Gurús y sentido común
De pequeño, tuve la suerte de poder convivir muy estrechamente, y durante mucho tiempo, con mis abuelos paternos. Aunque entonces no fui muy consciente, le debo muchas cosas a esa experiencia.
Por ejemplo, le debo haber “bebido” cultura popular a raudales y, con ella, lecciones magistrales de economía, de gestión, de negocios, de dirección de personas, de comunicación no verbal, de estrategia, de marketing, de…, en fin, de la vida.
Mis abuelos fueron auténticos maestros para mí, y no instructores ni profesores, porque me enseñaron a vivir, y no sólo me transmitieron conocimientos que, por otra parte, los tenían aunque muy limitados. Seguro que no pasarían hoy el corte de la Primaria por mucho que la Logse la haya devaluado.
Me inculcaron que “cuesta más hacer las cosas mal, que hacerlas bien”. Con el tiempo leería – como tantos otros- a Tom Peters y lo de la excelencia.
Viví las consecuencias de actuar irreflexivamente, con el cariño de la abuela ayudándome a ver la conveniencia del auto control y del actuar en el momento adecuado; recorriendo conmigo el proceso de análisis de las consecuencias, para los demás y para mí, de mis decisiones y actos; enseñándome a generar alternativas, animándome a no renunciar al objetivo ante circunstancias y/o condicionantes adversos, enseñándome a diferenciar entre circunstancia y condicionante y, en ambos casos, a asumir que la decisión era mía y no de los factores del entorno.
Claro que, ahora, quizá lo puedo escribir así porque, con el tiempo, yo también leí a Edward de Bono y descubrí lo del pensamiento lateral, leí a S.Covey y me empapé de sus siete hábitos e incluso del octavo, leí a Schein y a Peter Drucker, y a Kottler, y a ….etc.
Apareció el coaching y recordé lo del acompañamiento de mi abuela. Además, para aquel entonces y fruto de mi experiencia profesional como vendedor y jefe de ventas, me había familiarizado con las “visitas acompañadas” y “retro visitas”. Si nos hubieran dicho, en su tiempo, que eso era una modalidad de coaching, hubiéramos soltado algún exabrupto al interlocutor.
Después leí y estudié, pero antes viví y, sinceramente, creo que nada de lo que los gurús me aportaron hubiera servido de mucho sin lo anterior.
Mi abuelo me hizo un día la siguiente reflexión: “en los tratos, siempre sucede que lo que uno pierde otro lo gana”. Me reí. Hoy creo que es la mejor lección de economía y comercio que nadie me haya dado nunca.
En una conversación entre ellos pude oír que: “toda finca se puede mejorar, hasta la total ruina del propietario”. No creo que haya nada mejor para poder comprender el significado del ratio coste/utilidad.
A mi abuela le gustaban mucho los refranes, y sabía muchos más de los que yo ahora -por desgracia para mí-, sé. Ella me enseñó a descubrir las lecciones de vida que hay en las estrofas de los cantes populares, cantaba y, luego, me comentaba la letra y su significado.
“Hay ahorros que cuestan dinero”, me comentó una vez. ¿Se le ocurre a alguien mejor manera de diferenciar inversión de gasto?
“El mundo es redondo, da vueltas y, a la larga, siempre paga o cobra”. Pues esto ha dado lugar a bibliotecas enteras que bastantes hemos leído y que no tantos han integrado en su vida.
Los gurús me ayudaron a poner teoría sobre la práctica y, en muchas ocasiones, a tener una visión más esférica, global y biunívoca de los temas que, hasta entonces, habían sido para mí lineales y unívocos.
Hoy, desde mi perspectiva de profesor de escuela de negocios y consultor, detecto muchas situaciones inversas: personas que tienen un elevado contenido teórico pero que no han tenido, aún y a pesar de sus más de 35 años como media, experiencias vitales con las que contrastar y asentar esos conocimientos teóricos ni en su niñez y primera juventud, un coach como mis abuelos lo fueron para mí.
Observo cómo los gurús crecen en cantidad, en intensidad y en influencia, mientras que la cultura popular se desvanece y la experiencia vivencial se retrasa y, por otra parte, los tiempos modernos no facilitan precisamente la convivencia de tres generaciones en un mismo hogar.
Los directivos demandan formación en las que se les ayude a recuperar sentido común. Empiezan a estar ahítos de la técnica y de las reflexiones de los gurús y detectan que les falta “sentido común”, especialmente si los gurús lo son desde culturas diferentes a la nuestra.
Confusos por cambios de léxico, no necesariamente acompañados de cambios conceptuales, buscan las raíces y empiezan a ser conscientes de que de mala manera se puede gestionar el EBITDA si uno no comprende el “sentido” que hay tras el concepto “margen de contribución”.
Empiezan, los directivos, a sentirse víctimas de una vorágine que les lanza a una permanente actualización terminológica, mejor si es en inglés, en la que tan sólo cambian los términos. Se empiezan a cansar del análisis del matiz sin que se les ayude a comprender el fondo.
Me temo que podemos estar en vísperas de un nuevo “pendulazo” y, esta vez, en sentido contrario: decidir el regreso al sentido común y aparcar escépticamente a los gurús.
Yo creo que ambos son necesarios, por complementarios, pero también creo que nos hará bien ser capaces de recuperar el orden adecuado: sentido común y gurús, y que nos vendrá bien recordar que los auténticos sabios de la humanidad son del siglo IIº antes de Cristo y anteriores. Que la humanidad lleva siglos sintetizando sentido común y que esa síntesis sigue siendo válida por mucho que la técnica, la tecnología y la cibernética avancen.
“Hoy los tiempos adelantan que es una barbaridad”, es de zarzuela del siglo pasado, y fue Heráclito quien dijo primero que “lo único que permanece es el cambio” y esto no implica prescindir de los últimos descubrimientos sobre el funcionamiento del cerebro humano y de las explicaciones científicas que están aportando “racionalidad” a las formulaciones filosóficas de Aristóteles.
Aristóteles y Góleman, por ejemplo, se complementan. Pero creo que es más útil a la persona intentar aplicar Góleman sobre una buena base aristotélica, que aplicar Góleman desconociendo a Aristóteles.
“Somos enanos a hombros de gigantes”, para finalizar, es otra frase que me explicó la abuela.
Creo que es un buen resumen de la evolución de la humanidad y un buen cristal para mirar el mundo actual.
Paco Gay
Colaborador científico y profesor Área de Dirección de Personas en la Organización IESE, Universidad de Navarra.
Artículo de opinión publicado en Executive Excellence, nº38 dic.06