Thomas L. Friedman: una visión optimista
El primer contacto que tuve con el trabajo de Thomas L. Friedman fue por recomendación de Benjamin Netanyahu, entonces viceministro de Asuntos Exteriores con el gobierno de Yitzhak Shamir. En aquellos momentos, primavera de 1990, Bibi no debía estar muy “enfadado” con Friedman, ya que me instó a leer From Beirut to Jerusalem… sé que más tarde -tras leer sus trabajos sobre Sabra y Chatila- su apreciación sobre el escritor estadounidense cambió, aunque espero que no su respeto profesional.
Aquel libro resultó mágico, e inició el camino de Friedman como autor de best sellers. Fue premiado con el galardón Cornelius Ryan y el National Book Award para libros de no ficción. Su carrera como escritor dio paso a otros grandes libros, pero si en algo destaca es como periodista curioso e infatigable investigador… Aunque quizás lo que más le hubiera gustado habría sido dedicarse al golf o el tenis de forma profesional.
Como periodista recibió su primer Premio Pulitzer trabajando en United Press International (UPI) en 1988 por su cobertura de las masacres de Sabra y Chatila durante la Guerra del Líbano. Entre 1984 y 1988, fue el corresponsal jefe para el New York Times en Jerusalén. Recibió entonces un segundo Premio Pulitzer cubriendo la Primera Intifada. El tercero fue el 2002, por su análisis periodístico sobre la amenaza terrorista en el mundo, y ya en 2004 le nombraron Caballero de la Orden Británica.
Como escritor, ya tras su ópera prima, escribió en 1999 un libro que dejó huella: El Lexus y el Olivo. A este trabajo innovador le han seguido varios, como El mundo es plano o Hot, Flat and Crowded, publicado en 2008.
Ahora nos deleita con una obra de arte optimista e inquisidora, como es él, basada en una profunda investigación: Gracias por llegar tarde. Siguiendo el sentido del libro, les adelantamos unas líneas:
“Hay años de vinos excepcionales, igual que años de historia excepcionales. 2007 fue definitivamente uno de ellos. Ese año nació un grupo de empresas que pusieron en marcha grandes innovaciones que han transformado la manera en la que la gente y las máquinas se comunican, crean, colaboran y piensan.
2007 comenzó con el lanzamiento del primer iPhone, el 7 de enero, en el centro Moscone de San Francisco. Steve Jobs dio inicio a un proceso por el cual se ha puesto en manos de casi la mitad de la población del planeta un ordenador, que es a la vez una cámara y teléfono conectado a Internet, con más capacidad computacional que toda la misión espacial Apolo junta. Ese mismo año, Facebook se hizo global, y una compañía llamada Twitter se convirtió, en 2007, en una plataforma independiente que empezaba a crecer a escala mundial. Asimismo, en 2007 el software más importante que existe, y del que posiblemente ninguno de ustedes haya oído hablar, se lanzó en abierto. Hadoop, que debe su nombre al elefante de juguete del hijo del fundador, básicamente proporcionó al publico el big data. Github abrió sus puertas en 2007 y hoy, con mas de 14 millones de usuarios, es el mayor repositorio de software de código abierto del mundo; no existe ninguna compañía que, de forma directa o indirecta, no se aproveche de la librería de productos que ofrece.
Pero esto era sólo el principio, porque poco más tarde una compañía llamada Google lanzó su sistema operativo, el Android, y compró una pequeña empresa de televisión llamada YouTube. En 2007, un joven de Seattle llamado Jeff Bezos lanzó el primer lector de libros electrónicos: Kindle. IBM empezó a construir el primer ordenador cognitivo al que llamó Watson. En 2007 tres universitarios, viendo que absolutamente todos los hoteles de San Francisco estaban ocupados por los asistentes a la Conferencia Anual de Diseño, decidieron alquilar sus tres colchones de aire, creando así Airbnb. También por aquellos días, Internet superó los 1.000 millones de usuarios, y los mensajes de texto superaron a las llamadas telefónicas. El coste de la secuenciación de ADN empezó a caer en picado gracias a las nuevas tecnologías, y se popularizó el proceso de extracción de gas de esquisto, el famoso fracking; sólo entre 2006 y 2008 las reservas de gas natural crecieron un 35%. También comenzó la revolución de la energía limpia y el despegue de la energía solar. El coste de generar un megabit de datos se colapsó… en ¡2007! La línea de intersección comparativa entre de la velocidad de transmisión de datos y el coste de un megabit se cruzaron… en 2007. ¡Y en 2007 se lanzó la nube!
Estos hechos hacen que 2007 pueda ser considerado como el punto de inflexión más importante en la historia de la humanidad después Gutemberg pero, ¿cómo ha pasado tan desapercibido? Debido a la gran crisis económica de 2008”. Así podríamos introducir el último gran libro de este ganador de tres Premios Pulitzer y uno de los columnistas más influyentes del mundo que escribe en el New York Times.
Thomas Friedman nos concedió recientemente una entrevista en la que preferimos no hablar demasiado del libro, aunque ¡HAY QUE LEERLO!
FEDERICO FERNÁNDEZ DE SANTOS: La población europea está cada vez más envejecida. Muchos mayores se sienten relegados por la globalización. También se ha generado un conflicto entre ellos y la evolución tecnológica. Este colectivo, por otro lado, acumula un gran poder electoral. ¿Puede el auge del populismo complicar aún más la situación?
THOMAS L. FRIEDMAN: En estos momentos el populismo está más motivado por los retos que representa la inmigración, es decir, por el nacionalismo, que por temas económicos. No conozco en detalle lo que ocurre en España, pero en Estados Unidos la digitalización ha influido positivamente en el el ámbito laboral. Ahora las personas trabajan más años, en parte porque se ven obligadas a hacerlo, ya que en muchos casos no tienen suficientes ahorros para su jubilación, pero también porque pueden hacerlo. Hoy existen más oportunidades de trabajo para las personas mayores, que pueden trabajar desde casa incluso a media jornada, apoyándose en las nuevas tecnologías. Si se tienen las habilidades y conocimientos necesarios, se puede continuar siendo parte de la población activa durante mucho más tiempo.
También es importante resaltar que Internet ofrece la oportunidad de continuar aprendiendo durante toda la vida. No creo que las cosas sean unidireccionales y, por eso, tampoco creo que las personas mayores se estén dejando influenciar por los movimientos populistas.
F.F.S.: Si bien hay muchos gurús políticamente correctos que minimizan el impacto de las nuevas tecnologías, especialmente el de la robótica, lo cierto es que -según muchos- se van a perder más puestos de trabajo de los que se puedan llegar a crear. ¿Hacia dónde nos puede conducir esta situación?
T.L.F.: Reproduzco en mi libro una frase de Vivek Murthy, máximo representante del estamento médico (Surgeon General) de los Estados Unidos durante la presidencia de Obama. En el encuentro que tuvimos le pregunté cuál era la enfermedad más común en los Estados Unidos. Si era el cáncer, los problemas de corazón o la diabetes… y me respondió que ninguna de esas: ¡era el aislamiento! Esto es algo sorprendente en la era de la conectividad. ¿Cómo es posible que en Estados Unidos la mayor enfermedad sea la depresión relacionada con el aislamiento? Pero él insistió en que, desgraciadamente, así era.
Como expongo en el libro, durante muchos años hemos trabajado con la cabeza pero en el futuro habrá muchas personas también trabajando con el corazón. Hemos pasado de trabajar con las manos a trabajar con la cabeza y, de aquí, a trabajar con el corazón. Las máquinas no tienen corazón y nunca lo tendrán. No pueden conectar desde un punto de vista humano, como lo hacen las personas entre ellas y, por eso, muchos trabajos migrarán en esta dirección.
Este es el caso, por ejemplo, de los trabajos de cuidados a mayores. En el libro recojo el caso de la cadena de restaurantes Paint Nite, que está creciendo como la espuma. Resulta que a muchos adultos les gusta pintar y, al mismo tiempo, reunirse para tomar algo. ¿Quién podía imaginar que se crearían puestos de trabajo para enseñar a pintar a adultos en un bar? Existen muchísimos campos aún por descubrir que permitan conectar, de corazón a corazón, monetizando pasiones.
Otro ejemplo lo vemos entrando en la web de Airbnb. Allí hay dos iconos: uno, homes (casas) y otro experiences (experiencias). Viendo qué hacer durante un viaje a Madrid, asombraba ver la cantidad de españoles que se ofrecían para enseñar a bailar flamenco, a dar cursos de cocina española, a hacer de guías en los museos o a mostrar la ciudad a los extranjeros… ¡Cada vez hay más personas aprendiendo a monetizar sus pasiones! Las personas tienen capacidades creativas que todavía no somos capaces de apreciar. Por eso, no me preocupa la potencial falta de trabajo en el futuro; es sólo algo “potencial”.
F.F.S.: Usted habla de la industria de la cólera, del enfado, y es algo que en España incluso se fomenta en la televisión. Esta actitud tiene consecuencias especialmente preocupantes con la aparición de nuevos medios de comunicación. ¿A qué se debe el nacimiento de medios extremos? ¿Somos conscientes de las consecuencias que esto puede acarrear?
T.L.F.: Los jóvenes están creciendo en un entorno muy influenciado por las redes sociales, y en este entorno se pueden encontrar todo tipo de ideas y facilidades para contactar entre las personas más afines. En Estados Unidos siempre ha habido gente de ultraderecha, pero antes era muy difícil que coincidieran, que se unieran para realizar determinadas acciones, o que se pusieran de acuerdo para crear medios de comunicación que divulgasen teorías conspiratorias que influyeran en la gente joven. Eso es lo que las redes sociales han aportado, y es una situación que me preocupa mucho.
F.F.S.: Entonces, ¿ya no existirán remansos como el Saint Louis Park de Minneapolis (Minnesota) donde usted se crió?
T.L.F.: Vivimos en un mundo donde la responsabilidad sobre nosotros mismos es creciente, y como únicos responsables de nuestro futuro, deberíamos preocuparnos de prepararnos para afrontarlo con la mayor formación posible. Los entornos de protección y las redes de salvaguardia que existían en el pasado están desapareciendo, si bien el proceso está siendo más lento en los entornos europeos debido a la pervivencia del estado de bienestar. Los tiempos en los que nos encontrábamos arropados por “papá estado” se están desvaneciendo, y no hay vuelta atrás.
Cada día nos vemos más obligados a enfrentarnos de forma individual a la adversidad, pero hay que reconocer que las opciones para progresar desde el punto de vista económico se están multiplicando, porque tenemos la opción de formarnos a través de Internet y de forma gratuita.
Sin embargo, si lo que buscamos es volver a, por ejemplo, la España de los años 80, recuperando el sistema social de protección, nos encontraremos ante una tarea imposible. Hay que buscar formas que permitan crecer y prosperar desde una perspectiva optimista, y esta es la filosofía que intento reflejar en mis libros y, además, el camino que muchos entornos están eligiendo.
Deteniéndonos a observar la evolución de las ciudades en Estados Unidos, vemos que éstas prosperan de forma muy diferente a como lo hacían en los años 50 y 60. Las urbes que más progresan son aquellas que han creado las “coaliciones adaptativas complejas”. Se trata de entornos donde la comunidad empresarial está profundamente involucrada en el sistema de educación público, y trabaja para hacer que éste sea capaz de proporcionar, en tiempo real, los conocimientos y habilidades demandados por la economía global, que son además los que esa comunidad empresarial necesita. Un círculo virtuoso donde el ecosistema empresarial está involucrado con el sistema educativo de muchas maneras; donde las comunidades filantrópicas aportan puestos interinos, becas o programas adicionales de formación; donde los gobiernos locales se encargan de contratar profesionales que viajan por el mundo vendiéndolas, promocionando sus atributos locales para atraer inversión.
Si hoy uno viaja por Estados Unidos, observará que es como un tablero de ajedrez donde hay comunidades que están construyendo las “coaliciones adaptativas complejas” necesarias para prosperar en el siglo XXI, las casillas blancas, mientras que las negras son comunidades que han fracasado en el intento. Esa es la gran brecha del país en la actualidad.
F.F.S.: Más de un entrevistado nos confiaba su pesimismo desde la perspectiva geopolítica y nos confesaba que temía que los jóvenes se hubieran olvidado del pasado, de las guerras. ¿Ve razonable esta preocupación?
T.L.F.: Lo que realmente me preocupa es que la gente tenga una actitud tan pesimista. Son muchos los que no ven el potencial que este nuevo sistema trae consigo. ¿Era algo tan maravilloso trabajar ocho horas todos los días cinco días a la semana? Es posible que ahora nos tengamos que preocupar más de la sanidad y la jubilación pero, a cambio, tenemos muchísima más libertad. Por eso, creo que debemos aprender a disfrutar del nuevo sistema, aunque éste nos obligue a ser más responsables de forma individual. Llegar a tu puesto de trabajo y hacer lo que te dicen tus superiores no garantiza que tengas el futuro asegurado, y por eso es fundamental adaptarse. Es cierto que necesitaremos más motivación, pero las oportunidades son cada vez mayores.
F.F.S.: En la industria publicitaria online se está produciendo un curioso movimiento en el que empresas como Unilever o P&G reducen su presupuesto digital. ¿Podríamos estar viviendo un momento pendular, donde se produzca una aproximación más racional a la publicidad?
T.L.F.: Eso espero. Trabajo en un periódico en el que los editores y los reguladores se encuentran en el mismo bando. Los editores se ocupan de la calidad y veracidad de los contenidos y también de que cuando se produzca un error, éste sea subsanado. Para garantizar la calidad de los contenidos, los reguladores implantaron medidas como, por ejemplo, la necesidad de identificarse si se quería poner un anuncio político en el New York Times. No se podía, ni se puede, hacer de forma anónima. En cambio, esto no ocurre en otros medios.
Cuando aparecieron Facebook, Twitter y YouTube, éstos no se consideraron a sí mismos como medios de comunicación, sino como plataformas tecnológicas y, por tanto, no necesitaban de editores, porque los mismos algoritmos se ocupaban de gestionar estos temas. Además, tampoco necesitaban reguladores porque, según argumentaban sus responsables, querían ser diferentes.
La realidad es que al ser soportes nuevos, ni los gobiernos ni la sociedad sabía cómo gestionarlos y, por lo tanto, se decidió confiar en ellos; pero han violado nuestra confianza. Confiamos en que iban a mantener sus plataformas tanto libres de trolls como de personas anónimas dedicadas a poner anuncios políticos por encargo de servicios secretos rusos, por ejemplo… pero no lo han hecho, y eso tiene que cambiar.
Por eso, ahora nos encontramos en un periodo de transición donde nosotros desde fuera, y ellos desde dentro, debemos estudiar cómo se tienen que gobernar estas redes para evitar los abusos. Pero por favor, que no me digan que por ser una plataforma, son diferentes.
Thomas L. Friedman, escritor y periodista ganador de tres Premios Pulitzer.
Texto publicado en Executive Excellence nº146 mar. 2018