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Los idiomas como elemento estratégico

(Tiempo estimado: 2 - 4 minutos)

Durante el pasado foro global sobre e-learning, gestión del talento y comunicación, Exchange 2011, organizado por Speexx (dp, digital publishing), Javier Fernández Aguado compartió algunas ideas sobre la comunicación y los idiomas como elemento estratégico en el mundo de las organizaciones.

“Las personas somos seres relacionales. Decía Aristóteles que para no tener amigos, para no relacionarse, hay que ser o más o menos que una persona, es decir, hay que ser un Dios o un animal. La comunicación es esencial en nuestra vida, pues nos pasamos la vida aprendiendo de los otros, y eso solo es posible cuando establecemos cauces adecuados de comunicación. A mí me gusta decir que aprendemos cuando creamos diálogos libres de dominio. Las organizaciones en las que no existe este diálogo, enferman”. 

Fernández Aguado subrayó la necesidad de comunicar tanto en el fondo como en la forma: “La comunicación exige estar de acuerdo en alguna cuestiones (…), por eso es muy relevante conocer cuál es la facultad más importante de la persona con la que hablamos, y por eso es radicalmente imposible hablar de manera racional con un nacionalista, porque el nacionalismo es algo sentimental”. Esto mismo sucede en las organizaciones, donde “se deben establecer unas bases sobre las que construir y asumir claramente la misión, la visión y los valores, para poder iniciar un diálogo bien dirigido”.

Acudiendo a los caladeros de la historia –como con maestría acude Fernández Aguado, ya que “muchas veces las empresas comenten errores por no contemplar lo que otros hicieron antes que ellas para evitarlos”–, el socio director de MindValue hizo un recorrido desde el arameo, “el primer idioma que se comunica en un soporte de comunicación en el mundo antiguo (…), porque tenía una mayor sencillez en su escritura alfabética. Por eso pasó a ser el medio de comunicación propio de los escribas y atravesó aproximadamente 1.500 años de Historia como lengua de referencia”, que posteriormente también asumieron los persas; pasando por el Koiné, de origen jónico, procedente del idioma que se hablaba en Ática, en el sur de Atenas, “y que se convirtió en ‘el inglés de la época’ durante aproximadamente un milenio”; hasta el caso egipcio y “el último experimento de globalización idiomática: el esperanto, cuyo gran propulsor fue el escritor ruso Vladimir Valentinovich Varankin”. En definitiva, “aquellas civilizaciones que cuidaron el idioma fueron capaces de conquistar nuevos territorios. Las que se quedaron encerradas en su idioma, sencillamente quedaron al margen del gran flujo de la Historia”. 

Según Fernández Aguado, “en la medida en que somos capaces de profundizar en nuevos idiomas, podemos entender otras perspectivas del mundo (…). Dependiendo del idioma en que nos formemos, el modo de nuestra aproximación a la realidad va a ser diferente”, algo a tener muy en cuenta en la globalización y, más aún, en un entorno de crisis producida, en parte, “porque ha faltado capacidad de comprensión de las necesidades ajenas. Creo que si hubiera habido un poco más de conocimiento idiomático, se hubiesen resuelto ciertos problemas”. 

Aunque se mostró optimista sobre el nivel de inglés de los empresarios españoles con respecto a otros europeos, señaló la falta de constancia como principal debilidad del español, que “en general, se cansa antes. Por eso es muy importante la fidelización desde el producto, no se trata de empezar, sino de continuar. En ese sentido, salvo alguna excepción, mi experiencia es que el nivel idiomático, en términos generales, es semejante al de un francés, un holandés o un japonés; aunque es obvio que las posibilidades de crecimiento son indefinidas”. 

Preguntado por las expectativas de futuro del español en el contexto internacional, y a nivel empresarial, Javier Fernández Aguado también expresó su optimismo al respecto: “Si bien es verdad que el inglés está teniendo preponderancia, también lo es que la fuerza del español es imparable. Ahora bien, nos falta marketing y comunicación del español, pues nadie cambia si no tienen un buen motivo para hacerlo, hay que establecer cuál es el nivel de expectativa que generaría ese cambio”.


Javier Fernández Aguado, socio director de MindValue.

Artículo de opinión publicado en Executive Excellence nº85 oct11


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