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Tu entorno determina la altura de tu éxito

(Tiempo estimado: 4 - 7 minutos)

David J. Schwartz, en su libro La magia de pensar en grande, relata la siguiente historia que nos sirve para ilustrar algo que no es baladí: ‘Tu entorno determina la altura de tu éxito’. Dice así: «Hace unos años fui testigo de una excepcional reunión de negocios. El vicepresidente encargado del área de marketing de una compañía estaba muy emocionado. Con él se encontraba el mejor representante de la organización.

Era un chico que había ganado unos 60.000 euros. Las ganancias de otros representantes eran de unos 12.000 euros. El ejecutivo se dirigió al grupo:

– Quiero que observéis atentamente a Harry. ¿Qué tiene Harry que vosotros no tengáis? Ha ganado cinco veces más que la media, pero ¿es Harry cinco veces más inteligente? Según nuestras pruebas de selección de personal, no lo es. Lo he comprobado yo mismo y lo que muestran es que está en la media.

Y siguió:

– ¿Ha trabajado Harry cinco veces más duro que vosotros, muchachos? Tampoco, de hecho se ha tomado más tiempo libre que la mayoría de vosotros. ¿Tenía asignada una mejor zona de trabajo? Otra vez la respuesta es no. ¿Ha tenido Harry una mejor educación? ¿Está más sano? Otra vez la respuesta es no. Harry es tan normal como cualquiera, excepto por una cosa. La diferencia entre Harry y el resto de vosotros es que Harry pensó cinco veces más a lo grande». 

David J. Schwartz concluye: «Me han preguntado millones de veces por qué si pensar a lo grande tiene tantas ventajas no todos pensamos así. Creo que tengo la respuesta: Todos nosotros, aunque no lo queramos reconocer, somos el producto de los pensamientos que nos rodean. Estos pensamientos no son grandes, al contrario, son pequeños. Alrededor, nuestro entorno intenta convertirnos en ciudadanos de segunda».

En muchas ocasiones he afirmado que no existen los límites, solo las limitaciones, y estas no están en las personas sino en los entornos que determinan nuestras creencias –nuestro software interno– e influyen poderosamente en lo que una persona consigue. El problema nunca está en nuestra incapacidad para lograr algo, sino en la convicción de que no somos capaces, lo que conduce a que la mayoría de personas no lleve una vida de acuerdo a sus posibilidades reales (potencial) sino a sus creencias (límites mentales). La mayor debilidad humana es que nos infravaloramos, que creemos que no somos suficientemente buenos, las dudas que albergamos sobre nosotros mismos. Y eso hace que la gente, como cree que no es capaz de lograr metas ‘grandes’, se fija metas ‘pequeñas’.

El éxito antes que nada es una disposición de la mente; y el alimento de la mente es el entorno que es de donde se nutren nuestras creencias. Nadie es indiferente a lo que lee, ve o escucha. El entorno nos arrastra –sin que nos demos cuenta, ese es el peligro– a una determinada forma de pensar, de sentir y de actuar. Los procesos de contagio emocional son automáticos e inconscientes. Por eso, Jim Rohn siempre decía: «Tu vida es una media de las cinco personas con las que más te relacionas».

Nuestras creencias nos dominan para bien y para mal. Te conviertes en lo que crees, te guste o no, porque una creencia no es otra cosa que una idea que domina nuestra mente, que damos por cierta, pero que muchas veces es falsa. 

Nuestras creencias determinan nuestros pensamientos, y los pensamientos son los antecedentes de los actos: una forma correcta de pensar conduce a una forma correcta de actuar, y viceversa. Cada pensamiento es una inversión o un coste, te da poder o te lo quita; cada pensamiento es una bendición o una maldición. Las personas somos ‘estados de ánimo con piernas’. Por eso, si no controlas tu mente, no controlas tu vida. No te creas que solo trabajando duro conseguirás resultados. Eso es lo que nos han vendido pero no es en absoluto cierto. La primera regla para lograr algo grande es tener el control sobre uno mismo, estar mentalmente preparado.

La mente, cuando no se domina, puede convertirse en una especie de ‘campo de concentración’ con sus pensamientos negativos, esos monstruos mentales que nos torturan, nos sabotean, nos arrinconan y nos hacen sentir pequeños: no soy bueno, no soy capaz, no me lo merezco, no se puede, es imposible, es muy difícil… Los pensamientos negativos son algo así como un ‘suicidio espiritual’.

No basta querer, hay que creer. Querer no es poder, creer es poder. La voluntad por sí misma no es suficiente. Hay un tema previo a resolver: nuestras creencias limitantes. Si tus creencias son de escasez, pobres, poco ambiciosas en cualquier ámbito –dinero, empleo, amor, relaciones personales...– porque así te lo han hecho creer, tus probabilidades de éxito son muy limitadas. Nuestro mundo ‘exterior’ (frutos = resultados) no es sino un reflejo de nuestro mundo ‘interior’ (raíces = creencias). No es casual que Henry Ford afirmase en su día: «Tanto si piensas que puedes como si piensas que no puedes, estás en lo cierto». Por eso añadía: «Busco hombres que tengan la infinita capacidad de no saber lo que no se puede hacer».

Coloque una pulga dentro de un frasco y tápelo. En ese momento la pulga empieza a saltar, pero como el frasco está cerrado, no puede salir. Tras varios intentos frustrados, llega un momento en que decide pararse definitivamente: ha llegado a la conclusión de que es imposible escapar. En ese momento, usted puede quitar la tapa del frasco que la pulga no intentará salir jamás. Si lo intentase, lo conseguiría, pero ha quedado programada para creer que no tiene salida. Así funcionan las creencias. 

En cierta ocasión, la presidenta de Microsoft, María Garaña, decía en una conferencia sobre ‘Emprendimiento’: 

 – La diferencia entre Silicon Valley y España no es el talento. Es el ecosistema, el entorno.

Hay entornos tóxicos y entornos estimulantes; entornos que alimentan la confianza y entornos que alimentan el miedo; entornos que sacan lo mejor de cada persona y entornos que reprimen el potencial que se alberga dentro de cada individuo. El entorno no es otra cosa que la tierra en la que uno se cultiva, y si la semilla es buena, pero el terreno no es fértil, no habrá fruto dulce. En los buenos entornos, el talento se expande; en los malos, se contrae. Un mal entorno es como caminar por arenas movedizas, por mucho esfuerzo que se haga, los avances son limitados; es como ir con el freno de mano echado. 

Pero hay buenas noticias: ante la luz, la oscuridad se disuelve. Si quieres que tu vida mejore, tienes que ‘buscarte la vida’ para moverte en entornos de alto rendimiento. A lo mejor tienes que poner punto final –o distanciarte de la manera menos traumática posible– a relaciones y personas tóxicas, muchas de ellas, probablemente, de tu círculo más cercano. ¿Es fácil tomar esta decisión? No, exige coraje y valentía. Desprenderse y dejar ir ciertas cosas para tomar otras. Vivir es elegir y elegir es descartar. ¿Merece la pena? Tú decides, pero no se puede tener un desempeño diez estando rodeado de gente que consume energía y te hace rendir muy por debajo de tus posibilidades. Ya lo dice un dicho popular: «Si vives entre codornices, es muy difícil aprender a volar como las águilas». 


 

Aprendiendo de los mejores’ (Alienta, 4ª edición) –nominado al Premio Knowsquare 2013 al mejor libro de empresa y en 2014 será traducido al chino– recoge más de 500 reflexiones de más de 50 conocidas personalidades a nivel internacional –diez por cada una de ellas– con sus correspondientes reflexiones por parte del autor en torno a cinco temas: Desarrollo Personal, Emprendimiento, Liderazgo y Management, Libertad Financiera y Espiritualidad.

En la obra se puede aprender de la sabiduría de empresarios (Amancio Ortega o Richard Branson), directivos (Jack Welch o Bill Gates), speakers (Anthony Robbins o Brian Tracy), expertos inversores (Robert Kiyosaki o Warren Buffet) o figuras que han dejado huella en la historia (Nelson Mandela o la Madre Teresa de Calcuta), entre otros muchos.


 Francisco Alcaide Hernández, experto en management y desarrollo personal. Autor de Aprendiendo de los mejores (Alienta, 2013) www.franciscoalcaide.com | www.aprendiendodelosmejores.es | @falcaide.

Artículo publicado en Executive Excellence nº109 feb14


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