido en “pasota “profesional. Qué cruel es el mundo, Charles… con lo bien que estabas en tu Casa de la Pradera.
Ramsés ll
Sangre noble por sus venas, descendiente de semidioses, está por encima de los demás, a años luz de distancia. No se mezcla con la chusma porque la chusma huele y es ordinaria, más bastos que un helado de salchichón. Desde su trono mira a su mundo como se mira a un hormiguero: no es que apetezca pisar hormigas, pero si hay que hacerlo se hace, ¡hay tantas!... Ramsés se trata rara vez con sus siervos, no sabe nada de ellos ni le importa, ya se las apañarán solitos “por la cuenta que les trae”. Finalmente, cree que las pirámides son obras del Faraón; los demás sólo han puesto las piedras.
Clint
Clint Eastwood, también conocido como el Alcaide de la Prisión. Lucha contra la delincuencia que le rodea. Él es el alcaide de la cárcel, trabaja con sinvergüenzas a los que hay que machacar para que espabilen. Tolerancia cero, ¿confianzas? ni media y, sobre todo, mucha mano dura. Clint, en cambio, es puro como el rocío. Un animal de bellotas, eso sí, “…lo reconozco, tengo mal genio, pero hago lo que tengo que hacer…”. Se da la triste circunstancia de que, cuando se jubila, sus empleados celebran con champán que desaparezca de sus vidas para siempre, maldita sea su estampa. Asimov lo definió muy bien: la violencia es el último recurso del incompetente.
Dinio
Guapete, repeinado, trabaja menos que un espía sordo. Ha llegado a lo más alto y nadie se explica cómo. Desde luego, trabajando no será. Ah, ¡hizo un Máster y todo!. Se le reconoce por la frase que suelta irremediablemente cuando le preguntas que qué tal: “buff, estoy super liado”. Tiene una increíble capacidad para desaparecer en los momentos más inoportunos, llegando siempre cuando ya está todo resuelto y, encima, va y se apunta los tantos. Lo curioso es que, salvo el jefazo que le puso ahí, todo el mundo sabe que no pega un palo al agua. ¡Ay, Dinio, Dinio, que el mal no durará cien años, pero la suerte tampoco! Qué dura será esa caída….
Teo
Teo se apellida Rico, Teo Rico. Da consejos a diestro y siniestro, le encanta decir cómo hacer las cosas, pero nunca se lo aplica a sí mismo. Es una fuente de sabiduría, su experiencia abarca todas las disciplinas del conocimiento humano. Lo mismo plancha un huevo que fríe una camisa, pero siempre desde un punto de vista teórico que, eso sí, siempre aplica a los demás. Experto en ver pajas en ojos ajenos, su gente se pregunta si sabrá lo que es un espejo. Aunque también se comenta por ahí que no sobreviviría a su propia visión.
Alex
Le llaman así porque cuando hay que tomar una decisión, la frase que más se oye es la de: díselo al “ex”. Ha sido director general o presidente de casi todo, él fue una persona de enorme éxito y siempre ha ocupado los más altos cargos y responsabilidades. Se le nota poco, la verdad, pero como fue también consejero delegado de… habrá que callarse. Pero uno se pregunta: si es un “ex” es que ya no es lo que fue; y si no es lo que fue, será porque, a lo mejor, no era como tenía que ser ¿no?. Como decía Balzac “hay que dejar la vanidad a los que no tienen otra cosa que exhibir”.
Vaaale, de acuerdo, no vamos a pensar que todo el mundo es malo. También conoces a gente que te fascina, que te ayuda a pensar que, al final, siempre ganan los buenos. Son menos, es verdad, pero lucen más. Mejor dicho, son aquellos de los que nace la luz. ¿Les damos un repasito aunque a ellos no les guste? Es que, además, suelen venderse poco; son auténticos, y eso les basta para estar bien. No necesitan publicidad.
Batman
Discreto pero eficaz. Tiene superpoderes, pero no se notan o, por lo menos, no se jacta de ellos, no hace exhibición salvo en caso de extrema necesidad. Es una persona aparentemente normal, pero todos en el fondo saben que no. Ya ha demostrado, cuando la cosa se pone fea, que debajo de su ropa de diario se esconde un traje especial, con el que se enfrenta a las peores situaciones, dando siempre la cara por su gente. Si tuviera un buen auto-marketing, todos piensan que le iría mejor, pero él sabe que no. Cervantes aseguraba que no puede haber gracia sin discreción. Y es que Batman es Batman, y al que no le guste, que no mire.
Lexatin
Ante todo, mucha calma. Tiene la cualidad de mantener la cabeza fría cuando todo el mundo pierde los nervios y eso le ayuda a tomar las decisiones más sabias cuando más falta hace. Si es cierto lo que decía Montaigne, el signo más claro de la sabiduría es la serenidad constante. Qué suerte tienen: además, transmiten calma. Todos ganan.
Superman
La fuerza extrema, con músculos normales a la vista, Superman puede con todo. Su capacidad de trabajo tumba a la gente de su equipo, pero él lo acepta porque sabe que cada uno es como es y no se le pueden pedir peras a un manzano: es mucho mejor disfrutar de sus manzanas. Siempre está ahí. No le ves, pero sigue ahí. Es tu referencia, tu faro en la noche, nunca falla. Exige, pero da igual porque da mucho más de lo que pide. Que te pida la luna si quiere, tú ya le has pedido varias galaxias y ahí las tienes.
Houdini
Es la magia sin trampa ni cartón. El gran Houdini no es un tramposo, sólo tiene su técnica para hacerte ver las cosas de otra manera, de formas que ni se te habían ocurrido. La paloma saldrá del sombrero y tú lo verás. ¿Que no ha estado siempre ahí, que ha sido él el que la ha puesto? ¿Y qué más da? Lo importante es que te atrapa, te seduce con su magia y te hace participar, te propone ser parte del show con sus ideas, con su entusiasmo y, además, al final resulta que la carta que sale es la que tú firmaste. Chesterton decía que si algo da esplendor a cuanto existe es la ilusión de encontrar algo a la vuelta de la esquina. Houdini no sólo lo cree, sino que te lo muestra.
Juan Mateo, presidente de La Factoría de Cine Empresarial
Artículo de opinión publicado en Executive Excellence nº33