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La pandemia de la desinformación

(Tiempo estimado: 2 - 4 minutos)

La desinformación es un fenómeno crónico con el que convivimos y al cual, para evitar la desestabilización, se ha de mantener a raya. En estos momentos, y a lo largo de toda la cadena de comunicación, lo vemos intensificado y sólo la suma de esfuerzos personales más el uso responsable de la tecnología nos ayudarán a paliar sus efectos. Estas fueron las principales conclusiones de la ponencia ofrecida por Ignacio Jiménez Soler durante la tercera sesión del ciclo “Sociedad postpandemia”, impulsado por The Place, el espacio de innovación y experimentación de The Valley

Siguiendo los argumentos de su último libro La nueva desinformaciónel director de Comunicación de Endesa ahondó en las características que definen a este fenómeno, en plena explosión durante esta crisis del coronavirus.  

Un hito histórico en la comunicación 

“La manipulación informativa es tan antigua como la palabra hablada. En los primeros documentos escritos existen evidencias de cómo las estrategias de poder, de gobierno, incluso las bélicas, utilizaban este tipo de herramientas para despistar. Sin embargo, en los últimos tiempos ha cambiado tanto la forma como la velocidad a la que esto sucede”, explicó Jiménez Soler. 

El crecimiento exponencial de la desinformación se debe a la proliferación de canales, mensajes y nodos de emisión que han permitido el híper-dimensionamiento de la misma, impactando además en su morfología. “Por primera vez en la historia, podemos decir que casi hay más canales que emisores, y esto acentúa el proceso. El pasado mes de enero la población mundial rondaba los 7.750 millones de personas y se contabilizaron 5.190 millones de dispositivos que son capaces de emitir contenidos en cualquier ámbito. Más de 4.500 millones de personas son usuarios de Internet, y 3.800 millones usan las redes sociales. A finales de este año se estima que si bien la población global crecerá en 82 millones de personas, los usuarios de redes sociales se incrementarán en 321 millones y los usuarios de Internet en 298 millones. Esto se explica porque el fenómeno para informar o desinformar ya no es exclusivamente humano. Existen bots y otros dispositivos semi-inteligentes capaces de generar y distribuir consignas, incrementando la cantidad de nodos de emisión”, recalcó. 

El periodista señaló que la desinformación se produce en toda la cadena de comunicación, e insistió en que no es producto únicamente de un emisor con unas intenciones concretas. “Desde el punto de vista receptor, se está registrando una notable disminución de las capacidades cognitivas vinculadas a la atención. Cada vez es más difícil atender y entender determinados acontecimientos que están sucediendo en el mundo, porque la capacidad de concentración se está viendo reducida. Además, nuestra disposición para asimilar información se está desplomando debido a la explosión de los formatos cortos, efímeros y fungibles que espolean la opinión, pero no ayudan a forjar criterios. Tampoco hay que pasar por alto la carencia del esfuerzo y el estrechamiento perceptivo derivado de nuestras elecciones personales. Fortalecemos nuestras propias opiniones buscando y leyendo con mayor interés aquello que nos refuerza, mientras evitamos aquello que no lo hace”, afirmó. 

Pensamiento crítico y esfuerzo personal 

Jiménez Soler aseguró que no hay pócimas mágicas para luchar contra la desinformación, pero ofreció cuatro consejos que pueden ayudar a paliar este fenómeno cada vez más intenso. En primer lugar, apostar por el relativismo para detectar el sesgo o interés de la información que consumimos. 

También animó a no fiarse de la información si procede de un nodo con intereses; recomendó además no abrazar la tecnología a modo de placebo y, sobre todo, insistió en la necesidad de incrementar el esfuerzo personal de manera que estemos mejor informados. “Si no queremos ser arrollados por determinadas consignas, lo único que nos queda es resistir el envite, apelar al esfuerzo personal, al humanismo, a la educación, a buscar claves y a indagar mucho más de lo que lo hacemos. Sólo así podremos entender los porqués y acercarnos mucho más al criterio que a la opinión”, alegó.


Ignacio Jiménez Soler, director general de Comunicación de Endesa


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