Error: de castigo a aprendizaje
Llegar a valorar la capacidad de aprender de los errores y de ver los fracasos como oportunidades para la mejora continua ha supuesto un camino arduo y para muchos inconcluso, pues no terminan de entender cómo sacar partido al fracaso.
A lo largo de la historia de la humanidad, los cambios culturales, filosóficos, científicos y sociales han afectado a la concepción del error. De ser entendido como una deshonra o muestra de debilidad para las culturas mesopotámicas y egipcias, donde los errores eran considerados castigos por comportamientos inmorales o donde las fallas en la agricultura se atribuían a la ira de los dioses; hasta su valía como una parte natural del aprendizaje y el pensamiento humano para los filósofos griegos.
Con el Renacimiento, la experimentación y la curiosidad científica comenzaron a ganar peso. Los fracasos eran necesarios en el camino hacia el conocimiento y el éxito. Los pensadores de la Ilustración también apreciaron la crítica constructiva y el aprendizaje continuo. Con la Revolución Industrial, obsesionada con la eficiencia, los errores podían resultar costosos (y peligrosos), pero también las historias de empresarios de éxito incluían con frecuencia múltiples fracasos previos. Actualmente, impera la cultura del fail fast-learn fast
El desarrollo de la tecnología, con Silicon Valley como exponente, motivó que el errar se revalorizase como una parte inevitable y casi siempre necesaria del proceso innovador. Actualmente, la cultura del fail fast-learn fast es un ejemplo, promoviéndose incluso una actitud resiliente hacia el fracaso, una actitud que interpreta cada caída como una oportunidad para aprender y crecer.
Muchos pensadores han ahondado en la “trastienda” del error. Estas son las visiones de dos de ellos: Ángel Gabilondo, catedrático de Metafísica en la Universidad Autónoma de Madrid y profesor en la Facultad de Filosofía y Letras; y Mario Alonso Puig, médico especialista en cirugía general y del aparato digestivo, y experto en liderazgo, equipos de alto rendimiento, gestión del cambio, salud, bienestar y felicidad y comunicación, creatividad e innovación.
Ángel Gabilondo:
“Una situación es trágica cuando, además de que es inevitable decidir, decidas lo que decidas te equivocas al menos un poco, y, además solo ves el error después de haberlo decidido. Si el error se ve antes de decidir, si se puede decidir o no y si da la impresión de que, puestos a decidir, ves con claridad y de antemano las consecuencias de lo que has decidido, eso no es tragedia para los griegos. Puede que sea para nosotros un melodrama, pero no una tragedia
La tragedia de la decisión es el saber que uno en la vida debe adoptar decisiones y asumir las consecuencias, sabiendo que esas decisiones no siempre zanjarán la cuestión, sino que abrirán nuevas problematicidades”.
“La verdadera audacia es la audacia de crear. Creer que uno se las sabe todas es ser incapaz de aprender, y esa incapacidad de aprender me dice que el mayor error es no errar.
No errar es permanecer anclado y atado a lo que uno sabe y vive, es olvidar que la errancia es siempre búsqueda y pensamiento. El máximo error es el miedo, el temor a errar, el eludir los aspectos enigmáticos de nuestra existencia”.Insistir en el error es convertirlo en nuestro relato, y entonces el error seríamos nosotros mismos
“Insistir en el error es convertirlo en nuestro relato, y entonces el error seríamos nosotros mismos. No siempre el error es del todo identificable, salvo que sea un error de calidad, que se identifica con un resultado.
Dos palabras inquietantes: éxito y fracaso. Me da miedo quienes viven para fracasar o para tener éxito. Ni el éxito, ni los honores ni los poderes, ni las riquezas pueden ser el sentido de una vida. El éxito es un don, una entrega de algunos hechos, un efecto del funcionamiento de algunos comportamientos.
Fracasar no es perder, fracasar es no saber perder, fracasar es no saber valorar la pérdida. El mayor error es la desconsideración de nuestros fracasos. Solo desde los errores y los fracasos se narra el relato de algún éxito posible, solo se crece cuando algo no va bien, y siempre algo no va bien. El verdadero error es no aprender con él”. Leer más
Mario Alonso Puig:
“Un error solo significa la exigencia de volverlo a intentar por un camino diferente. Eso es lo único que significa un error, y no que seas incapaz, incompetente, torpe.
La vida de las personas que han realizado grandes gestas está plagada de errores estrepitosos, pero esos errores no les paralizaron y supieron extraer una enseñanza positiva. Con frecuencia la interpretación que damos al error es: “menudo fracaso”. En ese momento, el elemento emocional se activa con tal potencia que tiene suficiente poder para bloquear áreas enteras del cerebro. El cerebro emocional o sistema límbico es sumamente potente porque es previo a la parte más racional y cuando toma la iniciativa puede anular áreas enteras del cerebro; y si no, que se lo pregunten a un opositor que después de trabajar cientos de horas llega al tribunal y se queda en blanco. En este caso, la amígdala (una parte del sistema límbico) bloquea el hipocampo, que es el centro de la memoria. Cuando el error nos paraliza, no podemos generar creatividad. Por eso, gestión del error y gestión de la creatividad van parejos. Tenemos que aprender a sentirnos cómodos cuando el error aparece y preguntarnos: ¿qué puedo aprender de esta experiencia?”.Un error solo significa la exigencia de volverlo a intentar por un camino diferente
“No desistas de luchar por aquello que de verdad importa. La mayor parte de los fracasos no son por falta de capacidad ni de formación adecuada, sino por falta de fe, por no seguir creyendo que, en medio de la tempestad, vamos a encontrar un camino, y que este surgirá donde menos imaginemos.
Cuando de verdad sucede algo que es importante para ti, cuando estás comprometido, el cerebro no tiene más remedio que mostrarte un camino”. Leer más
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Artículo publicado en mayo de 2024.
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