La encrucijada del trabajo, por José Manuel Casado
Estamos en una situación comprometida. La gestión de los nuevos profesionales se hace cada vez más difícil, y no sabemos bien qué debemos hacer o qué no.
Nos percatamos, durante el confinamiento por la pandemia, de que no necesitábamos estar en ningún sitio especial a una hora determinada para hacer el trabajo que antes hacíamos desde la oficina. Esto cambió muchas de nuestras prioridades y los buenos profesionales reflexionaron sobre la importancia de su propia vida y se preguntaron por qué tenían que trabajar para alguien que les había obligado a tener que desplazarse cada día desde sus casas a la oficina y si les merecía la pena seguir con esos empleadores. Lo que sucedió a continuación ya lo sabe: la “Gran Dimisión”, con más de 20 millones de profesionales, principalmente norteamericanos, abandonando sus empresas sin tener siquiera otra alternativa laboral, en muchos casos; los despidos en masa de grandes tecnológicas –un artículo de LinkedIn firmado por Joe Lazer, director de marketing de A. Team y autor de The Storytelling Edge, denominaba a este fenómeno la “Gran Traición”, para hacer referencia al trato que dispensaron un gran número de compañías tecnológicas a estos profesionales que pasaron de sentirse deseados a totalmente desechables–, y el posteriormente denominado “viaje silencioso”, para significar que estos perfiles están actuando a sus anchas: trabajando desde donde quieren y para quien quieren, aunque tengan un empleador principal.
Ante tal situación, las empresas nos preguntamos: ¿cuál es el camino que debemos elegir?, ¿cuál es la mejor manera de poder seguir siendo competitivos contando con la voluntad de los mejores?, ¿cómo debemos organizar y distribuir el trabajo en nuestra organización?
¿Respuestas excéntricas o innovadoras?
Algunos creen que nada volverá a ser como antes y que la gente podrá trabajar desde cualquier lugar, a cualquier hora, para la empresa que desee. Otros consideran que hay que volver a los lugares físicos de trabajo de siempre, recuperar el modelo tradicional; otros están convencidos de que el modelo debe ser híbrido, etc.
En este contexto, ciertos personajes, en ocasiones algo excéntricos como el afamado Elon Musk, se plantean alternativas más rompedoras, innovadoras o extravagantes. El fundador de Tesla y dueño de X quiere crear en Texas una ciudad que llamará Snailbrook, como futura residencia para los profesionales de sus empresas Tesla, SpaceX y The Boring Company.
Musk pretende que las opciones de alquiler y de organización interna sean innovadoras frente a otras propuestas de ciudades. Con un terreno de 1.400 hectáreas, ampliables a 2.400 hectáreas, que se extiende a lo largo del Río Colorado, esta urbe estará ubicada cerca de Austin. El proyecto está todavía “en pañales”, pero ya ha trascendido que será una ciudad completa en la que solo vivirán los trabajadores de sus compañías y contarán con casas amplias, instalaciones deportivas, piscinas, colegios y todas las facilidades que se puedan encontrar en cualquier otra ciudad de EE.UU. Lo bueno para sus inquilinos es que sus hogares, con dos o tres habitaciones, estarán disponibles por un alquiler mensual de 800 dólares, frente a los 2.200 dólares que alcanza la tarifa media fuera del centro de Austin. En caso de despido o abandono de la empresa, los profesionales tendrán 30 días para abandonar la ciudad. Parte del propósito de Elon Musk es que sus empleados puedan tener más tiempo para sus actividades laborales y reducir el que les lleva trasladarse a las sedes principales de algunas de las empresas que lidera este polémico multimillonario.
Quizá pretenda que sus profesionales sientan que la empresa es su casa y la ciudad en la que viven, su pueblo. Quizá esté buscando una cultura de pertenencia en la que la gente haga amigos y se sienta parte de un proyecto y una historia común.Los confinamientos empezaron a debilitar la función social de la oficina que dejó de ser una fuerza vinculante
Si les digo la verdad, en estos tiempos en los que se necesita recuperar la confianza en los empleadores, puede que el proyecto sea una buena idea para crear vínculos afectivos fuertes entre los empleados y la empresa. El antropólogo James Suzman, autor del reciente libro “Trabajo: Una historia de cómo empleamos el tiempo”, ha comentado que “durante décadas, la oficina se convirtió en lo que el pueblo fue durante la era agrícola: un lugar en el que, a través de sus plazas, bares, iglesia… la gente forjaba sus relaciones, creaba afecciones, amistades y sentimientos. Sin embargo, los confinamientos empezaron a debilitar la función social de la oficina que dejó de ser una fuerza vinculante”. Tal vez por ello, según un estudio de la Cámara de Comercio de España, más de la mitad de los teletrabajadores en nuestro país acusa la falta de contacto social; aspecto determinante para generar una cultura y compartir valores, ritos y comportamientos.
Para mí, para quien la cultura es el “conjunto de suposiciones, creencias y significados que guían las percepciones, juicios y comportamiento de las personas”, esto se me antoja más difícil de reproducir y recrear cuanto menos contacto personal exista. Igual por eso el Sr. Musk puede acertar… Si es así, y las políticas de gestión de personas se basan en la trasparencia y el respeto, acaso se pueda ganar la confianza y recuperar el compromiso; algo que, a día de hoy, las empresas necesitan como el comer.
Experiencias que sí funcionaron
Además, si se hace bien, puede que los mejores, esos profesionales de talento extraordinario, quieran ir a dedicar su esfuerzo a las empresas de Snailbrook. Recuerde que algo parecido hizo Julius Robert Oppenheimer, considerado como el padre de la bomba atómica, con el Proyecto Manhattan, iniciativa que consiguió desarrollar las primeras armas nucleares de la historia, durante la Segunda Guerra Mundial.Es evidente que el trabajo nos define y determina nuestro estatus y dicta cómo, dónde y con quién pasamos la mayor parte de nuestro tiempo
Recuérdese que el proyecto agrupó a una gran cantidad de eminencias científicas (física, química, ciencias informáticas…). Dado que, tras los experimentos en Alemania previos a la guerra se sabía que la fisión del átomo era posible y que los nazis estaban ya trabajando en su propio programa nuclear y, aunque fue difícil, no costó demasiado reunir a todas aquellas mentes brillantes en el mismo sitio y al mismo tiempo, con el objetivo de conseguir la bomba antes que los alemanes.
Para atraer a los mejores, a los más talentoso del mundo en la materia, Oppenheimer demostró ser un líder, que debía saber bastante de comportamiento humano y conocer muy bien lo que nos importa de verdad a las personas. Construyó una nueva ciudad, “Los Álamos”, en Nuevo México, para que los que más sabían de ese campo “quisieran ir a vivir allí acompañados de lo que más les importaba: sus familias. El papel de Kitty, su mujer, fue decisivo, porque fue quien convenció a su marido Robert de la idoneidad del proyecto, argumentándole que ‘el general Groves necesita tres personas para que este proyecto tenga éxito: un gran científico, un experto en capital humano y un buen relaciones públicas; tú eres esas tres personas”.La humanidad ha evolucionado para encontrar significado, propósito, crecimiento y disfrute en el trabajo, pero nuestros antepasados jamás le dedicaron tanto tiempo al trabajo ni lo situaron en el centro de sus existencias
La situación actual es nueva, distinta. Es evidente que el trabajo nos define y determina nuestro estatus y dicta cómo, dónde y con quién pasamos la mayor parte de nuestro tiempo. A través del mismo, nos realizamos, nos estimamos y nos valoran los demás; pero, para añadir mayor complejidad a la encrucijada deberíamos preguntarnos: ¿estamos hechos para trabajar tanto?, ¿nuestros antepasados también vivían para trabajar o trabajaban para vivir? Está demostrado que la humanidad ha evolucionado para encontrar significado, propósito, crecimiento y disfrute en el trabajo, pero nuestros antepasados jamás le dedicaron tanto tiempo al trabajo ni lo situaron en el centro de sus existencias.
Mi última reflexión en esta encrucijada es: ¿podemos imaginar un mundo en el que el trabajo no tenga un papel tan determinante?, y ahora que la tecnología automatiza gran parte del mismo, ¿no tendríamos que pensar en que quizá haya que reinventar la forma de hacerlo? En fin, le dejo en la reflexión del cruce de caminos. Elija el que mejor considere.
José Manuel Casado González, socio fundador de 2.C Consulting y presidente de Qaracter.
Foto de apertura © Ryoji Iwata en Unsplah / Imagen de ciudad © Freepik.
Artículo publicado en el verano de 2024.