El deportista más allá de la cuenta de explotación
Por Igor González de Galdeano, ex ciclista profesional y CEO de Kirolife.
Las personas que lideran una organización deportiva de máximo nivel acumulan una gran responsabilidad. De la forma en la que obren se verán afectados tanto los deportistas como el cuerpo técnico. En muchas ocasiones, por no decir en todas, prima el qué (resultado) por encima del cómo (personas). Se desarrollan planes estratégicos respondiendo, al parecer, al qué y quién, con el fin de ser competitivos. En ese camino, la creación de una cultura es fundamental. Ha de responder al porqué (ganar) y al cómo. Ambos conceptos chocan, pues proponer una cultura del bienestar sin garantizar el resultado crea ilusiones, no realidades. Tiende a generar, en fin, una frustración a gran escala.
Proponer una cultura del bienestar sin garantizar el resultado crea ilusiones, no realidades, y tiende a generar una frustración a gran escalaEn muchas instituciones deportivas, están generándose situaciones preocupantes de retiradas prematuras de deportistas promesa que albergan un gran talento. Muchos jóvenes, sin cumplir aún la mayoría de edad, son adulados por entidades que requieren de sus servicios para adueñarse del futuro prometedor que probablemente atesoran. Sueñan con que un día sean líderes y atraigan patrocinadores. Esos infantes llegan con un talento físico excepcional, que, acompañado de ausencia de miedo a afrontar los retos, les hace alcanzar con frecuencia el éxito. Son ambiciosos, competitivos, pero como fin, no como objetivo. No buscan necesariamente ser un referente y pertenecer a ese grupo en el que los contratos firmados deslizan cantidades inalcanzables para el resto de los mortales. Hacen lo que les gusta y les acompaña una frescura que ante nada se detiene.Muchos jóvenes llegan con un talento físico excepcional, que, acompañado de ausencia de miedo a afrontar los retos, les hace alcanzar con frecuencia el éxito. Son ambiciosos, competitivos, pero como fin, no como objetivo
Un día te suena el teléfono y al contestar se escucha:
– Soy representate de deportistas y me gustaría hablar contigo.
Bulle la expectación. El interlocutor se muestra optimista sobre tu futuro deportivo y todo son perspectivas de un suculento contrato que puedes llegar a alcanzar. Es lo que habías anhelado.
Firmas un acuerdo de larga duración. Con tan solo 18 años dispones de un convenio legal que nunca hubieses imaginado. Tu entorno está en una nube, los medios se hacen eco. Eres el centro de todas las noticias. He aquí un ejemplo: «A veces no hemos estado a la altura de la situación. Siempre la hemos apoyado, pero no sabíamos qué hacer, nos quedó todo muy grande. Cuando ganó el primer Mundial solo pensé: 'Ay, Dios mío, ¿Ahora cómo ayudo a mi niña?'», reconoce Toñi Moreno, madre de Carolina Martín (21 años), leyenda del bádminton.
El equipo se encarga de encontrar al mejor preparador, recuperador, fisiólogo y médico. Todo supervisado por el representante que ve, junto al equipo, una cuenta de explotación en el deportista. Defenderán, esto sí, que su preocupación por la persona se halla por encima de cualquier otro interés.
Un camino de autoexigencia
Continúas tu trayectoria. Ya no vale lo que hacías hasta ese momento. Como profesional debes cuidar más detalles. Cambias de forma brusca algo natural por algo forzado que en temprana edad resulta por lo menos impactante. Los cambios se viven con la ilusión. Has de renunciar a muchas cosas que hacías, todo por adaptarte a la categoría, a las normas, a la nueva vida, donde la disciplina, el entrenamiento y la competitividad son altísimas. "La gente que no está en el ciclismo no tiene idea de la cantidad de trabajo y el sacrificio que hacen falta para llegar a ser un ganador de una gran Vuelta. Realmente no me veo a mí mismo pudiendo hacer eso. Me pregunté, '¿puedo hacer esto durante los próximos 10 años?”, resumió Campbell Flakemore, promesa ciclista retirado a los 23 años.
Abandonas los estudios; la dedicación al deporte que ahora es negocio lo justifica. No estás tanto con tus amigos como te gustaría. Los viajes se suceden y las competiciones se multiplican. Te trasladan que es parte de la formación y que debes de aprender rápido. Otros con los que competías años anteriores obtienen mejores resultados que los tuyos. Afirmas que no te importa, pero en realidad te recorre un sentimiento de rechazo frente a quienes avanzan.
Las personas cercanas te apoyan, pero siempre surge un interrogante:
– ¿Has visto a…? Está rindiendo a gran nivel.
Algo se remueve dentro de ti. No puedes evitar que se agite la rabia. Los miedos empiezan a surgir. "Sentí mucha presión, dejé de disfrutar y empecé a sufrir ansiedad", explica la ex saltadora Nuria Caballero, de 22 años.
Firmaste un contrato de tres años y llevas dos. Queda poco para justificar la apuesta. No hay resultados. Te está costando. Los medios comienzan a preguntarse qué es de ese deportista con proyección en uno de los mejores equipos. Te siguen animando, apoyándose en la perspectiva de la que todos hablaban. Esas entrevistas van trasladando más temor. Se crean unas esperanzas a las que hay que responder.
El año no resulta fácil. Durante ese periodo, las enfermedades, lesiones y caídas te acompañan y dificultan cumplir. Situaciones personales también te desestabilizan y los resultados no llegan. Siguen creyendo en ti. Creen que te metes demasiada presión. Que debes dejar salir al campeón que llevas dentro. Te dejan descansar durante un periodo:
– ¡Cógete unas vacaciones!, te aconsejan.
Tú no quieres reposo. Anhelas ser el joven que disfrutaba entrenando, compitiendo, ganando.
“Cuando di el salto a profesionales, me caí en Le Samyn y no lo superé mentalmente. Trabajé duro durante los meses de invierno pero tras esa caída sentí que mis esfuerzos fueron en vano. En Nokere Koerse me volví a caer. Iba siempre en la parte trasera y no dejaba de preguntarme si era lo suficientemente bueno”, confesó Xandres Vervloesem, promesa ciclista retirado con 22 años.
Llega el día. Te encuentras en el momento justo, en la situación idónea para demostrar quién eres. Antes de afrontar la situación, salen todas las aprensiones que has ido acumulando. Las prevenciones que paralizan, que te hacen pensar en negativo.
No consigues resolver.
– ¡Casi!, se escucha.
– No lo ha hecho mal, se oye.
Tus entrenadores, frustrados. Tú no estás contento. No has estado a la altura. Has sentido el recelo que acumulas que te hace dudar, que no te deja ver con claridad. Nunca habías sentido nada igual.
"Antes de que empezara la clasificación para los Juegos de Sochi murió mi padre. Yo era muy joven, nadie habló conmigo, no había psicólogo en la Federación y lo gestioné como pude. Pese a ello, logré buenos resultados e iba a conseguir la plaza, pero hubo un momento que se me vino todo encima. Estaba en competición y mi mente desconectaba. Un día, después de un salto, tenía que absorber el impacto y, en vez de eso, salté. Una tontería muy grande. Me lesioné de gravedad. Por culpa de eso no fui a los Juegos, me encerré un mes en casa para no ver nada y después ya no fue lo mismo. Volví a competir como si no pasara nada, pero me volví a lesionar. Ahí ya pensé: o hago algo o me matas. Y lo dejé», remataba Ana Amor, promesa del snowboard.
Sigue tu temporada. Parece que esa luz que viste un día no vuelve a encenderse. No consigues rendir al nivel. Eso te carcome.
Acaba tu contrato trienal. Sigues siendo promesa. Solo 21 años. El equipo se plantea no renovarte. Te han remunerado, pero las esperanzas no se han cumplido. Incertidumbre para tu cerebro. Te proponen la renovación de un año, con reducción sustancial de salario. No sabes qué pensar.
Preguntas a tu manager. Le marcas tres veces y no te atiende. Te pone un mensaje: “Te llamo enseguida”. Lo hace al día siguiente y te traslada tranquilidad. Tu cerebro está bloqueado por los sinsabores que has ido acumulando.
– ¿Y si todo se debe a un problema de salud, una enfermedad oculta que no le deja rendir a tu mejor nivel?, se pregunta alguien que te conoce.
¡Qué gran idea! Todo problema debe de tener una respuesta. Te pones en manos de los médicos. Tras semanas de revisión, analíticas y alguna prueba especial, nada es concluyente. El cuerpo deja rastros de esfuerzos, de sufrimiento, de caídas y lesiones.
Te entregan un diagnóstico -principio de fatiga crónica- y te sugieren que descanses y tomes una medicación. Tu manager está al tanto, pero ocupado con otros clientes.
"He sentido que la batería está completamente vacía. Y puede que tarde un tiempo en volver a recargarse. No creo que sea algo que pueda solucionar en una o dos semanas. Primero tengo que sentarme con mi entrenador. El caso es que ahora mismo estoy completamente parado", se vació Thibau Nys, (21 años) uno de los mejores especialistas en ciclocross del mundo.
De pasión a tortura
Recomienzas los duros entrenamientos. Pasan varios meses y en una de las pugnas vuelves a estar en disposición de resolver. No lo logras. Llegas al hotel cabizbajo. Desde casa te animan. Sigues con tus ejercicios largos y duros. La mente está cansada. Te planteas abandonar ese calvario. Tu segunda voz es tu peor enemigo. No la controlas.
Tras una noche insomne, por la mañana tienes la decisión tomada. Decides abandonar el deporte que te hacia vibrar. Sentías pasión, pero hoy es una tortura. Comunicas tu adiós.
"Hubo un momento en que ya no llegaban los resultados. Iba a vida o muerte, no disfrutaba del proceso y eso no me ayudó. Lo dejé y me marché a acabar la carrera de ADE a Inglaterra, estaba muy quemada”. "Ha sido una decisión muy dura, llevo toda la vida haciendo esto, lo he disfrutado mucho y lo he vivido al cien por cien. Recuerdo los momentos buenos y los malos también. El tenis era y es mi vida, será duro empezar a cambiar las rutinas que me han acompañado", sintetiza Julia Payola, tenista retirada con tan solo 23 años.
En el deporte, la reglas del juego son claras. Simon Sinek, escritor y experto motivador inglés los califica como juegos finitos. Su ejemplo parte del análisis de las competiciones deportivas, donde existen unas reglas rígidas: número de deportistas del que puede disponer cada plantilla, manera de distribuirlos, calendario, competiciones que afrontar, duración y resultado. No hay tregua.
Su reflexión va más allá, y partiendo del ejemplo del deporte, la dirige a la mentalidad con la que los líderes deben afrontar la gestión. Eso influye de forma directa en el desarrollo de los individuos. Juego finito o infinito; mentalidad finita o infinita.Las organizaciones deportivas están influenciadas por el juego finito, donde el tiempo de juego es limitado así como la consecución de metasLas organizaciones deportivas están influenciadas por el juego finito, donde el tiempo de juego es limitado así como la consecución de metas. Todos conocen a las personas que forman parte del mismo, con reglas fijas y con un objetivo acordado que finaliza una vez alcanzado. Prima el yo gano, tú pierdes (ganar-perder). Nos centramos en el resultado como objetivo.
Esto influye directamente en quienes conforman la organización deportiva, gestionada e influenciada por la finalización de mandatos o patrocinios que quieren revertirse a base de resultados deportivos. Aumenta la presión. Se implanta la cultura del resultado para impulsar la estrategia, generando abandonos prematuros.
En el caso del ciclismo y otros deportes, los patrocinios, en general y salvo excepciones, están no más de cinco años apoyando. Eso genera certidumbre en el primer trienio, seguida de una incertidumbre en los sucesivos dos años, donde el resultado es clave para mantener el puesto y el patrocinio.Se implanta la cultura del resultado para impulsar la estrategia, generando abandonos prematuros
Elegir la mentalidad infinita
No podemos elegir el juego en el que nos queremos mover. Todos son finitos. Pero sí podemos seleccionar con qué mentalidad queremos afrontarlos. Optar por la mentalidad finita en juegos finitos supone enfrentarte a todos los problemas causando un perjuicio en el desarrollo de la organización, y en consecuencia de los deportistas. Se basa en el resultado, donde no pensamos en el futuro, sino en lo inmediato. Se prima la cultura del resultado rápido generando infelicidad y estrés.
Elegir la mentalidad infinita nos proporcionará la oportunidad de crecer como organización haciendo una mejor versión cada día. No se trata de ser los mejores, sino de seguir haciendo crecer a uno mismo y a los demás, desarrollando su potencial. Desplegar un plan estratégico donde impliques a toda la organización creando una cultura de bienestar en la que cada integrante esté influenciado por el objetivo de la organización, impulsando un propósito, basado en una estrategia que fortalezca.No se trata de ser los mejores, sino de seguir haciendo crecer a uno mismo y a los demás, desarrollando su potencial
Robert Altman, director de cine y galardonado con un Oscar honorífico en 2006, y Tom Peters, escritor estadounidense, especialista en prácticas de gestión empresarial, nos aportan luz sobre cómo impulsar equipos unido a la cultura y la estrategia basada en las personas y el resultado. Robert aseveraba como director de cine que “el papel fundamental que jugaba era crear un espacio adecuado e inspirador para los que trabajaban conmigo, para que estos alcanzasen un grado de excelencia mucho más alta, con la que nunca llegaron a soñar, y para desarrollar unas capacidades que ni siquiera eran conscientes de que tenían”. Esto le llevaba a crear “una cultura empresarial imparable”, que ayudaba a cada empleado a alcanzar “un poder ilimitado”.
Tom Peters nos ilumina sobre la situación de los trabajadores dentro de las empresas: “Es terrible que entre el 70 y el 86% de los empleados de todo el mundo no se sientan bien en su trabajo o no quieran ir a trabajar. Y eso no es culpa suya, en absoluto, es de sus jefes, son sus jefes los que permiten que estén tan desmotivados”. A su vez , en una de sus conferencias, recordó sus años de soldado en Vietnam, cuando con tan solo 19 años viajó hasta las costas orientales al servicio del comandante Anderson, una persona “que nos amaba a todos muchísimo, tanto a los buenos como a los malos, pero que imponía un sentido muy férreo de la disciplina, al ser consciente de que estábamos en un territorio muy peligroso”. Resultados y personas.
Javier Fernández Aguado, el Peter Drucker español, explica en “Liderar en un mundo imperfecto” (LID, 2019), que resulta imperioso desarrollar cuatro hábitos: prudencia, equilibrio, fortaleza y moderación. ¡Ojalá lo apliquemos en nuestra vida!Implementar una cultura dirigida al bienestar del deportista, impulsando una estrategia que permita ser competitivos a largo plazo, permite el desarrollo de deportistas felices
La solución a los problemas de abandono en edad temprana parece clara: implementar una cultura dirigida al bienestar del deportista, impulsando una estrategia que permita ser competitivos a largo plazo. De esta manera desarrollaremos deportistas felices, trasladándoles la importancia del significado para el equipo de sus cometidos y del aporte a los resultados, alineados con la consecución de los objetivos.
Igor González de Galdeano, ex ciclista profesional y CEO de Kirolife.
Artículo publicado en enero de 2024.