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Incentivos: la solución al cambio climático

(Tiempo estimado: 7 - 14 minutos)

“Una de las preguntas esenciales que más se me está haciendo es: ‘¿Funcionan los boicots de los inversores para ajustar el riesgo climático?’ Y mi respuesta es no”. El impacto producible frente al desastre climático, explica Lars Peter Hansen, es de una magnitud muy inferior a lo que se necesitaría; y de ahí lo primordial de atender a esta cuestión y averiguar cuáles son las estrategias válidas y efectivas para combatir el calentamiento global y, dado que ahora estamos inmersos en la pandemia, qué relación tiene esta con las diferentes medidas (dependiendo de países) que han sido implementadas.

En este contexto, el IESE celebró a finales de marzo las jornadas Resilience of the Financial System to Natural Disasters , un encuentro desarrollado bajo la regla Chatham House, que contó la participación del Nobel de Economía de 2013. Durante el evento, de dos días de duración, se debatió un proyecto de informe sobre la resistencia del sector financiero a las catástrofes naturales, que se publicará en junio de 2021.

Lars Peter Hansen (Illinois, 1952) se licenció en 1974 en Matemáticas por la Universidad del Estado de Utah. En 1978 se doctoró en Economía por la Universidad de Minnesota, y desde 1984 ha ocupado distintas Cátedras en la Universidad de Chicago en las áreas de Economía y Estadística, y en la Booth School of Business. Desde 2010, es David Rockefeller Distinguished Service Professor.

Autor prolífico, ha recibido numerosos galardones. Tras conseguir el Premio Fundación BBVA Fronteras del Conocimiento en 2010, alcanzó el Nobel de Economía en 2013, junto a Eugene F. Fama y Robert J. Shiller, por sus investigaciones sobre el precio de los activos financieros.

En sus últimos estudios e intervenciones públicas,  Hansen sostiene que, en la actualidad, se están realizando muchos esfuerzos, tanto en Europa como en EE.UU., para imponer cierto tipo de mandatos vinculados con el riesgo climático con la esperanza de que tengan efecto sobre los costes de capital de los grandes emisores de CO2 y que esto, de alguna manera, ayude a solventar el problema medioambiental. Sin embargo, en su opinión, esta postura no tiene sentido; ni siquiera se aproxima a una solución para el problema climático. A continuación, presentamos una síntesis de sus aportaciones más recientes sobre este asunto.

ESTÍMULOS PERTINENTES

Lo realmente necesario es crear los incentivos adecuados para que la reducción de emisiones sea financieramente interesante. Para ello, tendremos que plantear de forma razonable el precio apropiado para las emisiones de CO2.Es necesario crear los incentivos adecuados para que la reducción de emisiones sea financieramente interesante

Cualquiera que tenga una aproximación cuantitativa y haya observado los datos, comprobará que son muy atractivos. Gracias a ellos, podemos analizar a lo largo del tiempo la diversidad de resultados obtenidos frente al problema climático en los diferentes países, aunque todos tienen en común lo preocupantes, por malos.

Curiosamente, ocurre lo mismo con la pandemia. En EE.UU. la incidencia ha sido pésima, más del doble que en Canadá. Lo mismo sucede si miramos a Suecia con 13.000 muertos frente a Finlandia y Noruega, que registran un orden de magnitud inferior. Y hay países que prácticamente no han sido impactados por la pandemia. Ante esta situación, es evidente que nos faltan ciertos factores. Si un país está aislado al ser una isla, es más fácil protegerse y la evidencia de los resultados de Taiwán y de Nueva Zelanda está ahí. Si añadimos el ejemplo de China, estaremos de acuerdo con que los cierres a cal y canto tienen efectividad.

EL EFECTO TIEMPO

Los costes de la mitigación son tremendamente inferiores cuando no se ha extendido el virus por la comunidad y cuando se puede identificar a los individuos infectados… aislando la infección. Una vez pasado este punto y el virus comienza a expandirse, se hace muy difícil, y muchísimo más caro, frenarlo. Esa es una lección esencial para aprender, y es igualmente aplicable al cambio climático. En todas las conversaciones, echo de menos la palabra urgencia y el valor del tiempo.En todas las conversaciones, echo de menos la palabra urgencia y el valor del tiempo

Cuando se gestionan riesgos, el tiempo es un recurso muy escaso. Nada mejor que ilustrarlo con una conversación que mantuve con mi hijo el pasado enero de 2020. Él está licenciado en Inmunología y mi mujer me pidió que le llamase porque estaba preocupada por su conducta. Me explicó que estaba acumulando todo tipo de legumbres, alimentos, gel desinfectante..., preparándose para lo peor. Así que le llamé transmitiéndole la preocupación de su madre y su respuesta me dejó sentado: “Tú eres el experto en la gestión de riesgos. ¿No entiendes tú, y el resto de la gente, lo que significa el crecimiento exponencial?”. ¡Cuanta razón! Evidentemente, nos enfrentamos a la gestión de un riesgo con crecimiento exponencial que, si no se eliminaba de forma inmediata –cosa que no hicimos–, nos llevaría ante un gran drama, como así se ha demostrado.

Formo parte del Consejo de una Fundación donde dos miembros de dicha Junta son los ex responsables del CDC (Centro para el Control y la Prevención de Enfermedades). Cenando con ellos en enero de 2020, discutíamos sobre lo que estaba sucediendo. Estos directivos me explicaron que no debíamos preocuparnos, porque ellos sabían cómo gestionar esta situación. La realidad la conocemos todos, ya que en EE.UU. no fuimos capaces de detener el avance que, descontrolado, nos ha llevado a la situación en la que ahora estamos.

Personalmente, creo que las lecciones que hemos aprendido no son ciertamente cuantitativas. Hemos sido testigos de intervenciones de todo tipo, ya sea por parte de gobiernos, empresas o individuos. Pensar que las empresas basadas en la maximización del retorno actuarán de forma adecuada para proteger a sus empleados, y extrapolar que esa conducta es correcta para salvaguardar a la sociedad, me parece algo erróneo. Sin embargo, preocuparse por las expectativas del impacto sobre el flujo de capitales y porcentajes de descuento, preocuparse por las externalidades, del bien público y de las políticas, son cuestiones fundamentales por las cuales interesarse en el contexto del cambio climático.

IMPUESTO SOBRE EL CARBONO

Viendo el cuadro completo, lo central son las políticas públicas. Ante el cambio climático, las soluciones no pueden girar alrededor, o depender, de las empresas y sus acciones, particularmente si cuando hablamos de mitigación en el ámbito climático nos referimos a la reducción de emisiones.

Curiosamente, en el caso de la adaptación ante los impactos físicos también se utiliza la palabra mitigación, lo cual tiende a provocar confusión. Es evidente que las compañías no van a reducir sus emisiones para protegerse a sí mismas de ellas; lo que sí considerarán será construir, por ejemplo, activos físicos o protecciones ante los elementos climáticos.Es evidente que las compañías no van a mitigar sus emisiones para protegerse a sí mismas de ellas; lo que sí considerarán será construir, por ejemplo, activos físicos o protecciones ante los elementos climáticosHay incluso corporaciones que están considerando trasladarse, como es el caso de Helwett-Packard, que parece estar considerando abandonar Tejas, en parte a causa de las recientes inundaciones. Evidentemente, las empresas emprenderán algunas acciones, pero no todas ellas combatirán el riesgo sistémico al que la sociedad se enfrenta. Por eso pienso que necesitamos un impuesto sobre el CO2. Me parece que la solución es obvia: necesitamos un impuesto sobre el carbono.

Participo en el Climate Leadership Council, la aproximación bipartisana (republicanos y demócratas) que promueve el proceso de poner precio al carbono. Además, desde mi empresa nos hemos planteado detectar cuáles son los incentivos marginales para la reducción de las emisiones. Este aspecto es esencial frente a lo que llamamos un impuesto integral sobre el carbón (comprehensive carbon tax). Hemos realizado múltiples cálculos de los datos extraídos de 25 países durante los últimos 11 años. Esto nos ha llevado a analizar y estudiar no solo impuestos al CO2, sino impuestos y subsidios sobre las energías fósiles, sistemas de captura de CO2, subsidios para portfolios de renovables, tarifas y estándares bajos en CO2... Curiosamente, nadie antes había puesto en marcha ninguna investigación similar.

En términos de incentivos marginales para reducir emisiones, los impuestos sobre los combustibles fósiles son el mayor componente, a gran distancia de los demás. El impuesto sobre el carbono es un componente muy pequeño dentro del total, pero creemos que será mucho más relevante en el futuro. En la actualidad, existe una gran dispersión de los impuestos sobre el carbono en el mundo.En términos de estímulos marginales para reducir emisiones, los impuestos sobre los combustibles fósiles son el mayor componente, a gran distancia de los demás

Nuestras medidas integrales para incentivar la reducción de emisiones varían mucho dependiendo de los países. Van desde los -183 USD por tonelada en Irán a los más de +103 USD por tonelada de CO2 en Francia, según datos de 2019. Ese año el EU-ETS era de 30 dólares por tonelada. En líneas generales, los países de la UE tienen unos altos incentivos para la reducción de emisiones, mientras que en EE.UU. casi no existen.

Hay países con incentivos negativos muy fuertes. En primer lugar, son lugares con los precios de los hidrocarburos fijados, con lo cual si los precios globales de energía suben, también lo hacen sus incentivos. Analizando a lo largo del tiempo la media global, vemos que los incentivos de reducción de CO2 son de 13 dólares tonelada, algo totalmente insuficiente. La progresión de su incremento ha sido lenta, desde el mínimo de 5 dólares tonelada de 2012.Analizando a lo largo del tiempo la media global, vemos que los incentivos de disminución de COson de 13 dólares tonelada, algo totalmente insuficiente

Resulta interesante observar cómo estos incentivos marginales, que van desde -130 a +103, se correlacionan con la “carbon intensity” en términos de kilos por dólar de PIB. Se observa una relación positiva donde países como Francia destacan por su baja intensidad de emisiones, o cómo la curva de EE.UU. no hace más que mejorar. En cambio, también podemos observar países de alta intensidad en el empleo de hidrocarburos, como Arabia Saudita, Irán o China, este último altamente intensivo en el uso de hidrocarburos y con muy pocos estímulos para disminuir emisiones.

Otro aspecto interesante son las dinámicas de la intensidad de CO2 en función de los incentivos para rebajar emisiones. Podemos observar, en el eje vertical, el porcentaje de cambio en la intensidad de uso de carbono en la última década en función de los incentivos para la reducción de emisiones aplicados en el año 2008.

Parece evidente que aquellos países incentivados para reducir su huella de carbono, lo han hecho de forma significativa; mientras que otros como China o EE.UU. donde no existen acicates para tal fin solo disminuyeron un 30% sus emisiones. Por lo tanto, en el futuro, hemos de incrementar mucho los estímulos para la reducción de emisiones. Además, no puedo dejar de recalcar la urgencia –otra vez el factor tiempo– de tener claro que hemos de actuar de forma global.

Es esencial que nos focalicemos en la premura y en los roles básicos del sistema financiero: el de protegerse a sí mismo como a las corporaciones, los inversores o propietarios de activos, que igualmente deberían prestar atención a los riesgos relacionados con el clima que puedan afectarles.

Esos riesgos tienen que ver tanto con la transición a un mundo con cero emisiones netas como con los impactos físicos, aunque diría que, al final, la mayoría de los impactos físicos, para una empresa y para los individuos, pueden ser asegurados; y los seguros son un componente fundamental de todo este proceso.

Otro aspecto a considerar es la existencia de riesgos sistémicos para la sociedad. Las firmas y los mercados financieros tienen un papel determinante a la hora de dirigir el capital hacia la construcción de esa economía de cero emisiones que intentamos conseguir, y que sin duda tendremos en el futuro.Las firmas y los mercados financieros tienen un papel determinante a la hora de dirigir el capital hacia la generación de una economía de cero emisionesEl problema es que ahora no actúan por falta de incentivos, o porque estos se orientan al contrario de lo que se necesita. El flujo de capitales sigue dirigido hacia la economía clásica. Ante esto, es primordial advertir que, al construir hoy una central energética, no se debe pensar exclusivamente en los incentivos existentes –y que probablemente sean nulos–, sino que hay que pensar en los incentivos que existirán durante toda la vida útil de la central. Las expectativas de incentivos para reducir emisiones ejercen una influencia clara y determinante en los flujos de capital.

En mi opinión, no solo tenemos que crear expectativas de grandes incentivos como una sociedad global, sino obviamente también los incentivos en sí mismos.

¿DÓNDE APLICAR ESTOS INCENTIVOS?

Personalmente, creo que deberían aplicarse ante los desastres naturales. Trabajamos con un modelo de desastres climáticos que nos sirve para valorar lo sensible que son los resultados frente a problemas como la probabilidad de que se produzca una catástrofe o el impacto y consecuencias en función de la misma.

Por supuesto que, según los datos que incluyamos, podemos obtener todo tipo de conclusiones y es complicado ofrecer respuestas muy específicas, pero tampoco creo que sea necesario. Al final, una de las cosas que hemos de incorporar en el modelo es qué coste va a suponer la limpieza de la contaminación. Sobre este aspecto, contamos con algunas ideas.

En nuestro modelo, y es algo con lo que muchos científicos estarían de acuerdo, vamos a tener que hacer prácticamente de todo para sanear el planeta. Las soluciones medioambientales naturales, como plantar árboles o cambiar la agricultura y la ganadería, son las medidas baratas, que evidentemente habrá que poner en marcha; pero esto únicamente abarca un 10% del problema.

Nos enfrentamos a un asunto de tal envergadura que para muchos es muy complejo de entender. Debemos limpiar el desastre que hemos causado no solo a través de soluciones climáticas naturales, sino mediante la captura y el secuestro de CO2 directamente del aire; una captura a una escala increíble y durante bastantes décadas.Debemos limpiar el desastre causado con soluciones climáticas naturales, pero también con la captura y el secuestro de CO2 directamente del aire; una captura a gran escala y durante décadasLa mayor incertidumbre de lo que denomino la “back stop technology” es el coste que tendrá dentro de 20 o 30 años. Prácticamente todos los escenarios que planteamos en el modelo nos llevan a una significativa captura directa de CO2 en el aire. Los márgenes sobre los cuales deberíamos estar pensando giran alrededor de lo que habríamos de invertir para capturar una tonelada de CO2 de la atmósfera, ¡y eso costará mucho!

Aunque todavía desconocemos el coste a escala, sabemos que será tremendo y se necesitará una ingente cantidad de capital. Además, se requerirá mucha energía. A día de hoy se barajan cifras entre los 200 y 250 dólares por tonelada, aunque más adelante los costes caigan hasta unos 100-150. Nos movemos en un contexto de alta incertidumbre, y cuando no se tienen las respuestas, las valoraciones han de ser cautas y siempre al alza.

Esencialmente, la clave está en crear un precio elevado, armonizado y global para la reducción de emisiones, que se sitúe alrededor de los 100 dólares por tonelada. Para mí, esta es la respuesta y cuanto antes lo hagamos, mejor. Mientras tanto, estaremos creando un enorme pasivo para el futuro.

El incremento de la temperatura máxima del mar respecto a temperaturas históricas es de 1 grado. Si no actuamos, en una década será de 2. Si actuamos, se frenará a 1,7 y la diferencia entre ambos supuestos es inmensa. Cuando se habla de gestionar el riesgo, siempre se plantean los escenarios más peligrosos. ¿Sabemos cuál es nuestro peor escenario? El impacto sobre el bienestar de las personas, sobre la biodiversidad, sobre el coste de la limpieza…

Al analizar los costes de la gestión de riesgos en los mercados financieros siempre entramos hasta el fondo. Si procedemos de la misma manera para abordar el cambio climático, también tenemos que plantearnos los peores escenarios.

El problema medioambiental es real, grave y urgente. Debemos centrarnos en poner precio al carbono inmediatamente.


Reflexiones del premio Nobel Lars Peter Hansen. Profesor de la Universidad de Chicago.

Primera foto de emisiones: © Chris Leboutiller en Unsplash. Foto de la ciudad: © Ale Álvarez en Unsplash.

Artículo publicado en Executive Excellence n174, abril - mayo 2021.


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