Enrique Iglesias: España debe ampliar alianzas con América Latina
Uruguayo de origen español, después de diecisiete años como presidente del Banco Interamericano de Desarrollo, con sede en Washington DC, Enrique Valentín Iglesias empieza su gestión como secretario general iberoamericano el 1 de octubre de 2005.
Anteriormente, fue ministro de Relaciones Exteriores de Uruguay (1985-1988); secretario ejecutivo de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) de las Naciones Unidas, de 1972 a 1985; secretario general de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Fuentes de Energía Nuevas y Renovables que tuvo lugar en Nairobi, Kenia, en 1981, y presidente de la Reunión Ministerial que diera inicio a la Ronda Uruguay del Acuerdo General sobre Aranceles y Comercio (GATT), en Punta del Este, Uruguay, en 1986. Entre 1966 y 1968 fue presidente del Banco Central de Uruguay.
Iglesias inició su carrera en 1954, en el sector privado, como director de la Unión de Bancos del Uruguay. En el campo académico, fue profesor de Desarrollo Económico y director del Instituto de Economía de la Universidad de la República de Uruguay. Fue miembro del Directorio del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO), y participó en diferentes cursos de la CEPAL, de la Asociación Latinoamericana de Integración (ALADI), y del Instituto Latinoamericano y del Caribe de Planificación Económica y Social (ILPES) de Naciones Unidas, a cuyo Directorio perteneció desde 1965 y del cual fue presidente entre 1967 y 1972.
Ha escrito cuantiosos artículos, ensayos y libros sobre las diferentes dimensiones del desarrollo de América Latina y ha recibido numerosas distinciones y reconocimientos internacionales, entre ellos el Premio Príncipe de Asturias, la Gran Cruz de Isabel la Católica y, en enero de 2010, la Insignia de Gran Oficial de la Legión de Honor; además de las más altas condecoraciones de los países latinoamericanos.
Iglesias es doctor honoris causa por las universidades de Liverpool (1987), Carlton, Ottawa (1991), Autónoma de Guadalajara, México (1994), Cándido Méndes de Río de Janeiro (1994), Southeastern Louisiana University, de Estados Unidos (2000), Nacional Mayor de San Marcos en Lima, Perú (2001), Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra de Santiago, de República Dominicana (2004), Universidad de Las Palmas de Gran Canaria (2006), Universidad de Salamanca (2006), Universidad Europea de Madrid y la Universidad Andrés Bello de Santiago de Chile (2008) y por la Universidad de Chiapas (2009).
En 2003, el entonces secretario general de la ONU, Kofi Annan, nombró a Enrique V. Iglesias miembro de la Comisión de Alto Nivel para evaluar las amenazas a la paz y a la seguridad mundial, así como la reforma de la ONU. En 2005, Annan volvió a contar con Iglesias como experto mundial para el Grupo de Alto Nivel de la Alianza de Civilizaciones, una iniciativa del presidente del Gobierno español, José Luis Rodríguez Zapatero y del primer ministro de Turquía, Racip Eyep Erdogan.
En noviembre de 2008, en la XVIII Cumbre Iberoamericana de Jefes de Estado y de Gobierno celebrada en El Salvador, fue reelegido como secretario general iberoamericano.
La SEGIB (Secretaría General Iberoamericana), órgano permanente de apoyo institucional y técnico a la Conferencia Iberoamericana y a la Cumbre de Jefes de Estado y de Gobierno, está integrada por los 22 países iberoamericanos: 19 en América Latina y tres en la península Ibérica, España, Portugal y Andorra.
FEDERICO FERNÁNDEZ DE SANTOS: Según nos comentaba recientemente Marco Antonio Slim, por primera vez en años América Latina goza de instituciones y sistemas financieros relativamente sólidos y de un acceso a financiación con unos intereses jamás vistos. El proceso de desarrollo en el que se encuentra esta región, en general, está generando grandes expectativas y, como él decía, “si logramos hacer bien las cosas en década y media se eliminará el subdesarrollo”. ¿Comparte esta opinión de que estamos en un momento estratégicamente clave?
ENRIQUE IGLESIAS: Sí, la comparto, aunque con calificación. Es decir, todo eso es cierto y posible, yo diría incluso que antes, pues en el año 2020 varios países pasarán de los 20.000 dólares per cápita, con lo cual serán considerados como desarrollados.
Hoy disfrutamos en América Latina de unas posibilidades que no hemos tenido nunca, y en todos los campos: económico, social e incluso el político, pero hay varios if. Todo eso sería posible si no se diera, en primer término, un cataclismo financiero como el que podría ocurrir si no se arreglan los actuales problemas, especialmente en Europa; y si la economía China no tuviera que hacer importantes ajustes internos para llevar adelante su crecimiento. Si ambas cosas sucedieran, América Latina tendría impactos, por eso sería necesario anticipar esa posibilidad y estar prevenido ante cualquier opción que pueda venir desde el exterior.
F.F.S.: Usted ha pasado por experiencias tremendamente formativas, y conoce de primera mano las “recetas” que se están proponiendo para el desarrollo de América Latina. Considerando su bagaje y conocimiento, y habiendo vivido diferentes procesos, ¿cuál es la solución que considera más efectiva para el relanzamiento de la comunidad?
E.I.: Diría que estamos aprendiendo una sabiduría incremental, fruto de las buenas y malas cosas que dejaron algunas experiencias, y tratando de hacer una simbiosis inteligente de todas ellas para movernos con mayor pragmatismo hacia el futuro.
En general, creo que hoy somos más pragmáticos que hace 30 años, cuando en una primera etapa pensamos que el Estado era el gran motor de todo. Ciertamente no fue así, la historia nos lo demostró, y tuvimos un periodo muy difícil de la realidad de América Latina, el periodo del endeudamiento alegre y los grandes ajustes de los años 80, que fueron dramáticos. Luego pasamos a una segunda etapa, la de creer que el mercado lo resolvía todo, y nos tomó también por sorpresa las crisis del segundo quinquenio del año 2000.
Ahora estamos más curtidos y hemos aprendido mucho. Le diría que hoy el modelo pasa primero por evaluar esas experiencias y, después, por entender que ya somos una economía altamente globalizada, y que dependemos mucho de la convención internacional. Siempre fue así, pero nunca lo tuvimos tan claro. Ahora las líneas de dependencia (exportaciones, importaciones, las relaciones en materia de inversión, de incorporación tecnológica, etc.) son mayores que las que teníamos antes. En su momento, conocimos la cara linda de la globalización y, estos últimos años, también la fea. Hemos tenido que hacer frente a endeudamientos abultados que han causado grandes traumas, de manera que estamos mucho más seguros del camino que hay que transcurrir para evitar los excesos de optimismo, y también de pesimismo.
América Latina tiene una oportunidad real, existe, pero pensar que hemos llegado a la tierra prometida sería una gravísima ilusión y, como usted sabe, quien vive de ilusiones vive de desengaños. Tenemos que adelantarnos y prepararnos para navegar en tiempos difíciles como los que vamos a vivir en los próximos años.
F.F.S.: Existe un déficit democrático en algunos países latinoamericanos, donde se pretende una legitimación de cara al exterior pero se desconfía internamente. Más de un político ha utilizado medios democráticos y, una vez alcanzado el poder, los ha subvertido. La gente tiene miedo a la intromisión política de otros países y a sus estrategias “expansivas”. ¿Pueden producirse procesos de involución democrática que frenen el potencial momento de desarrollo?
E.I.: Espero y deseo que no, pero tenemos que partir de la base de que la democracia nunca es un instrumento perfecto, sino que se va mejorando con el tiempo. Hay una democracia de origen extendida en toda América Latina, se vota en todas partes y se dan procesos de participación ciudadana que hace muchos años no teníamos, porque había regímenes de fuerza o autoritarios que lo impedían. Existe una democracia originaria.
Ahora bien, todavía no hemos llegado a una democracia legitimada por la sociedad, o no en todos los aspectos, y eso hace que debamos tener cuidado en no sobreestimar los logros de la democracia de origen y trabajar por conseguir la legitimada en sus logros económicos y sociales. Los países están avanzando y han de respetar ciertos valores fundamentales, como los que se relacionan con los medios de comunicación o con los mecanismos de elección y reelección, donde siempre se dan imperfecciones.
A pesar de todo esto, creo que debemos decir con satisfacción y orgullo, sin jactancia, que somos la región, dentro del mundo en desarrollo, que más ha hecho por conciliar los avances en su democratización con los avances en su desarrollo. Muchas democracias, prácticamente del Tercer Mundo, han avanzado en sus logros, sobre todo económicos, pero no mucho en materia de desarrollo político, y viceversa. Si uno mira para atrás, ha de reconocer que hemos conseguido importantes logros en ambos campos. Es cierto que ninguno de los dos es perfecto, pero yo creo que el desarrollo siempre tendrá una pata floja y existirán problemas en la democracia en varios frentes que habrá que mejorar.
F.F.S.: Las ventajas competitivas -idiomáticas y culturales- de España en el entorno latinoamericano han tenido mucho peso, y ya son muchas las grandes empresas centradas allí. Sin embargo, ahora todos los países competimos por los recursos y las materias primas (por ejemplo, China e India están aproximándose a Latinoamérica). ¿Podrán las empresas españolas mantener ese nivel de penetración?
E.I.: Nosotros tenemos muchas economías abiertas a la inversión y, por tanto, España va a tener que competir, aunque parte con una buena ventaja porque en los años 90 hubo una masiva intervención de empresas españolas, cuando nadie -o muy pocos- se aproximaban a la región, salvo los inversionistas tradicionales. Creo que España tomó riesgos importantes en momentos en los que no era fácil creer en América Latina, y ahora está cosechando. Fue una buena decisión.
Ahora se están despertando muchos países de Europa que habían dejado América Latina para concentrar sus inversiones en Asia, y hoy están mirando con mucho interés a la región, que cuenta con el único país emergente dominante del área occidental: Brasil (el único de los BRIC). España parte con una ventaja que se le ha escapado de las manos a otros inversionistas: la presencia en el sector bancario. Quien tiene una banca presente en América Latina tiene un enorme canal de comunicación y de penetración. Los bancos de países como Inglaterra, Italia o Francia se retiraron o se contrajeron, y España se mantuvo expandiéndose, y eso es un inmenso capital, aunque tenga que seguir compitiendo. Si España es importante para América Latina, puede que América Latina lo sea mucho más para España, pues quizá sea su gran oportunidad.
F.F.S.: En sus discursos, utiliza con frecuencia el concepto de ciudadanía y alude a la implicación que deben tener los municipios y las organizaciones locales en todos los procesos, tanto de desarrollo económico como de democratización. Es decir, apuesta por una política muy arraigada al terreno, que busca la implicación de la base para el desarrollo.
E.I.: En el fondo, creo que si algo nos ha enseñado la historia económica y política de las últimas décadas es que en el poder local hay un verdadero potencial creativo y participativo. Confío en los gobiernos locales, por supuesto conciliados con los intereses nacionales, porque hay mucha fuerza creativa en la base local de la sociedad, hay mucho más contacto con la opinión pública, más capacidad de movilización de recursos humanos y materiales, tanto en el campo económico como cultural.
Uno de los instrumentos más visibles de esta realidad son las pequeñas empresas y las microempresas, que en América Latina son muy abundantes, y que han sido un factor fundamental para hacer frente a la pobreza. El contacto del político con la gente es mucho más fácil en una alcaldía y en una provincia que directamente desde las capitales. El mundo que estamos viviendo requiere mucha participación, por eso soy tan partidario de darle entrada a los gobiernos locales en las estrategias de desarrollo.
F.F.S.: El aspecto de la cultura cada vez tiene más importancia en el desarrollo de la sociedad; de hecho, usted comentaba en una de sus intervenciones que más de un 5% del PIB mexicano tenía un origen cultural. Marco Antonio Slim nos decía que el futuro de Latinoamérica es básicamente entertainment, servicios y sanidad, que son las tres áreas que realmente pueden tener un gran crecimiento en el futuro. ¿Qué expectativas ve al sector cultural y al entertainment en Latinoamérica?
E.I.: Primero, hay que partir de la base de que Iberoamérica es una potencia cultural. El eje vertebrador de esa llamada comunidad americana es la cultura, o sus culturas, que tiene una dimensión espiritual, pero también política –porque es la que nos une-. Gracias a las dos lenguas que vertebran la base cultural de las economías, español y portugués, existe una enorme capacidad de movilización de recursos humanos.
Hoy en día, la cultura cuenta como un valor económico. En América Latina somos pioneros en el campo de la artesanía, de la música... Precisamente ayer leía en un diario que en EE.UU. la gente que estudia español es más que la que estudia todas las otras lenguas extranjeras juntas. Por eso, me da un poco de pena ver que, en los planteos políticos de los grandes debates actuales, Iberoamérica está ausente. Es una lástima que estos temas no formen parte del debate público, sobre todo en momentos de elecciones. Al igual que el tema de la inmigración. Hay que acostumbrarse a que la inmigración es un ida y vuelta a lo largo de la historia, pues hoy en día muchos españoles jóvenes están emigrando a América Latina.
F.F.S.: Podemos decir que, desde 1996 hasta 2004, hemos pasado de ejercer un liderazgo bastante claro en las áreas industriales, productivas o de capacidad de influencia política, para acabar en la antítesis, que es la Alianza de las Civilizaciones, la cual no ha mejorado el rol de España. Teóricamente, se va a producir una inversión en la política de nuestro país, ¿cree que también debe cambiar la política española respecto a Latinoamérica?
E.I.: Creo que América Latina y España han cambiado y, por tanto, las políticas deben ir en consonancia. Nosotros no somos ya la América Latina de los años 90, ni ustedes tampoco; pero hay que cambiar para mejor y hacer más cosas, partiendo de ciertas premisas importantes.
En primer lugar, hemos de reconocer el cambio de ambas partes; en segundo lugar, considerar que hay un regionalismo muy activo en América Latina, que hay que respetar y fomentar. América Latina tiene hoy pantalones largos, cuando quiere resolver sus temas políticos responde por ella misma y tiene que ser así, sin interferencias de ningún tipo. Estamos ante un continente maduro, y hay que dialogar con sus empresas en materia de intereses económicos.
Actualmente, las empresas multilatinas son muy poderosas en la región, y abren un nuevo campo al diálogo y a la cooperación. Además de reconocer la identidad política de América Latina, también esperamos que empresas latinas inviertan en Europa, mucho más activamente de lo que ya lo están haciendo. Es cierto que consideramos a España como socio privilegiado, pero cuidado, porque va a tener que competir globalmente. Como le decía, ahora tiene unos vehículos de comunicación muy aceptados, con la presencia de la banca, además de los desarrollos tecnológicos, que importan mucho. Uno de los grandes factores de atracción en América Latina es la inversión en infraestructura, donde España ocupa los primeros puestos. De hecho, en las grandes licitaciones, España gana en la mayoría de los casos, porque tiene una capacidad de construcción de infraestructuras, con gran productividad. Tanto es así que nosotros, justamente anticipando esto, hemos pedido a la CAF (Corporación Andina de Fomento) que realice un documento anual sobre infraestructura, que se presentará por primera vez en la Cumbre Iberoamericana de Asunción (Paraguay).
En definitiva, España debe ampliar el espectro de las alianzas con América Latina, afectando a las multilatinas, pero también a las pequeñas y medianas empresas. Creo que ahí existe una veta formidable para poder actuar. Cuando uno va a esos niveles, se da cuenta de que en la inversión cuenta mucho el idioma, la cultura, la forma de entenderse, el respeto a los mismos parámetros jurídicos, la forma de ver el mundo... Yo he visto las dificultades que han tenido algunos países europeos para ocupar espacios en Europa del Este, porque todos esos factores cuentan para promover la pequeña y mediana empresa. En cambio, nosotros hemos tenido algunas experiencias positivas con empresas latinoamericanas, en este caso argentinas, que han venido a pedir diálogo en distintos sectores para “hacer matrimonios”. Esas son las experiencias que abren una nueva frontera a España, y hay que apoyarlas.
Entrevista publicada en Executive Excellence nº85 oct11