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Despilfarro. El escándalo global de la comida

Tristam Stuart / Alianza Editorial

Galardonada recientemente con el Premio Sophie 2011 por sus aportaciones innovadoras, enérgicas, ingeniosas y reflexivas para crear una mayor conciencia sobre uno de los escándalos morales y medioambientales más patentes del mundo contemporáneo. 

Nos referimos al despilfarro de comida en todos los ámbitos de la sociedad, desde el cubo de basura de los hogares hasta los vertederos, desde los naranjales de California hasta los contenedores de los supermercados.

Los países ricos desechan hasta la mitad de sus recursos alimentarios, mientras que, en los países en desarrollo, las pérdidas se deben a la carencia de infraestructuras básicas: el problema no es la falta de alimentos, sino todo lo contrario, su despilfarro. En todo el mundo desarrollado la comida se considera un artículo desechable, sin relación con el impacto social y medioambiental de su producción. Las cifras son asombrosas: “En Estados Unidos se desecha el 50 por ciento de toda la comida. En Gran Bretaña se generan cada año hasta 20 millones de toneladas de residuos alimentarios. Los japoneses logran despilfarrar comida por valor de 11 trillones de yenes cada año”, asegura Tristam Stuart, autor del libro recientemente publicado en Alianza Editorial, Despilfarro. El escándalo global de la comida. El autor añade que “la mayoría de la gente no aprobaría la destrucción de grandes extensiones de la selva amazónica, y sin embargo eso es lo que está ocurriendo diariamente. Si los países ricos dejaran de tirar tanta comida, desaparecería en buena medida la presión sobre los ecosistemas que quedan en el mundo, y sobre el clima”.

Limitar el despilfarro no sólo es una forma de mejorar la eficiencia, sino también de acabar con la malnutrición de parte de la población más pobre, Stuart cree que “podemos reducir nuestro impacto sobre el planeta y mejorar la vida de los pobres del mundo simplemente usando la comida en vez de tirarla.”

Desde Yorkshire hasta China, desde Pakistán hasta Japón, el autor nos presenta a criadores de cerdos, cultivadores de patatas, freegans, directores de la industria..., y junto a los ejemplos más escanda­losos de derroche, soluciones sencillas y alentadoras. Mientras los supermercados tiran millones de toneladas de alimentos de buena calidad en Gran Bretaña hay 4 millones de personas que no tienen acceso a una dieta decente. En Estados Unidos en torno a 35 millones de personas viven en hogares que carecen de acceso estable a la comida, y en la Unión Europea se calcula que 43 millones están en peligro de pobreza alimentaria. Stuart cree que una “posible solución es que los excedentes de comida se redistribuyan y se donen a personas que los necesitan mientras estén frescos y se pueda comer”.

Sin embargo, la triste realidad es que incluso en países llenos de gente hambrienta hay un nivel de despilfarro asombroso. En los países ricos la comida se desecha deliberadamente; en los pobres se pierde inadvertidamente debido a la falta de recursos y tecnologías. Sólo la India despilfarra más de 580.000 millones de rupias de productos agrícolas cada año. En Sri Lanka se pierde del 30 al 40 por ciento de la fruta y la verdura.

Mediante una investigación objetiva y la exploración personal, este libro, que también incluye 28 fotografías, aborda todos los aspectos de una de las cuestiones sociales y medioambientales más acuciantes, y muestra cómo la forma en que vivimos ha generado una crisis global de alimentos y qué podemos hacer para remediarla. “La relación entre el despilfarro alimentario en los países ricos y la pobreza en el resto del mundo no es simple ni directa, pero, como muestra el libro, es muy real, y está en nuestras manos acabar con ella. Desde luego, la solución no consiste en mandar los tomates pasados o el pan rancio a los países pobres en vez de echarlos al cubo de basura”, concluye Stuart.