Reflexiones de un presidente
Les confesaré algo: estoy inmerso en una nueva aventura editorial para publicar mi próximo libro que pretendo titular Liderazgo Made in Spain: Reflexiones para la Competitividad. Pues bien, con este pretexto, el otro día cuando hacía una entrevista en profundidad al presidente de una importante entidad financiera española y, mientras hablábamos de las cinco fuerzas que están transformando el mundo –a saber: globalización, recursos energéticos, demografía y longevidad, cambios sociales y tecnología–, me esgrimió una tesis sumamente interesante y con la que no puedo estar más de acuerdo.
Sostenía este amable y cercano presidente, que el futuro de nuestra vieja Europa estaba en peligro, no tanto por la edad –que también– sino por la actitud de sus ciudadanos ciertamente acomodados y acostumbrados a mantener y conformarse con lo que tienen, en comparación con países emergentes como China, India… que necesitan crear un futuro mejor.
En esta conversación, este humilde y alto ejecutivo decía que en la España de los años 80 se hablaba de futuro, había ambición, había alegría en la cara de la gente, y esta misma actitud se extendía por toda Europa; sin embargo, hoy en la vieja Europa –nunca mejor dicho por lo de vieja– lo que hay es conformismo, mantenimiento del statu quo y los profesionales necesitamos que, casi a diario, las compañías tengan que insuflarnos optimismo, cuando ese optimismo debería manar de los propios individuos.
En este sentido, encima de la mesa de su despacho, y en un tarjetón de la entidad que preside, tenía una frase manuscrita por él mismo y en perfecto inglés –que me enseñó e hice una foto con mi móvil– de Peter Thiel, autor del libro Zero to One. Traducida al castellano, la frase decía lo siguiente:
“No creo que el optimismo funcione siempre. Hay una forma de pesimismo, como en China, donde la gente trabaja muy duro porque el trabajo es escaso y tienen miedo de que van a hacerse viejos y seguirán siendo pobres.
El pesimismo en China motiva el trabajo duro. El pesimismo en Europa tiene un efecto más desalentador. Si eres una persona pesimista y además no estás motivado, tendrás una personalidad pesimista y nunca podrás salir de ese estado”.
Como el lector sabrá, Peter Thiel fundó Paypal y ha invertido en grandes ideas como Facebook cuando apenas era un sueño mal ejecutado, después de intentar ser juez de la Corte Suprema y fracasar.
La idea de nuestro admirado presidente se sustenta sobre la tesis del emprendedor, inversor y ensayista de Silicon Valley, quien considera que vivimos en un mundo dominado por “optimistas indefinidos” que anhelan un mejor porvenir sin planearlo a conciencia, a diferencia de la mentalidad “optimista definida” que propulsó los principales progresos de Occidente hasta los años 80.
Para el autor de De Cero a Uno (Zero to One), la población se divide en cuatro mentalidades diferentes: optimistas definidos, optimistas indefinidos, pesimistas definidos y pesimistas indefinidos.
En el mismo sentido, en el mundo actual existirían cuatro zonas de influencia económica y cultural. Los optimistas definidos corresponderían con lo que fue Estados Unidos en los años 50 y 60 del pasado siglo, mientras que un ejemplo de los optimistas indefinidos sería el Estados Unidos de después de los 80 a la actualidad; una época de crecimiento conservador de la economía y sin grandes innovaciones, aspiraciones ni riesgos.
Por otra parte, una muestra clara de pesimistas definidos sería la de la China actual que, con una nueva forma de capitalismo comunista, dispone de un plan perfectamente trazado para convertirse en la factoría del mundo, produciendo mucho y de manera muy competitiva, pero sin innovar.
Y por último, existirían los pesimistas indefinidos que vendría a ser la Europa y por supuesto la España actual, en las que los ciudadanos nos conformamos con no perder nuestro acomodado estilo de vida, sin planear cambiar la situación, ni para mejor ni para peor. Es decir, nos hemos hecho más conservadores, quizá, porque como me dijera un día el afamado Amando de Miguel en el transcurso de una cordial comida, cuando le confesé: –“No sé por qué, Amando, pero yo que de joven he intentado manifestar mi disconformidad de las formas más revolucionarias, incluso me encadené en la puerta del Gobierno Civil de Cáceres para protestar por un trasvase de agua del Tiétar, corrí delante de los grises en la facultad, etc., tengo la sensación de que me estoy haciendo más conservador”. A lo que él, tranquilamente, me contestó: –“Pues porque tienes más que conservar”.
En definitiva, como dirá el admirado presidente que ha inspirado este artículo, en nuestro país otorgamos demasiada importancia al azar, a la falta de planificación en el futuro, a la ausencia de responsabilidad personal por cambiar la situación actual, nos quejamos por todo, anhelamos el pasado mientras envejecemos y nos faltan las ganas de retar la situación para transformarla, queremos que las compañías nos motiven y estén muy pendientes de nosotros…, mientras que los países emergentes se dedican, por el momento, a producir más de lo mismo, a estrujar la producción mediante un trabajo duro haciendo las cosas más baratas, de manera más brillante, con esto o aquello; lo mismo, al fin y al cabo, pero con ganas y ambición.
José Manuel Casado, presidente de 2.C Consulting.
Artículo publicado en Executive Excellence nº125 noviembre 2015