Tu felicidad depende (sobre todo) de tus expectativas, por Francisco Alcaide
Decía el filósofo Ortega y Gasset que “la historia de la felicidad es la historia del hombre”, porque con independencia de las coordenadas de espacio y tiempo, la aspiración última del ser humano ha sido siempre ser feliz.
La pregunta es: ¿existe una felicidad ‘objetiva’? Es decir, ¿una felicidad de escuadra y cartabón, matemática y cartesiana? La respuesta es NO. La felicidad es un concepto ‘subjetivo’ que depende de las expectativas de cada persona. Dicho de otra manera: la felicidad es el gap entre expectativas y realidad, entre lo que deseo y lo que tengo.
La mejora en el nivel de vida durante el último siglo no ha tenido precedentes. De ello ha dado buena cuenta el científico Hans Rosling en su obra Factfulness donde aporta evidencias empíricas sobre ello. También el historiador sueco Johan Norberg asegura que la última década (2010-2019) ha sido la mejor de la historia: la tasa de pobreza a nivel global ha descendido del 18 al 8% (Banco Mundial); se ha reducido la mortalidad infantil un 30% (UNICEF); y ha crecido la esperanza de vida hasta los 73 años (ONU). No es casual que Eduardo Punset dijese cierta vez: “Cualesquiera tiempo pasado fue peor”.
Podríamos decir que vivimos en el mejor de los mundos posibles. A pesar de ello, sin embargo, nuestra felicidad no ha mejorado. Con otras palabras: la vida mejora (riqueza objetiva), pero la felicidad (bienestar subjetivo) no cambia. La explicación no es difícil de entender. Los seres humanos somos seres insatisfechos por naturaleza, ya que a medida que sube nuestro nivel de vida (riqueza), se incrementan al mismo tiempo las expectativas (deseos), con lo que como se suele decir: lo comido por lo servido.La felicidad es el gap entre expectativas y realidad, entre lo que deseo y lo que tengo
Hace algunos años la revista Time publicaba en su portada el siguiente titular: “¿Por qué si estamos tan bien nos sentimos tan mal?”. A raíz de esta portada, entrevistando al filósofo José Antonio Marina, le preguntaba cuál era su opinión sobre ese titular. Y me contestaba: “Ello es debido a que la percepción del bienestar es diferencial, no absoluta. El bienestar es la diferencia entre lo que esperaba y lo que tengo. Hay épocas de la historia en las que se esperaba muy poco y, por tanto, las expectativas se podían satisfacer con facilidad. Ahora vivimos con muchas expectativas. Se nos ofrecen continuamente posibilidades y como no podemos satisfacerlas todas, nos sentimos profundamente defraudados. La frustración no procede de la necesidad sino del exceso de expectativas”. La vida mejora (riqueza objetiva), pero la felicidad (bienestar subjetivo) no cambia
Resalto estas últimas palabras de la conversación: la frustración no procede de la necesidad sino del exceso de expectativas. Dicho de otra manera: objetivamente estamos mejor que nunca, pero subjetivamente nos sentimos muy mal. Ello es debido a dos factores:
- Comparación: hoy día es más fácil que nunca compararse con otras personas, porque las redes sociales son un escaparate al mundo, y podemos ver las vidas de los demás, que habitualmente solo muestran las luces, pero no las sombras, con lo que tenemos la sensación de que a los demás les va mejor de lo que pensamos. El psicólogo Jonathan Haidt, autor de La generación ansiosa, apuntaba: “En las redes sociales las personas no se comunican, sino que actúan para los demás. Ves los coches que llevan otras personas, las casas donde viven, los colegios caros a los que van. Hoy la posibilidad de decir ‘quiero esto, ¿por qué no lo tengo?’ es mucho mayor de lo que era hace tan solo algunas generaciones”.
- Brecha de riqueza: la clase media tiende a desaparecer y, por tanto, vamos a un mercado de ganadores (ricos) y perdedores (pobres), lo que genera más frustración. En el pasado la gente del mismo círculo social era más parecida en términos económicos y, por tanto, había menos diferencias entre unas personas y otras, con lo que la posibilidad de compararse era menor. En el pasado, la mayoría de jóvenes con 25 años, por ejemplo, llevaban una vida similar, hoy a esa edad hay chavales que viven en casa de sus padres porque no pueden independizarse, y otros que son millonarios (youtubers, influencers, tiktokers...), con lo esa diferencia genera una mayor frustración en el primer grupo.
La mala (buena) gestión de las expectativas puede hacer que una persona rica se sienta fatal y una persona humilde se sienta de maravilla. Sin embargo, esto es fácil decirlo y mucho más complicado hacerlo. A menudo, todos pecamos de una malsana gestión de las expectativas; unas expectativas descontroladas que nos hacen sentir miserables.La frustración (a menudo) no procede de la necesidad sino del exceso de expectativas
En 2007, el New York Times entrevistó a Gary Kremen, fundador de Match.com. En ese momento Kremen tenía 43 años y una fortuna de 10 millones de dólares. No obstante, en Silicon Valley eso le convertía solo en uno más: “Aquí con diez millones de dólares no eres nadie”, dijo. El periódico escribía: “Trabaja entre 60 y 80 horas semanales porque no cree que tenga dinero suficiente como para relajarse”. La mala (buena) gestión de las expectativas puede hacer que una persona rica se sienta fatal y una persona humilde se sienta de maravilla
Cómo evitar que las expectativas nos devoren
¿Qué podemos hacer entonces para no perder el sentido de la realidad y que las expectativas nos devoren? Algunas ideas:
- No a la comparación: ten presente que ‘en todos los lados cuecen habas’. Nadie lo tiene todo y a nadie le va bien en todas las parcelas de su vida: trabajo, familia, amigos, ocio... Hay gente que gana mucho, pero tiene poco tiempo libre; hay personas que les va bien en lo profesional, pero desastroso en lo personal; hay personas con abundancia material, pero con poca salud. Y así con todo. No es cierto que el jardín del vecino siempre sea más verde. Como reza el dicho: “Donde Dios te ha puesto, allí has de florecer”.
- No al deseo incontrolado: una vida sencilla da libertad y felicidad. Cierta vez, en una conversación con el artista Pedro Ruiz me decía: “Cada día nos cuesta más caro vivir peor. La vida pegada a lo natural es mejor. Nos enseñan pocas cosas buenas, pero hay una que nos falta a todos: sencillez. Sin ella lo que hacemos es pertrecharnos de cosas inútiles que arrastramos y que luego defendemos con violencia. Al lado de un olmo y un lago con poco que comer pero suficiente se está mucho mejor que en Nueva York o en Madrid perdiendo el día por aparcar. Nos hemos comprado un medio de vida absolutamente absurdo. Lo grande está en lo pequeño y lo pequeño está en lo grande”.
- No a la ingratitud: la gratitud tiene el poder de desactivar la negatividad de nuestra vida. Cuanto más agradecido eres, más satisfecho te sientes. En lugar de pensar en lo que te falta, piensa en todo lo que ya tienes y cómo te sentirías si te lo quitasen. La gratitud es riqueza; la queja es pobreza. El emperador Marco Aurelio, uno de los representantes del Estoicismo, afirmaba: “No sueñes con las cosas que no tienes, más bien reconoce las bendiciones de las cosas que sí posees. Luego, recuerda agradecido cómo estarías de ansioso si tus posesiones no fueran tuyas”.
Morgan Housel describe muy bien lo comentado hasta ahora en su libro Lo que nunca cambia en un mundo cambiante: “Tu felicidad depende más de tus expectativas que de cualquier otra cosa. Así que, en un mundo que por lo general tiende a ir a mejor para la mayoría de la gente, una habilidad importante en la vida es conseguir que tu meta deje de cambiar. Es también una de las más difíciles”. Y añade: “El dinero hace la felicidad de la misma forma en que las drogas dan placer: es algo increíble si se hace bien, peligroso si se usa para enmascarar una realidad y desastroso si uno no tiene suficiente”. Un buen lema para la vida es: sueños grandes, expectativas moderadas, necesidades pequeñas
No es casual que las estadísticas sobre depresión y problemas de salud mental se hayan disparado en las últimas décadas, especialmente entre la gente joven (menos madura) que está más pegada a los sentidos (a lo que ve, a lo material) y con menos capacidad para distinguir entre lo esencial (importante) y lo secundario (accesorio).
La madurez te enseña a mirar más hacia dentro y menos hacia fuera. En la propia entrevista citada con José Antonio Marina, también me dejaba la siguiente reflexión: “Un gran reto para la educación está en enseñar a disfrutar de lo que se tiene. Estamos fomentando una cultura de la ansiedad que no nos permite saborear lo que tenemos. Esto tiene un riesgo grave. Cuando una persona se encuentra continuamente frustrada tiene dos caminos: o se va hacia la depresión o se va hacia la violencia. En el Congreso Mundial de Psiquiatría celebrado hace unos años en España se dijo que el siglo XXI iba a ser el siglo de la depresión y la violencia. Estamos instalando a todo el mundo en una insatisfacción continua que al mismo tiempo consume de todo”.
En resumidas cuentas, un buen lema para la vida sería: sueños grandes, expectativas moderadas y necesidades pequeñas. Cierta vez le preguntaban a Charlie Munger (mano derecha de Warren Buffett) la siguiente cuestión:
― ¿Cuál es el secreto para ser feliz en la vida?
Y contestaba:
― La primera norma para ser feliz en la vida es tener expectativas bajas. Si tus expectativas no son realistas, vas a estar triste toda la vida. Hay que tener expectativas razonables y aceptar los resultados de la vida, buenos o malos, a medida que vayan ocurriendo, con cierta dosis de optimismo.
Como escribimos en Aprendiendo de los mejores (Alienta, 31ª edición): “La felicidad es una ecuación de dos patas: lo que tienes (riqueza) y lo que deseas (expectativas). Las dos son importantes: si no tienes para comer no puedes ser feliz, pero a menudo, el problema de la mayor parte de la gente no es lo que tiene (gran parte de la gente tiene cierta estabilidad) sino unas expectativas desbocadas que generan mucha frustración”.
¿Cuál es la conclusión a todo lo dicho? Ser feliz está en nuestras manos más de lo que pensamos; ser feliz es más sencillo de lo que creemos.
Francisco Alcaide Hernández, conferenciante, formador y coach en liderazgo y motivación. Autor del bestseller internacional Aprendiendo de los mejores (31ª edición). www.franciscoalcaide.com | www.aprendiendodelosmejores.es
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Artículo publicado en 2024.