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Crisis, estados emocionales y coaching

(Tiempo estimado: 6 - 12 minutos)

Todas las previsiones de los indicadores que siguen el comportamiento de la economía apuntan a un 2012 más duro aún que los casi cinco años que ya llevamos vividos de esta crisis.

Además de las razones socioeconómicas que nos proponen los economistas, la psicología nos aporta también posibles explicaciones al proceso de debilitamiento de nuestra actividad.

Las respuestas funcionales de paralización y bloqueo que experimentamos las personas en estados emocionales de miedo, ansiedad y tristeza son algunas de ellas. Frente a esta disminución del nivel de actividad de las personas emerge el coaching como una propuesta concreta de intervención para sobreponerse y pasar enérgicamente a la acción afrontando, con el acompañamiento de un coach profesional, las desafiantes circunstancias actuales.

Llevamos ya casi cinco años desde que aparecieron las primeras señales que nos anunciaban un cambio en el ciclo económico. Seguro que todos podemos recordar aquellas primeras noticias del verano de 2007 que nos llegaban desde los EE.UU. con las que descubrimos lo que eran las hipotecas subprime y los activos financieros estructurados en los que se “empaquetaban” esos préstamos de alto riesgo. En el final del verano de 2008 la quiebra del banco Lehman Brothers y los acontecimientos inmediatamente posteriores en los mercados financieros internacionales serán imborrables en la memoria de todos los que trabajan en dichos mercados. El protagonismo de esta fase de la crisis lo acaparaban los bancos y el conjunto de agentes de los mercados financieros norteamericanos y europeos. En nuestro país, aunque el mercado inmobiliario empezó a mostrarnos sus primeras señales de agotamiento y se iniciaba el ajuste en el empleo, nuestros reguladores y políticos aprovechaban para presumir de su gestión y trasladarnos mensajes de tranquilidad y confianza en los bancos y cajas de ahorro y en el conjunto del modelo económico español.

Sin embargo, desde enero de 2009 hasta enero de 2012 han desaparecido más de 113.000 empresas en España, según datos del Ministerio de Empleo y Seguridad Social. La realidad es que a comienzos de 2012 en nuestro país hay más de cinco millones de personas sin empleo. Nuestro sistema financiero de bancos y cajas de ahorro busca su supervivencia a través de la reordenación más profunda de su historia. Incluso,  para las agencias de rating, el prestigio crediticio del Reino de España está a tan solo dos escalones de la categoría especulativa más conocida como bonos basura. La prima de riesgo que compara la rentabilidad de la Deuda Pública al plazo de 10 años de España y Alemania ha pasado de niveles cercanos al cero a superar de forma constante los 300 p.b. durante los últimos 12 meses y en momentos puntuales se ha aproximado a los 500 p.b.

La profunda desaceleración de la actividad económica que están mostrando los indicadores actuales no es otra cosa que el resultado de agregar los pensamientos y acciones individuales de todos los que formamos parte de esta sociedad. Sin duda, ante la crisis, hay personas que la afrontan con esfuerzo y valentía, pero lo cierto es que la mayoría la viven conteniendo el conjunto de sus actividades.

Fuente: Presupuestos Generales del Estado 2012

Si ante las situaciones de mayor dificultad, como son las actuales, uno debería remangarse y emplearse a fondo, ¿cómo puede explicarse entonces el aparentemente imparable debilitamiento de nuestras actividades?

La psicología nos ofrece una posible explicación a esta paralización de la actividad a través de las respuestas funcionales a los estados emocionales del miedo, la ansiedad y la tristeza. Estas tres emociones negativas, junto con la ira, constituyen la primera línea defensiva de que disponemos las personas contra las amenazas exteriores.

El miedo es una emoción que surge ante un peligro o daño inminente. Es la respuesta emocional a cambios importantes y rápidos. El miedo también puede provocarse ante la pérdida de algo que proporciona seguridad y confianza. Concretamente, cuando aparecen situaciones que pueden perjudicar seriamente nuestro bienestar y en las que valoramos como muy baja nuestra capacidad de control se nos desencadena una intensa emoción de miedo. Sus respuestas funcionales pueden agruparse en dos amplias clases: acciones defensivas de huida o ataque y acciones de inmovilidad defensiva.

Las personas que ya han perdido el puesto de trabajo o han tenido que cerrar sus despachos o negocios, los trabajadores en el entorno de los 50 que se han visto obligados a prejubilarse sin desearlo, también aquellas personas que no han podido pagar su hipoteca y están inmersas en un proceso de desahucio son, entre otros, los que están viviendo ya más directamente la dureza de la crisis. La consecuencia inmediata y lógica de cualquiera de estas traumáticas experiencias es un ajuste brusco en sus decisiones de gasto e inversión que se traslada inevitablemente al conjunto de la economía. Pero además, todas estas personas tienden a experimentar una profunda sensación de miedo o incluso de pánico. La respuesta de paralización defensiva que les provoca el miedo les bloquea la capacidad de reacción, de pelea o de lucha que en realidad su situación exigiría.

Por su parte, la ansiedad hace referencia a la anticipación de una posible amenaza futura. La ansiedad carece de un estímulo desencadenante concreto. Se activa por la interpretación anticipatoria que realizamos las personas ante las expectativas de un entorno de riesgo no definido. Esta emoción se inicia habitualmente ante la interpretación de situaciones que se van configurando lentamente o por simple contagio.

Muchas investigaciones han demostrado que el estado emocional de ansiedad condiciona nuestra forma de procesar la información. De forma automática y no consciente nuestra atención se focaliza hacia los estímulos que nos indican o confirman la amenaza y dejamos de percibir la información neutra o contraria a nuestro estado ansiógeno. Se produce también un efecto de memoria preferencial o sesgo de memoria, facilitándose de forma igualmente automática el acceso a la información amenazadora memorizada. Los estudios también han demostrado que se produce un sesgo en la interpretación de los estímulos ambiguos, dando preferencia a los de interpretación de significado amenazador sobre cualquier otra.

La respuesta más común de la ansiedad es la angustia pero también experimentamos preocupación, inseguridad, tensión, temor, dificultad para tomar decisiones, sensación de pérdida de control, etc. ¿Te suenan?

La ansiedad en condiciones normales nos moviliza hacia la acción y mejora nuestro rendimiento. Sin embargo, cuando la intensidad de la ansiedad sobrepasa determinados límites, las respuestas habituales pasan a ser también la paralización de nuestras actividades.

La última emoción que explica nuestra actual situación de desmotivación es la tristeza  que se caracteriza por el decaimiento del estado de ánimo acompañado de una reducción significativa en el nivel de actividad cognitiva y conductual. La tristeza es otra típica respuesta emocional a situaciones de pérdida o a acontecimientos que nos suponen algún perjuicio o daño. Aparece cuando las personas creemos que no existe acción alguna que nos permita recuperar la meta perdida. Nos sentimos sin fuerzas para continuar, atenúa nuestro nivel de actividad habitual, nos lleva al abandono del objetivo, nos hace sentir bloqueados y nos retrae sobre nosotros mismos. En el plano cognitivo, la tristeza lentifica nuestra capacidad de procesamiento intelectual y dirige nuestros pensamientos hacia los aspectos más negativos del entorno y, sobre todo, a los más negativos de nosotros mismos.

Las investigaciones psicológicas demuestran que estas tres emociones, de miedo, ansiedad y tristeza, pueden provocarse mediante un proceso de aprendizaje a través de la observación. Técnicamente se conoce como aprendizaje vicario. Es decir, que no es necesario que nos echen del trabajo o que nos desahucien para que se desencadenen estas emociones. Nos es suficiente con que estas experiencias estén sucediendo a nuestros compañeros, familiares o amigos para que sintamos su mismo miedo, sintamos ansiedad y tristeza y se produzca el despliegue de sus respuestas funcionales de bloqueo de la actividad.

En este desmoralizador entorno de crisis y de parálisis de muchísimas personas, emerge con fuerza la alternativa del coaching. Esta moderna técnica la asociamos habitualmente al desarrollo profesional de los altos directivos de las grandes empresas, donde, sin duda, el coaching despliega una de sus más importantes áreas de actividad. Pero el coaching es también una herramienta especialmente adecuada para el desbloqueo de nuestras acciones y la superación de dificultades. Es una gran experiencia de desarrollo, de mejora personal y de transformación profunda a largo plazo que nos lleva a liderar y gobernar nuestra propia vida.

El proceso de coaching produce la incorporación de nuevas conductas sustituyendo a nuestros comportamientos no deseados. Maximiza el aprovechamiento de nuestros talentos naturales, nos ayuda a aflorar o potenciar nuestra creatividad, fortalecer nuestra confianza, ganar valentía y coraje, y nos moviliza hacia la acción. El coaching ayuda a vencer la autocomplacencia, a superar las excusas perfectamente construidas por nosotros mismos para justificarnos y justificar ante los demás nuestras acciones y nuestras omisiones.

El coaching se concreta en un proceso de varias sesiones con un profesional cualificado a través del cual se produce una profunda toma de conciencia de uno mismo y del entorno; el coachee o participante consigue asumir la responsabilidad de su propio desarrollo y crecimiento; y por último, se materializa en acciones concretas que nos llevan desde lo que somos hoy a lo que deseamos ser.

La toma de conciencia de uno mismo, el autoconocimiento, significa identificar nuestros talentos y las actividades que nos apasionan. Concretar nuestros valores e ideales. Saber lo que queremos es imprescindible para elegir nuestro camino y orientar nuestras acciones. Es muy habitual que seamos capaces de decir lo que no nos gusta, pero no lo es tanto que podamos expresar con claridad y concreción lo que de verdad queremos. Durante las sesiones de coaching, el coach acompaña a su coachee en su proceso de autoconocimiento.

Igual lo hace también en relación a la conciencia de lo que está sucediendo a nuestro alrededor. Cuando percibimos la realidad que nos rodea seleccionamos de forma automática aquello a lo que le vamos a prestar atención, bien porque nos parece más importante o porque confirma nuestras creencias. Nuestra interpretación de esa realidad la consideraremos como verdadera y nos llevará a conclusiones que condicionarán directamente nuestra conducta.

La responsabilidad es la segunda clave de la experiencia del coaching. Todos llevamos en nuestro interior dos posibles papeles con los que interpretar nuestra propia vida, uno de protagonistas y otro de víctimas. La sociedad contemporánea, cada día más globalizada e hiper-regulada, nos empuja a la creencia de que las personas no tenemos ninguna capacidad de intervención en lo que nos sucede. Por eso el victimismo se ha convertido en uno de los rasgos más destacados de la sociedad actual. La psicología vuelve a proponernos una explicación al victimismo generalizado a través del paradigma de la indefensión aprendida que propuso Seligman. Cuando las personas nos convencemos de que nuestras acciones, nuestras conductas, no tienen ninguna posibilidad de influir en el logro de los resultados deseados, entonces los individuos desarrollamos el estado psicológico de indefensión aprendida.

Estamos convencidos de que el encargado de sacarnos de la crisis es el Gobierno. Nos encanta culpar a los políticos, a los banqueros y empresarios. A todos se nos da muy bien criticar y nos alivia quejarnos y lamentarnos de nuestra mala suerte. Basta con sacar el rol de víctima que todos llevamos dentro y creer que el mundo es un lugar injusto, en el que la culpa de nuestros sufrimientos la tienen los demás. Aunque la culpa nos tranquiliza, también nos impide asumir el papel protagonista de nuestro presente y nuestro futuro. El coaching provoca y produce la participación directa del coachee en el resultado de las cosas, desde una posición protagonista, proactiva, que busca soluciones y resultados y que se materializa en objetivos concretos.

Finalmente otra característica del coaching es que el proceso se concreta en un plan de acción, con metas a largo plazo, hitos a corto y medio plazo, indicadores de seguimiento y planes de contingencia ante posibles imprevistos.

A diferencia de otras técnicas, tu proceso de coaching no va a facilitar la mejora de tu capacidad de adaptación y resistencia para que soportes esta crisis de la mejor manera posible. Tu coach tampoco te va a permitir que sigas impacientemente esperando a ver si te cambian las cosas. En tu proceso de coaching vas a explorar profundamente tu interior, a identificar y potenciar tus capacidades y a trabajar tus competencias mejorables. Tomarás libremente las decisiones de cambio de las cosas que no te funcionan para sustituirlas por otras nuevas alineadas con el destino que tú habrás elegido para ti. Desde tu necesidad de desarrollo y el deseo intenso de conseguirlo, afrontarás con entusiasmo todas las acciones que exija la recuperación del control y dirección de tu vida por encima de las circunstancias.

Este año 2012 va a ser muy difícil. Va a ser un año muy duro. Estamos hartos de oírlo. Los medios de comunicación nos bombardean constantemente con mensajes que tienen que ver con los términos: recesión, paro, déficit público, prima de riesgo, EREs, rescate, intervención, reestructuración, concursos de acreedores. Nuestras calles están llenas de carteles de: “se alquila”, “se vende”, “se traspasa”. Las palabras más repetidas en lo que llevamos de año son: “recortes”, “austeridad”, “reformas”, “ajustes”.

Es cierto que no es solo un problema de la negatividad de estos mensajes. Es incuestionable la realidad de los indicadores económicos y que la actual situación está afectando directamente a nuestro modelo de vida y a nuestros estándares de bienestar. Por eso, junto a las medidas de ajuste y las reformas estructurales, en el ámbito de las organizaciones y en las empresas, necesitamos más que nunca la intervención del coaching como instrumento facilitador de la recuperación de la productividad y la mejora de nuestra competitividad a través de la responsabilidad, el compromiso y la implicación decidida de cada uno de nosotros. Nuestro desafío es superar el miedo, vencer a la ansiedad y deshacernos de la tristeza impulsando las acciones efectivas individuales que derroten la crisis.


COACHING / ESTRATEGIA

Enrique Cerezo, profesor del Programa Superior de Coaching Ejecutivo y Management del IE Business School.
Artículo publicado en Executive Excellence nº92 may12
 

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