Nerón y el directivo neroniano: el liderazgo histriónico y neurótico
Muchos directivos en el mundo actual practican un liderazgo que podemos denominar Liderazgo Neroniano, Histriónico y, desde luego, Neurótico. Una de las variantes del Liderazgo Neurótico (anteriormente descritas en otro artículo) es el Liderazgo Histriónico, personalizado por Nerón durante el siglo I de nuestra era y también por muchos directivos “neronianos” en nuestro actual siglo XXI.
Por supuesto, tanto Nerón como el directivo neroniano han practicado y practican este estilo de liderazgo, muy probablemente sin ser conscientes de ello. Como el personaje de Molière, hablaban en prosa sin saberlo.
Para empezar, el líder neurótico es un ser humano de comportamiento aparentemente normal, pero con una estructura de personalidad débil e insegura y unas necesidades dramáticamente insaciables de cariño, atención, aceptación, reconocimiento, poder, perfección, independencia y orden, entre una infinidad de ellas. Todas estas necesidades, que son relativamente moderadas entre los que nos consideramos normales, sin embargo se exacerban y desbordan en el neurótico, según cada caso, y especialmente en el de Nerón y sus seguidores directivos neronianos.
Otras características que también describen al líder neurótico son:
lEs persona con un nivel de ansiedad superior al normal. Sus necesidades compulsivas le generan una permanente zozobra. Conductas sencillas en una persona normal se complican y dificultan en el neurótico.
lIncapacidad para ayudar a los demás. Bastante tiene con sus propios problemas como para pensar en los ajenos. Para resolverlos y sobrevivir, “necesita la sangre” y la energía de los demás. Practica con ellos el “vampirismo” y exporta “toxicidad”.
lLas personas son para él un instrumento. Nadie es para él un fin en sí mismo, sino un medio para el logro de sus fines compulsivos.
lTrata de mostrar de forma exagerada y permanente las cualidades que posee, o cree poseer, en su búsqueda eterna de reconocimiento y de mejorar su autoestima.
El Liderazgo Neurótico, en cualquiera de sus variantes, contamina a la organización en mayor o menor grado: en unos casos, hundiéndola y, en los más, reaccionando esta, por pura supervivencia, librándose del líder neurótico, como aconteció con Nerón.
Dentro de los tipos de Liderazgo Neurótico,
l Paranoide/Obsesivo
l Autoritario/Rígido/Compulsivo
l Dramático/Histriónico
l Depresivo/Dubitativo
l Esquizoide/Distanciado,
el liderazgo de Nerón corresponde básica y claramente, como veremos, al Dramático/ Histriónico, pero enriquecido y sazonado con algunos rasgos de los demás, especialmente del Paranoide, Compulsivo y Dubitativo.
Este liderazgo Dramático/Histriónico, que tan excelentemente personificó Nerón y también en parte alguno de sus antecesores, como Calígula, está fundamentalmente marcado por la autodramatización, la exagerada expresión de emociones, la incesante demanda de atención, la preocupación narcisista, el anhelo de actividad y emociones, la idealización/devaluación de los demás y la incapacidad para concentrarse en la tarea, saltando de un tema a otro, casi todos inacabados. Su comportamiento es como el de una liebre o una abubilla que corre o vuela en zigzag para no ser un blanco fácil. La personalidad de Nerón era débil, superficial, influenciable y ególatra: “Quiero conseguir la atención e impresionar a la gente”. Y poco antes de suicidarse, forzadamente: “¡Qué gran poeta pierde el mundo!”.
Nerón (nacido 37-68, y emperador 54-68 d. C.) fue, dentro de su inmenso poder, uno de los emperadores más caóticos, impredecibles, caprichosos y degradantes de Roma. Rasgos de su vida, comportamiento y personalidad fueron, entre otros:
1. NIÑO ESTROPEADO, INSEGURO Y MIEDOSO. Desde su niñez, Nerón fue dominado y manejado por su madre Agripina, mujer nefasta que arteramente proyectó su sombra progenitora sobre el hijo. Logró que el decrépito Claudio le nominara sucesor sin mérito alguno y generó en él una conducta de chico estropeado, que se movía entre el miedo, inseguridad, rencor, baja autoestima y necesidades compulsivas de reconocimiento. Psicológicamente era persona con muy bajo nivel de rendimiento y muy alto nivel de aspiración. Cuanto mayor es esta distancia, más se piensa que lo que hacemos por valor de diez vale cien.
2. PODER INFINITO, SIN BARRERAS: NADIE A QUIEN DAR CUENTAS. Al mismo tiempo, se encontró con un inmenso poder sin haberlo trabajado, tan solo mediante intrigas de su madre y suyas. Era un poder sin barreras, sin tener que dar cuenta a nadie, pues, entre otras extravagancias, se hizo consagrar dios. El Imperio Romano era su finca, y el Senado, sus sirvientes. Como a Macbeth, después de una ciega ambición, a Nerón le perdió una ciega y falsa autoconfianza, sin límites, espejo de su baja autoestima: infinito poder y casi nula autoridad y méritos.
3. IRAS, CASTIGOS Y VENGANZAS: “POR TU BIEN, PROCURA NO ENOJARLO”. No es, por tanto, sorprendente que Nerón mandara ajusticiar a cualquiera que le reprendiera, le llevara la contraria o le recordara su pobre autoimagen: Agripina, Octavia, Popea, Séneca… y Lucano, el pobre, que cometió el error de ganar un concurso de poesía a Nerón. Todos ellos pagaron con la vida cualquier desencuentro con el emperador. Cuando el castigo se ejecuta con ira y rencor, se transforma en venganza. Séneca cayó en desgracia no tanto por desaprobar las medidas despiadadas de su amo, como por criticar las mediocres poesías de Nerón. Esto hacía tambalear su ya baja autoestima y débil personalidad.
4. EGOCENTRISMO, EGOLATRÍA Y “ADAPTACIÓN DE LA REALIDAD” A SUS NECESIDADES. Los intereses y posibles capacidades de Nerón no estaban alineados con las expectativas que de él se tenían como emperador. En una de las carreras de Olimpia cayó del caballo y llegó el último, pero se hizo proclamar vencedor. En la guerra contra la Galia llevó un inmenso escenario para, entre batalla y batalla, tocar, cantar y recitar para hacerse aplaudir por los soldados. A Lucano le prohibió que siguiera escribiendo, pero este le desobedeció, escribiendo un poema de tono republicano, que fue su perdición definitiva.
5. TRANSFORMAR AMIGOS EN ENEMIGOS Y VICEVERSA. Finalmente, como consecuencia de su conducta, su desconfianza era total hacia gente que le era leal. Esclavo visceral de sus caprichos, veleidades y pasiones, transformaba continuamente a amigos en enemigos. No estaba a la altura de lo heredado ni del puesto a desempeñar. Antes de hallar su propia perdición, acabó con muchos de los que le apreciaban. Así ocurrió al final con Séneca, a quien acusó de conspirar contra él, obligándole a cortarse las venas.
Ya en el siglo XXI de nuestra era he conocido a bastantes directivos con patrones de comportamiento que sorprendentemente recuerdan al de Nerón. Prácticamente todos ellos tenían un poder casi absoluto sobre su empresa, entre otras características parecidas a las del emperador romano.
Uno quiso denunciar y perjudicar a un candidato que no aceptó el puesto y el proyecto que le ofrecía. Al tratar yo de disuadirle, trasladó su furia hacia mí, preguntándome con ira si yo estaba de parte del otro, y no de él.
Otro trató inútilmente de perjudicar al máximo y de escarbar, con detectives, todos los posibles puntos negros en un candidato que había sido seleccionado en su empresa, con criterios profesionales, pero en el fondo contra su voluntad.
En otra ocasión, un presidente, dueño absoluto de su empresa, atacó seriamente al candidato que descartó ser administrador del patrimonio del primero. Al final, temía convertirse en siervo de un amo, en pasar de profesional a lacayo.
La diferencia principal entre otro estilo de liderazgo neurótico, el de Macbeth (ambición desmedida y destructiva) y el de Nerón (caprichos y personalidad débil e insegura), en términos zoológicos, es la que hay entre el tigre y el jabalí. El tigre es un predador peligroso que siempre ataca, estando herido o no. El jabalí normalmente huye, pero solo ataca y, a veces, mata, cuando se siente acosado o herido.
El mundo actual de las organizaciones, lleno de grandes líderes que son auténticos profesionales de la gestión en sus propias empresas, nos muestra esporádicamente algún pequeño “emperador” que, bajo el síndrome de Nerón, gestiona Roma a su conveniencia como teatro de sus veleidades y termina por achacar el incendio a los cristianos, hasta que la institución, la realidad o la misma vida hacen justicia y extirpan el cáncer antes de que la metástasis se extienda y acabe con el cuerpo.
Así ocurrió en Roma: a pesar de los desmanes del emperador, esta logró acabar con él antes de que él acabara con ella.
José Medina, presidente de Odgers Berndtson Iberia.
Artículo de opinión publicado en Executive Excellence nº113 junio 2014