Responsabilidad social y ONG
En su libro La Política como profesión, Max Weber afirmaba que hay dos formas fundamentales de ejercer la acción política: la inspirada en la ética de la convicción y la inspirada en la ética de la responsabilidad. Los que siguen la ética de la convicción actúan obedeciendo hasta el fin sus propios principios, sin perturbarse por las consecuencias de sus decisiones. Sin embargo, la ética de la responsabilidad no piensa sólo en la pureza de sus valores, sino en la autenticidad de sus actos.
De ahí que todo acto de responsabilidad sea una llamada a la acción y al compromiso. Si hay algo que define a una ONG es precisamente que, a partir de los principios que la sustentan, ha de emprender acciones que transformen y mejoren la sociedad, así como ejercitar algún grado de compromiso.
Este quehacer no es privativo de las ONG también se hace extensivo a la dinámica de la propia empresa. De hecho, en los momentos de turbulencias financieras en los que vivimos desde finales de 2008 resulta especialmente pertinente plantearse el sentido y la viabilidad de un tipo de responsabilidad que se ha ido desarrollando en la cultura de la empresa y que poco a poco se ha introducido en ella de diversas formas. Parece que se está produciendo una convergencia feliz entre competitividad empresarial y responsabilidad social. Desde los medios de comunicación se envían imágenes de entregas de premios en las que algunas personalidades ofrecen galardones y hacen públicos acuerdos de empresas con organizaciones no gubernamentales muy reconocidas. Todo ello incita a las empresas a adoptar medidas orientadas a tener en cuenta otros grupos de interés con los que relacionarse, valorando en mayor medida el trabajo que desde las ONG se está llevando a cabo.
Este tipo de responsabilidad, que se ha venido a llamar responsabilidad social corporativa (RSC) o responsabilidad social empresarial (RSE) se define como la contribución activa y voluntaria a la mejora social, económica y medio ambiental por parte de las empresas, generalmente con el objetivo de optimizar su situación competitiva y su valor añadido. Sus antecedentes se remontan al siglo XIX, dentro del marco del Cooperativismo y el Asociacionismo, en el que se buscaba conciliar la eficacia empresarial con los principios sociales de democracia, autoayuda, apoyo a la comunidad y justicia distributiva. De esta manera, las empresas han comenzado a adoptar la RSC no sólo como resultado a las presiones de consumidores, proveedores, organizaciones de activistas…, sino también como una actividad estratégica adicional en la competencia comercial. Es decir, la filantropía corporativa ha dejado ya de ser una actividad autónoma confiada a una fundación y cada vez más forma parte de las estrategias que contribuyen a realizar el objeto social y lucrativo de la empresa.
Las razones que pueden llevar a las empresas a actuar de modo responsable en un mundo cada vez más complejo son múltiples. A veces gestionarán con calidad obligadas por el cumplimiento de determinadas normativas, o por la mejora de su imagen, o porque ello trae consigo una reducción de costes y en consecuencia incrementa los beneficios, también porque se aprovecha para expandir negocios guiados por las convicciones y principios éticos de propietarios y accionistas.
La Fundación Luis Vives, especialmente sensible a la reflexión en torno a los valores y compromiso sociales en el mundo de la empresa, quiere insistir en la convicción de que hacer negocios siendo responsables con la sociedad, no sólo es posible, sino absolutamente necesario. Queremos contribuir con la Revista de Responsabilidad Social de la Empresa a canalizar la difusión de trabajos y estudios sobre el tema y a fomentar así el intercambio de ideas y la mejora de conocimientos, y facilitar la ocasión para integrar los esfuerzos que se están realizando en el campo académico, empresarial y en el sector social.
Las crecientes relaciones entre las empresas y las ONG como resultado de las medidas de responsabilidad corporativa de las compañías –voluntariado corporativo, aportaciones de acción social, etc.- están produciendo una situación de acercamiento enriquecedor. Las empresas, en sus relaciones con las ONG, se acercan a proyectos e iniciativas que suelen estar muy alejados de su radio de acción, refuerzan la identificación del trabajador con la propia empresa y robustecen su reputación al apoyarse en la credibilidad que tiene la ONG. Por su parte, las ONG aprenden de las empresas a controlar mejor el desarrollo temporal de los proyectos para lograr sus objetivos más eficazmente y empiezan a disponer de recursos que les suministra la empresa para algunos de sus proyectos. Se trata de un trabajo en partenariado del que ambas entidades pueden beneficiarse y enriquecerse. Además, la ONG se está acercando vertiginosamente al nivel de calidad en la gestión de las empresas incorporando los sellos de excelencia europea, las certificaciones ISO 9000 e ISO 14000, en las rígidas normas de transparencia a las que ya están sometidas por su propia condición.
En contraposición con los beneficios de esta simbiosis, también existen ONG que insisten en que no deben parecerse tanto a las empresas por el peligro de perder su identidad. Suponen siempre buenas las intenciones de la ONG, pero ponen en duda las de las empresas. Critican que alguna ONG hable ya de clientes y no utilice voluntarios –más complejos de gestionar-, y prefieran profesionales que aceptan un menor salario a cambio de la satisfacción personal que supone su labor.
Un nuevo actor en el escenario: “el emprendedor social”
Este acercamiento entre las ONG y el mundo empresarial tiene su reflejo en una figura reciente que se ha denominado el emprendedor social. Su comportamiento es similar a un empresario, sólo que persigue la puesta en marcha de proyectos sociales. Existen ya empresas creadas desde su origen para reinvertir los beneficios alcanzados en la creación de más proyectos sociales, obligándose estatutariamente al cumplimiento de este fin.
Esta figura tiene sus detractores y sus defensores. Hay quienes piensan que en caso de conflicto a la hora de elegir entre ganar dinero o perseguir el fin social acabe siempre ganando el interés económico. Otros creen posible la convivencia entre ganar dinero, mantener un interés social y repartir beneficios. Los tiempos venideros mostrarán cómo algunas empresas que tienen en su estrategia actividades de RSC son capaces de conjugar ambos hechos.
Las empresas que deciden adoptar algunas medidas de RSC lo hacen por dos motivos básicos: evitar riesgos o aprovechar oportunidades. Ello les hace ser reactivas en el primer caso y proactivas en el segundo. Al reactivo le pasan cosas. El proactivo hace que le pasen cosas. Crea condiciones de posibilidad para que ocurra lo que desea. La resistencia a crear condiciones para emprender acciones de RSC pueden ser motivadas por distintas causas:
•Se puede producir una distinta valoración de la situación acerca de si es necesario o superfluo dedicar recursos y esfuerzos a la RSC.
•Cambiar los procedimientos supone una resistencia por parte de aquellos que no están seguros de obtener los mismos resultados profesionales en el nuevo contexto como, por ejemplo, tener que relacionarse con algunos colectivos ecologistas con los que no han existido canales de comunicación anteriormente.
•Algunas personas y departamentos pueden percibir que los cambios van en contra de los propios intereses, bien porque sienten amenazados sus recursos, o bien porque pierden autonomía de decisión.
•A veces existe una cierta desconfianza respecto de las últimas intenciones de los cambios. Un ejemplo son las suspicacias que pueden surgir ante una mejora en la flexibilidad de los horarios laborales, porque podría significar que en el futuro se prescindiera de algunas personas. (Recomendable leer, al respecto el análisis de J. Garralda, Hacia la empresa razonable, LID, Madrid 2008).
La responsabilidad social corporativa es ahora mismo la integración voluntaria, por parte de las entidades, de las preocupaciones y compromisos sociales, económicos y medioambientales en sus operaciones comerciales y en sus relaciones con los grupos de interés. Sería de agradecer que el modelo de responsabilidad supusiera una línea transversal para la empresa, la Universidad, la Administra-ción… y también la ONG. Esto supondría definir estrategias orientas a todos, incluida la sociedad y las personas más necesitadas que la componen. Todo ello bajo los principios de transparencia en la gestión y de rendición de cuentas. Esto implicaría el establecimiento de mecanismos de diálogo con todas las partes interesadas, que se integrarían en el ciclo de mejora continua, la participación en iniciativas con organizaciones locales, estatales e internacionales para desarrollar principios de sostenibilidad y mejora.
Desde la Fundación Luis Vives, a través de nuestras cuatro líneas estratégicas –análisis, investigación y debate; formación, información y sensibilización, y asistencia técnica a entidades sin ánimo de lucro-, asumimos el compromiso de fortalecer el Tercer Sector de acción social para desplegar así la misión que nos define. No cabe duda de que el encuentro entre empresa, Universidad y ONG en la línea de la reflexión sobre la RSC es un hecho positivo y un avance hacia un futuro mejor. La responsabilidad es siempre una llamada a la acción y al compromiso. Trataríamos de evitar, así, esa trampa última que nos tiende la ética y que tan atinadamente nos recordara Nietzsche: creer que por pensar bien, ya somos buenos.
Desde aquí apostamos por un futuro mejor. Porque tenemos esperanza no en el mejor de los mundos, sino en un mundo mejor. El origen está siempre delante de nosotros.
Nuria Rodríguez Calleja, responsable de calidad Fundación Luis Vives.