Poder y postrimerías, por Javier Fernández Aguado
Juan de Valdés Leal vio la luz en Sevilla en el año 1622. El pintor barroco repartió su vida entre su ciudad natal y Córdoba. Prolífico y de notable inventiva, algunas de sus obras ofrecen elementos para la reflexión. Fundamentalmente los dos jeroglíficos de las postrimerías elaborados en torno a 1672 y destinados al templo perteneciente al Hospital de la Caridad de Sevilla, lugar donde todavía se encuentran. Quien contempla las alegorías conocidas como “El fin de las glorias mundanas” (Finis gloria mundi) y “En un abrir y cerrar de ojos” (In ictu oculi) difícilmente queda indiferente.
Con irrespetuosa acidez, Enrique Romero de Torres lo calificó como el pintor de los muertos. La descripción resulta injusta, porque Valdés Leal desarrolló su actividad en más ámbitos. Entre otros, el del retrato. En algunas composiciones, su sobriedad y equilibrio recuerdan a Herrera el Viejo.
Hace años, era frecuente el empleo del tránsito definitivo como palanca para promover comportamientos éticos. Un movimiento de péndulo ha llevado a que pocos se atrevan a mencionar la defunción como conclusión inevitable. Sucede en todos los niveles sociales, pero de forma destacada entre quienes alcanzan el poder, sea por meritocracia, herencia o, por poner un ejemplo sangrante y cercano, ser una de las sucesivas consentidas de un dicharachero garrulo indocumentado. Un movimiento de péndulo ha llevado a que pocos se atrevan a mencionar la defunción como conclusión inevitable. Sucede en todos los niveles sociales, pero de forma destacada entre quienes alcanzan el poder
¡Cuánto ayuda a tomar buenas decisiones recordar el texto que campea en innumerables camposantos!: Donde te ves me vi, donde me ves te verás.
Spinoza, el filósofo de origen portugués establecido en los Países Bajos, popularizó el concepto sub specie aeternitatis, que puede traducirse libremente como juzgar desde la perspectiva de la eternidad.
De manera gráfica, aunque con alta probabilidad desconocía al pensador europeo, Covey propuso en su libro Los 7 hábitos de la gente altamente efectiva la fábula de alguien que salió a pasear por la noche. Intrigado por las luces de un templo cercano, entró. Para su sorpresa, muchos conocidos, amigos y familiares se arracimaban en el recinto sagrado. Contempló en la distancia un ataúd y hacia él se dirigió. Entendió todo al contemplarse él mismo dentro del catafalco.
El autor mormón norteamericano emplea la alegoría para animar a sus lectores a reflexionar sobre qué les gustaría que de ellos juzgaran sus superiores, colaboradores, subordinados, amigos, parientes, etc. cuando ya nada esperen del finado.
Tal como recojo en 2000 años liderando equipos, San Juan Crisóstomo avisaba de los grandes riesgos que plantea la acumulación de poder. Sobre todo, cuando se carece de preparación ética básica y hábitos comportamentales sólidos para gestionar posiciones de altura. El Crisóstomo resumió que convivir con el poder es como hacerlo con una chica joven sin llegar a mayores. Fácil, desde luego, no es.No se debería poner en el timón de organización alguna a quien manifieste apetencia desmedida por ocupar posiciones de preeminencia
Nolentibus datur advierte un profundo adagio latino. No se debería poner en el timón de organización alguna a quien manifieste apetencia desmedida por ocupar posiciones de preeminencia. Joseph Ratzinger confesó en una autobiografía que al ser nombrado decano de su facultad le temblaban las piernas. Frente a ese paradigmático modelo resultó bufo escuchar a un encumbrado personaje del que dependen millones de personas, que, al ser preguntado sobre cómo se sentía en esas alturas, reveló sin complejos:
-Voy sobrado.
He mencionado en ocasiones uno de mis hobbies: visitar cementerios. Los entusiasmos, pasiones, desilusiones, fracasos… que experimentaron quienes reposan en un camposanto fueron semejantes a los nuestros. Personalmente me ha ayudado en múltiples ocasiones considerar lo fútil de nuestra hora en el escenario, por emplear la metáfora de Shakespeare.
Muchos que proclaman inconsistencias desde medios de comunicación que cantan risibles ditirambos por estar subvencionados deberían contemplar los cuadros de Valdés Leal. La consideración de que su chusca jactancia se convertirá en polvo en fechas ajustadas quizá contribuiría a disminuir sus ridículas y vacuas proclamas. ¡Qué conurbano bufón contemporáneo predicando sobre su legado para la historia cuando quienes le contemplan solo piensan en qué momento desaparecerá cumpliendo así su mejor servicio! Ojalá todos tuviéramos en cuenta el sabio consejo de Averroes: “¿Qué legitima el poder? La serenidad, la sabiduría, la prudencia”
Ojalá todos tuviéramos en cuenta el sabio consejo de Averroes: “¿Qué legitima el poder? La serenidad, la sabiduría, la prudencia”. Abandonarían muchos la petulancia, la protervia y la nesciencia de tontos solemnes que provocan hilaridad a cualquiera que los observa con objetividad.
Javier Fernández Aguado, socio director de MindValue.
Artículo publicado en diciembre de 2022.