Reflexiones sobre el hiperliderazgo, por Javier Fdez. Aguado
Suman miles las páginas que he dedicado en los últimos 30 años al estudio del liderazgo. Con motivo de esta presentación, garabateo hoy unas reflexiones sobre una de las psicopatías que, en ocasiones, brota entre quienes pilotan proyectos: el hiperliderazgo.
Defino el liderazgo como la capacidad de lograr que los demás quieran hacer lo que tienen que hacer. Surgen frente a ellos los manipuladores: especímenes que llegan a un grupo, lo timonean durante un periodo y lo conducen a un lugar peor del que ocupaba precedentemente.
Con mezcla de ambos componentes encontramos a los hiperlíderes. Son figuras que, independientemente de sus intenciones, subyugan de tal modo a los seguidores que, en la práctica, les impiden tomar decisiones. La seguridad instilada por el hiperlíder cancela, velis nolis, el pensamiento durante una etapa y aniquila la libertad ajena.Independientemente de sus intenciones, los hiperlíderes subyugan de tal modo a los seguidores que, en la práctica, les impiden tomar decisiones
Berdiáyev, en una referencia tangencial a esta cuestión, denunció que la vida humana se halla cruzada por corrientes que arrastran a una atmósfera de violencia y esclavitud. Se difunde una psicología de la imposición individual y colectiva. La opinión pública, cuando cristaliza, asume la forma de un fanatismo ejercido sobre el singular. La criatura puede ser tiranizada por la opinión pública, los usos y las rutinas, los juicios y los lugares comunes. Nunca se sobrevalorará la intimidación que ejercen los medios de comunicación. Bien lo sabía Stalin, que heredó de Lenin su afán de control de la opinión pública. Hoy lo vemos en cercanos y encumbrados papanatas que hablan de limitar la difusión del fango cuando son ellos quienes lo lanzan a pellones contra quienes no se someten a sus extravagantes e irracionales propuestas.
El hiperlíder se acostumbra a chapotear en el légamo de la corrupción económica y/o ética, incluso con propósitos presuntamente sublimes y, como el chancho en la porqueriza, no detecta nada inicuo en el albañal en el que se refocila y ceba.Entre otras manifestaciones, exageran los logros propios, ambicionan ser reconocidos como superiores, subliman éxitos limitados, codician poder, juzgan que son diferenciales y que solo les comprenderán los excelsos
Suele darse en estos patéticos comediantes una pasión general por la grandiosidad (fruto de una calenturienta imaginación), un anhelo por convocar la admiración ajena y un eclipse de la empatía, que arranca muchas veces desde la adolescencia. Entre otras manifestaciones, exageran los logros propios, ambicionan ser reconocidos como superiores, subliman éxitos limitados, codician poder, juzgan que son diferenciales y que solo les comprenderán los excelsos. Reclaman panegíricos de sus ditirámbicos, son pretencioso, reivindican un trato de favor y que se cumplan irreflexivamente sus caprichos. Son explotadores de los demás para alcanzar sus propias metas, envidian a todos y presentan conductas ridículamente altaneras.Detectar al hiperlíder es el primer paso para tratar de librarse de él
Así fue Stalin. Así fueron Lenin, Fidel Castro, Hitler, Goering, Mussolini, Pol-Pot… y del mismo modo obran otros que hacen sufrir en el presente a sus conciudadanos o a sus conmilitones. Algunos viven en Venezuela. Otros, más cerca.
Detectar al hiperlíder –¡han mutado su conciencia por un corcho!– es el primer paso para tratar de librarse de él.
Javier Fernández Aguado, autor de Entrevista a Stalin (Ed. Kolima), socio director de MindValue y director de Investigación de EUCIM.
Imágenes recurso de las composiciones: Apertura © Freepik y © Pete Linforth en Pixabay / Interior © shrikrishnap en Pixabay.
Artículo publicado en 2024.